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Escritores y críticos reflexionan sobre el impacto de la pandemia en las letras. El encierro como pesadilla o bendición
Para algunos escritores la pandemia es un azote para su productividad, para otros un estímulo. Lo cierto es que la crisis sanitaria no ha dejado indiferente a nadie y con su velocidad viral atraviesa cada capa de la realidad sin dejar nada sin tocar. ¿Qué historias nos contaremos cuando, finalmente, pase esta tormenta global? Algunos lo intuyen, otros se declaran incapaces de hacer el menor pronóstico. Todos coinciden en algo: el virus no matará a la literatura ni a las demás disciplinas creativas.
La medida de confinamiento ha sido adoptada en varias épocas de la historia debido, precisamente, a epidemias con resultados devastadores. Del encierro han nacido algunas de las obras mayores de la literatura. Shakespeare, por ejemplo, escribió su Rey Lear y la mayor de las tragedias, Macbeth, mientras se resguardaba de la peste. Giovanni Bocaccio utilizó la idea del confinamiento para crear las historias que conforman el Decamerón. Para Daniel Defoe, el autor de Robinson Crusoe, la peste fue tema de una de sus obras más recordadas, Diario del año de la peste, aunque la escribió casi seis décadas después de la enfermedad que diezmó la población de Londres en 1665.
El lento proceso de decantación de las experiencias llevadas a una página con pretensiones artísticas hace que la literatura se tome su tiempo en poner en negro sobre blanco aquello que dejó su huella. Aún las obras nacidas de la más pura imaginación se asientan en un sustrato de lo vivido, de lo real, sea lo que fuere que signifique esto último. Algunos de los autores consultados creen que llevará años, tal vez décadas el plasmar la experiencia que viven millones de personas en el mundo en este momento.
En cambio, otros creen que la peripecia viral vendrá con los ropajes de la distopía, el relato apocalíptico que tantos adeptos ha ganado en los últimos años y que esta epidemia, dicen los autores convencidos de ello, hará alumbrar nuevas y sombrías obras de ese tenor.
Otra posibilidad que se cree cobrará un nuevo impulso es la llamada “ficción del yo”, un modelo literario que también en estos tiempos ha cosechado innumerables seguidores. El noruego Karl Ove Knausgard es tal vez uno de los más sobresalientes de esta corriente, cuya monumental saga que lleva el incómodo título de Mi lucha está publicada en tres gruesos volúmenes por Anagrama.

Pero también es cierto que muchos autores buscan enérgicamente salir de la cárcel del yo para vivir otras vidas de ficción. De hecho, para muchos es la verdadera esencia de la literatura. Para intentar responder a estas cuestiones Revista Domingo consultó a siete autores y les planteó qué tanto creen que la pandemia influirá en sus obras y las de sus colegas, qué géneros se harán más visitados y cómo afecta la crisis sanitaria en sus vidas de creadores.
DECANTACIÓN. Como un licor refinado, la literatura requiere de tiempo para alcanzar su grado de intensidad y sabor. O al menos eso creen algunos estudiosos y autores como Valentín Trujillo.
El autor de Entre los jíbaros y Jaula de costillas es, además, profesor de literatura y actualmente es director de la Biblioteca Nacional.
“No me parece que pueda surgir una ‘nueva literatura’, así como se habla de una ‘nueva normalidad’. Las formas literarias, luego de una larga evolución, están fijadas desde hace siglos y no es fácil saltarse esas estructuras formadas en sucesivas capas de conocimiento y experimentación”, opina Trujillo.
Ha observado, además, que por estos días han “pululado” los diarios íntimos con un tono marcadamente confesional donde se cuentan en primera persona las experiencias de la pandemia. “En ese sentido, noto un abuso (quizás entendible) del yo y una gran imposibilidad de salirse de las burbujas personales, ahora mucho más reforzadas por el confinamiento”, señala Trujillo.
La ensayista y crítica literaria Alicia Torres, en cambio, cree que la pandemia tendrá efectos inmediatos en el tono de lo que se escribe.
