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Economista, profesión en ascenso: teoría, datos y mucho "pienso" que puede dar un fuerte impulso al desarrollo nacional

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Lorenzo Caliendo – Presidente de la Sociedad de Economistas del Uruguay; Profesor de Economía y Global Affairs de la Universidad de Yale, Doctorado en Economía de la Universidad de Chicago. Foto: Darwin Borrelli

ENTREVISTA

En la medida en que se avance en un mejor y mayor acceso a los datos, la investigación económica podrá aportar más a la generación de información clave para las políticas públicas.

Ante una coyuntura “ampliamente favorable” que trae “un boom de oportunidades” para los economistas, la SEU (Sociedad de Economistas del Uruguay) trabaja para un mayor acceso a datos que posibilite mejorar la calidad de la investigación, estimular a los jóvenes profesionales a investigar y afianzar los vínculos con una diáspora “muy prestigiosa”, que puede seguir aportando valor al país. Lorenzo Caliendo, presidente de la SEU, es parte de esa larga y prestigiosa lista de profesionales de la economía dispersos por el mundo. Docente e investigador en Yale, Caliendo, junto a Mariana Zerpa, Flavia Roldan, y Leandro Zipitria (miembros del directorio), tomó la iniciativa de acercar a las instituciones públicas, la academia y las consultoras privadas, con el fin de apuntar a un mayor aprovechamiento de la información que se genera en el país. Mañana martes 21 es el encuentro anual de la SEU y en ese marco serán reconocidos jóvenes investigadores a través de un premio que lleva el nombre de un destacado fundador: Daniel Vaz. La actividad también incluye dos expositores internacionales: Igal Hendel (uruguayo, Universidad de Northwestern) y Cristina Arellano (ecuatoriana, de la Reserva Federal de Minneapolis). A continuación, un resumen de la entrevista.

—El desarrollo de la ciencia de datos ha generado una enorme oportunidad a otras profesiones —es el caso de los economistas— para impulsar la investigación. ¿Cómo observan este fenómeno?

—A partir de una idea de Juan Dubra, se estableció en la SEU una comisión de datos (integrada por Bergolo, Cubas, Dubra, Fernandez, Gandelman, Roldan y Zipitria) para avanzar en ese terreno. En general, los gobiernos tienden a ser reacios a mostrar datos; pero nosotros no somos detectives, no estamos hurgando para ver qué nos encontramos, lo que haces es tratar de entender los efectos de cambios en políticas o shocks en la economía; pongamos como ejemplo la pandemia. ¿Cuánto podríamos aprender sobre cambios en el mercado laboral, efectos sobre las empresas, en esta coyuntura? Pero para eso necesitamos datos. Uruguay tiene un volumen importante de microdatos…

—¿Qué falta?

—Dos cosas. Nos reunimos con las autoridades del INE y encontramos una muy buena receptividad. Pero faltan recursos dentro de la institución para trabajar en este terreno. Un aspecto importante: hay que anonimizar los datos y para ello se necesita un desarrollo técnico y trabajo humano importante. Además del INE, pensemos en BPS o DGI. Es importante conocer la trayectoria de los individuos, pero no identificarlos; por tanto, hay que identificarlos con un número, y poder hacer un seguimiento a través de toda su trayectoria laboral, por ejemplo.
El segundo punto es identificar quién unifica todos los datos. DGI, BPS, INE, todos con muy buenas bases de datos, pero es necesario unificar esa información. Sistematizarla de forma de acceder centralizadamente.

—¿El manejo de información sigue siendo una cuestión que, culturalmente, genera resistencia a compartirla y divulgarla?

—Esto pasa en buena parte del mundo. No sé si definirlo como celo, no tengo explicación, pero es una realidad. Y donde exista, hay que vencerla, porque cuanto más se trabaje con datos, más se pueden resolver los problemas de un país.
En base a datos siempre se puede ser más eficiente, usar metodologías de inferencia, para entender cómo y porqué evolucionan distintas variables.

