LEONEL GARCÍA
Está la marihuana, con su periódico debate sobre la conveniencia de legalizarla o no. Está la pasta base, que desde su aparición en escena hace más de un lustro amenazó con convertirse en el quinto jinete del Apocalipsis, con sus connotaciones de violencia, delincuencia y vulnerabilidad. Está la cocaína, las anfetaminas... Pero si de drogas se habla, al peor enemigo de la juventud no hay que buscarlo en la calle ni en la ilegalidad.
A su vez, los principales peligros para la salud pasan por factores externos (como el tránsito) o muy internos (de la mente). Y es casi más probable que la montaña vaya hacia Mahoma que un joven asista a un médico.
previa eterna. La IV Encuesta Nacional sobre Consumo de Drogas en Estudiantes de Enseñanza Media, publicada en octubre de 2010 por la Junta Nacional de Drogas (JND), arrojó que el 17% de los liceales experimentó alguna vez con una sustancia ilegal (siete de cada diez solo con una, sobre todo marihuana; los otros tres se reconocieron policonsumidores). Pero también concluyó en que la mayor preocupación pasa por el alcohol. Unos ocho de cada diez liceales lo probaron; más de la mitad (52,7%), durante los últimos treinta días; solo uno de veinte no habrá tomado un trago al cumplir 18 años. Además, el promedio de inicio es de 12,8 años, la más temprana de todas las drogas estudiadas, legales e ilegales.
Lo más preocupante es la intensidad del consumo: ese estudio arrojaba que uno de cada tres estudiantes (de 13, 15 y 17 años) había superado "los límites de intoxicación alcohólica" -eufemismo técnico que equivale a "mamarse"- durante los quince días anteriores. En la misma encuesta, en 2005, "apenas" uno de cada cuatro jóvenes tenía ese comportamiento, recuerda el sociólogo Héctor Suárez, responsable del Observatorio Uruguayo de Drogas (OUD).
De acuerdo con este profesional, buscar desinhibirse es lo que explica esta conducta. "Ellos persiguen manipular la actitud químicamente, como alquimistas", grafica. Al tener el alcohol la mayor tolerancia social de todas las drogas, también actúa como herencia maldita del mundo adulto, el mismo que luego se escandaliza ante los excesos de los jóvenes. "Los gurises están en la casa y ven que no hay festejo o reunión en que el alcohol no exista como lubricante social".
Desde la sociedad civil, Ismael Piñero, director de la ONG Ser Libre, dedicada al tratamiento de adicciones, está de acuerdo con la visión oficial de que el principal problema para los jóvenes está hoy en el alcohol. "Es la droga legal, la más vieja, y a la que hay más acceso, gran publicidad y lobby detrás. Hay una gran naturalización de su consumo, es un programa (de salida) por sí mismo, la `previa` es tomar por tomar".
"Miguel", encargado de difusión de Alcohólicos Anónimos, señala que el promedio de edad de los usuarios a estos grupos ha descendido en los últimos años. "La gente se está enganchando antes. Hoy el grueso (de los asistentes) está entre los 30 y 35 años; también vienen de 20 o 25. Yo hace 18 años que estoy y antes venía gente mayor". Paralelamente, destaca que cada vez más nota que el alcohol, al que califica como "la madre de todas las drogas", viene acompañado por la adicción a otras sustancias.
Esta última situación es señalada también por la psiquiatra Eva Migues, directora de la División Salud del Instituto del Niño y el Adolescente del Uruguay (INAU). Además de insistir en el alcohol como el principal problema, alerta que "en los últimos años se han empezado a ver dependencias graves (a la bebida) en adolescentes que presentan policonsumo, totalmente minimizadas por los consumidores y sus familias", tolerancia social mediante.
Involucramiento. La adolescencia, señala Suárez, es la edad en la que suele comenzar la experimentación con las drogas. Migues la califica como una "etapa de crisis vital". Pero experimentación no equivale a adicción. De acuerdo con la psiquiatra Susana Grunbaum, responsable del Programa Nacional de Salud de Adolescencia y Juventud del Ministerio de Salud Pública (MSP), quedar enganchado dependerá de la trilogía Sustancia-Contexto-Individuo: qué se consume, cómo (lo que incluye cuándo y cuánto), y quién (con sus debilidades y fortalezas) lo hace.
