EL MERCURIO | XIMENA URREJOLA B.
Todo el mundo tiene problemas de deseo, el que diga lo contrario miente". La española Sylvia de Béjar, experta en sexualidad y educación sexual, máster en Programación Neurolingüística y escritora superventas en España e Iberoamérica, es tajante: "Pero esto hay que normalizarlo: no pasa nada porque haya momentos en que no hay deseo. Lo hemos convertido en un drama. El sexo pasó a ser un problema más que una diversión. Es de no creer", dice desde Barcelona.
Acaba de publicar Deseo (Planeta), después de darse cuenta de que a su primer libro -bien práctico- le faltaba un complemento que uniera el buen sexo con una relación de pareja de largo aliento. "No duran nada".
-¿Cuánto tiene que ver la falta de deseo con eso?
-Lo primero es que no fuimos educados para la convivencia. Hemos pasado del "aguántalo todo y calla" a "no aguantes nada y sepárate". No sé si afecta directamente, pero sí tengo claro que una pareja que posee una buena relación sexual es más difícilmente rompible. Porque una buena relación implica que existe complicidad, que entre estas dos personas se masca algo importante. Lo que mantiene la química es ese juego, pero que lamentablemente descuidamos. Cuando ya está atado el lazo, se olvida.
-¿Cuáles son los principales motivos de la falta de deseo?
-En el libro hago mucho hincapié en que, cuando hay falta de deseo, es porque algo en la relación no está funcionando. Normalmente es una mujer que está enfadada. La mujer suele negar el sexo o no tener ganas si está cansada, y eso tiene que ver con que convive con un hombre que ella considera que no la trata como su igual, que no la respeta lo suficiente, que no le da a su trabajo la importancia que le da al suyo, que hace que ella cuide más de los hijos. Yo lo llamo el "cabreo oculto". Ella, a lo mejor, no es consciente de que está enfadada, pero año tras año, aguantando esa sensación, unido a las frustraciones cotidianas, si coloca todo en un pote y lo mezcla, las ganas se van. Generalmente, la mujer pierde el deseo por eso, porque está cansada de la vida y del hombre que no la cuida. Equivocada o no, no lo sé, pero eso es lo que ella, de alguna manera, siente. El problema es que una vez consciente, en vez de decirle a su marido todo lo que le ocurre, que necesita más de su ayuda y de su respeto, calla. Ese silencio genera rabia y resentimiento, lo que hace que al final no le apetezca tener sexo. Lo que les digo es que si es esto lo que les está ocurriendo, hablen con sus maridos. Pero no les nieguen el sexo.
-¿Las mujeres siguen ocupando el sexo como arma de castigo?
-Decididamente sí, pero a veces, sin ser conscientes. Ellas dicen "no me apetece". No sé si no les apetece o si están enfadadas. Ésa es la pregunta que te has de hacer. ¿Por qué estás enfadada? Yo entiendo, porque en el fondo tenemos razones. La mujer que trabaja dentro y fuera de su casa, y cuida a los niños, claro que está enfadada: ¿cómo no va a estarlo?
diferentes. "Hay una cosa importante -dice De Béjar-la mujer y el hombre no desean de la misma manera. Al principio, puede que sí, pero, las cosas cambian. El hombre sigue siendo visual y la mujer ya no. Entonces, ¿qué pasa? El hombre intenta acercarse y ella dice: no tengo ganas. Como no siento cosquilleo, digo no. Es lo que nos enseñaron las feministas: no es no. Estamos equivocadas, porque si seguimos por esa senda, no habría sexo jamás".
-¿Tan tajante?
-Lo que impulsa el deseo en el hombre es el placer, es ganas de tener sexo, de pasarlo bien. En nosotras, cuando llevamos un tiempo con una persona, nuestro motor de arranque no es necesariamente las ganas de tener sexo. Muchas veces las mujeres empezamos una relación desde un punto que se llama "neutralidad sexual", es decir, sexualmente estamos sintiendo nada. Lo que nos hace arrancar son las ganas de intimar, de sentirnos queridas, de demostrar amor. Pero una vez que ha empezado, que le hemos permitido que se acerque, o nos hemos acercado, es cuando la mujer empieza a desear. Una vez que empieza el juego, te lo pasas bien.
