Mamá a los trece

| Unas 260 uruguayas menores de 15 años tuvieron un bebé desde 1999. Virginia, de Durazno, dio a luz a los 13 y ahora encara la crianza. Precocidad crece por falta de información, aunque supone muchos riesgos para la salud.

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CATERINA NOTARGIOVANNI

Virginia acababa de cumplir 13 años cuando la trasladaron de urgencia desde Durazno a Montevideo. Tenía ocho meses de embarazo y un sangrado persistente. Estaba aterrorizada, pensaba que se moría: "todas mis amigas me decían que me iba a morir y ta. Lloraba en silencio. Se me caían las lágrimas. No podía hablar. Estaba paralizada", dice la joven de 16 años y cierra los ojos, como tratando de no volver a "ver" ese recuerdo.

Una semana después, por cesárea y con un peso de 2,854 kilos, nació Bruno Nicolás.

Hasta ese día, Virginia era la menor de la familia. Ahora es Bruno, de tres años, el que ocupa ese lugar en su casa de Durazno.

El caso activó todas las alarmas en aquella ciudad. Su maestra solicitó apoyo a un equipo de especialistas (ginecóloga, asistente social, pediatra, psicólogo) para que concurrieran a la escuela a "hablar con los demás compañeros", ya que mucho no entendían.

"Date cuenta: teníamos una embarazada de túnica y moña", recuerda Mariana Cal, asistente social del equipo de atención integral a la niña y adolescente que contuvo y orientó a Virginia.

Ella vive con su madre, Alba, de 49 años, y dos hermanos de 18 y 19. Ambos son discapacitados intelectuales. Su padre murió cuando Virginia tenía 6 años a causa de un cáncer de pulmón.

Dicen los que la conocen que siempre fue una niña madura. A los diez años cuidaba, bañaba y mudaba a los hijos de una prima "por gusto nomás" y soñaba (aún sueña) con ser peluquera. Mientras tanto iba a la escuela y hacía alguna limpieza en casas de familia. Quería tener hijos, dice, pero "de muuucho más grande, tipo a los 18 o 19 años".

Los casos como el de Virginia se repiten de a cientos en los últimos años. Desde 1999 a 2005, el 0,4% de los niños nacidos en Uruguay crecieron en el vientre de menores de 15 años. En números, hubo 213 nacimientos de madres de 13 años, 42 de chicas de 12 años, 4 de 11 años y un caso de una mamá de 10 años, que ha sido la más precoz del país. El parto fue en Montevideo en 2000, según datos de la Unidad de Información Poblacional del Ministerio de Salud Pública.

La proporción del Hospital Pereira Rossell, en cambio, es mayor. Allí, del total de nacimientos, el 20% corresponde a madres adolescentes y de ellos, entre 8 y 10% son hijos de mamás menores de 15 años, según el ginecólogo de ese centro, Roberto Sergio.

La mayoría de las madres adolescentes (64%), declaran ser solteras, 4% dicen estar casadas y el restante 31% en unión de hecho. Del total de hijos de madres menores de 15 años, el 67% nacieron a término y el 23% fueron prematuros.

Sergio, que lleva diez años trabajando con madres adolescentes o niñas en el Pereira Rossell, dijo que 3 de cada 10 adolescentes tenían como proyecto de vida ser madres al momento del parto. "Debemos lograr que el restante 70% no se equivoque", agrega.

La mitad de las madres adolescentes tienen un segundo hijo al año.

En cuanto a los padres de esos niños de niñas, la mayoría tiene entre 20 y 30 años (seguidos por la franja 30-40, luego 40-45, y recién después vienen los adolescentes). Según una encuesta realizada en la población del Hospital, el motivo predominante por el cual las menores mantuvieron relaciones sexuales fue "por curiosidad".

"En esa encuesta también se les pregunta si tuvieron un orgasmo, y la mayoría no sabía lo que es. Ahora, cuando preguntamos si `acabaron` todas dicen sí al instante", cuenta Sergio.

De acuerdo a su experiencia, la mayoría de las adolescentes ya había dejado la educación formal al momento de quedar embarazadas. Para Sergio, el embarazo puede ser a veces un disparador para dejar los estudios.

Virginia es ejemplo de esta situación. Después del parto puso empeño por continuar sus estudios, pero cuando cursaba primer año de ciclo básico en UTU debió abandonar. "Bruno tenía tres meses y lloraba mucho", explica resignada.

El ginecólogo afirma que gran parte de las adolescentes son "buenas madres", aunque tienen problemas de manejo con sus bebés similares a los de cualquier madre primeriza. "Hay que tener en cuenta que muchas de estas chiquilinas lo único que aprendieron a hacer es a ser madres, porque les tocó cuidar de sus hermanos más chicos. Están educadas para criar gurises", dice.

