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INFORME

La historia de cinco murgas de la diáspora que permiten a los uruguayos sentirse más cerca de sus raíces

Se trata de agrupaciones creadas por compatriotas en Europa, Norteamérica y Australia. Unas son más veteranas, otras más novatas, pero todas hacen posible que la marcha camión replique sus ecos de Momo por el mundo.

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Murga La Bacana es oriunda de Australia y viajó este 2023 a participar del Desfile Inaugural del Carnaval y hacer tablados.
Murga La Bacana es oriunda de Australia y viajó este 2023 a participar del Desfile Inaugural del Carnaval y hacer tablados.
Foto: Víctor J. Vidal

Por Mariel Varela

Murga sos mi sueño de noche y de día. Y mis ganas de volar. Recordando un tiempo que pasó. Y hoy estando lejos canto igual, intentando ser embajadores de mi patria hermosa y sin igual”: estas cuartetas impregnadas de nostalgia son parte del último saludo de la murga Siempre Celeste, y salieron de la pluma de José Luis Mezzetta y Guillermo Travieso, con aportes de Pablo Porciúncula a distancia.

Son versos que brotan del amor incondicional a Uruguay, de tener el corazón arraigado en el paisito, aunque sus creadores se hayan ido a España cuando eran adolescentes por decisión de sus padres, no propia, y haga casi 20 años que están físicamente lejos de casa. Es que las costumbres, la patria y la tierra tiran. Tiran tanto que José partió enloquecido por el carnaval y aumentó su fanatismo estando en Europa: en febrero se levanta a las seis de la mañana para poder escuchar las actuaciones en el Teatro de Verano antes de ir a trabajar. Y contagió esa pasión desenfrenada a su primo Guillermo, que se descubrió enamorado de la murga a casi 10.000 km de distancia.

Con ese berretín de mantener vivo el género, y a la vez hacer reunión y comunidad entre compatriotas, cuatro años atrás fundaron Siempre Celeste, una de las seis murgas desperdigadas por España, más precisamente en Puerto de Sagunto, un pueblo de 70.000 habitantes al norte de Valencia. El nombre, dicen, apareció durante una lluvia de ideas y fue con el que más se sintieron representados. “Nos vinimos con 15 y 16 años, fue una decisión familiar ligada a la crisis. Éramos chicos y Uruguay siempre está en el corazón. Por más lejos que estés siempre vas a ser celeste”, asegura Guillermo en diálogo con Revista Domingo vía Zoom.

Para ellos y otros tantos uruguayos no es tan simple hacer realidad lo que canta No Te Va Gustar -‘volvé a tu casa cuando quieras’- y aunque el ideal sería tomarse un avión a Uruguay cada febrero para reencontrarse con familiares y amigos, y recorrer tablados, solo han podido hacerlo una vez en casi dos décadas. Guillermo retornó a Uruguay en 2014, pasó dos meses y le sacó jugó a la estadía. José volvió en 2018 gracias a una invitación que Tirando La Bohemia, murga de Madrid que integraba junto a sus dos hermanos y su padre, recibió de DAECPU para hacer tablados y actuar en el Teatro de Verano. La experiencia, dice, fue sublime. “Tengo pendiente ir en 2024, si cuadra el trabajo y la guita porque son los 100 años de Saltimbanquis y quiero estar”, adelanta José.

Siempre Celeste, la murga de Valencia, previo a una actuación en Gandia.
Siempre Celeste, la murga de Valencia, previo a una actuación en Gandia.

Siempre Celeste nació en una reunión cuyo fin era ver un partido de Uruguay por Copa América, entre tambores, asado, cantarolas y charlas carnavaleras. Y se valió de grupos de uruguayos en España armados en Facebook para tejer redes y terminar de conformarse. Cantar murga es apenas una excusa para sus 12 componentes. El lema siempre fue integrar, arropar y unirse entre uruguayos, más allá del gusto por la murga, así que muchos se arriman a charlar, tomar mates y compartir. “Acercar gente a la murga también ha supuesto echarle una mano a algún recién llegado que necesitaba contención. No te olvides que no te estás solo yendo a otro país, estás cambiando de cultura (aunque los españoles sean parecidos) y te falta la diaria, tu gente, tus costumbres”, comenta Guillermo.

Siempre Celeste hoy está frenada en materia de encuentros y ensayos (un par se mudaron de ciudad por trabajo, una compañera tuvo un quebranto de salud y otros tienen horarios complicados), aunque nunca cesa la creación, y mucho menos la manija.

Ni siquiera en pandemia pararon de crear, pero ninguno es músico profesional y eso enlentece la dinámica. El fuerte de esta murga son las puntas (saludo y retirada) porque les permite sacar a relucir la emoción: “Podemos hablar con propiedad de la distancia, los recuerdos, la niñez”, enumera José. En el medio, en cambio, eligen abordar temas internacionales para que lo pueda entender todo el que se acerque a los festivales, ya que varios componentes invitan a su familia y amigos españoles.

