Opinión | Entre Tinelli y la verdad que decimos

Tiendo a creer que hay mentiras estéticas allí

Washington Abdala

Soy de los que despotriqué contra Gran Hermano toda la vida. Pero me comí alguna temporada de esta serie cuando arrancó. Una tontería que me pasó por prejuicioso. La realidad me ganó. Hoy, creo, no podría verlo. En su tiempo decía que estaba mirando un estudio sociológico. Minga. Me atraparon y listo. No me gustan los programas de música busca talentos con jueces que bardean a los esforzados intérpretes. (No estoy hablando de Uruguay porque no vi ninguno). Pero, en realidad, miro por YouTube las selecciones de programas ingleses que la descosen. He visto interpretaciones de Nessum Dorma de Puccini y canciones de Quenn que no entiendo como esa gente logra tener esas voces. Curioso que personas con tanto talento permanezcan toda la vida trabajando en lugares donde no muestran su arte. No sé si es azar, destino o que cosa. Pero es raro ver a tanto talento escondido. Hace pensar.

Ahora viene Marcelo Tinelli y su vida privada largando un reality. (No vi nada de las Kardashian pero chusmeé hace años para entender que pasaba allí.) Ya pasé de Tinelli. Fui hincha cuando arrancó con Showmatch, no lo niego, me alegró la vida sus primeros años absurdos, con tres cables, con refritos de la tele y con barra de barrio. De a poco me fui agotando de Tinelli. No es que hago ideologismo berreta, solo me cansó. Oiré lo de Tinelli y veré. Pero la imagen es todo.

¿Qué pasa, muchachos? ¿Todo es una cámara? ¿Es que todo pasa por una cámara? Y, casi todo. Las cámaras, los videos, las filmaciones, todo eso es el nuevo asunto de la vida en sociedad posmoderna desde hace un tiempo y no se logra vivir olvidando que están allí. Soy del paleolítico (pero con buena memoria) que me acuerdo cuando se hacía ideología con las cámaras que grababan todo en la sociedad por razones de seguridad (arrancaron los ingleses y hoy los chinos graban todo) y aparecía gente criticona por la supuesta privacidad violada. Hoy todos piden cámaras y más cámaras por seguridad en las ciudades. Falta poco para que las pidan en los baños públicos. Todo un delirio de marca mayor pero al que suscribo integralmente. (No lo de los baños).

La gente ama las cámaras y cree que desde cualquier plataforma puede pasar a ser famosa de un día para el otro. Los videos de gente famosa (ya de por sí) son bastante embolantes. Muestran lo que sabemos, presumimos o creemos de Juan o Diego. Comen igual que nosotros, se visten con ropas en invierno y poca en verano. Beben las mismas porquerías que todos. Y todo lo demás es más o menos igual en lugares grandes y vistas de locos. Pero los mortales creemos que algo distinto hará un divo o una diva. Y son humanos, punto.

Me sigue asombrando Instagram, no sé si la razón es que me parece evasivo. Tiendo a creer que hay mentiras estéticas allí. Imagino que sí. O prejuzgo, yo que sé. En mi caso me pasa que esa plataforma me funciona sin stress. Y no me daña el cerebro. Facebook (repito, en mi caso) me quedó como una guarida de viejos amigos. Twitter me informa, pero veo grescas a toda hora y no puedo (en estos tiempos) estar en medio de la marabunta. No sé si tengo ganas —en un futuro, digo, de estar allí activo al mil por mil— a decir verdad.

Hay que aprender de la imagen que en el presente es casi todo. También vale hablar, digo, para los que quieran hacerlo. (Je, je) Es gratis, un recurso lindo y se conoce gente. Abrazo.

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