PREPARTO. Del padre de Bruno se sabe que tenía quince años cuando nació su hijo, que estuvieron juntos dos meses ("como mucho") hasta el embarazo, que tiene 10 hermanos y que entonces trabajaba en un tambo. Pero poco más. Virginia prefiere no hablar de esa figura ausente.

Cuenta la abuela que Bruno, que en diciembre cumple cuatro años, llora mucho por su padre.

¿Y qué se le dice cuando pregunta? "Que está durmiendo o trabajando. No le podés decir nada, ni llenarle la cabeza tampoco", afirma Virginia con claridad de adulta.

Alba fue quien se dio cuenta de que su hija podía estar embarazada: "como yo no decía de comprar adherentes y esas cosas…", explica Virginia.

Inmediatamente la llevó al médico. Hicieron los análisis y tres días después llegó la temida respuesta. "Y bueno, si vino, vino. Fue lo primero que pensé", dice.

¿Pensó en no tenerlo? "Noooo. Eso lo sabía, no quería hacerle algo", responde contundente.

Sus amigos de la escuela le preguntaban cómo paso. Una y otra vez. Pero ella se llamó a silencio. "No les decía nada por vergüenza", cuenta ruborizada.

Si se mareaba, tenía un séquito de compañeros ayudándola a sentarse. Si Bruno la pateaba, todos corrían a tocarle la panza. "Era una especie de líder", comenta la asistente social.

Tiene una amiga que la visita asiduamente y a la que el niño llama "tía". "Es la única que se acuerda de mí", dice Virginia sin tristeza.

POSTPARTO. Tener un hijo a la edad de Virginia implica un riesgo para la salud porque supone mayores probabilidades de mortalidad y morbilidad infantiles, así como de complicaciones obstétricas, según consta en una publicación de Unicef sobre "Maternidad adolescente en América Latina y el Caribe. Tendencias, problemas y desafíos", publicado en enero de este año.

Además, explica Roberto Sergio, el cuerpo femenino necesita de al menos tres años desde la primera menstruación para estar completamente desarrollado y apto para albergar un bebé sin que haya riesgo de complicaciones.

El informe de Unicef afirma que "la maternidad en la adolescencia es alta y que no desciende, que se relaciona con contextos de mayor pobreza y desprotección, y que entraña consecuencias problemáticas para la madre, su familia y prole".

A eso se le suma la vinculación del embarazo precoz con la temprana deserción escolar. El estudio se centra en las madres de entre 15 y 19 años, franja en la cual América Latina se ubica ostensiblemente por encima de la media mundial, sólo superada por África.

"Es la región del mundo en que los nacimientos de madres adolescentes representan la mayor fracción sobre el total", indica.

Paradójicamente, mientras los avances en la anticoncepción disminuyen la fecundidad total, "este efecto no se verifica en el caso de las adolescentes", añade el estudio.

En esta zona de planeta, hay 107 millones de personas entre 10 y 19 años (uno de cada cinco). En el año 2004, 76 de cada 1.000 adolescentes tuvieron un hijo, y en los países donde hay encuestas "al menos una de cada cinco mujeres tiene su primer hijo antes de los 18 años".

La familia de Virginia se las arregla para vivir de dos pensiones por invalidez y la ayuda de algunos buenos vecinos. "A veces la cosa se pone fea... hay veces en las que yo no como para darle a Bruno y ta, yo lo dejo y me como lo que le sobra y ta", cuenta mirando con ternura a su hijo que juega con unos cubos.

Virginia sale poco con amigas. Dice que le da "cosa" dejarlo solo. Además, explica, "las pocas veces que me vienen a buscar para salir Bruno no se duerme como hasta las 2 o 3 de la mañana". Lo dice riendo, como si se tratara de un embrujo.

"Tampoco puede estar muy pegado a mí porque si yo tengo que salir a trabajar o algo, no me va a dejar", dice .

La historia de Virginia, según sus allegados, tiene algunas aristas que la hacen excepcional: madurez y responsabilidad.

Ella se encarga de las tareas maternales sin delegarlas en su madre. Lo baña ("me gusta tenerlo limpito"), le cocina, asea toda la casa y lo lleva al médico. "Resultó ser una madraza", dice Gabriela Chifflet, ginecóloga del equipo interdisciplinario que la atiende.

La madraza está contenta con la llegada de Bruno y, a la vez, se arrepiente de no haberse cuidado para evitar el embarazo.

Virginia creció de golpe y es consciente de ello: "Si parece que ya fuera grande", dice mirándose de arriba a abajo para reconocerse.

En Durazno, caso de Virginia marcó el rumbo

Cuando la maestra de Virginia supo que estaba embarazada se puso en contacto con las autoridades de la salud en busca de apoyo.

Mariana Cal, asistente social, y Gabriela Chifflet, ginecóloga, integraban por entonces un equipo que trabajaba con adolescentes, aunque no lo hacían de forma coordinada. Pidieron las autorizaciones del caso y comenzaron a dar charlas sobre salud sexual y reproductiva en la escuela.