“Le puedo dar palo a Trump, Bolsonaro, Putin y hacerte reír o calentar con eso que mundialmente se conoce; no puedo hablarte de las uñas del Pepe (Mujica) o de que le falta una pata a su perra, porque me van a entender cuatro”, explica José.

La Bohemia en el Carnaval de Cádiz

"Este año vinimos más a decir que a competir"

Tirando la Bohemia se presentó con el espectáculo Los Torneros.
Tirando la Bohemia se presentó con el espectáculo Los Torneros.
Foto: Manuel Fernández (Prensa Cádiz)

Apenas Nicolás Assandri se afincó en suelo español, se movió y buscó gente para armar una murga. Los primeros intentos fueron fallidos: no conseguía dar con grupos que tuvieran las mismas prioridades y amor por el género que él. Tejió redes y, con paciencia, logró su cometido. Así, en 2014, fundó Tirando La Bohemia. Esta murga integrada por ocho uruguayos, tres argentinos, dos españoles y un chileno se presentó el jueves 2 de febrero por segunda vez al preliminar del Carnaval de Cádiz en el Gran Teatro Falla. Y aunque no pasaron a la siguiente etapa, cumplieron su misión: “Este año vinimos más a decir que a competir”, asegura Nicolás a Domingo. Hacía un año y medio que tenía en mente la idea del espectáculo Los Torneros e implicó un gran esfuerzo, ya que supone 25 minutos con música, letras, escenografía y vestuario inédito: “Es como hacer un disco de una banda”, compara.

Según él, lo más difícil de fusionar la esencia de la murga uruguaya a la fiesta gaditana está en la parte del medio: “Cantar el pasodoble tiene un arte y una forma de interpretar, y es un ritmo que no sentimos en las venas. Es lo que más cuesta porque es lo que a nosotros la bajada de murga: tiene que explotar”.

En un momento de la presentación se oyó ‘viva Uruguay’ y no fue casual. Nicolás asegura que Cádiz es el único sitio de España donde no te preguntan si sos argentino. “Es impresionante lo que nos aprecian por la herencia de las murgas y el carnaval. Yo me siento mucho más orgulloso de representar a la murga (que a Uruguay) porque es lo que llevo desde niño”, afirma.

Él es director, fundador y “esclavo” de La Bohemia. Y la define como “un oasis en toda la locura del día. Es entrar ahí y tener una base que no pertenece ni a Madrid, ni a España, ni a nada. Es un mundo de carnaval y un alivio”.

Canguros charrúas

La Bacana, murga creada el 17 de noviembre de 1977 en el oeste de Sidney por un grupo de uruguayos a los que les gustaba entonar clásicos de carnaval en la sobremesa del asado, solía inspirarse en situaciones y personajes típicos de la comunidad charrúa en Australia. Ernesto Albistur, uno de sus fundadores, recuerda un cuplé creado 30 años atrás dedicado a un doctor rumano que entregaba certificados médicos a los uruguayos: “Él siempre te decía, ‘tome una pastillita roja y una azul’, no se sabía para qué era, pero te mandaba siempre esas dos”, repasa en diálogo con Domingo.

La del 80 fue una década dorada para La Bacana con una seguidilla de figuras de renombre del carnaval uruguayo. En 1981 se dieron el lujo de compartir escenario con el cupletero ‘Coco’ D’Andraya; a los dos años tuvieron la dicha de que los dirigiera José Alanís -más conocido como ‘Pepe’ Veneno-. Y de pasó afinó el coro. En 1984 recibieron a José ‘Gato’ Morgade a sus filas. Se quedó tres temporadas y su etapa como director coincidió con un hito sucedido en 1986: La Bacana se convirtió en la primera murga del exterior en competir en el Teatro de Verano.

“Para nosotros fue una experiencia notable, logramos un séptimo premio entre 48 murgas que compitieron ese año. Me acuerdo que el Teatro de Verano estaba cubierto de gente que conocía a la murga (viajamos con 150 personas de Australia) y la alegría que experimentamos fue impagable, indescriptible. La alegría de poder estar acá, cantar, y brindar al pueblo uruguayo lo que sentimos”, rememora Ernesto.

Ese 1986 no volvieron a Australia con las manos vacías: se llevaron una mención especial a la presentación, que le cantaba a los tablados de Montevideo, y un destaque a uno de sus cupleteros.

Repitieron la experiencia en 2006, y aunque no pudieron concursar -para entonces existía la Prueba de Admisión y ellos no habían podido darla-, disfrutaron del contacto con la gente en los escenarios barriales.

