"Tuve enorme influencia en Argentina, nunca poder"

| Un día antes de su cumpleaños número 83, Bernardo Neustadt habló de su relación con Punta del Este y de cómo querría vivir y trabajar en Uruguay.

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Darwin Borrelli

MAGDALENA HERRERA

Bernardo Neustadt se encontraba de muy buen humor. Al día siguiente (el jueves pasado) cumplía 83 años, y festejaba con amigos en su casa de piedra y grandes ventanales, frente a Montoya. En "Mi delirio", así se llama el escondite del periodista argentino en el Este, Neustadt contó que tuvo tres propiedades en Punta antes de comprarse la primera en Buenos Aires a los 65 años, que se enamoró a primera vista de la educación de los uruguayos a diferencia de sus compatriotas, y que piensa en serio en venirse a vivir a este país, e incluso trabajar.

No tiene pelos en la lengua para referirse a la mandataria argentina Cristina Fernández como su majestad, y a Néstor Kirchner como el emperador. "¿Cómo puede ser que un presidente, en la cama, le diga a su mujer: querés mi puesto? ¿Usted se imagina a Julio María Sanguinetti ofreciéndole a la profesora Canessa, la presidencia? Eso sólo sucede en Argentina. No hubo internas, nada," dice, con voz entre apasionada y frustrada.

Neustadt da su versión de porqué es tan detestado por sus colegas argentinos, y porqué no se considera de derecha como muchos lo catalogan. Y habla de su relación cercana con Menem, tan criticada en el entorno periodístico.

Al poco rato de comenzar la entrevista, le suena el celular. Lo mira y dice: "pensar que me rompieron las costillas literalmente por iniciar campaña por la privatización de Entel, cuando en Buenos Aires se tardaba 5 años en conseguir un teléfono de línea. Ahora, hay 29 millones de celulares, y somos 40 millones."

Atiende el teléfono:

-"Sí, buenas tardes, quien me ama." (le responden del otro lado.) Sigue:

-"Estoy muy bien. ¿Vio que yo tengo un día por año que estoy bien? Bueno, me tocó hoy."

-"Sí, la voy a pasar bárbaro mañana, porque como Cristina y Kirchner, yo también soy un emperador".

-¿Siempre habla así por teléfono?

-Siempre, si no pongo humor me muero. Claro que es ahora. Antes me preguntaban `¿por qué es tan serio?` Yo les decía: de qué quieren que me ría en un país que se está cayendo a pedazos.

- ¿No tiene esperanza?

-No tengo fe.

-¿Le reconoce alguna virtud al gobierno de Néstor Kirchner?

-Lamentablemente no puedo. En el primer discurso, antes de asumir la presidencia, enseñó a odiar. Yo no quise ni quiero odiar en mi vida.

-¿Y tampoco tiene ninguna fe en la nueva presidenta?

-¿Quién es el presidente ahora? Bah! son los dos. Es que no puedo tener fe. Estamos viendo un imperio. Empecé a averiguar si Juan Carlos de Borbón o su esposa, el Príncipe de Asturias o su mujer periodista, si alguno de ellos usa el avión para ir a comprar yogurt o el diario. Aclaro: están en un lugar paradisíaco El Calafate, y como allí no llega el diario, sino a Río Gallego, mandan el avión. Hasta los hijos lo usan. Y no lo desmienten. ¿Cómo puede ser que el presidente gaste 50 mil millones de pesos sin rendir cuentas ni control. Yo todavía estoy en la facultad del asombro. No, no tengo fe en ella. El primer discurso de Kirchner, presidente electo, lo hizo ella. Un periodista escribió: señor presidente le recomiendo cambiar de libretista. ¿Sabe lo que pasó? Cambiaron al periodista, que terminó jubilándose.

-¿Qué reflexión le merece el discurso de la presidenta Cristina Kirchner en lo relacionado a Uruguay?

-Una vergüenza. Sabe que, por protocolo, Tabaré Vázquez no puede contestar. Primero empezó con Uruguay, país que amamos, hermanos, bla, bla, y después con su dedito comenzó a demonizarlo y a destratarlo, frente a millones de argentinos.

-¿Qué posición tiene con respecto al conflicto por la planta de celulosa?

-Me siento un terrible antipatriota porque si tuviera que mediar le daría la razón al pueblo uruguayo, en todas las decisiones que tomó. Nosotros siempre hemos sido así: esa planta iba a instalarse en Argentina pero a uno se le fue la mano y pidió demasiada comisión, y se vinieron para acá. Donde yo vivo, en Martínez, mi abuela se bañaba en el río. Yo no puedo mojarme los pies por la contaminación. No tenemos autoridad moral para hablar. Estas declaraciones logran que luego, ni políticos ni periodistas me quieran nada.

-El periodismo lo criticó mucho por su papel o cercanía con el presidente Menem.

