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Las termas de los Incas en Jujuy

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Hotel Termas de Reyes, único en Jujuy

VIAJES 

Termas de Reyes, un hotel construido en 1938 que fue un hogar de niños durante el gobierno peronista y ahora ofrece las mejores vistas de las serranías de Jujuy.

Solo hay que hacer 23 kilómetros con rumbo noroeste desde San Salvador de Jujuy, la capital, la capital jujeña para llegar a estos baños termales, enclavados sobre las serranías. Allí, un importante hotel construido hacia fines de la década del 30 invita al viajero a unos días de relax.

Según la tradición, Termas de Reyes lleva este auspicioso nombre como resultado de una antigua costumbre: recibir a los jerarcas incas que llegaban para participar de un ritual de curación. Al parecer, era habitual que el Curaca de la zona, apostado en Casabindo, recorriera los 130 kilómetros que separan ambas localidades para sumergirse en las reparadoras aguas.

Hacia finales del siglo XIX, existían aquí instalaciones muy precarias que permitían a los lugareños aprovechar el acceso a los baños. Para llegar había que transitar un sendero abierto junto al río Reyes que convertía a la travesía en toda una aventura, ya que el camino estaba sometido a continuos derrumbes y erosiones por las lluvias y las crecidas.

En 1932 un inmigrante italiano de apellido Mazueli, construyó una casa de madera frente a la vertiente y se convirtió en el primer habitante de tiempo completo de la época poscolonial.

Unos años más tarde, el gobierno provincial decidió construir un hotel termal para dar respuesta al interés de los viajeros, y encomendó la tarea al arquitecto cordobés Jaime Roca.

El diseño recurrió a materiales locales, básicamente piedras y ladrillos que llegaban a la zona a loma de mula, desde vieja cortada de Guerrero, un sitio ubicado sobre la actual RP 4, que por entonces era propiedad de don Ignacio Carrillo.

El hotel abrió sus puertas en noviembre de 1938 con una gran fiesta en la que actuó la orquesta de José Melín.

Recostado sobre la ladera de la montaña, rodeado de la espesa serranía jujeña, el establecimiento tenía 50 habitaciones amobladas con diseños de la casa Nordiska. Contaba también, con casino propio, que fue concesionado a la empresa Casino Asociados de Mar del Plata.

Los huéspedes que llegaban sin transporte a la ciudad de San Salvador de Jujuy se embarcaban en un colectivo Ford con capacidad para 16 pasajeros de la empresa Orlandini, que los llevaba hasta el mismísimo hotel.

Hogar de niños

La primera etapa de vida dedicada al turismo fue corta; con la llegada del gobierno peronista al poder, pasó a manos de la Fundación Eva Perón. Allá por 1946 las instalaciones se reacomodaron para su nuevo uso. Desde entonces, y hasta 1955, funcionó como hogar, escuela y clínica de recuperación para niños de escasos recursos.

Evita viajó dos veces a Jujuy durante esos años: en 1947 -con Perón- y más tarde en 1950, y se alojó en el hotel. Según cuenta la tradición, utilizó la actual habitación 101.

Con la caída del gobierno peronista, la provincia recuperó la propiedad del establecimiento. Luego de una serie de obras para ponerlo a punto, reabrió sus puertas en 1958 con la celebración del Congreso Rotario Internacional. En 1960, se le sumó el casino.

Durante esa década la firma H.O.A.S de los hermanos Cidale, atraídos por la fama de las aguas termales, instaló allí una planta industrial de bebidas donde se elaboraban los productos Bilz, emprendimiento que se mantuvo activo hasta 1975.

Un poco antes, Lino Marín, se animó a construir en las cercanías del hotel una hostería de tres plantas, pero un temprano desmoronamiento terminó con la empresa. Hoy pueden apreciarse las ruinas sobre la ladera izquierda de la Quebrada de Reyes.

Los años que vinieron tuvieron idas y vueltas con diferentes concesiones, hasta que el gobierno decidió privatizarlo en 1999.

Una nueva etapa

Desde entonces la propiedad paso a manos de Albino “Quincho” Pederiva, dueño de la empresa Las Almonas. Fueron ellos, los Pederiva, quienes luego de tres años de intensos trabajos, reabrieron el hotel que podemos visitar hoy.

Además de una inversión, la compra del lugar fue una suerte de homenaje al pasado familiar: el padre de Albino había sido chofer del entonces casino hotel. Quizá por eso, durante los primeros años, Quincho se divertía esperando en el aeropuerto a los huéspedes haciéndose pasar por conductor del bus y tratando de convencerlos de que el hotel no era: “tan tan bueno”. Por suerte, la broma duraba poco: solo había que llegar al lugar para sorprenderse ante el encanto natural y la belleza del edificio. Entonces, “Quincho”, se presentaba y todos respiraban aliviados.

Hoy el hotel ofrece sus vistosas habitaciones en formato suite o departamento para 4 y 5 huéspedes, spa, piscina al aire libre con agua termal y varios gabinetes para baños. Además, tiene completo gimnasio, un spa con variadísimos tratamientos y restaurante a la carta.

Aquí, las aguas termales tienen varios efectos benéficos: estimular las defensas, depurar la sangre -eliminando toxinas por sudoración y diuresis-, reactivar el metabolismo, revitalizar células y tejidos; poseen además cierta acción analgésica y antiespasmódica y son sedantes del sistema nervioso, entre otras propiedades.

Además del sosiego que promete una estadía en Termas de Reyes, el sitio es un buen lugar para explorar los alrededores que invitan a las caminatas o bien animarse un poco más lejos para explorar las vecinas lagunas de Yala, seis espejos de agua -Los Noques, Alizar, El Comedero, Desaguadero, Rodeo y Larga-rodeados de cerros y de una amplia vegetación. Se encuentran a 27 kilómetros de la ciudad de San Salvador de Jujuy. También se puede optar por la Quebrada de Humahuaca, un valle de 155 kilómetros, rodeado de montañas, ubicado a más de 2000 metros de altura.

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