Este 2023 DAECPU los volvió a habilitar para que el pasado 19 de enero pudieran decir presente en elDesfile Inaugural del Carnaval. También contaron con el apoyo del Ministerio de Educación y Cultura, el Ministerio de Relaciones Exteriores, y fueron recibidos por la intendenta Carolina Cosse.

Conformaron su sede en el Club Oriental, ya que se quedan durante todo febrero a hacer tablados. Mañana 13 de febrero les toca la cita más importante: actúan en el Teatro de Verano a las 20:30 como invitados, fuera de concurso, en la etapa que completan La Compañía (revista), Curtidores de Hongos (murga) y Zíngaros (parodistas).

“El desfile fue algo impresionante. Nos esperaban de pie, nos aplaudían y nos decían, 'canten, australianos’, ‘canten, canguros'. Cada diez metros llamábamos a formar el coro, cantar y sacar fotos. Fue muy grande y emotiva la alegría del desfile”, comenta.

-¿Qué significa La Bacana en tu vida?
-Es parte de mi vida, porque me acompaña desde siempre. La murga cumple 45 años y yo siempre estuve, desde mis 27 años. He vivido muchas alegrías y a veces de las otras, pero me encanta. Siempre tratando de hacer murga, de cantar, en permanente contacto con Uruguay. Pero pienso que esta será la última vez que la murga venga a Uruguay por razones de organización y precios en los pasajes que han aumentado un disparate: nos cuesta más de tres mil dólares a cada uno. Nosotros nos autofinanciamos pasaje y estadía, y se nos hace muy difícil.

Amor profundo

El equipo completo de Traficantes de Febrero, murga de uruguayos en New Jersey.
El equipo completo de Traficantes de Febrero, murga de uruguayos en New Jersey.

Es sábado, el reloj marca las 21:00 horas para Nueva Jersey y las 23:00 para Montevideo, y hay seis señores uruguayos amontonados alrededor de un celular, ansiosos por contar a Revista Domingo el origen e historia de Traficantes de Febrero, una murga nacida en 2008 con el sueño de llevar una pizca de nuestra tradición al Norte, y así compartir anécdotas carnavaleras de antaño, reírse hasta aburrirse y extrañar un poco menos.

La reunión sucede en el domicilio de Daniel ‘Pampa’ Ferreira, que acondicionó el garaje de su casa para que esta murga ensaye y sobre todo tenga su sede, un lugar donde organizar encuentros, asados y cantarolas hasta la madrugada, a pesar de las temperaturas bajo cero y el cansancio que acarrean después de jornadas laborales eternas.

Raúl Soca vivió 42 de sus 65 años en Estados Unidos, es murguero de ley y está convencido de que no hay un solo inmigrante en la historia de la humanidad que no se haya llevado lo que pudo de sus raíces al lugar donde le tocó instalarse. “En aquella época en que solo había casetes, mi murga (La Reina de La Teja) iba al Teatro de Verano y yo llamaba por teléfono desde Nueva Jersey al club Arbolito. Lo que hicimos fue traernos ese amor por las cosas nuestras, y a raíz de eso empezamos a juntarnos a cantar murga”, comenta.

Y apunta: “No somos profesionales, de ninguna manera, pero le ponemos lo mejor de nosotros y todos los uruguayos se enganchan. Hemos visto gente que llora y se emociona”.

Los han contratado para cumpleaños y casamientos. Y si bien tienen algún tema propio compuesto por su director ‘Quique’ Moreira, los Traficantes de Febrero no paran de cantar clásicos murgueros, porque es lo que la gente quiere oír.

“Los primeros años se hizo un repertorio propio con presentación, popurrí, cuplés y retirada, pero lleva su tiempo. Y, además, no se logra conseguir que el grupo tenga consistencia y continuación, entonces a veces lo más fácil es hacer canciones conocidas”, se sincera el Pampa.

Daniel Ferreira es uno de los más nuevitos en este staff de 12 murguistas y se dio el lujo de participar dos veces con ellos en el Desfile de la Hispanidad, celebrado cada 12 de octubre en la Quinta Avenida de Nueva York. El primer año recorrieron la afamada calle en una carroza que consiguió el consulado uruguayo, y al siguiente lo hicieron a pie.

“Desde chiquito me gustó la murga. Estuve mucho tiempo en este país que no me acostumbraba y Traficantes de Febrero me ayudó mucho. Salí ese año en la Quinta Avenida sin saber la letra, parecía un mimo, solo movía los labios, los que cantaban eran ellos, pero mi felicidad era como la de un niño de 10 años”, relata Daniel con los ojos vidriosos y la voz entrecortada.

