The New York Times
Los científicos evolucionistas no han tenido problemas para explicar el orgasmo masculino, ya que está relacionado estrechamente con la función de la reproducción. En cambio, la lógica darwiniana detrás del orgasmo femenino ha sido hasta ahora esquiva. Las mujeres pueden tener relaciones sexuales y hasta quedar embarazadas –cumpliendo con su parte en la perpetuación de la especie– sin experimentar un orgasmo. Entonces, ¿cuál es su cometido el el orden de la evolución?
En las últimas cuatro décadas, los científicos han pergeñado una serie de teorías; en algunas, por ejemplo, se sostiene que el orgasmo alienta a la mujer a tener relaciones sexuales y, por ende, a reproducirse, o que lleva a las mujeres a elegir a hombres más fuertes y saludables, maximizando así las chances de supervivencia de su descendencia.
En su nuevo libro, la doctora Elisabeth A. Lloyd, una filósofa de la ciencia y profesora de Biología en la Universidad de Indiana, analiza 20 de las teorías líderes sobre el tema. Al final, afirma el libro El caso del orgasmo femenino: prejuicio en la ciencia de la evolución, el orgasmo de la mujer no tiene ninguna función evolutiva. En absoluto.
DESDE EL EMBRION. Por el contrario, Lloyd dice que la teoría más convincente que se ha formulado hasta ahora fue la que propuso un antropólogo, Donald Symons, en 1979. Esta sostiene que los orgasmos femeninos son simples artefactos, productos adicionales del desarrollo de los embriones femeninos y masculinos en sus primeras ocho o nueve semanas de vida. En ese período es cuando se sientan las bases para los reflejos, incluyendo el del orgasmo, explicó Lloyd. A medida que el desarrollo progresa, las hormonas masculinas comienzan a saturar al embrión y así se define la sexualidad.
Lloyd dice que el orgasmo femenino tiene su razón de ser, pero dista mucho de las consideradas hasta ahora. "Sirve para divertirse", apunta la investigadora.
Un elemento central en sus tesis es el hecho de que las mujeres no suelen tener orgasmos rutinariamente en sus relaciones sexuales. De hecho, cuando el coito se producía "sin asistencia", es decir, cuando no era acompañado de la estimulación del clítoris, sólo una cuarta parte de las mujeres estudiadas alcanzaban un orgasmo frecuentemente, descubrió la investigadora. Entre 5 y 10% de las mujeres nunca tenían un orgasmo. Sin embargo, muchas de ellas quedaban embarazadas.
Las cifras que cita Lloyd son más bajas que las que expuso Alfred A. Kinsey en su libro de 1953 La Conducta Sexual en la Mujer. En él se afirmaba que entre el 39 y el 47% de las mujeres declaraban tener un orgasmo siempre o casi siempre durante la relación sexual. La científica alega que Kinsey incluía a los clímaxs alcanzados gracias a la estimulación del clítoris.
Para este mítico investigador del sexo, el clítoris es el producto de una adaptación evolutiva seleccionada para crear excitación, que a su vez conduce a la relación sexual y a la reproducción. Sin embargo, discute Lloyd, si el orgasmo no tiene relación con la reproducción, "no se puede considerar que sea una adaptación de la evolución".
No todos están de acuerdo con su tesis. Para John Alcock, profesor de Biología de la Universidad Estatal de Arizona, el hecho de que la mujer no alcance un orgasmo cada vez que tiene una relación no es evidencia suficiente para afirmar que no es un adaptación de la evolución. Desde su punto de vista es posible que la mujer use el orgasmo como "una forma inconsciente de evaluar la calidad del hombre", su buen estado genético y, que tan adecuado sería como padre de sus hijos. "Bajo estas circunstancias no se puede esperar tener un orgasmo cada vez que haya una relación sexual", dijo Alock.
TEORIAS. Entre las teorías que la doctora Lloyd incluye en su libro, está una propuesta en 1993 por Robin Baker y Mark A. Bellis, de la Universidad de Manchester, en Inglaterra. Ambos publicaron un trabajo en el que argumentan que el orgasmo femenino es una forma de lograr la retención del esperma, a través de una succión que se produce en el útero. Cuando una mujer tiene un orgasmo en un período que va desde un minuto antes de que el hombre eyacule hasta 45 después, logra retener más esperma. De esta forma, tiene más posibilidad de quedar embarazada, el supremo fin evolutivo.
