CATERINA NOTARGIOVANNI
El que quiere pescado que se moje", le dijo Marcelo Golfarini a su madre y atravesó la puerta en dirección al campo. Era un sábado de agosto del año 2002 y la lluvia caía copiosamente sobre Florida capital. Marcelo, de 28 años, necesitaba dinero para comprarle un regalo a Natalí, su hija de seis años, por el Día del Niño. Con un rato en el monte y la producción de un carro de leña obtendría lo suficiente.
"No vayas, hijo", insistió su madre minutos antes. Una tormenta eléctrica ya se avizoraba en el cielo y ella tenía un mal presentimiento. "El que quiere pescado que se moje", respondió él.
Esas fueron las últimas palabras que dirigió a su madre. Marcelo murió fulminado por un rayo en la zona de La Mercada, ubicada sobre el río Santa Lucía, a 7 kilómetros de su casa.
Historias como ésta predominan en campaña. La mayoría de quienes viven tierra adentro saben, vieron o les contaron de alguien tan desafortunado como Marcelo.
En los hechos, el 90% de las muertes ocurridas en el período 2003-2008 se registraron en el Interior, según datos del Departamento de Información Nacional en Salud del Ministerio de Salud Pública. En total, once personas perdieron la vida a causa de un rayo (oficialmente por "fulguración"), nueve hombres y dos mujeres.
Paralelamente, y aunque no se lleve registro, el ganado es el blanco más frecuente de estas descargas eléctricas que pueden llegar a matar un lote entero en microsegundos.
¿Cómo se produce un rayo? ¿Qué precauciones se deben tomar? ¿Es posible sobrevivir? ¿Cómo funciona un pararrayos? ¿Cuáles son los sitios más peligrosos? Domingo trabajó en las respuestas.
opuestos. En el escenario de una tormenta se produce una acumulación de electrones cargados negativamente en la base de las nubes. En simultáneo, la superficie terrestre se carga de iones positivos. Esa diferencia de potencial es la madre de los rayos.
"Es una descarga eléctrica entre una nube y la superficie terrestre", explica Mario Bidegain, magíster en Ciencias de la Atmósfera y director de la Escuela de Meteorología del Uruguay. Pero atención, la descarga sucede del suelo a la atmósfera, y no al revés. La velocidad engaña al ojo y produce la falsa impresión de que el rayo baja, explica el experto.
En Uruguay no hay estadísticas sobre la frecuencia de este fenómeno. Para que las hubiera, se deberían instalar sensores subterráneos que cuantifiquen cada descarga. Así se hace en zonas tropicales o subtropicales, donde la fulguración como causa de muerte es mucho más frecuente. Por ejemplo, Estados Unidos registra un promedio de 150 muertes por año y en el sur del estado de Florida, más precisamente en el área de Kissimmee (próximo a Orlando), se han llegado a contar 1.500 rayos en el lapso de una hora.
La característica de la tierra incide en ese fenómeno. Los suelos pedregosos, con alto contenido en metales, húmedos o muy inundados, son más proclives a recibir más cantidad de impactos, al igual que los plantíos de eucaliptos. "Si uno está parado sobre esos suelos tiene más posibilidades de recibir una descarga", explica Bidegain.
Quienes trabajan con ganado tienen clara esa distinción: "Hay potreros más peligrosos, que siempre se cobran alguna vida animal", ilustra Marcelo Texeira, médico veterinario que trabaja en todo el país. Él mismo perdió seis vacas en una noche.
Nada se puede hacer para esquivar este tipo de accidentes, salvo evitar llevar el ganado a los potreros riesgosos o colocar allí lotes de menor valor. En cuanto al personal, los días de tormenta no salen al campo, contó Pablo Mariño, también veterinario.
Seguramente, Marcelo Golfarini, el joven muerto por un rayo en Florida, sabía del riesgo que estaba corriendo al salir a trabajar en plena tormenta, pero el regalo para su hija fue más importante.