—En definitiva, poner datos a disposición y que desde la academia se trabaje con ellos es ganar-ganar…

—Eso es fundamental. Lo viví personalmente trabajando con datos de Dinamarca. ¿Por qué Dale Mortensen (Premio Nobel de Economía 2010) pasaba los veranos en Aarhus, Dinamarca, afiliado a Aarhus University? Se instalaba allí porque Dinamarca comparte todos los datos históricos de todos los daneses y todas las empresas, y eso le permitía testear teorías económicas sobre el mercado laboral. Y ahora hay una importante cantidad de investigadores, de alto nivel, que están aprendiendo sobre la elasticidad de la demanda del trabajo o los efectos de políticas sobre el desempleo, de la economía danesa. Eso nos permite entender más, a nivel agregado, sobre los efectos económicos de los cambios de políticas. Y a su vez, los hacedores de política en Dinamarca ahora tienen mucha información generada por estos investigadores, gratis para el país. Pero además, los investigadores deben estar afiliados a una institución para que se comparta esa información, por tanto, también gana la universidad. Y todas estas externalidades, a partir de una economía relativamente pequeña, a escala de la nuestra, se generan a partir de tener información potente, sistematizada y disponible.

—¿Qué nivel de compromiso encontraron para avanzar?

—Además del INE y el Banco Central, todas las universidades están interesadas en participar y lo mismo estamos recibiendo de parte de las consultoras. A todos les beneficia.

—Como muestra de lo que se puede hacer, está el caso de los trabajos presentados al Premio Tesis Maestría Edición 2021 “Dr. Daniel Vaz” que organizó la SEU…

—Exactamente. El joven profesional que ganó (Joaquín Paleo) hizo un trabajo excelente, usando teoría y datos existentes en el país. Su tesis “La asignación de apartamentos en cooperativas de vivienda: Un enfoque desde el Diseño de Mercados” evalúa los mecanismos de asignación de las cooperativas de viviendas en Uruguay de forma de encontrar mecanismos que no sean manipulables por los cooperativistas. Al Premio se presentaron más de una docena de trabajos. Podríamos aprender muchísimo en base a estas investigaciones, en la medida que cuenten con mejor acceso a datos. Y ganamos todos.

—¿Cuál es el desafío del profesional de la economía del siglo XXI, cuando su labor se cruza con los datos, el análisis del comportamiento, con otras ciencias sociales?

—La profesión del economista se caracteriza cada vez más por utilizar teoría, datos y herramientas de informática, con mucho “pienso”. Y no digo que esté asegurada con respecto a los cambios que impone la automatización, pero comparado con otras actividades, tiende a no ser sustituida por la tecnología.
Una cosa importante es que el desarrollo de la carrera del economista no está sujeto a regulaciones específicas en los mercados locales. Los economistas, más allá de donde egresen, aprenderán sobre bases que mañana le permitirán trabajar en cualquier parte del mundo. Y ese universo, hoy, para el caso del investigador, ya no es solo la academia o instituciones estatales. Hoy son las grandes corporaciones las que se disputan a los mejores economistas para que investiguen para ellas. Amazon ya tiene prácticamente una universidad, Microsoft tiene un campus.
Nuestros estudiantes, cuando egresaban del doctorado de Yale, generalmente el destino era otra universidad de prestigio; ahora, compiten a la par por ellos, las gigantes Facebook, Uber, Amazon, entre otras.

—Cada vez más, el análisis de datos en el centro de la investigación…

—Análisis, interpretación, y algo muy crucial para el economista, que es la causalidad; no la correlación. Entender cuál es la variación exógena que me permite identificar el efecto causal de un cambio en política, evaluar el efecto del shock económico. Pensar en el margen, siempre.

—Para la sociedad, muchas veces el economista es aquel que solo intenta predecir un dato a futuro. ¿Se han planteado estrategias que fortalezcan la imagen del economista en la comunidad?

