DE PORTADA
Un recorrido subjetivo por obras fundamentales de la historia artística nacional a través de cuatro expertos.
La idea original de este informe era lograr toparnos con esa obra de arte uruguaya indispensable, la que todos alguna vez en nuestras vidas deberíamos haber visto y, si no lo hicimos, deberíamos ver. Cuando empezamos este recorrido, dimos por sentado que algunas obras se repetirían en la lista. Las deJuan Manuel Blanes, las de Torres García, las de Petrona Viera y así. Esos nombres que desde temprana edad conocemos los uruguayos.
Todavía recuerdo ser niña en Melo —siete u ocho años— y mirar detenidamente un libro que nos daba la escuela pública. Era de un color desgastado, entre grisáceo y verde, en su tapa la ilustración de niñas sin rostro que jugaban a Martín Pescador con vestidos de colores. Un día la maestra nos explicó que era una pintura de una mujer uruguaya que se llamaba Petrona Viera. Solo recuerdo eso, que ya estaba muerta, que era sorda, y algo vinculado con la palabra “plano”. Crecí sabiendo que en nuestro país había pintado una tal Petrona Viera y la reencontré una década después, viviendo en Montevideo, recorriendo el Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV). Estos momentos sirven para ilustrar los preconceptos con los que inicié esta búsqueda por el arte uruguayo.
A Juan Manuel Blanes y a Joaquín Torres García, no sé si algún niño o niña habrá salido de la escuela sin recorrer al menos algo de su obra. Las líneas y los rojos y los ocres y los negros y los puertos y los relojes de Torres. Los gauchos patrióticos de Blanes. Al Juramento de los treinta y tres orientales, a no ser que se viajara a Montevideo en alguna aventura escolar o liceal o en familia, se lo veía en papel.
Hay que ver cómo es el vínculo de los uruguayos con nuestros artistas. Hay que ver cómo se construye y por qué para un buen número no es ni fuerte ni estrecho. Pero ese será tema de análisis para otras páginas, porque aquí, en estas líneas y en las siguientes, lo que nos propusimos en Revista Domingo fue tratar de hacer el ejercicio de qué pasaría si quisiéramos acercarnos un poco más a nuestra historia del arte. Qué pasaría si, por ejemplo, un turista de otro país nos preguntara cuáles son aquellas obras que debería tratar de ver si visitara Uruguay.
La intención fue también —a título personal— alejarnos un poco de la noción elitista con la que a veces se percibe al arte, porque, después de todo, es una parte muy importante de nuestra memoria, identidad, idiosincrasia.
La selección —que se dividirá en 10 artistas muertos y cinco vivos— fue por cuenta de cuatro expertos. Dos artistas estudiosos y gestores como Jacqueline Lacasa y Fernando López Lage; Enrique Aguerre, también artista y director del MNAV, y Emma Sanguinetti, crítica y estudiosa.
Hubo un quinto experto al que quisimos recurrir, pero entendió que listas como estas no son justas. Y no. Esta lista no pretende alcanzar un grado de verdad absoluta, es simplemente un juego, una pequeña ventana que nos invita a empezar a mirar el arte uruguayo con otros ojos.
Lo curioso, quizá, es que se repitieron nombres, pero solo una obra fue mencionada dos veces. El orden de la lista estará regido por lo cronológico según autor.
Juramento de los Treinta y Tres orientales
“Creo que enlos ‘Treinta y Tres’ Juan Manuel Blanes(1830 - 1901) exhibe todos los ángulos de su inmenso talento. Es un cuadro que tiene todo lo que una obra de historia debe tener y además consigue algo increíble, porque aunque es evidente que el evento no sucedió como él lo pinta, no podemos imaginarlo ocurriendo de otra manera que como Blanes lo pintó. Y ese es un logro que pocos artistas consiguen. Además, de que desde el punto de vista plástico, tiene una composición perfecta, una luz sobrenatural y desprende toda la heroicidad del acontecimiento”, escribe Emma Sanguinetti sobre la obra que el pintor de la patria creó entre 1875 y 1878.
Otro cuadro elegido, en este caso por Enrique Aguerre, es Un episodio de la fiebre amarilla en Buenos Aires (c.1871). Quienes lo hayan visto (cuando reabran los museos podrán visitarlo en la Sala 2 del MNAV) recordarán ese realismo crudo con la mujer que yace en el piso de piedra, al bebé que agarra sus ropas, al hombre muerto en la penumbra, sobre la cama, a los que observan desde la puerta y detrás de esta el hecho trágico. Luz y oscuridad. Escribe Aguerre: “Gran registro documental que se transforma en obra maestra al hablar, ya no de la experiencia personal solamente, sino de un estar en el mundo y tomar posición al respecto. En este caso, a favor de la ciencia contra la ignorancia”.