"prendido fuego". Fernando Carballo acompañó a Marcelo a buscar leña al monte ese día de agosto de 2002. "La tormenta era machaza", recuerda. Ya internados en el monte, comenzaron a trabajar. "Me puse a cargar en el carro. Él estaba con la motosierra. Se puso a cortar un palo y fue todo uno", relata Carballo, que por el impacto salió despedido, quedando a dos metros del carro. Los caballos huyeron.
"Estaba prendido fuego. No lo podía creer, con la lluvia que caía. Tenía los brazos hacia arriba, agarrando la motosierra", cuenta. "Le empecé a hacer respiración boca a boca, aunque en realidad no sabía qué hacer", dice emocionado.
Carballo descargó el carro, "echó" a Marcelo encima y emprendió el regreso. "Despertate, despertate, le decía. Pero cuando iba a la mitad del camino me puse a pensar que estaba muerto", señala. Se cruzó con un coche cuyo conductor le ofreció ayuda y un aventón hasta el hospital, pero Carballo sintió "vergüenza" de llegar "lleno de barro". Se fue a la casa, se tomó dos vinos y llevó a su compañero al centro de salud. "Traje al Tato muerto", dijo, y se puso a llorar.
No hay posibilidades de sobrevivir si un rayo impacta directamente sobre el cuerpo humano. La muerte cardio-pulmonar es instantánea. Contrariamente a lo que se puede sospechar, los cadáveres no siempre quedan calcinados. Fuentes forenses que han tenido que realizar autopsias (trámite obligado porque se trata de una muerte accidental) observaron quemaduras únicamente en las extremidades. En algunos casos, el impacto de la descarga es tal que desgarran o arrancan la ropa de cuajo. "Incluso cuando no hay testigos se puede confundir con un atentado sexual", señala el forense Luis López, quien aclara que nunca tuvo un caso de fulguración.
Para los que sobreviven (porque recibieron las descargas indirectamente), la medicina estadounidense describe una serie de secuelas, algunas de carácter permanente: pérdida de consciencia, amnesia temporal o pérdida total de memoria, funcionamiento irregular de órganos, muerte de miembros u órganos, pérdida de la capacidad de sentir frío y huellas psicológicas pos trauma que requieren tratamiento. También se observan quemaduras derivadas del calentamiento de ciertas prendas, como las hebillas de los cinturones.
Gustavo Pittini, médico intensivista, tuvo un solo caso en toda su carrera. Se trató de un sobreviviente que llegó con las piernas flexionadas, como si estuviera en cuclillas. Días después la persona recuperó la normalidad. "En Uruguay no hay seguimiento de este tipo de lesiones. Cuando recibimos este caso buscamos antecedentes, hicimos consultas, pero no había nada", cuenta el médico.
Pararrayos. La función de estos artefactos es darle un punto de impacto al rayo y un camino a la corriente de descarga eléctrica para que sea conducida a tierra. Aunque a simple vista estos captores constan de un mástil con cabezal en forma de puntas, para que sean efectivos deben tener instalada una bajada que conduzca la corriente eléctrica a tierra. Para que ello suceda, se realizan las bajadas con elementos conductores que van desde el captor hasta la tierra. A nivel del suelo, éstas se conectan con los conductores enterrados, cuya función es introducir y dispersar la corriente en la tierra.
Existe dos tipos de pararrayos en el país: convencionales o Franklin (en honor a su inventor, Benjamín Franklin) y con Dispositivo de Cebado. A estos últimos se les asigna una zona de protección mayor, que se traduce en menos cantidad de captores, bajadas y puestas a tierra. Este dato no es menor cuando se trata de grandes estructuras.
Ahora, instalar correctamente cualquiera de estos sistemas de protección requiere de complejos cálculos que determinen, entre otros, la cantidad de captores necesaria y su ubicación. Por lo tanto, no se trata de subir a la azotea y colocar uno, dos o diez mástiles con bajada a tierra.