Raúl comparte ese sentir y parecer. Vive cada encuentro de la murga como una sesión de terapia, aunque no se lo plantee, ni le dé vueltas, pero es consciente de que la necesita para sobrellevar la rutina agotadora y el estar lejos de su tierra.

“Te puedo asegurar que el rato que nos reunimos a ensayar o preparar un espectáculo es un trabajo psicológico, porque en ese momento nos olvidamos de todos los problemas de la semana y los cansancios. Nos levantamos a las cinco de la mañana para ir a trabajar, nos juntamos a las nueve de la noche y son las once y estamos cantando, comiendo, tomando un vino y es un momento que te ayuda a poder llevar la vida de acá”, concluye Raúl.

Ya lo cantaba la Milonga Nacional en su clásica retirada de 1968 y no le erraba:
“Murga es el imán fraterno/Que al pueblo atrae y lo hechiza/Murga es la eterna sonrisa/ En los labios de un Pierrot/Quijotesca bufonada que se aplaude con cariño/ Es la sonrisa de un niño que hace ofrenda su canción”.

Embajadores comprometidos

La Bacana es sinónimo de solidaridad desde el origen. En la década del 80, la murga hacía diversas presentaciones en Australia y todo lo recaudado se enviaba a Uruguay para ayudar a familiares de presos políticos. En los 90 la ayuda se oficializó e incrementó esa colaboración a partir de la creación de ‘Uruguayos Unidos’. Dicha institución, que también englobaba a otros grupos de compatriotas, facilitaba la ejecución de un mega evento cada 25 de agosto que reunía a más de 10.000 personas, y con el dinero recaudado enviaban dos contenedores con insumos necesarios para los hospitales uruguayos. En las tres ocasiones que la murga visitó Uruguay trajo valijas y contenedores con indumentaria para colaborar. “En 1986 trajimos 5000 kilos de ropa en un contenedor, por desgracia hubo una inundación muy grande los primeros meses del año y esa ropa fue muy útil para ayudar, sobre todo, a gente del interior”, cuenta Ernesto Albistur a Domingo.

La garra charrúa hecha voz

Algunos de los componentes que pasaron por La Fulera, murga de Toronto, en sus 47 años de vida.
Algunos de los componentes que pasaron por La Fulera, murga de Toronto, en sus 47 años de vida.

De niño, Eduardo Martínez se portaba bien todo el día con tal de que lo llevaran al Club Tabaré a ver carnaval, y aunque no se le pasaba por cabeza que se subiría a un escenario con la cara pintada, y mucho menos que acabaría dirigiendo una murga, el sueño inconsciente se hizo realidad a miles de kilómetros de Montevideo. Llegó a Toronto (Canadá) en 1975, con 16 años, y un año después se transformó en el benjamín de La Fulera, una murga que surgió por la necesidad de reunirse entre coterráneos para sentirse un poquito más cerca de Uruguay. Ninguno de los 17 fundadores había salido nunca en carnaval. Faltaba experiencia y sobraban ganas. “Los primeros años era mucha garra y era el que ladraba más fuerte”, confiesa Eduardo a Revista Domingo desde Canadá.

Por entonces, el Club Uruguay existía como tal pero no tenía lugar físico así que los primeros ensayos fueron en el taller mecánico de otro uruguayo, el “Pato” Olivera. Los febreros en Toronto son crueles: las mínimas superan los -30 grados, pero ellos igual prendían el fuego. “Algunos trabajábamos en un matadero, traíamos carne, chinchulines y hacíamos asado en la nieve”, dice. El debut de La Fulana fue a lo grande: cantaron clásicos murgueros ante 5.000 personas en un festival latino. “Los dos salones estaban llenos de uruguayos y fue muy emotivo. La gente lloraba. Nunca nos había salido tan lindo como esa vez”, rememora. Habla y se le entrecorta la voz mientras repasa las mil anécdotas que atesora.

La Fulera se perfeccionó tanto que llegaron a dirigirla figuras del carnaval uruguayo: Armando Guerrero, Alberto Gallo, Martín Angiolini, Rafa Antognazza. En tiempos en que el Club Uruguay tuvo sede, se armaba un tablado en el estacionamiento y actuaban ellos, una comparsa, parodistas Los Monkis y una murga de jóvenes. La Fulera se desarmó en 2019, pero Eduardo se había retirado antes: prefirió dejar el lugar a los más jóvenes. Intuye que en esa desaparición influyó que el club perdió la esencia de antaño. “Era el lugar donde reunirse, ver partidos y hoy ves unMundial desde el celular”, dice. Y se lamenta porque está seguro de que el motivo por el que nunca dejó de ser uruguayo fue ese club: “El día que llegué a Canadá pisé el Club Uruguay y nunca más me fui, hasta hoy, aunque no tengamos sede, soy de ahí. Ahí crecieron mis hijos y los hijos de mis amigos”, afirma.

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