Si bien no existen políticas de población en Uruguay, el tema demográfico ha estado últimamente sobre la mesa debido a que se han hecho visibles algunos fenómenos como la revitalización de la corriente emigratoria, el descenso de la reproducción por debajo del límite necesario para reemplazar la población, el envejecimiento y su repercusión sobre el sistema de seguridad social entre otros, sostuvo la socióloga y demógrafa Carmen Varela, profesora e investigadora de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República, en diálogo con ECONOMÍA & MERCADO. La entrevistada, con el apoyo de un grupo de trabajo, tuvo a su cargo la elaboración del capítulo de Fecundidad del libro "Importante pero urgente. Políticas de población en Uruguay", recientemente publicado por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa) y Fundación Rumbos. A continuación se publica un resumen de la entrevista.
-¿Cómo evalúa el actual panorama demográfico de Uruguay?
-Se observa un país envejecido que va en camino a consolidarse como tal debido, básicamente, al comportamiento que han mostrado los componentes de la dinámica demográfica, vale decir la fecundidad, la mortalidad y la migración. En particular, el bajo promedio de hijos que tienen las mujeres, cuya caída se registra desde inicios del siglo XX, aunado a los continuos procesos emigratorios, dan como resultado una estructura por edad de la población en donde los niños y la población en edad de trabajar se reducen paulatinamente.
Si bien Uruguay tiene desde larga data un comportamiento demográfico similar a los países desarrollados, como lo atestiguan sus bajos índices de fecundidad, mortalidad y de mortalidad infantil, a la hora de observar estos elementos según estratos sociales, se encuentran diferencias importantes que revelan un comportamiento que se aparta de los promedios nacionales y dan cuenta de la polarización económico-social .
-¿Esa situación demográfica está relacionada directamente con el país productivo?
-El tipo de explotación económica de nuestro país se ha caracterizado por la ganadería extensiva, una agricultura reducida con fuerte influencia europea y escaso desarrollo de grandes industrias, lo que no promovió una demanda importante de mano de obra. Partimos de un territorio casi despoblado, que fue ocupado paulatina y principalmente por inmigrantes europeos occidentales y sus descendientes, básicamente sin campesinado y con desarrollo urbano temprano, con pautas de comportamiento reproductivo propio de los países de origen, lo cual fue dibujando un mapa demográfico a lo largo de nuestra historia que se expresa hoy en el panorama ya aludido.
-¿Qué diferencias se advierten en los niveles de fecundidad entre Uruguay y los restantes países latinoamericanos?
-En la mayor parte de la región, la situación es muy distinta a la de Uruguay y Argentina. Hasta la década del sesenta cada mujer tenía en promedio seis hijos en América Latina, mientras que en nuestro país se registraba una cifra de 2,8 hijos por mujer y en Argentina de 3,1. A partir de esa época, comenzó un fuerte proceso de reducción de la fecundidad de entre 30% y 70% en los países latinoamericanos. Por el contrario, nuestro país mostraba un estancamiento de su fecundidad. En 1985 desciende a 2,5 hijos por mujer, cifra que se mantuvo estable hasta 1996. Posteriormente se reinicia un paulatino descenso de ese indicador, alcanzando el año pasado un promedio de 2,04 hijos, que es un nivel insuficiente para el reemplazo de la población. En nuestro país, al igual que en el resto del mundo, nacen 105 varones cada 100 niñas; por lo tanto, se requiere que nazcan algo más de dos hijos -2,1- por mujer para que cada fémina sea sustituida por otra. Con esa cifra una sociedad se halla en el límite necesario para el reemplazo poblacional.
-¿Cómo se explica esa renovada reducción de la tasa de fecundidad uruguaya en la última década?
-En el libro "Importante pero urgente. Políticas de población en Uruguay", mostramos algunos elementos que dan indicios sobre este fenómeno. Por un lado, el número de las adolescentes entre 15 y 19 años que tienen hijos ha descendido en nuestro país. Del pico más alto registrado en 1997 -con 72 niños cada mil adolescentes- se llega a 60 niños cada mil adolescentes en 2005. Por otro lado, manejamos la hipótesis que las mujeres de otras edades y de estratos sociales carenciados también registran una menor cantidad de hijos tenidos durante ese mismo período.