-En mi vida nunca fui funcionario público así que no cumplí ningún papel. Durante el gobierno de Menem se licitaron cuatro radios, me presenté a todas, y las perdí. Lo que me gustó de Menem es que se animó a romper esa estructura del Estado viejo. Yo esperé cinco años para que me pusieran mi primer teléfono. En aquel entonces se publicaba apartamento sin teléfono 50 mil pesos, con teléfono 70 mil. Todo Buenos Aires estaba cruzado por líneas clandestinas. Me enorgullezco de haber empezado una campaña en la que luego tuvimos teléfono, luz, y otros servicios.

-¿Menem lo desilusionó?

-Terminé con la televisión justamente por la oposición a Menem. No fue él, sino el canal privado en el que yo estaba, que era muy obsecuente con el presidente.

-¿Lo desilusionó o no?

-No sé, me quedo en la mitad. Yo, que no soy nada tibio, me quedo en la mitad entre lo que hizo, y lo que dejó de hacer, y sus errores. En privado le he dicho lo que pensaba, en público no. Porque tuve esa tibieza -que hay que evitar en el periodismo- de abrazarme a lo bueno que había hecho por el país, y no criticar con fuerza lo malo. Pero un día aparecí en televisión, y dije: "No roben más" a propósito de la corrupción de Manzano. Ese ministro fue despedido por Menem, quien siguió haciendo algunas cosas buenas, pero lamentablemente se fue derritiendo. La primera reelección fue un error: él no estaba en condiciones de cambiar el Estado, la corrupción, la política. Ya vio lo que es la política en Argentina: un señor le dice en la cama a su mujer que va a ser presidenta. El otro se elige a sí mismo. Tenemos una democracia con un congreso que no funciona porque al presidente le dan super poderes.

-¿Por qué cree que no tiene la simpatía de sus colegas?

-No sé porqué, seguramente me lo merezco. Es verdad no gozo de ninguna simpatía. Actualmente soy el decano de los periodistas y cuatro veces no pude alcanzar ser nombrado académico por un veto. ¿Qué pasa conmigo? Será por mi iniciación modesta, y porque nunca formé parte del grupo intelectual y literario. Yo hacía el programa político más exitoso de la televisión, Tiempo Nuevo, y veía que no hacían ningún comentario. Siempre fui ignorado, cosa que es más grave que ser criticado. Pero, ¿qué periodista en Argentina logró durante cuatro años consecutivos tener 35 o 40 puntos de rating? Eso se paga, a la larga. Fíjese que tengo un solo amigo colega. Gente que se formó conmigo como Magdalena Ruiz Guiñazú y tantos otros, me odian. Todos empezaron conmigo; en el año 61 no había ningún periodista en televisión ni en radio. Mire ahora: había un periodista que me decía que uno nunca debía acercarse al poder, y hoy es embajador en Estados Unidos.

-Pero también usted ha sido muy crítico del periodismo argentino.

-En 1992, Menem dictó una ley, la más horrible que tuvo Argentina. Hasta entonces no se permitía que los diarios, radios y emisoras pertenecieran a una misma persona. Por un pedido que le hicieron, envió una ley en las que una empresa o persona podía tener todos los medios que quisieran. Era un favor para que Clarín tuviera el poder. También privatizó los canales, lo que aplaudí. Ahí nació el nuevo poder, que no era el cuarto. Hoy el primer poder es el periodismo, se llame Clarín, Página 12 o como sea. En Argentina todo se demoniza, incluso las instituciones, las personas. En mi país, matan a una señora en Río Cuarto y nos enteramos todos con quién se acostó durante toda su vida, pero todavía no sabemos quién la mató. Hace pocos días apareció un rumor de que yo me había separado, y mi mujer se había ido a Buenos Aires. Se llenó de paparazzi por todos lados, y yo con mi mujer de mi lado. ¿Sabe cómo empieza la decadencia? Primero no se cepilla los dientes, después se sienta en la mesa sin camisa, luego come con la mano y por último se termina comiendo el rebaño. La decadencia del periodismo no tiene nombre.

-Dice que en Argentina todo se demoniza, ¿por qué cree que sucede eso?

-Porque la Argentina no tiene mucha gente con la cola limpia. Entonces se pasan facturas. Cómo le puede caer a un ciudadano, como yo que pago impuestos y cobro una jubilación de 990 pesos después de trabajar 60 años, ver que una ministra de economía se olvida de un fajo de billetes de dólares en el baño. Cómo puede ser que esa ministra que enseguida la echan -mentira- siga usando durante seis meses el avión, el coche, todo.

-¿Se arrepiente de algo en su carrera profesional?

-Primero: si me arrepiento de algo privado tengo sacerdote para confesarme.

-En lo profesional le pregunto.

-Sí, varias veces, pero hubo una que fue la que más me dañó. En el 97, de pronto quedé muerto por cinco minutos y 20 segundos. Cuando reaccioné, en el sanatorio, me acuerdo que dije: `ay tengo que hacer Tiempo Nuevo`. El médico me dijo que si seguía iba a hacer Tiempo viejo. Vino el productor y le dije que lo condujera Joaquín Morales Solá, que en ese entonces era colaborador. Pero era un reportaje a Menem y Solá no lo podía ni ver. Entonces, dije: decile a Menem que haga el programa solo, que conduzca él, que realice las preguntas. Abandoné mi condición, no digo profesional porque nunca me consideré un periodista. Pero fue un grave error.

