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Un día en San Blas, el muelle de la canción

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muelle de San Blas

VIAJES

Hay melodías que ponen lugares en el mapa, y esta localidad mexicana es uno de ellos. Aquí esperan una excursión a la Isla Isabel, su exuberante naturaleza y una potente gastronomía.

Hay canciones que gracias a su capacidad de llegar a la gente sitúan lugares en los mapas. Es el caso de En el muelle de San Blas, de Maná, que convirtió una historia real (y local) en una canción universal. Así ubicaron esta localidad mexicana, en el estado de Nayarit, en los mapas mentales de fans que supieron que el muelle de San Blas existe y se asoma al Pacífico desde un lugar tocado por la gracia natural, y de gran importancia para la historia de Nayarit.

En San Blas la canción es una constante: se escucha en las plazas, se escucha en el muelle, se escucha en los hoteles, se escucha debajo del agua. Aún hay gente que recuerda a la protagonista, cuya larga espera en el embarcadero y en estas calles se ha inmortalizado con varias esculturas que responden al mismo apodo: la loca de San Blas, y con las que todo el mundo quiere sacarse una foto. Para conocer a Rebeca Méndez Jiménez las versiones de su historia están en YouTube y en Wikipedia. Pero el histórico puerto de San Blas es mucho más que ese capítulo.

Navegando por un manglar

Nada como madrugar y quedar con Chencho a las siete de la mañana en el embarcadero El Conchal para, sentados en primera fila de su barca, entregarnos a sus conocimientos sobre un santuario natural. El parque nacional La Tovara(en indígena significa agua que corre por su piedras calizas) es una de las maravillas naturales de México, un asombroso manantial que desemboca en el mar. La largas ramas de los manglares y las raíces aéreas que descienden hasta hundirse en un agua, no dejan penetrar ni un rayo de luz y resguardan más de 700 especies de plantas, además de 199 especies de aves, 90 de mamíferos, 22 de reptiles, 9 de anfibios, 160 de insectos, 31 de peces, 3 de moluscos y 3 de crustáceos. No es extraño que obtuviera en 2008 el distintivo Ramsar como humedal de importancia internacional. Chencho rema entre manglares colorados y aguza el oído para descubrir al viajero las primeras aves que alzan el vuelo: el carpintero mexicano, la elegante garza canela, las calandrias, las cotorras, el trepatroncos, el caracolero o la cantarina chachalaca.

A la salida, es buena idea detenerse en el Mirador de las Garzas para ver a los cocodrilos descansando, algunos sin salir del agua, otros con medio cuerpo en la arena, robándole el brillo al sol como haría cualquiera de nosotros si nos sobrara el tiempo.

Contundente desayuno

Una vez saciados de naturaleza es hora de saciarse con un clásico desayuno mexicano. Nada como el restaurante El Delfín en el hotel Garza Canela, regentado por Betty Vázquez, de las chefs más célebres del país. Un desayuno mexicano no es un desayuno cualquiera. Hay huevos rancheros, hay huevos divorciados, hay camarones, con chipotle y orégano, o con tomate, curri y azafrán... Cualquier opción viene acompañada por fruta, zumos, café, guacamole, totopos, guiso de carne, tortillas recién horneadas, frijoles, chilaquiles, mantequillas y mermeladas.

Betty y sus hermanas han conseguido un ambiente particularmente agradable y que transmite sensación de casa. La amabilidad de la chef está a la altura de su talento y explica como nadie la creatividad, y enseñanza de la cocina nayarita: “Nayarit fue espacio privilegiado para hacendados franceses y españoles que trajeron su cultura gastronómica, eso la hace diferente. Hay cuatro microclimas que ayudan y aportan a nuestra gastronomía elementos exquisitos, hay 307 km de mar limpio con 89 productos de pesca ribereña. Nuestra filosofía es aprovechar ese mestizaje, que las emociones que provocan los productos a través de sus sabores hagan brillar en el comensal el gozo. Comer es felicidad, es presentar la cultura de nuestra tierra y el sueño del cocinero creador de lucir lo que le ha dado la tierra, el mar, y el aire y provocar sensaciones de satisfacción, apapachar el alma y que el recuerdo haga volver”, cuenta la chef.