Nivel de reemplazo
-En 2004, por primera vez, el promedio de niños nacidos se ubicó por debajo del nivel necesario para el reemplazo de la población uruguaya. ¿Puede atribuirse ese hecho sólo a la baja fecundidad?
-Entre las hipótesis de trabajo que se manejan para explicar por qué ha bajado la tasa de fecundidad se mencionan los programas de salud sexual y reproductiva que se comenzaron a implementar en el país a partir de 1996, de forma muy tímida desde el Ministerio de Salud Pública (MSP) y por parte de la Intendencia Municipal de Montevideo. Todo ello sucede a raíz de los compromisos asumidos por nuestro gobierno en la Conferencia de Población de El Cairo de 1994. Esos programas, que se profundizaron a partir del año 2000 que es cuando se visualiza la caída de la fecundidad, están focalizados en los sectores carenciados. Si bien esa debería ser una política nacional, dichos programas han tenido seguramente un impacto en la población objetivo. Sin embargo, hace falta realizar estudios específicos que den cuenta fehaciente de este fenómeno.
Otro factor que contribuye al descenso de la tasa de fecundidad entre los sectores carenciados es la retención en el sistema educativo de esa población, dado que el número de hijos a tener se reduce porque la maternidad deja de ser el único proyecto de vida de las personas. No obstante, este fenómeno se descarta en el caso de Uruguay, dado que existe una tasa muy alta de deserción en la educación media.
-¿En qué medida ha influido el fenómeno de la emigración en el descenso de la tasa de fecundidad de los últimos años?
-Es sabido que la ola emigratoria ha renovado su ritmo ascendente a partir de la recesión económica iniciada en 1999. Si bien la emigración puede influir en la tasa de fecundidad, para ello tendríamos que estar pensando que las mujeres que se fueron estaban en su mayoría en edad de reproducirse -lo cual es cierto- y que tenían un promedio de hijos más elevado de las que se quedaron . Lo que sí se puede asegurar es que la emigración influye en el número total de nacimientos. Si tenemos menos mujeres en edad reproductiva, el número de nacimientos va a descender. Eso explica por qué nacieron algo menos de 55.000 niños en 1998 y 47.600 en 2005. Sin embargo, la caída de los nacimientos no implica que descienda el promedio de hijos que tienen las mujeres ya que ello se vincula con el patrón de comportamiento reproductivo.
Fecundidad insatisfecha
-El director de la OPP recientemente expresó su preocupación por el fenómeno de la fecundidad insatisfecha en Uruguay. ¿A qué se refirió específicamente el Prof. Enrique Rubio?
-La fecundidad insatisfecha es un fenómeno estudiado a nivel local e internacional que se relaciona con el tamaño de la descendencia que se plantea tener una mujer, un varón o la pareja. Generalmente existe una distancia entre el número ideal de hijos y el real. En Uruguay, la media tiende a situarse en dos hijos. Sin embargo, esa cifra está en algunos casos por debajo del deseo y en otros por encima, vale decir que está insatisfecha. Esto se observa en particular en buena parte de los estratos sociales medios, en donde se registra una insatisfacción porque las personas tienen menos hijos que los deseados. Al contrario, en los sectores más carenciados se registra un número de hijos que supera al número deseado. Por consiguiente, existe una fecundidad insatisfecha por exceso y por defecto.
-Si coincide Ud. con esa preocupación, ¿qué medidas se pueden tomar para revertir ese fenómeno?