-¿Y qué se considera?

-Siempre consideré el periodismo como una misión, equivocado o no. Amo tanto a mi país, que el periodismo me sirve para expresarme. Entonces lo amo. Me quiero morir escribiendo. La generosidad de un filósofo es ser simple. A mí me interesa la gente, no que el decano me diga qué bueno estuvo el programa. Me interesa el taxista. Y siempre traté de hacerme comprender por la gente. Tuve lo que siempre busqué: enorme influencia en Argentina, nunca el poder.

-¿Se considera de derecha como lo catalogan?

-No. Primero porque no sé lo que es la izquierda y la derecha. El que me enseñó eso fue el ex presidente español Felipe González que me dijo: `que el gato sea blanco o negro no tiene importancia, la cosa es que cace ratones`. Lo único que yo sé es que hay que gestionar, que la gente tiene que vivir bien, y eso no lo tenemos. Lo único que se observa es una ostentación de tres aviones y vestidos Chanel de la pareja presidencial.

-¿Cómo le cae que las revistas hablen de usted para decir que se casó con una mujer mucho más joven, u otras cosas personales, y no sobre su profesión?

-Al principio me demolía, ahora lo tomo como un ataque constante. Pero como ellos no van a manejar la historia... Vi llorar, en mi casa, aquí, a Astor Piazzolla. Nunca le perdonaron ser pionero. La Argentina no perdona al pionero. Salvando las distancias, todos los argentinos de primer nivel murieron deportados: Sarmiento, San Martín, Alberdi, Rivadavia. De mi, estarán esperando que me muera en Uruguay.

-¿Teme la muerte?

-No, siempre la esperé con benignidad y me preparé para ese momento. Este verano me caí de la escalera, y me rompí diez costillas. Me hice pedazos, pero sobreviví. Se ve que Dios no quiere competencia.

"Me resultan creíbles los uruguayos"

Tuvo su primera casa en Uruguay, luego la segunda y una tercera, y recién ahí, con 65 años se compró en Buenos Aires. "Lo primero que me enamoró de Uruguay fue la gente. Me resultó creíble. Yo vivo en una sociedad no creíble, ya lo decía entonces Discépolo con Cambalache. ¿Sabe las veces que estuve a punto de venir a vivir a este país? Por ejemplo, tengo admiraciones aquí por políticos como nunca las tuve en Argentina: Sanguinetti, Lacalle, Batlle. En mi país, se detiene en uno o dos, pero tampoco es muy profunda. Y la admiración es muy importante. Si usted está por casarse elija un novio por admiración. La emoción, la pasión, el amor, se pasan, pero la admiración dura toda la vida", reflexiona Bernardo Neustadt.

-No mencionó a Tabaré Vázquez. ¿Lo admira?

-No lo conocí, pero me gusta como imagen. Conocí al general Seregni y me pareció un hombre de Estado. Pero, referido a Vázquez, veo un hombre equilibrado, tirado de los brazos, por dos sectores que se disputan el ser o no más de izquierda. El presidente se resiste, y mientras eso suceda esto seguirá bien. También debo reconocer que no conozco la izquierda en este país. Lo que he leído de los ministros de agricultura y de relaciones exteriores, es algo apremiante, porque esos mundos de los que hablan ya no existen.

"Desearía vivir en este país"

-¿Alguna vez pensó en venir a hacer periodismo a Uruguay?

-Sí, pero no político. Tuve una oferta hace pocos años, casi me instalo. Y ahora tengo otra. Tengo unas ganas de tomarla. Pero no creo que sea bueno que un señor que pertenece a otro país venga a hablar de política. Me gustaría algo sobre conciencia ciudadana, como forma de evitar la copia con Argentina. Hoy en día, usted mata o lesiona una persona en la ruta y queda libre. Es excarcelable. Eso empezó en Argentina, y siguió acá. Los delincuentes están todos libres. Entrevisté muchas veces a los ex presidentes y siempre les terminaba preguntando cómo hacían para no contagiarse de nosotros, de nuestra corrupción.

-¿Puede ser que se venga a vivir a Uruguay entonces?

-Sería lo que más me gustaría. Pero creo que me muero si un uruguayo me dice: no se meta en la política de mi país. Entonces, me gustaría hacer programas de relaciones humanas, de conciencia ciudadana.

Lo dijo

"Sólo en la Argentina, un señor le pregunta a su mujer, en la cama, si quiere ser presidente de la Nación."

"Matan a una señora en Río Cuarto y nos informan con quién se acostó toda su vida pero no quién la mató."

"Sobreviví a una caída de diez metros por escalera, con diez costillas rotas; se ve que Dios no quiere competencia."

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