¿Seré menos demócrata si no voto?

MARTÍN FABLET

La democracia sólo parece adecuada para un país muy pequeño." Increíble clarividencia de Francois Marie Arouet, más conocido por sus amigotes como Voltaire. Este ilustre miembro de la Academia Francesa supo vislumbrar como nadie el perfil demócrata de nuestro país.

De lo más profundo de mi sentido corazón agradezco a todos los que han hecho posible que hoy, mis muy queridos lectores, podamos sufragar libremente. Quizás no agradezca tan profundamente a aquellos que lo han hecho obligatorio. Tiene algo de trauma retórico o de vago; es que me da mucha pereza ir a votar y no me avergüenza admitirlo. Algo similar me sucede con los casamientos. Me fastidia cuando no me invitan, pero cuando lo hacen, no voy.

Los "je sais tout" de turno consideran que votar es un solemne deber de ciudadano, que se desprende o va de la manito de su propia condición. El aburrido de Hans Kelsen entendía que el voto obligatorio no coarta la libertad del ciudadano en tanto que sólo lo obliga a participar en la elección, pero no influye en la manera de votar, ni ejerce influencia alguna sobre su voto (bueno fuera). Se ve que Kelsen vivía muy cerca de su circuito o mesa de votación, y además nadie lo había invitado a comer un asadito en La Pedrera.

Lamentablemente pienso distinto al jurista y filósofo. Para mí no votar es parte de mis derechos, de mis fueros. Es mi libertad a decidir, y honestamente pienso que no debe ser limitada por nada ni por nadie. Algunos juristas entienden que, más que un deber formal, es parte de la responsabilidad política de participar, pero decididamente no es una obligación.

Esto de la obligatoriedad sin dudas genera más votantes, pero ¿acaso esta condición vuelve al evento más democrático?

Si bien no hay verdades absolutas (algunas hay) sobre la conveniencia o no del voto obligatorio, no cabe duda que aumenta la participación electoral, pero no por ello aumentará la representatividad, la legitimidad del sistema y con ello el fortalecimiento de la democracia. La cantidad no hace a la calidad.

Si usted no quiere votar porque no sabe, porque no le interesa o por vago nomás, estaría en su más sublime derecho; y aunque votemos a prepo, nadie nos asegura que seamos gobernados mejor de lo que nos merecemos.

Así que aunque no tenga ganas de votar, y a lo mejor no lo haga, sí creo tener el derecho a exigir de quienes nos gobiernen los próximos años, de que lo hagan bien. Algunos creen que el no votar es un pase directo al cuartito llorón. En nada comparto este sentir, los vagos tenemos cosas mucho más divertidas que hacer este domingo.

De todas maneras, mucha suerte le deseo a quien tenga el honor de presidir nuestro vapuleado paisito, que seguramente como decía Clemenceau sería más fácil de gobernar si no hubiera que ganar constantemente las elecciones.

mfq1962@yahoo.com

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