-Creo que es un tema delicado con el que debemos ser muy cuidadosos dado que entramos en el ámbito privado de las personas. Es preocupante la insatisfacción respecto a la descendencia tenida ya que atenta contra los derechos de las personas a tener los hijos que desean. Las medidas que podrían aplicarse son indudablemente diferenciales de acuerdo con la población a la que se dirigen. En el caso de la fecundidad por debajo del deseo, las políticas a implementar para reducir la distancia entre el deseo y la realidad, deberían vincularse con los medios que las mujeres y los varones tienen al alcance para criar a sus hijos y que permitan conciliar el desarrollo personal y la crianza de los hijos. Las decisiones reproductivas están inmersas en un complejo entramado donde confluyen y se contradicen los intereses del mundo del trabajo, la formación, el desarrollo personal y el deseo y disfrute de la maternidad y la paternidad. Para superar la inconformidad más que un problema meramente económico que sin duda puede estar incidiendo en algunos niveles sociales, tiene que ver con las condiciones existentes para criar a los hijos.
-¿Y qué hacemos con los hogares más pobres donde el número de hijos supera ampliamente a la media del país?
-En los estratos más carenciados, donde la insatisfacción en relación a la progenie es por exceso, la primera cuestión a abordar son las condiciones de vida a las que están sometidas mujeres y varones y que no sólo comprometen la posibilidad de controlar su reproducción, sino que también lo hacen respecto a su desarrollo pleno como seres humanos. Lograr su inclusión en el sistema educativo y posterior inserción en el mercado de empleo es parte de las medidas que contribuirían a superar las contradicciones existentes.
Políticas demográficas
-¿Qué grado de interés existe en Uruguay por la problemática demográfica?
-El tema demográfico ha estado últimamente sobre la mesa debido a que se han hecho visibles algunos fenómenos como la revitalización de la corriente emigratoria, el descenso de la reproducción por debajo del límite necesario para reemplazar la población, el envejecimiento y su repercusión sobre el sistema de seguridad social entre otros. Si bien hoy no existen políticas de población, el grado de interés es creciente tanto en el ámbito político como académico, estando actualmente en uno de los puntos más altos si se tiene en cuenta que, históricamente, Uruguay no se ha preocupado demasiado por los fenómenos demográficos. Hasta ahora lo que existe en esta materia son programas de salud sexual y reproductiva que tienden a consolidarse como una política permanente y que inciden en forma relativa en las posibilidades de las mujeres de controlar y decidir sobre su reproducción.
-¿Considera legítima la implementación de políticas públicas que directa o indirectamente intervengan en el descenso o el aumento de la fecundidad?
-Esas políticas públicas deben estar centradas en una concepción de derechos y desarrollo humano y ser muy respetuosas en ese sentido. Los problemas relacionados con la reproducción se sitúan entre lo personal y lo colectivo, es decir que involucran a todas las personas y al Estado. Por eso, la reproducción de la población debería asumirse como un tema social. Habría que aportar los elementos o los contextos para que las mujeres y varones, independientemente de que tengan al alcance las condiciones para controlar su reproducción, tengan las condiciones adecuadas para la crianza de sus hijos.
-¿Está la crianza de los hijos presente en la agenda social?
-No lo está y sería necesario incorporarla. Ello requiere el reconocimiento de los derechos de crianza, que son los derechos adquiridos de aquellas personas que desean criar a sus hijos por sí mismas, y los derechos sustitutivos de crianza de los niños en determinados momentos del día para quienes así lo prefieran. Hasta ahora el Estado uruguayo nunca pensó en acompañar con medidas que tengan que ver con servicios adecuados para el cuidado de los niños, tales como guarderías infantiles, centros de educación inicial para los hijos de madres que están trabajando o estudiando, licencias más flexibles que permitan a los progenitores atender los primeros años de crianza que son los más complejos, un sistema de salud que tenga previsto la disponibilidad de tiempo de los padres de hijos pequeños, etc.
|Entrevista |
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Medidas fiscales deben acompañarse con políticas para la familia
-¿Qué medidas fiscales podrían tener un efecto positivo en torno a la reproducción?
