GABRIELA VAZ
Los gimnasios se hacen su primavera por estos días. Salas de musculación y clases de aeróbica son atiborradas en busca de cuerpos perfectos, según lo que dicten los cánones de turno. Esa carrera en pos de una figura aceptada suele ser el caldo de cultivo perfecto para engendrar un mal cada vez más frecuente en el mundo entero: la adicción al ejercicio, también conocida como vigorexia.
¿Cómo puede convertirse en enfermedad una actividad originalmente destinada a mejorar la calidad de vida? El tema es que los afectados pierden de vista el objetivo saludable del ejercicio, enfocándose únicamente en moldear sus cuerpos con un fanatismo obsesivo.
El término vigorexia fue acuñado por el psiquiatra estadounidense Harrison G. Pope tras una investigación en nueve millones de norteamericanos que frecuentaban gimnasios en 1993. El estudio reveló que casi un millón presentaban un desorden emocional que les impedía verse como eran en realidad. Es decir, por más entrenamiento que realizaran o por más que aumentaran su musculatura, siempre se veían débiles, flojos y carentes de cualquier atractivo físico.
Según el psicólogo Jesús Chalela, presidente de la Sociedad Uruguaya de Psicología del Deporte, se trata de un desorden emocional obsesivo compulsivo que hace que los afectados se sientan fracasados, abandonen todas sus actividades sociales y laborales, y entrenen sin descanso. Esas personas comparten además cierto perfil. "Tienen baja autoestima, dificultades para integrarse en actividades sociales, son introvertidos, les cuesta aceptar su imagen corporal, se sienten fracasados en sus tareas habituales, tienen tendencia a la automedicación, dificultad de relacionamiento con su familia, son obsesivos y se enfadan muy seguido", detalla el experto.
Más allá de las consecuencias sociales, los vigoréxicos también pueden causarse daño físico ya que, como indica el médico deportólogo José Veloso, exceden los límites de respuesta y cuidado del organismo, llevándolo a extremos energéticos y gastos innecesarios. "La sobrecarga de trabajo provoca lesiones orgánicas, como roturas musculares, que pueden llevar a modificaciones crónicas, como que el movimiento de una articulación quede limitada de por vida".
Otro problema de ese tipo de lesiones es que el individuo pare abruptamente de realizar ejercicio. El médico afirma que ello puede generar un montón de factores de riesgo: aumento de peso y obesidad, hipertensión arterial, modificación de la fuerza del corazón o enlentecimiento de capacidades de respuesta física. Todo se manifiesta más rápido cuando se realiza actividad sobrecargada y sin control.
ALERTAS. En Uruguay no existen números oficiales sobre la incidencia del trastorno. No obstante, en los últimos años la afección creció en todo el mundo. Por ejemplo, algunos estudios en España hablan de 20.000 personas afectadas por la vigorexia.
Si bien los especialistas aseguran que el trastorno no es extraño en la consulta, también admiten que no llega en proporción real. "La consulta es tardía o inexistente. Pero en la sociedad el fenómeno es frecuente y se detecta más cerca del verano", afirma el deportólogo Veloso. El médico cuenta que muchos pacientes sin saberlo llegan al consultorio por consecuencias de la vigorexia. "Están los que vienen ya con una lesión. Otros detectan manifestaciones en su organismo que les hace pensar ‘lo que estoy haciendo me hace mal, pero lo quiero hacer, me gusta’, y ese antagonismo lleva a la consulta".
¿Cuál es el momento de visitar a un médico? Cuando frente al trabajo físico se evidencia cansancio, dolor de cabeza, inflexiones recurrentes o respiratorias y lesiones, así como la tendencia continua a demandar más, deben prenderse luces rojas, dicen los especialistas. Aparte, el vigoréxico suele modificar su comportamiento social. "Si alguien te dice ‘estás más agresivo, siempre hablás de ejercicio, solo sabes de complementos nutricionales y energizantes’, son campanas de alarmas", indica Veloso.
El paciente puede llegar a suspender actividades importantes por ir al gimnasio y modificar hasta todo su estándar de vida para que todo gire alrededor del ejercicio. "Busca cada vez más cambios para lograr resultados que ni siquiera están acorde a su persona, porque no practica alto rendimiento ni un deporte específico sino que toma una actividad determinada y no para, no solo hasta el agotamiento, sino hasta situaciones que la ponen en riesgo de salud".