-¿Nunca hay que decir que no?
-Lo que digo es que, en vez de decir no, por qué no le dices a tu hombre: ¿por qué no? A veces cuesta entenderlo. Una persona tiene derecho a decir: no quiero sexo, pero tiene derecho a decírselo a alguien que no quiere, que no le gusta o que le da asco. Pero cuando convives con un hombre, al que supuestamente quieres, hay que pensarlo dos veces. Hay que decir ¿por qué no? Si la mujer dice que no, porque no le apetece, al final deja de tener ganas. Pierde el deseo, porque no lo cuida. Cree que el deseo siempre va a estar ahí, porque cree que tiene que desear de golpe, porque tiene que ser como un hombre... y no lo somos."
Pereza. "¿Cuántas mujeres me han dicho que nunca tienen ganas, pero que después que comienzan la pasan súper bien? Bueno, ahí está la respuesta: al principio puedes estar en baja, porque es normal, porque estás cansada, porque tienes hijos, porque has hecho mil cosas. Prefieres ir a dormir. Oye, pero si son diez minutos si quieres. No dura más. Por lo tanto, dale una oportunidad, déjate besar. El problema es que muchas veces la pereza nos vence. Pero, además, los beneficios que te da una buena relación, no te los da el sueño. Te sube los niveles de endorfina, de oxitocina -conocida como la "hormona del amor"-, es buena para el cuerpo, para el corazón, quita el dolor menstrual... El cuerpo tiene memoria y aprende. Si nos acomodamos en la pereza, ahí nos vamos a quedar. Pero si vamos hacia adelante, el cuerpo se acostumbra a lo que es bueno. Pero lo mismo que les pido a ellas se lo pido a ellos. Si quieres a tu pareja, y quieres ser decente y honrado en tu relación, intenta hacer feliz al otro. Hoy me contaba un chico: Llevamos 12 años de casados, yo ayudo en casa, hago lo que puedo, pero mi mujer nunca tiene ganas. Le he explicado que necesito que me desee y no me escucha. ¿Qué le puedo decir yo? ¿Que acepte? No le puedo decir a alguien que eso es el amor, porque no creo que lo sea, para nada".
-¿Cómo lo definiría?
-Eso se llama aguantar. Hay personas que se casan y piensan que tienen derecho a descuidar a su pareja. Pero el matrimonio es una empresa, donde hay derechos y deberes, ganancias y pérdidas. Y para que funcione no todo es felicidad y alegría: a veces hay que esforzarse. Hay una cosa que no entiendo: una mujer es capaz de quitarle las espinas al pescado durante una hora y no es capaz de dedicarle diez minutos a su marido. No puede ser. El sexo también se puede negociar. De eso se trata, de otra manera, mejor cada uno en su casa. Lo que pasa es que no suena bonito como el amor de las películas.
-Tampoco suena muy moderno, en el sentido de la lucha que ha dado la mujer por liberarse.
-¿Crees que vivir con un señor y decirle que no es ser liberada? ¿No sería más liberación vivir tu cuerpo y disfrutarlo? Porque la señora que está diciendo que no, no solamente le está diciendo que no a su marido. Cada placer que te pierdes es un poco de vida que te pierdes. El sexo es mucho más que un puro momento de placer, es sentirse vivo. Y si no te sientes viva con la persona que convives, mejor vamos a otra cosa. Lo que me enfada es que no entiendo que tenga que defender algo obvio. No me digan que soy machista, antigua; soy realista.
-La mujer buscó a través del sexo la liberación y también reivindicaciones. ¿Qué busca ahora?
-Con la liberación sexual, las mujeres quisieron hacerlo con todos, cuando quisieran y que nadie las juzgara. Pero eso no es liberación. La liberación es hacerlo cuándo y cómo nos apetece, sí, pero para eso tenemos que conquistar nuestro cuerpo, entender cómo funciona; diferente al hombre. Nuestros tiempos y formas de acercarnos al placer son distintas. Decir ¿por qué no? no es ceder a las necesidades de un hombre, es entender que funcionas de otra manera, y que esa es la forma de llegar al placer. Y que no te lo puedes perder.