-En Uruguay, la Ley de Reforma Tributaria de reciente aplicación sólo contempla una reducción mínima a las familias en el Impuesto a la Renta de las Personas Físicas mediante la deducción de los aportes por los gastos de la atención de la salud de los hijos. Tal vez se podrían adoptar otras medidas en materia impositiva como descontar impuestos a las empresas que empleen mujeres con hijos que estén en la primera infancia o que compensen la disminución del salario de la trabajadora o el trabajador cuando se toma la licencia por maternidad/paternidad ya que actualmente el BPS sólo paga el 70% del salario.
Sin embargo, la experiencia en los países europeos que han implementado medidas fiscales relacionadas con la reproducción, sobre todo en España, no han sido exitosas. No sólo importa que determinadas medidas fiscales puedan mejorar los ingresos económicos del padre o madre, sino que tiene que haber determinadas condiciones que permitan conciliar el empleo de la mujer con la maternidad, para lo cual se debería repensar el marco regulatorio del trabajo. A efectos de articular el mundo de la familia con el mundo del desarrollo personal y profesional, habría que flexibilizar los horarios de trabajo de las madres durante los primeros años de vida de sus hijos, evitar que las empresas o las agencias de contratación discriminen a las mujeres embarazadas o con hijos pequeños, brindar licencia a la mujer o al varón ante la enfermedad de un hijo pequeño, etc. En este sentido, hay países que adoptan políticas mixtas, o sea que enfocan el tema fiscal pero van acompañadas de medidas que facilitan la crianza de los hijos.
ficha técnica
Carmen Varela Petito, uruguaya, es licenciada en sociología egresada de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UdelaR. Tiene un postgrado de especialización en demografía otorgado por el Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (Celade) en Chile. Es profesora e investigadora con dedicación total en el Programa de Población de la Facultad de Ciencias Sociales de la UdelaR, habiendo focalizado sus trabajos en las transformaciones de la reproducción en la adolescencia y sus repercusiones en el reemplazo de la población.
La reproducción es también un hecho social
-¿Cómo se explica el comportamiento reproductivo de los uruguayos?
-Desde fines del siglo XIX la influencia de las pautas de conducta de los inmigrantes que procedían de países donde ya estaba instalada la "transición demográfica" -que implica el descenso de la mortalidad y la fecundidad- condujo tempranamente a controlar el número de hijos que tenían las mujeres y a construir un modelo de familia pequeña. Por eso, no sorprende que Uruguay registre actualmente una tasa promedio de fecundidad apenas superior a los dos hijos por mujer.
-Teniendo en cuenta que existe una fuerte influencia europea en el comportamiento reproductivo de la población uruguaya, ¿por qué la tasa de fecundidad de Uruguay no está en un nivel más cercano al de Europa, que es de 1,4 hijos por mujer en la actualidad?
-Esos promedios ocultan comportamientos diferenciales de acuerdo con características socioeconómicas y culturales de la población. Los estratos sociales bajos tienen un promedio de hijos más elevado -entre tres y cuatro hijos por mujer- que los estratos medios que ya estaban por debajo de los dos hijos por mujer en la década del ochenta. El comportamiento reproductivo de las mujeres pobres produjo un enlentecimiento en el descenso de la fecundidad y, por tanto, un distanciamiento de los valores registrados en Europa.
-¿Qué factores son determinantes en esos diferentes modelos demográficos?
-La reproducción no sólo es biológica, sino también es un hecho social. Eso lleva a que convivan modelos demográficos muy distintos. La población que está en condiciones sociales y económicas privilegiadas adopta pautas de comportamiento reproductivo que se caracterizan por un bajo número de hijos por mujer y un calendario de fecundidad más tardío. En el otro extremo de la estructura social, hay otro grupo de personas integrado por sectores que viven en condiciones sociales desprotegidas, quienes muestran un comportamiento de tipo tradicional, con un inicio más temprano de la trayectoria reproductiva y con un número elevado de hijos, que conduce en muchos casos a una fecundidad no deseada. En esos sectores sociales, con baja educación y condiciones de vida precarias, el proyecto de vida de las mujeres se reduce básicamente a la maternidad y no aparecen otras formas de realización en el horizonte.