De cualquier forma, Grunbaum señala que el involucramiento familiar sobre la vida y las actividades del adolescente son una buena herramienta para que éste evite caer en las adicciones. Pero nada más que una herramienta. Está el caso de la marihuana que, al ser probada por el 16,2% de los liceales y tener una capacidad de "enganche" del 40% (según el estudio de la JND ya citado), es la droga ilegal más consumida. Según Suárez, aproximadamente tres de cada cuatro estudiantes que se fumaron un porro lo hicieron por "curiosidad y experimentación". Solo un 22% reconoce haberlo hecho azuzado por su entorno de amigos. Para el sociólogo, la menor incidencia de las tan temidas "malas juntas" son un mito que se despeja. Pero, a su vez, deja otra preocupación: una proporción no despreciable de los estudiantes (más de la décima parte) parece que inevitablemente está destinada a probar marihuana.
En el caso particular de esta droga, hay otro factor de preocupación entre las autoridades. Migues señala que el consumo de marihuana, sobre todo el recreativo, está "facilitado por la permisividad social y la visión cada vez más generalizada de que se trata de una sustancia `poco nociva`". La idea de una presunta "inocuidad" del porro -descartada de plano por todos los expertos consultados- está, sostienen, peligrosamente extendida.
"El involucramiento familiar no es garantía, no es que vaya a proteger a un joven como un escudo (del consumo de drogas), pero sí te hará mejor persona. La cosa no pasa por no experimentar. ¿Quién le puede decir a un adolescente que no experimente? Es bravo, ¿no? La cuestión pasa por experimentar y salir... (darse cuenta que el consumo) no es para mí, que quiero vivir, que no quiero hacerme pelota", señala Grunbaum, quien también fue directora del Portal Amarillo.
Ese informe de la JND señala que, salvo en el caso del alcohol, se ha detectado un retroceso en el consumo de drogas (algo en lo que no todas las voces coinciden), incluyendo el tabaco. Los responsables esperan los resultados de estudios próximos para confirmar una eventual tendencia descendente. Aún así, Suárez precisa que esta encuesta se hizo sobre población escolarizada, que podría estar en una situación de menor vulnerabilidad.
Como ejemplo de lo contrario, el responsable del OUD señala que en adolescentes por fuera del sistema educativo, la marihuana tendría un 40% más de usuarios. Otro caso es que el consumo de pasta base de cocaína, en el entorno del 1,0% entre los jóvenes, se multiplica por diez en zonas periféricas de Montevideo. "Esta droga está totalmente concentrada geográfica y socioeconómicamente".
riesgos. La JND está preparando una serie de pautas para elaborar un plan de combate al consumo excesivo de alcohol. No es la única preocupación oficial. Migues indica que, si de salud se habla, habría que poner el acento en atender las conductas de riesgo entre los jóvenes. Estas incluyen ítems tan variados como el sexo sin protección, los trastornos alimentarios, los síndromes depresivos y los intentos de autoeliminación.
Esto último no es nada menor. Un informe del Ministerio de Desarrollo Social (Mides) publicado en julio de 2010 reveló que Uruguay lidera las cifras de suicidio juvenil, en números relativos, en América Latina. Según el MSP, en el período 2004-2009, hubo un promedio anual de 88 casos de entre 10 y 24 años; uno cada cuatro días, aproximadamente. A su vez, la Encuesta Nacional de Adolescencia y Juventud (Enaj), de 2008, indicó que el 11,3% de los jóvenes afirma haberse sentido tan triste o desesperado durante dos semanas o más como para dejar de hacer sus tareas.
Efectivamente, si a la doctora Grunbaum, del MSP, le preguntan cuál sería la mayor preocupación relacionada a la salud de los jóvenes, ella apuntaría a "una gran área relacionada con el bienestar psicoemocional, la salud mental". De ese 11,3% que se sintió triste o desesperado, algo menos de la cuarta parte (un 23%) consultó a un psicólogo o a un psiquiatra. "Habría que pensar por qué no recibieron (ayuda profesional), si tenían cobertura... hay veces que la gente no tiene suficiente información. Ese punto es uno de los que más nos interesa poder pensar", agrega la jerarca. Como para todo el sistema sanitario, la política gubernamental pasa por reforzar el primer nivel de atención.