En ese sentido, el profesor de educación física Carlos Magallanes, quien trabaja en el Instituto Universitario Asociación Cristiana de Jóvenes, asegura que llega a ver situaciones casi absurdas. "Ahora que se acerca el verano la gente busca quemar calorías. Pero a algunos ni siquiera les importa si hacen las cosas bien. Ves que hacen cosas sin sentido, como no tomar agua o abrigarse para sudar más", relata.
Para el psicólogo Chalela, en tanto, otra característica de los pacientes es que comienzan a consumir dietas desequilibradas, ricas en proteínas para favorecer la hipermusculación, algo que puede provocar diversos trastornos metabólicos. "Realizan alteraciones nutricionales, metabólicas, ingesta de anabolizantes, hipertrofia y sobreesfuerzo muscular". Además, explica que las desproporciones entre las partes del cuerpo son frecuentes, por ejemplo, "tienen un cuerpo muy voluminoso con respecto a la cabeza. También sufren de disfunción sexual. Se enojan en demasía cuando un día no pueden concurrir al gimnasio. Se miran constantemente al espejo y se ven enclenques. Se pesan varias veces al día y se comparan con sus compañeros".
TRATAMIENTO. Puesto que es considerada una patología que puede tener graves consecuencias, la obsesión por el ejercicio debe tratarse como cualquier otra adicción. Los especialistas señalan que el enfoque debe ser interdisciplinario y farmacológico. "Se tiene que articular la terapia psicológica con el tratamiento supervisado por el médico. El objetivo es modificar la conducta, recuperar la autoestima, superar el miedo al fracaso, disminuir el entusiasmo y la ansiedad por el ejercicio", explica Chalela.
También es importante la participación de la familia del paciente y su entorno, para lograr su reinserción social. El psicólogo indica que si bien el tratamiento de la vigorexia no es fácil, si puede prevenirse, algo que siempre es la mejor solución. "Es necesario enseñar desde la infancia a defenderse del culto excesivo al cuerpo y la perfección. Las instituciones educativas, la familia, los monitores deportivos y los profesionales de la salud tienen la obligación de trabajar sobre estos temas, poder criticar los modelos socioculturales del mundo actual, el consumismo, el culto al cuerpo, la imagen perfecta según los mensajes de la moda. La educación es la base de todo desarrollo de personalidad".
ESTEROIDES PUEDEN CAUSAR LA MUERTE
La obsesión por conseguir la figura soñada a través del ejercicio físico genera una larga cadena de consecuencias. Para llegar al objetivo por el camino más corto, muchas veces los vigoréxicos toman sustancias que les ayuden a conseguir su meta.
Como afirma el psicólogo del deporte Jesús Chalela, la ingesta de fármacos es muy común, básicamente esteroides anabólicos, quetamina y testosterona. "Con el uso de los esteroides anabólicos no se obtiene ningún beneficio, sino todo lo contrario, ya que producen muchos trastornos en el organismo. Las mujeres pueden sufrir masculinización, irregularidades del ciclo menstrual, problemas de piel, cáncer, problemas cardíacos y cambio de voz. Y al hombre puede generarle infertilidad, atrofia testicular, problemas cardíacos, acné, disminución de la formación de espermatozoides, desarrollo de senos".
El profesional recuerda que esas drogas no aumentan la fuerza muscular, la agilidad o la resistencia. Además, agrega que "son sustancias que no se consiguen fácilmente, y los interesados deben recurrir al mercado negro, lo que lleva a que la persona gaste cantidades de dinero por su adquisición, aumentando la dependencia psicológica y los trastornos familiares".
El deportólogo José Veloso destaca que el riesgo del usuario común se multiplica frente al que puede tener un profesional. "Si bien el uso de sustancias es ilegal, el deportista está en un marco de control y vigilancia, aparte que accede con mayor conocimiento de causa y tiene más noción".
Chalela asegura que "por la excesiva ingesta de esteroides y otras drogas se puede llegar a la muerte. Las consecuencias hormonales están relacionadas con las endorfinas que produce el propio organismo, éstas actúan como la morfina, es decir analgésicos endógenos. La práctica excesiva comienza a producir sustancias para aliviar los síntomas y permite poder estar más tiempo haciendo ejercicio. El dolor aumentará, aparece el sobreentrenamiento y esto puede desarrollar un adicción a las endorfinas".
DIFÍCIL DIAGNÓSTICO
El principal problema a la hora de diagnosticar un cuadro de vigorexia es que en algunos casos puede existir un límite muy difuso entre enfermedad y la práctica rigurosa —pero sana— del ejercicio. Los expertos indican que se debe efectuar una anamnesis completa, con un evaluación psiquiátrica y psicológica muy precisa.