Esto lo saben bien los profesionales de Cime Ingeniería, empresa que trabaja en el rubro desde hace 30 años. Sus ingenieros tuvieron a cargo la protección de estructuras como el Palacio de la Luz, la estancia presidencial de Anchorena o la residencia de Suárez y Reyes, entre otras.
Resumiendo y sin entrar en engorrosos detalles técnicos, los ingenieros de Cime estudian caso a caso, muchas veces desde el inicio mismo del proyecto arquitectónico, evaluando en base a diferentes normativas (o protocolos) internacionales los niveles de riesgo que determinarán los grados de protección, explican Otto G. Salustio y Alejandro Alonso, director e ingeniero electricista de la firma, respectivamente.
El costo dependerá de la estructura, pero comienza en los US$ 1.000: "Con ese monto se coloca un Franklin en el campanario de una iglesia", ilustra Salustio. Pero, por ejemplo, la empresa que dirige trabaja en este momento en un edificio para depósito del tamaño de una manzana que va a requerir 80 pararrayos. "Eso no quiere decir que cueste US$ 80.000", acota Salustio, que se reserva el precio final.
Uno de los mitos más extendidos es que basta con tener una iglesia, escuela o edificio público cerca con pararrayos para estar fuera de riesgo. Falso: la zona de protección está acotada al sitio donde está instalado el sistema. Además, los pararrayos requieren mantenimiento anual, así que no basta con tenerlos, hay que cerciorarse de que funcionen correctamente. También es importante tener claro que en este negocio no existe el 100% de seguridad de no sufrir impactos por rayo.
Como complemento de los pararrayos es conveniente instalar un sistema de seguridad interno que ponga a resguardo los artefactos eléctricos del hogar. Si no lo tiene, desconecte el cable, el ADSL y tome precauciones (ver servicio).
En Uruguay, las pólizas de seguro contra incendios incluyen cobertura contra rayos, pero si se desea asegurar las instalaciones eléctricas se debe pagar una póliza especial contra todo riesgo, explica Alberto Panetta, corredor de seguros. El costo de la tasa es de US$ 6 por cada US$ 1.000 asegurados.
Los técnicos de Cime Ingeniería conocen muchas anécdotas sobre caídas de rayos, en todos los casos, aterrorizantes, comentan. "Si te cae uno, no te olvidas más", aseguran los expertos.
Anubis Pérez, madre del joven fallecido, cuenta que cada vez que hay tormenta siente "terror". Fernando Carballo, testigo directo, describe lo vivido como algo "que no quiere ver nunca más en su vida".
(Producción: Alexis Trucido, corresponsal en Florida).
Las cifras
11 Es la cantidad de personas fallecidas a causa de un rayo entre los años 2003 y 2008, según estadísticas del MSP.
3.000 A 200.000 mil amperes es la intensidad de un rayo, que puede durar entre 10 y 170 microsegundos.
9 De los fallecidos eran del sexo masculino. El 90% de las muertes se produjeron en el Interior del país.
Precauciones de tormenta
Si se encuentra dentro de su casa debe alejarse de puertas y ventanas.
Paralelamente, debe mantenerse lejos de instalaciones eléctricas y desconectar todos los electrodomésticos que le sea posible.
Lo mismo con la entrada de conexión a Internet.
También se debe evitar el uso de teléfonos, con excepción de los inalámbricos y los móviles.
Si la tormenta lo encuentra dentro de un auto (uno de los sitios más seguros en el exterior) evite tocar las partes metálicas y permanezca en su interior.
En caso de encontrarse al aire libre se debe intentar primero buscar refugio en el edificio o vehículo más cercano.
También hay que mantener distancia de objetos altos, como árboles, postes o cualquier otra cosa que sobresalga del paisaje.
Tampoco es conveniente acostarse, la tierra húmeda es buena conductora de la electricidad.
Dado que el rayo busca el menor recorrido posible para hacer la descarga, es conveniente agacharse lo más posible pero tocando el suelo con las punta de los pies.
No busque refugio en cuevas o accidentes geográficos de similares características. Allí se acumula aire ionizado que incrementa las posibilidades de descarga eléctrica.