“Tal vez se escriban cuentos de terror, de locura y de muerte. No importa en qué formato. Los escritores y las escritoras acostumbran imaginar escenarios azarosos para que sus personajes crezcan y nos emocionen. Con o sin pandemia, sus obras suelen encarnar el miedo, la enfermedad y la muerte. La percepción de este tiempo sin tiempo podría ser una buena oportunidad para dar vuelta los paradigmas y atreverse a soñar otros espacios y nuevos lenguajes”, especula Torres.
No obstante, la experiencia en sí misma de la expansión viral, cree la crítica, tal vez se tome su tiempo en decantar hacia la obra literaria. Y basa su percepción en antecedentes históricos inmediatos.
“Cuando después de la dictadura cívico-militar Uruguay recuperó las libertades, muchos pronosticaron una explosión de relatos sobre ese ciclo oscuro. Las respuestas tardaron. En aquella circunstancia, como en la actual, de gérmenes desquiciados, la escritura necesita sus tiempos para convertir la realidad en ficción”, apunta Torres.
La distopía se parece demasiado a la realidad actual. Por ello es muy posible que termine por nutrir narraciones en esta modalidad. La escritora Cecilia Ríos, autora de una novela negra de impecable factura como Volver de noche cree que ocurrirá algo así. “Mucha gente se acerca a la escritura o estrecha su relación con la misma, por lo que espero mayor producción. En cuanto a lo escrito, espero un incremento en las distopías, relatos apocalípticos y de controles extremos sobre nuestras vidas. El noir ofrece desafíos: habrá nuevas estrategias en los sub mundos. Ocultarse en una realidad hiper expuesta será difícil”, opina Ríos.
Inevitablemente la coyuntura se colará en futuras obras. Cuando los autores reflexionan sobre la propia no tienen dificultad en visualizarlo como un componente de un futuro relato.
“Solo puedo hablar de mí. Así que capaz que en alguna historia de amores contrariados y ciudades sucias meto un paciente virósico, o un fundamentalista antivacunas, o uno provacunas, o un fabricante de MMS casero, o un amante casto o un personaje que sale a la calle solo con barbijo y guantes. Pero creo que será un personaje secundario”, responde con humor Mercedes Estramil, autora, entre otras obras, de Washed Tombs y Mordida, su última novela.
La escritora Carolina Bello es autora de una de las novelas más originales de los últimos tiempos, Oktubre. Tomó el mítico disco de la banda argentina Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota para crear una fábula alucinada sobre Chernóbil y el rock. “Una circunstancia atípica siempre puede ser motor de creación, aunque entiendo que lo ordinario visto distinto también lo es. La pandemia, la circunstancia de confinamiento -obligatorio o autoimpuesto- el rol de los gobiernos y el orden mundial; la industria farmacéutica y sus arcanos; los efectos económicos, sociales y psicológicos podrían convertirse en los grandes temas de la literatura que se viene. Pero el componente con más nutrientes de la literatura también consiste en la transgresión de la norma más que la mímesis”, dice Bello.

CREAR CONFINADOS. El encierro parece ser una constante, e incluso hasta una exigencia para quien escribe. Sin embargo, ello no puede llevar a pensar que el confinamiento global -cuatro mil millones de personas en sus casas en todo el mundo desde hace 60 días- haya resultado necesariamente beneficioso para los “profesionales del confinamiento”.
Más bien todo lo contrario. Al menos así lo confiesan dos de los más prestigiosos y veteranos escritores consultados para esta nota.
“Me ha provocado (el confinamiento) una considerable pérdida de concentración. Es un modo forzado y estúpido de vivir. Debo hacer un esfuerzo titánico para dejar de ver series de Netflix o películas viejas, o de leer libros bastante mediocres (para comentar), en vez de leer libros buenos o escribir”, dice Elvio E. Gandolfo, el escritor rosarino que reside en Montevideo desde hace décadas.
Gandolfo, consumado cuentista, ensayista, poeta y crítico literario -solo por citar alguno de sus títulos Cada vez más cerca o El libro de los géneros recargado- está convencido de que este confinamiento obligado jugará en contra. “Es posible que por un tiempo haya muchos menos carreras literarias sólidas que en condiciones de aire libre y contacto social”, responde con su acostumbrado humor.
