Opinión | ¡Qué grande el Beto Brandoni!

Washington Abdala

CABEZA DE TURCO

Anda bien en todos los medios en los que deambula.

Hay muchos actores argentinos que hacen magia en las tablas, pero pocos como Beto Brandoni. Es que Brandoni tiene todo lo que se requiere para ser un actor mayúsculo: posee lucidez, voz, presencia, cultura y talento. Ama lo que hace porque lo hace en estado de entrega absoluta. Es, además, un ciudadano comprometido con su tiempo. Es también un sutil polemista y un valiente defensor de sus valores filosóficos. Padeció en su época joven el exilio y se tuvo que volver a su país corriendo riesgos, porque ya no aguantaba la distancia de la familia y de los amigos. Retornó, además, en calidad de secretario general del gremio de actores. Ya de joven tenía vocación por lo colectivo, siempre tuvo esa tendencia, no es que se le despertó de grande.

En una reciente entrevista con Luis Novaresio nos enteramos que Beto lleva más de sesenta años como actor, que no es un ratito ¿Verdad? Y verlo causa envidia por la claridad mental que posee y por su sobriedad (a esas edades a otros “divos” les encanta que los alaben al lado de algún busto de mármol que ellos mismos se mandaron construir; nunca sería el caso de Brandoni que hace de su republicanismo un acto de mesura permanente).

Tuvo su época de legislador y en ese carácter lo conocimos también en Uruguay. Varios legisladores actuales y algunos más grandes lo disfrutamos en alguna cena y tenidas varias, donde participó y nos sedujo con su magnetismo, gracia natural y su don de gente.

Pocos actores tienen la capacidad de hacer llorar y hacer reír con el mismo virtuosismo, todo en una misma obra y en menos de una hora y media. No es para todos semejante hazaña, pues Beto Brandoni es de esos magos, hijo de una escuela de actores que nada tienen que envidiarle a los genios del neorrealismo italiano. Luis Brandoni anda bien en todos los medios en los que deambula. Es un actor de teatro inmenso. Es un actor de películas titánico. Ha hecho producciones para la televisión de todo calibre. Las entrevistas las hace de taquito y siempre regala títulos sobre el presente. Y tiene una voz grave con un timbre cálido que posee la fuerza de un transatlántico, con ella logra ubicarnos en sus registros emotivos y nos sacude con una retórica que golpea y conmueve. Y ahora, de grande, adquirió una “solemnidad informal” que detona emociones con solo verbalizar sus sentimientos.

Preguntado por momentos que le importan en su vida, sin pensarlo demasiado dijo: “La mesa”. Y la mesa es casi un acto litúrgico para los que la disfrutamos con la familia, amigos o personas con las que tenemos sueños, felicidades y amor. La comida se hizo para distendernos, para darle un respiro al cuerpo y al alma, que necesitan esa energía, y eso se hace con personas con las que tenemos asuntos comunes. Un golcito, sin siquiera pensarlo mucho. Nunca había sentido una respuesta tan lógica.

Lo otro que me pasa con Brandoni —y se lo dije cuando lo conocí en aquella oportunidad— es que uno lo tiene tan metido en el cerebro, lo ha visto en tantas cosas que es casi como un familiar más. Suena a chantada, pero es así, y como tiene ese estilo rioplatense intenso, porque es verdad que posee un aire porteño pero también mete un rebaje y modula igual que nosotros los uruguayos cuando empezamos en nuestras letanías onettianas.

Lo otro que me gusta de Brandoni es que habla sin filtros, sin pensamiento políticamente correcto, a corazón batiente y poniendo los principios y valores siempre por delante. Actor, sí, pero ciudadano involucrado íntegramente ante el momento que vive su nación.

Beto es un gigante, y como tal hay que seguirlo disfrutando todo lo que podamos y todo lo que a él se le antoje. Algo me dice que va a seguir un largo tiempo regalando su hechizo. Ejemplo vivo para los más pibes que deberían ver en alguien así un referente de dignidad. Repito: de dignidad.

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