Cabeza de Turco

Opinión |Palabras de la generación dominante

“Toda la vida admiré a Carlos Maggi por sus ventanas abiertas”.

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Washington Abdala

Las palabras incendian, aman, construyen o destruyen. El sentido de las palabras es temporal, histórico y tiene poco que ver con su etimología. O no siempre conserva la lógica de ser precisos, hasta la contradice un montón de veces. Gritar en una misa es una locura, gritar para salvar a un niño que se está ahogando en el mar es necesario. Lo necesario cambia con las épocas.

Las palabras cobran sentido según su tiempo y lo que ese tiempo suministra de significado. El contexto las lleva por caminos inimaginados. A veces, las potencia, otras las debilita y muchas tantas las rutiniza hasta hacerles perder impacto. La realidad cotidiana hunde las palabras en el aburrimiento, esto no lo sabe mucha gente que abre la boca creyendo que el pueblo los está esperando. Bostezos. Está lleno de palabras que navegan en la nada.

El sentido de las palabras muta y en una misma generación irrumpen palabras muertas que reviven bajo nuevos significados. Y se cuelan expresiones de países, lugares que -por alguna razón- se instalan en el imaginario colectivo y resultan identitarias. Descubrir las palabras es difícil, pero expresarlas con sinceridad es aún mucho más complejo. Por esto fracasan actores, comunicadores y gente que abre la boca y linda con la inexistencia. Son palabras vacías. Mientras otros logran maravillas con un adjetivo. Magia pura.

Las nuevas generaciones mandan, son entre el 30% y el 50% del planeta entre 18 a 30 años. ¿Alguien pretende que hablen igual a Cervantes? Ni Cervantes aspiraría a semejante desmesura. Cervantes inventó más de 500 palabras según Harold Bloom, así que él no sería una voz autorizada para ello.

La nueva generación suministra el nuevo sentido al hablar y hasta al nuevo pensar en el mundo. Y es lógico que sea así. No asustarse, toman la curva fuerte.

Se puede ser anfibio en la actualidad (se debe) pero solo los que nacen en estas coordenadas las captan al detalle. Y no hay que enojarse por ello, es de tontos semejante postura, o de necios, o de viejos soberbios que se encierran en su mundo y creen que es fabuloso. Toda la vida admiré a Carlos Maggi por sus ventanas abiertas a lo nuevo. Nunca le tuvo temor a nada que fuera con gente joven y su pensamiento evolucionó de manera magistral. Su última etapa (en este diario) hizo docencia ante los que seguían creyendo en el Salmo ineluctable del Estado. Maggi profanó esa concepción en un país que aún hoy cree que el Estado es un manto sagrado que todo lo puede. Puede lo que puede y no puede muchas cosas. Don Carlos lo mostraba domingo a domingo sin vergüenza alguna.

Hay debates que en el mundo filosófico-político van muriendo y solo quedan como humo de un incendio que no es tal. No existió esa Roma que sueñan. Lectores del pasado que se ufanan del pasado y que no captan el presente porque no les da la voluntad para abrir el cerebro. Se duermen en laureles secos, se quedan en Maracaná y en tal magnético “comunicador” que ya no está. “Córtenla”, como cantaban los genios en Peluca Telefónica. (Buscála en YouTube).

No se puede vivir llorando y romantiqueando el pasado, idealizando lo que no fue, mintiendo y creyendo en no creer en nosotros mismos. Es menoscabante ese ángulo mental, no nos hace bien y nos reduce a lo que no debemos ser.

Las palabras podrían ayudar si los que las dicen se convencen de su potencial y no las repiten como una máquina de inteligencia artificial en un loop embolante. Los humanos detectamos cuando viene de sinceridad y cuando viene de ajedrez lerdo el juego. Eso, aún lo sabemos hacer.

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