Y algo similar sostiene Felipe Polleri, para muchos un escritor de culto y autor entre otras obras de La inocencia o Gran ensayo sobre Baudelaire, quien acusa los efectos del encierro forzado. “Cuando salgamos de la pandemia todo el mundo seguirá escribiendo como antes según la infancia que haya tenido. En lo que me es personal este semiconfinamiento con tapabocas no me ayudó a concentrarme; más bien me fastidia y dispersa”, dice.
En cambio, Carolina Bello cree haber hallado el momento justo para avanzar en su nueva novela. “Por estos días estoy escribiendo una nueva novela que, si bien no está determinada por el confinamiento porque escribo durante la noche como antes, sí está influida por estados de ánimo o puntos de observación que a veces traslado a los personajes. Me gusta ver cómo se comportan mientras los escribo afectada día a día de una forma tan diferente, como si fueran moléculas que aíslo en un laboratorio”, cuenta.
El ejercicio de la escritura, empero, comienza mucho antes de poner las palabras sobre el papel (o la pantalla) y por ello la incidencia de cuestiones externas como la pandemia pueden no incidir directamente. Al menos así lo cree Mercedes Estramil. “El confinamiento no debería tener la potestad de permitir o perjudicar la escritura, pero lo cierto es que -como cualquier corte incomprensible a la libertad, provenga de la OMS o de cualquier poder- la tiene. Sin embargo, como no se escribe solamente “cuando se escribe”, espero poder llevar la escritura al papel cuando en mi cabeza reordene algunas fichas. El tablero es nuevo y no está bien dibujado; es por eso”, sostiene.
Lo cierto es que, por más entrenado que se esté, esta “nueva realidad” termina por afectar en algún grado.
Para Cecilia Ríos fue a la vez bueno y malo, ya que le permitió terminar un libro pero las noticias de la pandemia han terminado por perforar su fuero íntimo.
“He terminado una novela (negra) que tenía entre manos en un tiempo menor a lo esperado. Surgieron nuevas ideas. He leído mucho. Tanto lectura como escritura son actividades solitarias y, a simple vista, mayor soledad las favorecería, pero la ausencia de contacto social, los cambios en la cotidianeidad, las amenazas de mayor pobreza, soledad e intolerancia en el mundo han tenido un efecto negativo sobre mi estado de ánimo y he vivido momentos de parálisis como escritora y como lectora también”, dice.
Lo cierto es que la experiencia por la que está pasando la humanidad es inédita en términos históricos. Los antecedentes más parecidos son los de la gripe española que dejó un saldo de muertes de millones entre 1916 y 1918, pero en un mundo totalmente distinto. ¿Qué puede resultar de esta suerte de gigantesco laboratorio social profundamente interconectado? Prácticamente todos los autores coinciden en que la literatura se tomará su tiempo, tal vez años, en rumiar y digerir esta experiencia.
Entre las dos guerras mundiales surgieron y se desarrollaron géneros como la ciencia ficción o la ficción especulativa, como prefiere llamarle la crítica especializada; la novela negra, hija de las crisis agudas se adueñó del cine en la posguerra. Esos dos géneros populares, que lograron reunir a un público masivo, continuaron desarrollándose hasta hoy, mutando en variantes casi infinitas.
Aún no sabemos, aunque pueda intuirse, cómo serán las historias que nos contaremos. Pero sí parece claro que la necesidad de continuar leyéndolas se volverá tal vez más acuciante. En papel, en pantallas, en audio, en imágenes.

Houllebecq: “todo seguirá exactamente igual que antes”
El escritor francés Michel Houllebecq nunca deja a nadie indiferente. En una reciente carta abierta titulada “Un poco peor”, habló de los efectos de la pandemia que, en principio, sostuvo que ha puesto en evidencia “la obsolesencia de las relaciones humanas”. “En primer lugar, no creo ni por medio segundo en afirmaciones como ‘nada volverá a ser lo mismo’. Al contrario, todo seguirá siendo exactamente igual. De hecho, el curso de esta epidemia es notablemente normal. Occidente no es para la eternidad, por derecho divino, la zona más rica y desarrollada del mundo; se acabó, todo eso, desde hace tiempo, no es una primicia”, sostiene el autor de El mapa y el territorio, Sumisión, Las partículas elementales y La posibilidad de una isla, entre otros títulos de su extensa obra.
