"Padres no quieren autoridad"

| Si antes la preocupación de los padres era educar a sus hijos, hoy es ser queridos por ellos a cualquier precio, sostiene el reconocido pediatra francés Aldo Naouri.

EL MERCURIO I DANIELA MOHOR

Ser padres, dice el doctor Aldo Naouri, es la "aventura más difícil y más apasionante que pueda vivir el ser humano". A los 71 años, este pediatra, autor de más de 10 libros, sigue más activo que nunca. Oficialmente, se jubiló en 2002, y ya no recibe pacientes en la consulta que tiene hace más de 40 años en la rive gauche parisina. Pero en la capital francesa, el doctor Naouri sigue siendo una referencia. Viaja frecuentemente al extranjero a dar charlas, lo entrevistan y lo buscan permanentemente para tener su opinión sobre todo tipo de temas relacionados con educación y familia.

Apasionado por la psicología y las ciencias humanas, fue uno de los primeros en desarrollar una mirada integral sobre la infancia y la salud, concibiendo su consulta como una instancia de diálogo con los padres y no sólo un espacio para examinar a los niños. Por eso, más de una vez fue acusado de mezclar medicina y psicoanálisis, y sus planteamientos algo atrevidos han generado controversia.

Eso no le impidió mantener siempre su consulta llena. Familias de todos los perfiles socioeconómicos pedían hora con él en busca de sus consejos. Esa experiencia le permitió observar en primera línea los cambios que ha vivido la familia en las últimas décadas y desarrollar todo un diagnóstico que plasmó en Éduquer ses enfants, lurgence daujourdhui (Educar a sus hijos, la urgencia de hoy), su último libro que publicó en marzo pasado en Francia y que sale en España a fines de octubre.

-Según su experiencia, ¿cuál ha sido la evolución de la familia y de la educación de los niños en los últimos 40 años?

-Es una evolución lamentable. En el mundo occidental vimos a una sociedad rica sucederle a una de penuria en la que el mensaje era que uno no puede tenerlo todo. Eso daba dinamismo a los individuos, que pensaban: "Ya que no puedo tenerlo todo, más vale hacer todo para tener lo más posible". Era un mensaje que posicionaba la noción de esfuerzo y la de una frustración relativa. Se vivía en la esperanza. Luego llegamos a una sociedad de la abundancia. El problema es que pasamos de ahí, en donde uno podía tener más cosas que antes, a otra sociedad de la abundancia en la que, debido a los mecanismos de la sociedad de consumo, se estableció un nuevo mensaje: ahora no sólo puede tenerlo todo, sino que tiene derecho a todo. Y cuando la gente escucha eso, no tiene por qué pensar que tiene que esforzarse. Entonces, toda limitación a ese derecho es vivida como un proceso extremadamente violento.

-¿Y ese cambio, qué implica para la familia?

-En la familia ocurre exactamente lo mismo. En el pasado, existía una autoridad natural por parte de los padres y un sentido de responsabilidad en el desarrollo de los niños. La relación era vertical. El niño temía a sus padres porque ellos no buscaban para nada ser queridos, sino educarlo. Cuando la sociedad de consumo difundió el mensaje de que uno puede tenerlo todo, los padres cambiaron totalmente de perspectiva frente a sus hijos. No sólo no tienen autoridad sobre sus hijos, sino que decidieron no tenerla. Entraron en una relación horizontal con el niño.

Madres vestales. Según el doctor Naouri, ese vuelco en la relación padres-hijos tendría consecuencias graves. Mientras la salud física de los niños ha mejorado, la salud psíquica está decayendo, afirma. "La evolución de los niños está retrasada debido a la actitud parental. Hay atrasos en el desarrollo del lenguaje, en la maduración corporal. Hay trastornos importantes y eso es porque hoy no se interviene con ellos para protegerlos de la violencia de sus pulsiones. Entonces crecen lentamente", lamenta.

Al establecer una relación horizontal con sus hijos, los padres se olvidan de que los niños no tienen los mismos medios que un adulto y al no considerar esa diferencia les generan profundas angustias. "El niño es, durante mucho tiempo, víctima de la violencia de sus pulsiones. Si uno está en el avión y detrás va un bebé llorando, sabe que no puede hacer mucho. O cuando un niño en el tren se acerca a uno y escupe. Es cuando hay imperativamente que poner límites, porque dejar al niño atrapado por ellos es dejarlo en la tortura y la angustia. Ponerle límites es algo que lo ayuda tremendamente en la vida".