Pero no se sabe si eso será suficiente. Para resumirlo en una frase: los jóvenes no van al médico a menos que sea estrictamente necesario. Según datos oficiales de 2007, aproximadamente el 11,7% de los que tienen entre 12 y 29 años van a realizarse controles. Ese mismo informe señalaba que el 11,6% de esa misma franja etaria se habían sentido enfermos. Nuevamente, como en el alcohol, se puede apelar al factor contagio del mundo adulto. "Los jóvenes son parte de una sociedad que no se cuida mucho. Entonces, ¿cuál es el modelo?", sostiene Grunbaum. La idea del control preventivo no está instalada.
Desde 2009 es obligatorio el uso de un Carné del Adolescente, expedido por un médico del primer nivel de atención, para poder cursar Primaria y Secundaria. Al menos a un porcentaje de los jóvenes los obliga a hacerse un chequeo una vez al año.
Juventud, peligroso tesoro. Dividido en franjas etarias, el VIH está concentrado entre los 15 y los 34 años. Las principales causas de muerte son las denominadas externas, con los accidentes de tránsito (ver nota aparte) y los suicidios a la cabeza. No está difundida la práctica de los controles médicos ni tampoco la conducta para prevenirlos. ¿Vida sana? La ya citada Enaj señalaba que el 55,2% de los uruguayos entre 12 y 29 años no realiza ninguna actividad deportiva (entre las mujeres, apenas un 26,7% declaró hacerlo). La falta de tiempo es el principal motivo esgrimido para tal omisión. "Resulta contradictorio que planteen esa causa", indica Migues, "cuando suelen pasar gran parte del día chateando o mandando mensajes de texto por el celular. Seguramente está vinculado a un tema de intereses". Justamente, el desinterés, es la segunda justificación para los inactivos.
El dato
Pasta base, la más adictiva y la más cara de todas
Ningún estudio realizado hasta el momento ha servido de sustento al mito de que la pasta base de cocaína (PBC) ha "invadido" a la sociedad. De hecho, los estudios a nivel nacional la ubican solo en un 0,8% de consumidores. La encuesta liceal de la JND detectó que un 1,3% de los estudiantes la probó alguna vez, pero que solo el 0,2% la consumió en los últimos treinta días. Aún así, los expertos se apresuran a señalar que su fama -basada en su tremendo poder adictivo- está lejos de ser inmerecida.
"La alarma pública (generada) está relacionada con el hecho de que se trata de una sustancia cuyo consumo genera dependencia más rápidamente que otras existentes en el país, y lleva a un importante deterioro social y de los vínculos afectivos del consumidor. Por otro lado, facilita la aparición de conductas transgresoras de diferente magnitud, dependiendo de la personalidad previa del consumidor, con el fin de proveerse la sustancia", dice la psiquiatra Eva Migues, del INAU.
Para Héctor Suárez, del OUD, la PBC termina siendo, a pesar de que su costo unitario sea el más barato, la droga "más cara" de todas. "Para sostener su adicción, un consumidor permanente de pasta base necesita unos 500 dólares por mes. El efecto llega y se va muy rápido, y la abstinencia es muy fuerte. Por eso vende (y llegado el caso roba) hasta lo que tiene puesto para conseguirla". Como comparación, un usuario habitual de cocaína gasta unos 400 dólares mensuales.
Un 12% menos de fumadores
Las investigaciones de la JND concluyen que, si de tabaco se habla, bajó tanto la experimentación como el consumo reciente y habitual. Las políticas gubernamentales iniciadas durante la administración Tabaré Vázquez han tenido una incidencia directa. "No han sido menores las multas y, sobre todo, la adhesión del no fumador. El fumador quedó estigmatizado", señala Héctor Suárez, responsable del OUD. El descenso del consumo "actual" de cigarrillos (o sea, en los últimos treinta días) entre los liceales uruguayos, que actualmente está en el 18%, fue de doce puntos porcentuales entre 2003 y 2009. La experimentación llegó al 44% de los estudiantes (o sea, cuatro de cada diez que prueban, se enganchan).