Monumento Cósmico
Tanto Jacqueline Lacasa como Enrique Aguerre mencionaron a Joaquín Torres García (1874 - 1949) y eligieron, entre toda su creación, el Monumento Cósmico. Esa obra en granito rosado que se puede visitar en el jardín del Museo Nacional de Artes Visuales fue tallada por el artista en 1939, cuando, después de sus años por Estados Unidos y Europa, ya estaba radicado en Uruguay y emprendía la tarea de “refundar el arte americano sobre una base universalista y constructiva”, como detalla en uno de los textos del catálogo de la exposición Los maestros se visitan (2018). Para acercarse a ella, basta la frase de Aguerre: “Los signos devienen en símbolos y el universalismo constructivo de Torres García adquiere una dimensión metafísica”.
Retrato del Sr. Juan Carlos muñoz
“Uno de los mejores retratos del 900, el espíritu dandy en todo su esplendor”. El director del MNAV es contundente al argumentar por qué este retrato pintado por Carlos Federico Sáez (1878-1901) está en la lista. Una pintura que refleja la influencia del movimiento artístico italiano conocido como macchiaioli: la pincelada libre y rápida de la que emanaba una obra con aire desenfadado al retratar a su amigo Carlos Muñoz, figura recurrente en sus pinturas. “Muestra al modelo en una actitud displicente, con la mirada fija en el observador mientras exhibe su ‘mal de época’, extenuado, sensación que el pintor acentúa a través del vacío flotante de su alrededor. No hay piso ni techo, no hay entorno, y si existe, está conformado por las pinceladas propias del artista, de color neutro”, se lee en el sitio oficial del MNAV.
Las lunas de Cúneo, la serie
Dice Emma Sanguinetti que a las lunas de José Cúneo (1887-1977) habría que conocerlas todas. Que esas obras que el artista pintó desde los años 30 y por unas dos décadas conforman una serie sin igual.
“Es imprescindible conocer cualquiera de ellas, no importa cuál, porque la reflexión filosófica que hace Cúneo sobre el cielo nocturno y nuestra posición como seres humanos es de una profundidad insondable. La luna cambia, crece y decrece, nace y muere y vuelve a renacer y es ciclo de vida, por lo que esos cielos misteriosos repletos de nubes son reflejo de las grandes preguntas que todos nos hacemos sobre nuestra existencia. En las ‘lunas de Cúneo’ el misterio se apodera de nosotros y nos obliga a pensar en nuestra circunstancia vital”.
Los emigrantes
Rafael Barradas (1890 - 1929) fue un pintor autodidacta que se dejó permear por las vanguardias europeas. De él fueron mencionadas dos obras para conformar esta lista: Los Emigrantes (1912) y Zíngaras (1919). Sanguinetti describe a Los emigrantes así: “Es un cuadro innovador para su tiempo y conmovedor desde el punto de vista humano por el tema que trata. Barradas, que fue un pintor de una sensibilidad sin igual, fue capaz de trabajar con mínimos recursos técnicos, tan solo con líneas muy sintéticas y planos de color, y a pesar de ello consiguió expresar una dimensión sensible sin igual y allí, sobre la superficie, está toda la soledad, el frío y la vulnerabilidad de aquellos que llegaban a Uruguay a forjarse un futuro mejor”.
Para Aguerre, Zíngaras es una obra que funciona como una reformulación de corrientes como el cubismo y futurismo que devienen en ese otro movimiento que fundó el propio artista radicado en Barcelona, llamado el vibracionismo.
Composición
En 2020 el MNAV expuso Petrona Viera. El hacer insondable, marcando el comienzo o la síntesis del recorrido de la sala 4, sobre una pared azul, estaba esta obra en gran formato que Petrona (1895-1960) expuso por primera vez en 1927 bajo el título original de Retratos en el jardín. Sobre esta, compartió Sanguinetti su pensar personal. “Creo que este cuadro es imprescindible porque en él se sintetizan todas las pautas de la pintura planista uruguaya, que es una modalidad que nos distingue: planos amplios y sintéticos, un color brillante y vibrante, una composición equilibrada y sensible. Y además, Petrona consigue plasmar todo eso en un retrato, un género si se quiere ingrato pero que cubre de misterio y de fantasía, y uno no puede dejar de preguntarse por los mundos interiores de esas mujeres que quedaron atrapadas en el lienzo”.
Composición 17 de Julio
“Desarrolló su obra en busca de una abstracción, concreta y geométrica, que no refiriera a ningún factor externo a las reglas del arte. Música de las formas”, dice Aguerre sobre su elección de la obra de María Freire (1917-2015). Ella fue una de las pioneras del arte abstracto en Uruguay y cofundó el Grupo de Arte No Figurativo. La “libertad formal” de la que habla Nelson Di Maggio en su Diccionario crítico también se puede observar en esta pieza. Lo que importa en la obra de Freire que vemos (ir a página 2) es la forma pura y el color y lo que se expone es a imaginación de una artista que exploró sin límites.
Las veredas de la Patria Chica.
“Cada una de las obras de los y las artistas que elijo las vínculo con el sentido disruptivo y emancipador del arte, tanto en la nostalgia por la modernidad, como en lo multidimensional del arte contemporáneo”, dice Jacqueline Lacasa tras enumerar artistas que van desde maestros como Torres García a contemporáneos como Julia Castagno (ver aparte).