Para Lloyd, la tesis de Baker y Bellis tiene graves fallas porque la muestra de mujeres en que se basó "es muy pequeña". Además, cita las investigaciones realizadas por Ludwig Wildt y sus colegas en la Universidad de Erlangen-Nuremberg en Alemania, en 1998, las que confirmaron que en el útero de una mujer saludable se registran contracciones a lo largo del día, aún cuando no se sostengan relaciones sexuales o se experimente un orgasmo.
Otra hipótesis, propuesta en 1995 por Randy Thornhill, un profesor de Biología de la Universidad de Nuevo México, sostiene que las mujeres tienen más chances de alcanzar el orgasmo en relaciones sexuales con hombres con características físicas simétricas. Basándose en estudios previos sobre la atracción física, Thornhill argumentó que la simetría podía ser un indicador de idoneidad genética.
LOS MONOS. La investigadora también critica el trabajo realizado por Sarah Blaffer Hrdy, una profesora emérita de antropología de la Universidad de California, Davis, que estudia el comportamiento de los primates y las estrategias reproductivas femeninas. Los científicos han documentado la ocurrencia de orgasmos en algunas especies de primates femeninas, aunque no se sabe si lo mismo sucede en otros mamíferos.
En el libro La mujer que nunca evolucionó, publicado en 1981, Hrdy sostiene que el orgasmo evolucionó en los primates no humanos como un mecanismo para que la hembra protegiera a su descendencia de la depredación de los machos. Los monos langur, por ejemplo, tienen una alta tasa de mortalidad infantil, ya que el 30% de las crías se mueren como consecuencia del ataque de machos que no son sus padres. Sin embargo, se descubrió que los machos de esta especie no matan a las crías de las hembras con las que se aparearon.
En el caso de los macacos y los chimpancés, las hembras se estimulan el clítoris para así seguir copulando con múltiples parejas hasta alcanzar un orgasmo. De esta manera los machos no saben cuáles de sus bebés monos son suyos y por lo tanto no los atacan.
Lloyd cree que si se les dice a las mujeres que es "natural" tener orgasmos cada vez que se mantienen relaciones sexuales, y que éstos las ayudan a quedar embarazadas, podrían llegar a sentirse inadecuadas, inferiores o anormales cuando no lo logren. "Contar correctamente la historia de la evolución tiene potenciales consecuencias de importancia, tanto sociales como personales para las mujeres. E, indirectamente, para los hombres también".
Genes culpables
La habilidad de una mujer de alcanzar un orgasmo estaría determinada –en parte– por sus genes, de acuerdo a un nuevo estudio británico que asegura que las dificultades para alcanzar el clímaxz no pueden ser atribuidas únicamente a influencias culturales.
Los resultados fueron publicados este mes en Biology Letters; según explican los investigadores, sin embargo, el hecho de que haya una influencia genética no implica que las mujeres que heredan una combinación desafortunada de genes no puedan lograr orgasmos. Sólo quiere decir que requieren para ello más esfuerzo y más paciencia.
Los investigadores llegaron a la conclusión de que entre un 34% y un 45% de la variación en la habilidad para llegar al orgasmo tiene una explicación genética. Para el director de la investigación, el doctor Tim Spector, la variación genética puede influir en aspectos físicos como la ubicación del llamado Punto G (punto de placer) o psicológicos, como la excitación. La NaciOn
VERDADEROS Y FINGIDOS
Las secciones del cerebro que controlan el miedo y la ansiedad se bloquean cuando una mujer experimenta un orgasmo. Según un nuevo estudio, cuando una mujer está llegando al clímax se desactiva casi por completo otra zona del cerebro que domina el control emocional. Nada de esto sucede si la mujer finge el orgasmo, subrayaron los investigadores holandeses.
Para la investigación, el equipo de la Universidad de Groningen usó a 11 hombres y 13 mujeres con sus respectivas parejas. Ellos se acostaban en una cama electrónica y recibían una dosis de tintura para mostrar los cambios de las funciones del cerebro. Cuando la mujer finge el clímax, la corteza —parte del cerebro que domina las acciones del consciente— se iluminaba. No lo hacía durante el orgasmo genuino. Además, se comprobó que en el clímax se producía una gran desactivación del cerebro, algo que no sucedía si era fingido. AP