El embarazo de Virginia puso los pelos de punta a la comunidad, y pronto fueron varias las escuelas que se contactaron con las profesionales. El resultado fue la creación y consolidación del Equipo de Atención Integral a la Niña y el Adolescente, en el que participan una psicóloga, una partera, un médico general, un pediatra, una enfermera, y las mencionadas asistente social y ginecóloga.

Actualmente, cada paciente es atendida por el equipo completo en dos días de consulta semanales. En promedio ven 15 adolescentes por día, la mayoría de entre 16 y 19 años, aunque no todas están embarazadas. Las pacientes provienen de contextos sociales deficitarios de todo el departamento de Durazno. El centro se sustenta con el apoyo de la Intendencia, el MSP, el Programa Infamilia del Ministerio de Desarrollo Social y la comunidad. El objetivo es darle a las jóvenes un espacio propio donde sean atendidas y también contenidas.

"Hay un antes y un después de Virginia y Bruno", dice Cal, "nos enseñó a trabajar en equipo, a ponernos en el lugar del otro, invitó a crear un espacio fuera del hospitalario, abrió las puertas a trabajar con la comunidad en el sistema educativo y fue la primera vez que hicimos coordinaciones con Primaria para iniciar los talleres donde participaban los niños y sus padres".

"Virginia nos movió mucho. Después hemos tenido algunos otros casos pero no con finales tan felices como éste", agrega Chifflet. "No te olvides que tenemos casos de violaciones, de abuso, de niños que son productos de sus padrastros, de sus propios padres, de sus abuelos o de sus tíos".

La falsa creencia más extendida entre sus pacientes es la convicción de que no hay riesgo de embarazarse en la primera relación sexual.

"Los adolescentes sólo saben titulares del tema"

Roberto Sergio es el ginecólogo a cargo de la sala 4 del Hospital Pereira Rossell. Allí se atiende exclusivamente a adolescentes embarazadas, la mayoría provenientes de contextos socioeconómicos bajo y muy bajo.

Su jornada de trabajo está llena de historias de abandono, madres consumidoras de pasta base, tíos que embarazan sobrinas, adolescentes con sífilis, gestaciones sin control médico alguno, anemias, futuras madres que aún no tuvieron la primera menstruación y parejas formadas por hombres de 60 años y adolescentes de 15.

Sergio trabaja en los partos, coloca DIU (unos 500 por año), da charlas en secundaria sobre métodos anticonceptivos, colabora en la educación de los futuros ginecólogos, y se preocupa de conseguir todo lo que le pueda hacer falta a una reciente madre. Desde pañales hasta vestimenta.

Además, es médico deportólogo y trabaja para Rampla Juniors.

En los diez años que lleva al frente de la sala, sólo tuvo un caso de una madre-niña. No recuerda su nombre ni el barrio donde vivía, pero sí sabe que ella tenía 11 años y el padre, 15. Que "se manifestaban enamorados", que el niño nació por parto normal y que estuvo unos días en la Unidad de Cuidados Intensivos debido al bajo peso.

"Estaba en sexto de escuela. Me acuerdo que al día siguiente de parir vinieron a visitarlas sus compañeros de clase con la maestra. La trataban como a una reina, para ellos, era una líder, un ejemplo a seguir", cuenta Sergio, "yo le decía a la maestra: ojo con esto porque es un boomerang para las otras".

Para la contención, las abuelas de las adolescentes son las más presentes. Seguidas por las madres y luego, las suegras. "Pero ojo que estamos hablando de abuelas de 45 años. Son adolescentes de 14, con madres de 29 y abuelas de 45", acota el especialista en bases a datos de una encuesta realizada en el Pereira Rossell.

El problema para Sergio no es la tan citada falta de información, sino lo que él llama la "información desinformada".

"Los adolescentes sólo tienen titulares de los temas. Se les dice: usen condón. Pero la mayoría no tiene la menor idea de cómo se abre un condón, cuál debe ser la calidad, cómo se pone…después se equivocan. Es muy fácil tirarles con un kiosco. Algunos se lo ponen al revés, se lo sacan, lo dan vuelta y se lo vuelven a poner. Cosa que está mal, que no sirve. Valorar la cámara de aire o, lo que siempre les digo, no abrirlo a lo cowboy… son muchos los factores que inciden en la maternidad precoz", cuenta entre indignado y resignado.

"Además tenés otro problema", dice enseguida tirándose para atrás en la silla, "el estímulo constante a tener sexo. Lo ves en la tele, en todos lados. A mí no me parece mal que lo tengan, pero démosle algo más de información. ¿Cuándo se habla del uso del condón en una película? Nunca, ni siquiera en las eróticas".

Sergio cuenta además que le ha tocado dar clases de anticoncepción a futuros ginecólogos y que "no hubo uno solo que dijera correctamente los pasos del uso del condón". El problema, entonces, no es sólo de las adolescentes.

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