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Estancamiento y shock negativo, temas relevantes en la coyuntura

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Foto: Pixabay

OPINIÓN

Voy a repasar hoy los últimos indicadores en materia de tipo de cambio real, así como las cuentas nacionales de 2019, difundidas recientemente.

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Sobre las cuentas nacionales, en 2019 se creció 0,2%, acumulándose un 6,6% en el quinquenio, menos de la mitad de lo que se proyectó en la Ley de Presupuesto en agosto de 2015 (14,6%), lo que explica en parte el deterioro fiscal de esos años, en los que se contó con ingresos que nunca entraron.

Aquel 0,2% fue especialmente malo, desde el punto de vista de la oferta, si se tiene en cuenta que en el año anterior una fuerte sequía había afectado la producción agrícola con un impacto entonces estimado en un punto porcentual del PIB que se revirtió el año pasado.

El PIB de 2019, expresado en dólares, fue de US$ 56.047 millones, por debajo de los casi 60 mil millones de los dos años anteriores. La depreciación real del peso uruguayo explica esa caída.

Dicho sea de paso, el “arrastre estadístico” para 2020 es nulo.

En el quinquenio hubo dos breves recesiones: en el primer semestre de 2015 y en los tres últimos trimestres de 2018. Ahora entramos en la tercera de la serie: el PIB cayó 0,6% en el cuarto trimestre frente al tercero y es evidente que en el primero de 2020 se registró una nueva contracción que se extenderá al segundo.

Si nos comparamos con los vecinos, Brasil creció 1,1% y Argentina cayó 2,2%, por lo que ya no crecimos muy diferente de su promedio, ya no estamos tan “desacoplados”.

El pobre desempeño económico en el quinquenio pasado, por debajo de la tasa de largo plazo llevó a la brecha de producto a ser negativa (entre 2% y 3% en 2019). En otras palabras, se está en una fase baja del ciclo económico.

No obstante lo anterior, en el segundo semestre los tres motores de la economía se volvieron a encender: hubo leves crecimientos interanuales en el consumo privado (0,5%), en la inversión fija (1,4%) y en las exportaciones (1,2%). Esto dio lugar a un modesto aumento en la demanda agregada (0,8%) en el año.

Sectores

Una vez más, viendo con perspectiva el quinquenio pasado, a nivel sectorial se destaca el crecimiento de “transporte, almacenamiento y comunicaciones” (35% en los cinco años) y en menor medida de “electricidad, gas y agua” (13%). En el resto el desempeño fue malo, quedando casi todos en 2019 por debajo de 2014: el agro cayó 8%, la industria 5% (a pesar de incluir un aumento de 17% en la actividad de la refinería), el comercio cayó 2% y la construcción 15%. Otras actividades de servicios subieron 1% en los cinco años.

De lo anterior surge con claridad que el poco crecimiento que tuvimos en el quinquenio se debió a los sectores de servicios públicos: comunicaciones, electricidad, refinería. Estimo que, excluyendo a estos sectores, el PIB “subyacente”, básicamente privado, cayó 1% en el conjunto de los cinco años. Y en este agregado, las dos recesiones referidas fueron mucho más pronunciadas.

Ese pobre crecimiento económico del sector privado permite entender mejor la evolución de la ocupación y la pérdida de más de 50 mil empleos en esos cinco años.

Tipo de cambio real

Hablemos ahora del tipo de cambio real (TCR), a partir de los indicadores disponibles y con estimaciones propias al mes de marzo.

Utilizo las series del BCU desde el año 2000, con la única salvedad de que el TCR bilateral con Argentina, lo ajusto por la brecha entre el IPC de San Luis y el del Indec en los tiempos en que éste no fue veraz (2006 a 2015) y que además considero la brecha entre el blue y el oficial cuando la hubo, para definir un TCR relevante para el intercambio bilateral de turismo y compras.

¿Qué dicen esos indicadores acerca de cómo estamos hoy en materia de TCR? A esos efectos, considero como base de referencia histórica al promedio de los últimos 20 años. Esto no implica una definición acerca de un nivel de TCR “adecuado” o “normal”. De hecho, los fundamentos de corto plazo suelen alejarlo de los promedios históricos. En todo caso, éstos pueden ser una referencia de los fundamentos de largo plazo, en la medida en que sus determinantes son bastante estables (productividad relativa al resto del mundo, tamaño del Estado).

Los indicadores muestran que, tomando como base 100 al promedio histórico referido, en el caso de la extra región estamos en 99, en el caso de Brasil en 73 y en el caso de Argentina “comercial” en 91 y “de turismo y compras” en 71.

En esta coyuntura global, que nos impone un shock externo negativo, está pasando lo mismo que en oportunidades parecidas: hay un aumento del tipo de cambio nominal que se traduce rápidamente en una mejoría importante en el TCR con fuera de la región. Pero, al mismo tiempo, permanecemos mal parados frente a nuestros vecinos, porque sufren procesos similares.

Como hemos visto en columnas anteriores, la flexibilidad de la política cambiaria actual, sin una regla fija escrita (como lo eran la tablita de hace 40 años o la banda de flotación de hace 20) permite que el tipo de cambio nominal salte para que el TCR pueda adecuarse a los nuevos fundamentos de corto plazo, como consecuencia del shock que se recibe.

Cuando el shock es, como ahora, negativo, la moneda nacional tiende a depreciarse en términos reales y la economía tiende a abaratarse en términos de dólares. Todo lo contrario a lo sucedido en los años en que nuestros precios de exportación volaban.

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