Chapuzón

Lo suyo es darse un baño en el Borrego, playa oficial de este pueblo histórico. No está masificada y, como es costumbre, viene equipada con una gran cantidad de tentadores chiringuitos. En ningún caso conviene descuidar la antológica renovación del original muelle de San Blas llevada a cabo por el colectivo de arquitectos c733, que ha generado un espacio que integra el puerto para ferries y lanchas con servicios turísticos, un parque público (de más de 14.000 metros cuadrados) y lúdico para niñas y niños, zonas comerciales y mercado de artesanías. Se alternan jardines y pasajes de piedra bola local inspirados en las olas y los barcos, y que son muy usados por skaters.

Centro histórico

El paseo incluye la vista al fuerte de San Blas, también conocido como la Contaduría de San Blas. Consta de altos y gruesos muros de piedra que bordean el cerro de San Basilio. Data de 1760 y se construyó para proteger el puerto de ataques de piratas. Fue escenario de importantes batallas durante la Guerra de Independencia.

Más interesante resulta el templo de Nuestra Señora del Rosario, La Marinera, construido en 1768 y de gran importancia en el acervo cultural local, pues la imagen de esta virgen estuvo presente en todos los viajes de exploración. Para una rápida parada técnica nada como el San Blas Social Club, bar restaurante que mezcla con naturalidad al local y al turista.

Rumbo a isla Isabel

De nuevo en el muelle, partimos en barco a Isla Isabel. El trayecto es largo, pero agradable. Ofrece unas vistas privilegiadas de una costa impecablemente conservada en la que ningún edificio rompe la escala natural. De camino se observa la playa del Rey y la preciada haramara, el gran símbolo de la vida para una comunidad que cree que los dioses partieron de esta piedra blanca para dar forma al planeta, y que en ella descansa la diosa Haramara, quien es golpeada por el mar para convertirse primero en nube y luego, en lluvia. Según la leyenda Wixarika, fue el primer objeto sólido que nació en la Tierra y le siguen dedicando ritos, ofrendas y peregrinaciones.

Tras permanecer nueve meses de 1978 en Isla Isabel, Jacques Cousteau la llamó “la Galápagos de México”. El parque nacional Isla Isabel solo permite la entrada a 60 personas al día. De noviembre a abril es común ver al tiburón ballena y la ballena jorobada. Lo más espectacular es la cantidad de pájaros bobos patas azules que se concentran aquí. Algo realmente insólito y conmovedor. Desde 1980 es un área protegida cuyos valores naturales son objeto de investigaciones científicas.

Cena transformadora

Vale mucho la pena recorrer los 40 minutos de coche desde San Blas a Tepic para cenar en el restaurante Emiliano, un festival gastronómico de altos vuelos en una casona afinadamente renovada. Cocina mexicana de investigación que trata de enaltecer la gastronomía de Nayarit, potenciando el producto de la sierra, del altiplano, del mar y del huerto propio. El chef Marco Valdivia, orgullosamente autodidacta, reinterpreta recetas clásicas y básicas que ponen a cualquiera de rodillas.

Por poner dos ejemplos: el tiradito de callo de hacha (vieira) con mayonesa de erizo y ceniza de cebolla con salsa de tomatillo, chile ancho y pulque, o el Puerquito Acaponeta, una revisión de un taco clásico de las calles de Sinaloa, con pancita de cerdo horneada a fuego lento por cuatro horas con salsa de mostaza y chile de árbol y col asada al carbón. Con razón fue uno de los lugares bendecidos por la cocinera y escritora Patricia Quintana, que con su obra impulsó la cocina mexicana al olimpo en que se encuetra hoy. Como la poesía, lugares como Emiliano tienen efecto transformador.

Mientras tomamos un cóctel con mezcal, es el momento ideal para decidir que la primera visita de la mañana siguiente será a la casa-museo Amado Nervo, que está a la vuelta de la esquina. Una casona del siglo XIX en la que el 27 de agosto de 1870 nació este gran poeta del modernismo mexicano. La visita corre a cargo de la experta Brisa López, y es una inmersión reveladora. Entre sus muchos poemas conocidos hay que viene de perlas para despedir este artículo, En paz.

“Amé, fui amado, el sol acarició mi faz/

¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!”, finaliza este poema que reconcilia a cualquiera con la vida.

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