Desde Berlín, Alemania
Una doble hilera de adoquines en las calles marca el trazado original del muro. Si encuentra una puede seguirla; lo más probable es que termine dándose contra un edificio. Ese restaurante o esas oficinas no estaban hace 34 años. Berlín ha sabido reconstruirse muchas veces.
También se encuentran unas placas de bronce en el piso cerca de donde hay restos con la inscripción “Berliner Mauer 1961-1989”. Ahí, donde ahora puede caminar y detenerse para la selfie, había una pared de hasta cuatro metros de altura que separó durante décadas a seres queridos entre República Federal Alemana (RFA) -occidental- y República Democrática Alemana (RDA) -oriental-.
Es más, si visita East Side Gallery -y debe hacerlo; no es tan lejos como parece en el mapa- podrá hasta tomar el sol donde hace algunas décadas no hubiese salido con vida. Allí mismo donde ahora es un parque a orillas del río Spree, estaría usted en el medio de dos paredones de 3,60 metros de altura con torres de vigilancia, ubicadas cada 600 metros y repletas de guardias con la orden de disparar a matar -en este tramo no se conserva ninguna-. Lo más surrealista es que sobre el final de East Side Gallery, cerca de la estación de tren Ostbanhof, hay motos y bicicletas estacionadas del lado del muro que no está pintado como si fuese una pared cualquiera. Queda claro que Berlín convive con el pasado y uno, como extranjero de más de 34 años, llega con las imágenes televisadas aquel 9 de noviembre de 1989.
Si no se tomó el trabajo de buscar la información antes de su viaje -no es mi caso, mi obsesión por encontrar la máxima cantidad de restos me llevó a dejar todas las ubicaciones guardadas en Google Maps- tiene que estar atento al caminar por los barrios céntricos. Encontrará también placas informativas con imágenes de lo que había por donde usted está pasando. Por ejemplo, las encontrará si recorre a pie entre Potsdamer Platz y la Puerta de Brandeburgo. También hay varios monumentos por toda la ciudad como el Monumento a la Reunificación, erigido en la esquina de Liesenstrasse y Chausseestrasse; o la Capilla de la Reconciliación, destruida por la RDA en 1985 al haber quedado al lado de la “franja de la muerte” (un foso alambrado con patrullas las 24 horas) y reconstruida en el 2000 y donde hay servicios religiosos todos los días en conmemoración a las personas asesinadas intentando cruzar la frontera. Entre 1961 y 1989 más de 5.000 personas trataron de cruzar el muro; más de 3.000 fueron detenidas y alrededor de 100 murieron en el intento.
El 44 de la calle Friedrichstraße es una parada obligada. Allí se encuentra la reconstrucción de uno de los puntos fronterizos más famosos: Checkpoint Charlie. Aunque hoy esté rodeado por tiendas de souvenirs y locales de comida rápida, no pierda esta información: por aquí se escaparon decenas de ciudadanos de la RDA; otros fueron interceptados y asesinados. Podrá ver la caseta con las banderas de los países aliados y se podrá tomar fotos delante del cartel que advertía: “Está saliendo del sector americano”. Lo más interesante de Checkpoint Charlie es su museo (Mauermuseum), un repaso por toda la historia del Muro de Berlín y por la de otros conflictos, algunos muy recientes como el enfrentamiento entre Rusia y Ucrania. La entrada no es económica (17,50 euros por adulto) pero es un recorrido que, si se lo toma en serio, no solo le dará escalofríos sino que le llevará un par de horas. Allí verá el ingenio de los alemanes para recuperar la libertad. Por ejemplo, se expone el globo casero con el que escaparon ocho personas el 16 de setiembre de 1979, un episodio que fue llamado “el escape de la década”. También se ve el Isetta, en ese entonces el automóvil más pequeño del mundo, al que le fue modificado el compartimento del motor para que pudiera esconderse un adulto. Aunque parezca imposible, ese vehículo cruzó seis veces la frontera con éxito. También se ven los instrumentos utilizados en otros escapes famosos: por ejemplo, el de Renate Hagen en un parlante y el de Friedl Linke en un tanque de 75 litros. Por otra parte, se relata lo que era más común: los asesinatos sin ninguna misericordia como el de Peter Fechter, quien murió desangrado sin que nadie lo pudiera ayudar a llegar al otro lado.
Algo curioso del Mauermuseum es que en su tienda se venden piedras “originales” del Muro de Berlín. Se consiguen desde 6 euros hasta 950 euros. También pueden ser compradas al peso: menos de 25 gramos cuestan 9,95 euros.
El Muro de Berlín llegó a los 150 kilómetros de largo. Hay testigos por todas partes. Porciones sueltas en Potsdamer Platz y Leipziger Platz y alrededores, cementerio Invalidenfriedhof o la estación Nordbanhof. Hay largos tramos conservados. El del predio de la Topografía del Terror le servirá para entrar en contexto: unos 200 metros en donde antes había funcionado la Gestapo y las SS del régimen nazi y donde hoy aloja un museo de entrada gratuita que narra los crímenes perpetrados en toda Europa. La East Side Gallery es el segmento más largo conservado del Muro de Berlín: 1,3 kilómetros pintados por artistas de 21 países. Los murales más famosos son Test the Best, de Birgit Kinder, que representa un trabi (el automóvil de la RDA) atravesando la pared, y Mein Gott hilf mir, diese tödliche Liebe zu überleben (Dios mío, ayúdame a superar este amor fatal), más conocido como “el beso” entre Leonid Brezhnev y Erick Honecker, que recrea el íntimo saludo entre ellos durante el 30 aniversario de la RDA.
Buscar los restos del Muro de Berlín es encontrar un símbolo mucho menos ameno que el impreso en camisetas y souvenirs: es una historia de sufrimiento, separación, destrucción y muerte que hoy sigue siendo una lección ineludible.
Entre Potsdamer Platz y el Checkpoint Charlie, se visualiza uno de los tramos más largos conservados del Muro de Berlín. Este está dentro del museo Topografía del Terror (Topographie des Terrors) y nunca un lugar tuvo un nombre tan bien puesto. Allí se encontraban las sedes del terror nacionalsocialista: la policía secreta o Gestapo (con cárcel incluida) y el servicio de seguridad, las SS, además de otras oficinas del régimen nazi. Es decir, desde allí se articulaba la persecución y exterminio de los opositores políticos y se organizaba el genocidio de judíos, gitanos y romanos. Una minuciosa exposición fotográfica y museística recrea año a año y atrocidad tras atrocidad. De esos edificios solo quedan unas ruinas que están a pocos metros de los restos del muro. La entrada es gratuita. En la vereda de enfrente, podrá ver la exposición Mit der Seilbahn über die Mauer, una caricatura que relata la hazaña de la familia Holzapfel, la que se escapó de la RDA desde el edificio que tiene enfrente: el actual Ministerio de Finanzas. El padre, Helmuth Holzapfel, trepó una pared con una cuerda gruesa que sujetó en un mástil que había en la azotea. Él, su esposa y su hijo esperaron escondidos en un baño -pusieron un cartel de “fuera de servicio” en la puerta- hasta que pudieron subir y deslizarse por la tirolesa que mantenían firmes algunos familiares atada en un vehículo en el lado de Berlín Occidental. Lo lograron en 1965. Partes de la tirolesa y los arneses de la confección casera son exhibidos en el Museo de Checkpoint Charlie. En total, 5.043 alemanes orientales, incluyendo 574 guardias fronterizos, lograron Escapar hacia el oeste.