Los best sellers no sólo inspiran películas, sino también a contingentes de turistas que van tras las huellas de sus protagonistas, sea donde sea. Conocer los lugares de los personajes clásicos de la literatura ya es una ruta promocional de las agencias.
MILLENIUM. No es el Museo Nobel ni el Palacio Real, ni siquiera los estudios de grabación del grupo Abba. Desde que estalló el furor Millenium, la trilogía del escritor Stieg Larsson, uno de los sitios más visitados de Estocolmo es el 7-Eleven donde la hacker Lisbeth Salander compra su pizza.
También el número 19 de la calle Gotgatan, sede de la revista Millenium, o la calle Bellmansgatan, donde vive el periodista Mikael Blomkvist, entre otros puntos emblemáticos de las novelas de Larsson.
Para seguir los pasos de los protagonistas, los fans de la versión literaria (o cinematográfica) de la saga pueden optar por el Millennium Walking Tour, visita guiada de dos horas que se hace a pie (cuesta 120 coronas suecas, unos 16 dólares). El recorrido también puede hacerse por cuenta propia, siempre con ayuda del Mapa Millenium, que se vende en el Museo por cinco dólares y viene en varios idiomas, incluido español.
EL CÓDIGO DA VINCI. Si hay un libro que revolucionó el concepto de turismo literario, ése es el best seller de Dan Brown, que vendió más de 40 millones de ejemplares y fue traducido a 20 idiomas. En París, donde se desarrolla parte de la trama, la iglesia de Saint Sulpice se convirtió en meta de interesados en el priorato de Sión, el Hotel Ritz (albergue del personaje de Robert Langdon) desbordó de reservas durante meses, y el Museo del Louvre (que incluso ofreció sus salas para el rodaje del film) registró un récord de visitantes en 2005 y 2006, años de plena histeria davinciniana.
En 2005, de hecho, casi un millón de turistas siguió en París la ruta de El Código da Vinci, comercializada por varias agencias internacionales. Algunos paquetes alcanzaron los US$ 4.500 por persona, por ejemplo el que incluía cinco noches de alojamiento en el Chteau de Villette, cerca de Versailles y, en la ficción, hogar de sir Leigh Teabing (el precio contemplaba comidas y tours impregnados de simbología).
MEMORIAS DE UNA GEISHA. Publicada en 1997, la novela de Arthur Golden despertó el interés de Occidente por el lejano Kioto y las tradiciones japonesas. Las estrechas calles de los distritos de Gion y Pontocho, donde viven y trabajan la mayoría de las geishas, recibieron así aluviones de visitantes ávidos de conocer más sobre el misterioso arte de la seducción. Además de recorrer algunas locaciones que menciona la novela, como el santuario sintoísta de Fushimi Inari o el Palacio Imperial de Katsura, los geisha tours incluyen ceremonias de té, pruebas de vestuario con quimonos o y el espectáculo de danza kyomai.
CIEN AÑOS DE SOLEDAD. Con su obra cumbre, Gabriel García Márquez no sólo puso en el mapa a Aracataca, sino que, de paso, hizo famosa a la ciudad que lo vio nacer. En realidad, el Nobel de Literatura la rebautizó como Macondo en su célebre novela, de allí que el itinerario por esta región colombiana se llame La Ruta Macondo. El programa consiste en recorrer a bordo de chivas, ómnibus típicos en los que se puede bailar, los 70 kilómetros que separan Santa Marta de Aracataca, con las postales del Caribe y las montañas de Sierra Nevada como fondo. La propuesta incluye paseos en bicicletas-taxi para conocer Macondo-Aracataca.
UN AÑO EN PROVENZA. Peter Mayle, autor del libro que fue un éxito clamoroso en los noventa, confiesa que cuando llevaba medio año viviendo en Ménerbes, en la falda de la región de Luberon, guardaba su reloj en un cajón, pero sabía qué hora era por el tamaño de las sombras, aunque jamás sabía en qué día se encontraba. El inglés alimentó la fantasía de no pocas personas (sobre todo británicas) de mudarse a aquellas tierras de días lentos y apacibles, de buena mesa y olor a campos de lavanda. Claro que también están los que aún prefieren pasar simplemente sus vacaciones en la Provenza, más exactamente en Luberon. Algunos todavía peregrinan hasta la casa de Mayle, aunque la mayoría busca disfrutar la vida que supo transmitir el libro con precisión. Los que vieron la película, en tanto, prefieren visitar el Chteau la Canorgue, que es la propiedad heredada por el protagonista (Russell Crowe), y otros escenarios como el Hôtel le Renaissance, el Chteau les Eydins, el estanque de Cucuron o el Cafe de France (en Lacoste). La Nación/GDA.