Inflación de servicios, tasa de interés y meta en Brasil

No hay motivos para esperar una mayor reducción del IPCA en el mediano plazo.

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La inflación brasileña volvió al nivel del 4% hace aproximadamente seis meses y se espera que se mantenga así en el futuro cercano. Por un lado, hay presión por los precios de la electricidad, pero por otro, los alimentos, los combustibles, los productos industriales y los servicios vienen mostrando una tendencia a la baja. En cualquier caso, no hay motivos para esperar una mayor reducción del IPCA en el mediano plazo. Este parece ser el nivel con el que viviremos durante mucho tiempo.

En primer lugar, porque el mundo enfrentará una inflación más alta en los próximos años por el aumento de los costes energéticos, derivado a su vez del cambio climático y la reducción del suministro de gas como consecuencia de la guerra en Ucrania, y las inversiones necesarias para cambiar la matriz energética. La inflación también se verá presionada por el movimiento para revertir la apertura comercial a China que Estados Unidos y Europa han estado diseñando, para tratar de evitar su desindustrialización. Para cambiar esta tendencia alcista de la inflación, sería necesario un shock de oferta positivo a la economía mundial, como el observado en los años ´90 debido a las innovaciones tecnológicas, que hasta ahora no se vislumbra en el horizonte. Y no hay manera de evitar los impactos en la economía brasileña; este escenario se reflejará en nuestra inflación interna. Pero tenemos un factor adicional para presionarlo: la rigidez o resiliencia de los precios de los servicios.

El Gráfico 1 muestra que la inflación de servicios en Brasil sólo disminuyó consistentemente, en el pasado reciente, durante el período en el que el desempleo se mantuvo considerablemente alto.

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Actualmente, la evolución de estos precios es decreciente, pero todavía se sitúa en torno al 5,5%, en un contexto de descenso del paro y recuperación de la masa salarial que evitará una mayor desaceleración. Por lo tanto, es importante observar más de cerca la evolución de estos precios para comprender su influencia en la tasa de inflación agregada en el pasado y en el futuro cercano.

Para completar este análisis, dividí los servicios en tres grupos: asociados a vehículos, personales “esenciales” y personales “no esenciales”. La diferencia entre estos dos últimos grupos radica en que las familias tardan más en renunciar al primer grupo de servicios y, por tanto, los cambios en el nivel de actividad tardan más en repercutir en sus precios. El grupo de servicios asociados a vehículos incluye seguros, alquiler de automóviles, estacionamiento y reparación de vehículos (hay otros servicios asociados al grupo, como las licencias, pero intenté incluir sólo aquellos cuyos precios estaban definidos principalmente por el mercado); en el grupo de servicios esenciales están los vinculados a los servicios de salud y cursos regulares (si bien los primeros tienen precios regulados, es imprescindible observar su evolución) y en el grupo de servicios no esenciales están las reparaciones, reparaciones y mantenimiento de viviendas (excepto vehículos ), servicios personales, recreación, cursos diversos no regulares y comunicación.

El Gráfico 2 muestra la variación de los precios de estos tres grupos de servicios, estimados como un promedio ponderado por los pesos de cada rubro en el cálculo de la inflación. Existe una fuerte volatilidad en los precios de los servicios asociados a los vehículos, mientras que la variación en los que denominé servicios no esenciales muestra una ligera tendencia a la baja.

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El Gráfico 3 muestra la contribución, en puntos porcentuales, de cada uno de estos tres grupos para la tasa de inflación agregada (siempre en 12 meses), confirmando la mayor influencia de los llamados servicios esenciales en el período reciente.

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¿Cuáles son las consecuencias de este escenario? Es poco probable que mantener las tasas de interés en niveles altos ayude a reducir rápidamente la inflación en los servicios esenciales, dadas sus características. El aumento de los servicios de salud está más asociado a cambios en los hábitos pospandemia y a la insuficiente oferta de atención y exámenes en el SUS (sistema de salud), así como a las reglas que regulan este mercado.

En el caso de las tasas escolares, las familias en una situación financiera mínimamente mejor siempre se han mostrado reacias a inscribir a sus hijos en la red pública, lo que hace que la demanda de dichos servicios sea relativamente inelástica. Por lo tanto no me parece efectivo uso de tasas de interés para buscar reducir dichos precios, y la solución, en este caso, exige políticas públicas que generen impactos en el mediano y largo plazo.

En relación con los servicios no esenciales y los asociados a los vehículos, el efecto de una reducción del nivel de actividad sobre la variación de sus precios podría ser más relevante, pero aquí radica otra cuestión relevante: ¿merece la pena aumentarlos? ¿Reducir considerablemente el desempleo y abortar la todavía tímida reanudación del crecimiento para reducir la rígida inflación de los servicios en nuestro país? Y aquí es importante resaltar otro aspecto de la situación actual y de las metas aprobadas por el Consejo Monetario Nacional.

El gobierno mantuvo la reducción de la meta de inflación previamente acordada por la administración anterior, a pesar de que se espera que la inflación global se mantenga más alta y la inflación de nuestros servicios esté rígidamente a la baja. ¿Cuál será el costo social de alcanzar la meta en los próximos años, dada esta situación? ¿Cuánto debería aumentar el desempleo para provocar que caiga la inflación en los servicios esenciales y en otros grupos? ¿No hubiera sido mejor haber mantenido la meta de inflación del 3,5% que prevaleció en 2022, en lugar de fijarla en el 3% para 2024, y haber permitido al país crecer un poco más y mantener una tasa de desempleo más baja? Con la reducción de la meta, y dado el escenario comentado anteriormente, posiblemente será necesario tener un crecimiento menor al deseado en nuestra economía en 2024 y en los años siguientes. El equilibrio entre inflación y crecimiento se hará evidente, con una ganancia modesta —si la logramos— para la tasa de inflación.

- Nelson Marconi es Coordinador ejecutivo del Foro Económico de la Fundación Getulio Vargas y docente de la FGV/ EAESP (Escuela de Administración de Empresas de San Pablo).

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