—Es cierto… muchas veces nos ven exclusivamente como un predictor. Un economista utiliza modelos tratando de entender qué tan importantes son determinadas variables; puede ser utilizado para predecir, pero el objetivo central es entender cuál es el mecanismo para que un cambio en política pueda llevar a, por ejemplo, menor desempleo. Los modelos que desarrolla un investigador son abiertos y cualquier otro economista lo puede utilizar, una vez que sea validado, para predecir. Pero en realidad, no sabemos predecir, la carrera del economista no es esencialmente para eso. Claro que, en base a ese estudio, puede utilizarse para proyectar determinada evolución de una variable: no está mal ya que sirve para guiar. Pero lo central, es entender.

—Con el premio instituido, ¿buscan incentivar a que los profesionales más jóvenes se lancen a la investigación?

—Hay un premio al economista que se anima a usar teoría y datos y responder preguntas en base a ello. Claramente, obtener un reconocimiento es un impulso a que sigan formándose, a que accedan a doctorados. Pero también, un premio puede ser un destaque importante a la hora de buscar trabajo en el sector privado. Estimular la investigación, identificar a los profesionales destacados, otorgarles un reconocimiento y generar una señal en el mercado, acerca de lo que podemos hacer acá. Todo eso.

Lorenzo Caliendo es Docente e Investigador en la Universidad de Yale. Foto: Darwin Borrelli
Lorenzo Caliendo es Docente e Investigador en la Universidad de Yale. Foto: Darwin Borrelli

—Hay muchos profesionales de la economía trabajando en el exterior, en posiciones muy prestigiosas. Usted es un claro ejemplo. ¿Aprovechar ese talento desperdigado por el mundo para vincularlo al país, también es un objetivo?

— Nos gustaría que un socio que está en el exterior diera cursos a nuestros economistas jóvenes. Hoy no tenemos los recursos para afrontarlo, pero tenemos varios interesados en hacerlo, felizmente. Es una meta.
El encuentro anual también va en esa dirección. Es la instancia donde economistas uruguayos de todas partes del mundo se acercan a intercambiar sus investigaciones y ponernos al día en términos de cuáles son las principales temáticas que se discuten en la profesión. Lo hacemos en diciembre porque es cuando muchos de nuestros compatriotas vienen al país.
Al igual que los futbolistas, los economistas uruguayos, salidos de nuestras universidades, juegan en las mejores ligas del mundo. Hay uruguayos que son catedráticos en las mejores universidades del mundo, trabajando en las mejores consultoras, grandes compañías, bancos, sectores financieros, Banco Mundial, FMI, BID, CAF, con doctorados en universidades como Chicago, Harvard, MIT, Yale, Berkeley, LSE, etc. Y no solo el Macroeconomista (que dicho sea de paso tenemos de los mejores), también economistas especializados en comercio internacional, economía laboral, teoría económica, econometría, finanzas, desigualdad, economía urbana, organización industrial, desarrollo económico, etc.

—¿Existen suficientes canales de comunicación para mantenerlos vinculados al país?

—Claramente. No es necesario que estén acá. Al contrario. Cuando hice el doctorado en Chicago, me llamaba la atención la presencia de varios estudiantes mexicanos, becados por su gobierno, que no estaban obligados a volver al país. ¿Por qué el gobierno mexicano tenía incentivos en becar a estudiantes que luego se quedaban en Estados Unidos? Es que hay otros beneficios que aporta ese estudiante que crece y se desarrolla profesionalmente en el exterior. Generar vínculos con los economistas en su país, pero también vinculan a estos, y a las instituciones, con otros profesionales y la academia internacional. Hay programas de intercambio también. Son muchos los beneficios de tener profesionales uruguayos por todo el mundo a gran nivel. Y muchos volverán.
Per Cápita, estamos mucho más representados que una gran mayoría de países. Es un tema a estudiar y buscar el por qué.

—¿Cuál es la respuesta?

—No la sé, hay que estudiarlo más. Una, seguramente es la calidad de nuestras instituciones, nuestra formación es buena. Doy algunos cursos en varias universidades en el país y puedo asegurar que, una gratísima sorpresa, muchos alumnos están al nivel de aquellos a los que les imparto el curso en el doctorado de Yale.

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