Bajo esa premisa, en su lista figura la serie Las veredas de la Patria Chica de Teresa Vila (1931-2009). Vila fue no solo una mano ilustre en dibujo y grabado, sino que también se convirtió en una de las primeras uruguayas en realizar happenings en este territorio. En la obra mencionada por Lacasa, la artista revisa la historia y la iconografía nacional de herencia artiguista.
La muerte gorda
Lacasa también elige la obra de Hugo Longa (1934-1990) La muerte gorda, en la que de manera “irreverente y provocadora”, el artista plasma esta figura femenina descrita por la crítica como “aterradora”, en colores que a pesar de las pinceladas violentas, pueden emanar un tono bastante lúdico. La calavera en mano de la figura principal es un símbolo que se repite en otras obras del autor.
También Fernando López Lage invoca al artista en su selección personal, pero en referencia a la obra Felino: “Una de las obras fundamentales de las últimas décadas. Un pintor que cambió la forma de ver el Uruguay y el mundo en la post dictadura militar. El color irrestricto y la acidez del humor de las pinturas lo colocan en uno de los lugares preferenciales del siglo XXI. Tuvo una gran influencia en una generación de pintores vinculados con su docencia y también de otros círculos fuera de su estudio”.
Traperas
En 2005 Lacy Duarte(1937-2015) presentó en la 51ª Bienal de Venecia la serie Las Traperas. En ella emana esa herencia rural propia de su arte, pero además un feminismo que desdobló en su obra para reflexionar sobre la vida de la mujer rural. Dice López Lage que no hay nadie como ella para describir su propia obra. Y aquí la cita que recomienda: “Mi trabajo también refiere a la situación de desamparo de la mujer en el campo, frente a situaciones de enfermedad, dolor, desamor; y a los recursos para vencerlas. Vencer-vencedura, de esto se trata: la fe, la magia, los hechizos como procedimientos de un psicoanálisis arcaico que alivia el vivir”.
También aparecen artistas sincrónicos a la época que vivimos
1. La casa de Mosteiro, de Ernesto Vila es un collage que Fernando López Lage describe así: “Lo precario atraviesa todo el cuerpo de la obra de Vila. La inestabilidad, lo frágil, la memoria afectiva parecen ser el vehículo que utiliza para hablar de nosotros como individuos y como sociedad. Todo está apenas sostenido, una encarnación de la memoria uruguaya, con mucha deuda externa e interna”.
2. Belleza compulsiva, la instalación que Margaret White expuso en el MNAV es traída a esta nota por Jacqueline Lacasa, su curadora. En su momento, Lacasa escribió: “Conjuga el rescate del objeto olvidado próximo a exterminarse y las cualidades del mismo transformadas en cuerpo estético”.
3. Semilla de Esperanza, de Pablo Atchugarry, dice Emma Sanguinetti, es una muestra de la sensibilidad que el artista logra darle a la piedra. “Los pliegues que se retuercen y se estiran en formas abstractas hacen que el mármol adquiera una flexibilidad única plena de luces y de sombras”.
4. Retrospective, la serie colaborativa de Alejandro Casarco y John Baldessari “cuestiona las narrativas concluyentes donde esas notas al pie se transforman en protagonistas de una historia singular”, dice López Lage.
5. La serie Poet Jane y la obra Cromosoma 23 de Julia Castagno aparecen recomendadas por López Lage y Lacasa respectivamente. “La emisión de dióxido de carbono hace visible el desequilibrio del medio ambiente. Se ve en los paisajes. El color de las pinturas es tóxico, como el plomo del agua, o el cielo contaminado”, escribe él.
Un sitio web y libros para seguir este recorrido
Muchas de estas obras no están siempre expuestas al público, la situación sanitaria actual tampoco permite un recorrido que vaya más allá de los espacios abiertos. Pero el acercamiento al arte uruguayo puede hacerse por otras vías. Está, por ejemplo, el Catálogo Digital de Artistas Visuales de Uruguay Arte Activo, al que se accede por el enlacewww.museos.gub.uy/arteactivo. “Este proyecto expone una mirada contemporánea hacia la vida y las obras de una selección de artistas uruguayos. Abarca un largo período de tiempo que transcurre entre 1830 y nuestros días”, se lee en la presentación. Organizadas de la A a la Z, es posible acceder a biografías breves pero esclarecedoras de los creadores uruguayos, además de visualizar algunas de las obras más reconocidas. Otro “paseo virtual” posible es recorrer la oferta visual que aparece en el acervo digitalizado del MNAV.
En cuanto a lecturas introductorias, Artes visuales en Uruguay: diccionario crítico de Nelson Di Maggio hace una interesante recorrida, también en orden alfabético, por vida y obra de artistas nacionales, así como de instituciones referentes. La palabra “crítico” no aparece en vano en el título, pues el autor no se centra en meros detalles biográficos y anecdóticos, sino que muestra sus observaciones. Este año Di Maggio publicará Siete décadas en la crítica de arte, dos tomos que recopilan textos de 70 años de trayectoria. Los libros de Historia de la Pintura en Uruguay de Gabriel Peluffo Linari son otros buenos para los primeros pasos.