Apenas una muestra de sangre bastará para definir qué alimentos le caen mejor a su organismo. Se volverá del nutricionista con las indicaciones de una dieta personalizada. Es el futuro, pero también el presente porque la nutrigenómica avanza a pasos agigantados como la vía de prevención de los problemas derivados de la alimentación. "Las recomendaciones de nutrición se dan para el 95% de la población que se considera normal, es decir para los que no están desnutridos ni obesos. Pero dentro de poco, se harán dietas de acuerdo a los genes de cada uno o para grupos", dice la nutricionista uruguaya Teresa Antoria.
Por ejemplo, se sabe que hay personas con intolerancia a la leche pues no tienen el gen de la lactosa. Al consumir lácteos, entonces, desarrollan diarrea u otras reacciones y el médico diagnostica de acuerdo a esas consecuencias. Sin embargo, se puede en Uruguay hacer un sencillo test que detecta la falla genética y desde niño se ahorra los problemas. Otro ejemplo se da con la fenilcetonuria, una enfermedad genética que puede ser grave y que se caracteriza por el rechazo a la fenilalanina (presente en leche, huevos, pollo y otros alimentos). El mal puede derivar en retraso y otros problemas neuronales por lo que se chequea a los recién nacidos y en caso positivo, basta una dieta para acallar los síntomas.
Como estos casos, el objetivo de la nutrigenómica es registrar todas las reacciones genéticas a los alimentos de modo de tratar enfermedades, pero también de mantener la salud de cada uno. La tecnología está y la investigación avanza. El impedimento es la plata. Se calcula que en 10 años, un análisis del genoma individual costará 1.000 dólares, pero ahora ese precio es mucho mayor. Lo que puede hacerse es un test simple que detecta tal o cual gen, pero no describe a los demás.
Un paso intermedio es el Alcat test, que mide la tolerancia a unos 150 alimentos. Se hace en Argentina y otros 17 países y consiste en una muestra de sangre que se expone a diversos nutrientes y se analiza la reacción de las células a cada uno de ellos.
"Observamos cuál es la respuesta del glóbulo blanco frente a los extractos de alimentos que testeamos. Sobre la base de los cambios que se producen determinamos el grado de intolerancia", dice la doctora Vivian Mayo, presidenta de Alcat en Argentina.
El test, sin embargo, no tiene la misma aplicación del examen genético y por ejemplo, no puede diagnosticar si una persona es celíaca. Aunque es un comienzo. El Alcat test, con 90% de certeza, no sólo mide la tolerancia de algunos alimentos, sino también de colorantes y aditivos. El objetivo es el mismo que el de la nutrigenómica: una dieta con alimentos que no provocan reacciones adversas.
Mayo destaca que lo que se testea es una respuesta de "inmunidad celular, incorrectamente llamada alergia tardía, porque perdura". Y aclara: "Uno convive con ese síntoma y no sabe por qué. Puede ser desde una diarrea hasta una migraña".
Según la experta uruguaya Teresa Antoria, paulatinamente se van conociendo nuevos polimorfismos genéticos, e identificando componentes bioactivos de los alimentos. "Incrementa nuestra comprensión de cómo las variaciones genéticas modifican nuestros requerimientos nutricionales, y también las respuestas a los alimentos que ingerimos. Se abren nuevos caminos para el mantenimiento de la salud y la recuperación. No está lejano el momento en que cada uno de nosotros conocerá con precisión su genotipo y tendrá la posibilidad de alimentarse con saludable certidumbre".
Ay, colesterol
Hay personas que no toleran el colesterol. Las dislipemias, por ejemplo, son enfermedades de origen genético que producen dificultades para metabolizar las grasas y facilitan la aparición de males cardiovasculares. "Reducimos al mínimo la ingesta de colesterol y grasas saturadas para silenciar esos genes que producen la enfermedad", dice Antoria.
Es posible en el país realizar un test que detecta las dislipemias, aunque se sospecha que hay un alto subdiagnóstico de estos males.