La novela del coronavirus ya había sido escrita hace 15 años
Las letras tienen, a veces, un involuntario poder anticipatorio. Más allá de la vertiente que convirtió en un clásico a Jules Verne, otros autores ejercieron una sobrecogedora clarividencia con décadas de antelación. El caso más célebre sea tal vez el de George Orwell y su 1984, y antes que él Aldous Huxley y su Un mundo feliz que parecen describir la realidad del siglo XXI en varios aspectos. Todo ello volvió a constatarse en un libro del autor escocés Peter May, que se hizo conocido con una serie de novelas policiales de impecable factura y luego de declararse la crisis sanitaria desempolvó una novela que había sido rechazada por varias editoriales. Su título original es Lockdown (Confinamiento) y narra la peripecia de una pandemia global causada por un “coronavirus”. La novela se inicia con la muerte, nada menos, del primer ministro contagiado por el virus y luego deriva en la investigación a partir del hallazgo de unos restos humanos en medio de un confinamiento generalizado, calles desiertas, restaurantes y negocios cerrados, gente recluida, pánico al contagio. ¿Familiar? La obra fue escrita por May 15 años atrás y cuando la llevó a las editoriales no logró convencer a nadie de que lo que allí narraba era totalmente verosímil y plausible. Pero lo que en 2005 parecía imposible de pronto cubría al planeta como una nube. Debido a la frustración May había “enterrado” su novela hasta que hace unos meses cuando alguien le sugirió que escribiera un thriller ambientado en la pandemia. “Me puse a pensar y de repente me dije: ‘Un momento, yo ya hice algo así’”, contó el autor luego. Y desempolvó el manuscrito, lo envió a su editor y en pocos días se convirtió en best seller. Cuando le preguntaron a May cómo se le había ocurrido la narración dijo: “En realidad, todo lo que hice fue tomar las proyecciones y predicciones de los científicos y planeadores de la época de cómo se prepararían para semejante pandemia, las consecuencias sociales para todos nosotros, nuestras vidas y nuestras economías y nuestras ciudades”.
Vivir en una distopía
Juan Andrés Ferreira tiene una extensa carrera como periodista cultural y en 2018 publicó su primera novela, Mil de fiebre, que se convirtió en poco tiempo en una obra de culto, una rareza de las letras uruguayas que despertó admiración en un número creciente de lectores. Su obra rompe con los esquemas y si bien no se podría adscribir a algún género en particular bebe de la ficción especulativa, de la que es un gran cultor. “La ciencia ficción siempre llega antes -apunta cuando se le pregunta qué nuevas modalidades pueden surgir-. Sé que es obvio, que está a la vista y que seguramente ya se ha dicho una cantidad absurda de veces, pero hoy parece que vivimos en un tiempo y un escenario que ya vimos desplegados en historias de ciencia ficción, un género cuyas ramas y raíces sostienen y conectan diferentes mundos y de donde proviene, según J.G. Ballard, la ficción más importante que se ha escrito en los últimos cien años”.
“A veces, al ver el noticiero, uno puede tener la sensación estar dentro de un episodio de Black Mirror -continúa Ferreira-. Al caminar por la calle se presentan imágenes que fácilmente se asocian con Soy leyenda, de Richard Matheson o La carretera, de Cormac McCarthy, con escenas de 12 monos o Exterminio. No tengo mucha idea, todo es muy raro, y quizás por eso la respuesta provenga, otra vez, de China, con el chaohuan, el ultra-irrealismo chino, que es un género relativamente nuevo y que muestra cómo las personas intentan familiarizarse con hechos absolutamente extraños que, de un día para el otro, instalan una nueva normalidad (ciudades construidas en tiempo récord pero sin gente que las habite, pueblos rodeados de grandes urbes, islas salvajes rodeadas de un mar de hierro y cemento). El término, que literalmente significa “superar lo irreal” o “superar lo imaginario,” lo acuñó el novelista Ning Ken en 2015 para describir la realidad china contemporánea que, según el autor, se parece a una alucinación. China pasó de ser un país que se movía con lentitud a uno que se mueve demasiado rápido, dice Ning, tan rápido que es como si hubiera escapado de la gravedad”. La necesidad de mayor optimismo después de la pandemia, cree el autor, tal vez se refleje en modalidades más luminosas. “También creo que toda esta demencia de alguna manera incentivará al escritor a ser más imaginativo”, concluye.