En ese sentido, el rol de las madres sería fundamental. Y la confusión de las mujeres de hoy frente al desarrollo de sus hijos, una de las principales dificultades. Naouri explica que cuando el niño, pasado el primer año de vida, deja de sentir que él y su madre son uno, entra en conductas difíciles de manejar. "Cuando el niño se percibe como separado de la madre, le surge la idea de que quizás ella podría hacerle daño. Eso se expresa a través de una angustia de la separación. El niño empieza a defenderse de su madre usando una especie de omnipotencia ilusoria. Y la demuestra de todas las maneras posibles: tirará la cuchara al piso veinte veces cuando come, pondrá problemas a la hora de dormirse, se arrancará la ropa cuando lo viste su madre, etc. Hay dos reacciones posibles. Una es poner límites como lo hacían las madres de antes que decían: `no hay razón para que llores, pero si quieres seguir llorando igual, yo me voy`. Y la otra es la de las madres de hoy que buscan ser queridas por sus hijos y se convierten entonces en vestales (sacerdotisas de la antiguedad romana, que simbolizan el sacrificio permanente). Son madres que satisfacen todos sus caprichos, les dan todo lo que piden, recogen veinte veces la cuchara. El resultado es que los convencen de que tienen razón de ser así, lo que hace que se conviertan en tiranos, cosa que seguirán siendo en la vida adulta".

-¿Por qué las madres de hoy temen tanto no ser queridas?

-Una mujer encuentra un sentimiento de poder al satisfacer las necesidades de un tercero. Y el niño es un perfecto tercero con necesidades. Cuando su hijo crece, dicen: "Ya no tengo esta sensación maravillosa de tener un tercero del que satisfago las necesidades, entonces voy a tejer alrededor de mi hijo un útero virtual que se extiende hasta el infinito".

Ser egoísta y sin culpas

Así como los hombres pueden ser buenos padres y ayudar a evitar que las madres consientan demasiado a sus hijos enamorándolas, según el pediatra Aldo Naouri, las mujeres también pueden actuar para salir de la situación de crisis familiar que existe hoy en día.

"A ellas les digo: sean egoístas, piensen primero en ustedes, después en el niño. Eso significa que no tienen por qué ser de una perfección absoluta, ni conocer todas las nociones médicas o lavar la ropa del niño aparte para ser buenas madres. Si ellas se las arreglan para estar cómodas con su rol, el niño lo estará también", enfatiza el experto.

Y a las madres culposas por trabajar, les asegura que no es necesario compensar sus diez horas de ausencia en el poco tiempo que pasan con sus hijos. "No hay que compensar la cantidad con una calidad extrema. En una hora y media no le puede dar a su hijo lo que quisiera haberle dado en un día entero. Además, un minuto después de que la madre llega a la casa, el niño vive el día de espera como si ella hubiera estado con él. Es como cuando uno era adolescente y pasaba dos o tres días esperando ver a la novia. Pasaba ese tiempo en la espera, en la esperanza. Y cuando ella aparecía, de repente llenaba todo ese espacio de espera. Era como si no hubieran estado separados ni un minuto".

Los hombres también están confundidos

Las madres no tienen toda la responsabilidad del malestar de los niños de hoy. El pediatra Aldo Naouri insiste en que los hombres también viven preocupados de que sus hijos no los quieran y buscan permanentemente su cariño. "Al no contar más con el discurso social que los apoyaba en su rol, no saben cómo ser padres. Además, hoy se les pide ser madres, satisfacer las necesidades de sus hijos sin ponerles límites, sacrificarse, y eso no es muy masculino. El masculino es un ser profundamente egoísta. Ese egoísmo es el que permite hacer contrapeso a la disponibilidad femenina".

Según Naouri, el rol del padre no consiste en repetir las funciones de la madre. "Entre los 0 y los 3 años, el hombre es inútil con los cuidados hacia el niño. Si lo cambia o le da la mamadera, por ejemplo, es percibido por el niño como un sustituto de la madre. Podría no hacerlo y limitarse a jugar de vez en cuando con el niño que lo ve y sabe que existe. En cambio, a esa edad, el padre es muy útil cuando se ocupa de la madre como amante; le permite vivirse como mujer y evita que caiga en el abismo de la maternidad".

-¿El padre no ejerce un rol directo sobre el niño?

-No es tan directo como uno lo imagina. No es tan visible y funciona a más largo plazo, porque como la madre siempre satisfizo las necesidades del niño, cuando le dice que no a algo, el niño piensa que esa negación sólo puede venir del padre. Pone en el mismo canasto el padre y la autoridad, aunque él nunca le prohíba nada.

-¿Cuándo el padre empieza a jugar un papel más directo?

-Los niños crecen y los padres establecen una comunicación con ellos que les permite darse cuenta de que no sólo hay una madre y un comportamiento. Pero, sobre todo, los padres lo son a partir del momento en que son importantes para la madre. La mejor definición de un padre es el hombre que le importa a la madre. Si es importante para la madre, es fantástico para el niño. El niño ve al padre a través de los ojos de la madre. Cuando mis pacientes me preguntan qué hacer para ser buenos padres, les digo ¡arrégleselas para que su señora siga enamorada de usted!

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