EL PAÍS DE MADRID | JOSEBA ELOLA
Diciembre de 1962. John Fitzgerald Kennedy se toma el domingo y acude a casa de Peter Lawford, que, además de cuñado y actor, es su celestino, el que le procura todas sus amantes. Allí le espera Marilyn.
JFK tiene problemas de espalda, lleva un corsé, pero se lo quita para entrar en la bañera junto a su amada. Marilyn se acurruca sobre The Prez, que así es como lo llama en la intimidad. Al rato, Lawford entreabre la puerta y toma unas fotos con su Polaroid. El presidente sonríe, Marilyn hace muecas. Mientras los dos amantes intercambian confidencias, los hombres de Hoover, el todopoderoso jefe del FBI, escuchan. Hay micrófonos instalados por todas partes.
Este es uno de los múltiples encuentros secretos que el periodista francés Francois Forestier narra en Marilyn y JFK (Aguilar), obra que recrea la relación entre la gran sex symbol del siglo XX y el mítico presidente. "Es un libro que cuenta una historia", dice desde París el autor y periodista de Le Nouvel Observateur, "no es una obra periodística, ni un libro de historia". Eso sí, asegura que no hay una sola línea de ficción. Que todo lo que cuenta está respaldado por documentos desclasificados del FBI y la CIA, por la abundante bibliografía relacionada, por archivos que están a disposición de cualquiera y por las entrevistas con testigos directos que él realizó a lo largo de años. El periodista francés, especializado en cine, cuenta que la historia de esa Polaroid de Peter Lawford se conoció gracias al vecino de Hoover. El jefe del FBI guardaba en su casa documentos comprometedores. Entre otros, la foto de Kennedy y Marilyn en la bañera. Al morir Hoover, su vecino la encontró en la basura. Allí estaba la prueba. "Esas fotos existen. Circulan", dice Forestier.
Son pocas las imágenes que se conocen de la pareja, que, según Forestier, mantuvo una relación intermitente a lo largo de años. Los servicios secretos y los propios Kennedy se encargaron de borrar pistas. "Lo eliminaron todo para mantener el mito viviente", sostiene Forestier. Una imagen es una de las pocas que se conoce de un carrete que fue eliminado. En la instantánea aparecen John y Bobby Kennedy, con quien también se enrolló Monroe, según cuenta el libro. Fue tomada en casa de Arthur Krim, tesorero demócrata, pocas horas después de la más lasciva demostración en público de su relación, el irrepetible Happy birthday, Mr. President.
Jacqueline Kennedy, la primera dama, sin ninguna gana de ser humillada ante 15.000 espectadores, se largó a pasar la noche a Glen Ora, la residencia de fin de semana.
Marilyn y JFK cuenta una historia de espías. Porque si algo había en casa de Marilyn -y en los lugares que frecuentaba- era micrófonos ocultos. Si alguna vida fue escudriñada, esa fue la de la protagonista de la inolvidable Con faldas y a lo loco. El FBI, la CIA, la Mafia; el jefe del sindicato James Hoffa; su marido celoso, DiMaggio. Amigos y enemigos de Kennedy la espiaban. Y el carismático presidente tenía muchos enemigos. Tal como cuenta Forestier, llegó al poder aupado por su padre, que prometió favores a la Cosa Nostra cuando su hijo llegara. La Cosa Nostra comprobaría más tarde cómo el hermano pequeño, Bobby, cimentaba su carrera a base de hostigar a los mafiosos.
El libro de Forestier hace un retrato desmitificador de sus dos protagonistas. Marilyn es presentada como una mujer desequilibrada y drogadicta que no cuida nada su higiene y, además, es frígida. Kennedy, como un tipo sin moral, un niño acostumbrado a que nadie le diga que no, un egoísta que desprecia los sentimientos ajenos. Se acuesta con medio Hollywood, cuenta el libro, que según Forestier no incluye grandes revelaciones. Que prácticamente todo lo que narra había sido contado. Faltaba que alguien articulara el relato. "Nadie ha contado esta historia", sostiene. Atribuye esa circunstancia al pacto de silencio que suscribieron los medios. Y a la eliminación de documentos a la que los Kennedy contribuyeron. Así fue en una primera etapa. Pasados los años, dice, todo el mundo dio por hecho que su historia ya estaba contada.
Forestier escribe críticas e informaciones de cine para el semanario Le Nouvel Observateur. A sus 62 años, es un hombre fascinado por el Hollywood clásico. Se pasó entrevistando a grandes del cine. Muchos, como John Huston, le fueron contando historias de Marilyn que empezaron a germinar en su cabeza. Autor de biografías de Howard Hugues, Aristóteles Onassis y Martin Luther King, declara su fascinación por esta historia entre dos niños egocéntricos.