Un recorrido por el Norte de Chile: entre el océano y el desierto

Desierto de Atacama

VIAJES 

Se destaca por sus playas, el desierto de Atacama y los altiplanos andinos; guarda valiosos secretos de astronomía, vegetación y recursos que ofrece al visitante.

La región del Norte de Chile está dominada por el desierto. Cientos de casas aparecen amontonadas y hechas a retazos. Parecen que se van a caer ante el mínimo soplo. Todo es seco y apagado. El desierto, el sol y el viento hacen que la cara de los pobladores sea dura y rasposa como las rocas que gobiernan el lugar. Pero esta es una ruta de increíble riqueza y cielos estrellados que incluye Iquique, las salitreras Santa Laura y Humberstone, San Pedro de Atacama y Antofagasta.

Iquique, la ciudad del oro blanco

La primera ciudad a visitar en el norte de Chile es Iquique, enclavada entre un inmenso desierto y un poderoso océano. Su rambla o paseo costero es de una belleza única.

Hay que comenzar por la céntrica plaza Baquedano y apreciar las casitas de colores que están por todas pares. Hay que admirar la arquitectura de la Aduana de la avenida Arturo Prat, donde también funciona el Museo Naval, y recorrer el Muelle de Pasajeros. En este lugar se puede tomar un bote para visitar el sitio donde se hundió la corbeta Esmeralda en una batalla naval histórica.

Iquique es una ciudad-puerto y balneario que en la época colonial, tras la conquista española, vivía de la explotación de la plata y de la actividad económica relacionada con el puerto. La estructura de esta pequeña aldea se modificó durante el siglo XIX con el llamado “ciclo del salitre”, por el que ganó habitantes y creció en tamaño. Un episodio clave en esta región fue la Guerra del Pacífico, un conflicto armado acontecido entre 1879 y 1884 que enfrentó a Chile contra Bolivia y Perú, y por el que Chile obtuvo grandes extensiones de territorio.

A 47 kilómetros de Iquique se puede conocer la historia de dos áreas salitreras que se transformaron en el mayor yacimiento de salitre del mundo a principios del siglo XX: Santa Laura y Humberstone, ambas declaradas por la Unesco Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Caminar por aquí es viajar al pasado entre viejas estructuras que recuerdan los días de la gloria salitrera. Aquí se observa un periodo de esplendor de la economía chilena que no siempre fue justo para todos los trabajadores.

El auge del salitre u “oro blanco” comenzó en el último cuarto del siglo XIX y funcionó activamente hasta la década de 1920, hasta que se produjo su caída definitiva en la década de 1950.

Estas salitreras fueron el hogar de miles de chilenos, bolivianos y argentinos. Los ingleses, por supuesto, estuvieron al frente de la explotación de esta riqueza y fueron claves en la articulación del enfrentamiento entre chilenos, peruanos y bolivianos en la Guerra del Pacífico.

Humberstone se encuentra en pleno desierto de Atacama, a unos 1.800 metros sobre el nivel del mar. En su momento de auge llegó a tener cerca de 4.000 personas. Este enclave, como también el de la vecina Santa Laura, funcionaba como un verdadero pueblo con su propio lenguaje, organización, costumbres y expresiones creativas.

Humberstone conserva principalmente su campamento y Santa Laura su área industrial, permitiéndonos así conocer cabalmente la naturaleza de la explotación del nitrato (instalaciones, infraestructura energética, diseño urbano) y los distintos aspectos de la vida cotidiana asociada a la industria. Se pueden visitar algunas de sus antiguas edificaciones como el mercado, el teatro, la pulpería, la iglesia, el hotel para visitantes, la piscina municipal y las casas de los obreros.

Humberstone fue abandonado una vez que ya no se pudo sacar más riqueza. Hoy es conocido como una de las poblaciones fantasmas más famosas del mundo.

El más árido

Es una obligación conocer la espectacular San Pedro de Atacama. Desde Iquique se viaja a Calama y ahí hasta destino. Ambos trayectos pueden hacerse en ómnibus. Se atraviesa el desierto en una ruta delgada y larga en medio de un paisaje que no cambia durante horas. San Pedro de Atacama es un pueblo de adobe y polvo ubicado a 1.700 kilómetros de Santiago. Es la puerta de entrada o la base para conocer uno de los lugares más grandes y el más árido del mundo: el desierto de Atacama.

Hay que recorrer el pueblo y sus rincones. Avanzar por la calle Caracoles hasta la Plaza de Armas, donde se puede descansar a la sombra de tamarugos y algarrobos. El casco urbano ha preservado su arquitectura local, donde se destaca la Iglesia de San Pedro de Atacama, declarada Monumento Nacional de Chile. También se encuentra la feria artesanal con diferentes artículos de cactus, madera y lana.

El atardecer en el desierto permite ver los distintos colores y texturas que posee debido a los minerales. Una vez caída la noche es hermoso poder disfrutar las estrellas. Ese cielo tan limpio atrajo a importantes observatorios astronómicos como el Space y Ahlarkapin, además del Radio Astronómico ALMA.

Alrededor hay muchos atractivos naturales. El Salar es uno de ellos y es el depósito salino más grande de Chile. Impacta ver su gigante superficie blanca y rugosa enmarcada en blancas montañas. Es una gran extensión de capas de sal, en cuyas lagunas se pueden observar grupos de flamencos. Se puede visitar la Laguna Cejar, cuya alta concentración salina permite flotar en sus aguas.

La Laguna Chaxa, por su parte, se encuentra a 60 kilómetros al sur de San Pedro de Atacama y es un sitio ideal para observar aves; la laguna Tebinquiche, declarada Santuario de la Naturaleza, es un destino perfecto para la fotografía y la contemplación de la fauna y la flora. El volcán Licancabur es imponente tanto como los atardeceres que siempre son de un rojo intenso.

Otro atractivo de la zona es el Valle de la Luna, paisaje que sorprende por sus formaciones geológicas de costras salinas. Está compuesto por una serie de túneles por los que hay que trepar o arrastrarse por el piso entre caminos y pasadizos que se abren y cierran, se hacen amplios y estrechos. Durante el atardecer goza de un extraordinario colorido que mezcla dunas de arena, crestas filosas, rocas que forman figuras que parecen talladas a mano y montículos rojizos similares a la Luna.

Salida al mar

La ruta por el norte de Chile se completa con Antofagasta, la salida al mar que perdió Bolivia en la Guerra del Pacífico. Ofrece una combinación perfecta entre la actividad pesquera y la actividad minera. Tiene un hermoso puerto y una rambla extensa que hace que la ciudad sea un balcón al Pacífico pero con el desierto a sus espaldas.

Es imperdible la caminata por el muelle salitrero, construido en 1872. En el puerto es posible adquirir productos recién extraídos del mar o bien degustar algunos de los platos que se preparan a la vista del público. Hay que sacar a flote el lado artístico para fotografiar los coloridos barcos de los pescadores siempre con el nombre de “Antofagasta” escrito en alguna parte. Si se continúa por el borde costero, se llega a la escultura natural La Portada, una extraña formación rocosa que parece un arco blanco en una zona de acantilados.

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