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La felicidad está en el orden

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Marie Kondo

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Una serie de TV protagonizada por Marie Kondo reedita el éxito editorial que tuvo con su método para ordenar hogares. Un protocolo para organizar objetos, pero también para llegar al bienestar y la plenitud.

No hay que dejarse engañar por su apariencia. Marie Kondo es menuda y habla en un volumen bajito, probablemente para ser coherente con su estatura y su imagen de pequeña hada nipona. Pero esa diminuta mujer — mide 1.43— es capaz de transformar un hogar a punto de resquebrajarse bajo el peso del caos de ropa y objetos, en un oasis de pulcritud y esmero. Y todo en apenas cinco pasos.

El método —bautizado KonMari— consiste en ordenar todo de una manera específica y de acuerdo a cinco áreas temáticas: ropa, libros, papeles, “komono” (cocina, baño, garage) y, por último, objetos sentimentales. Pero como dice el título de su primer libro, publicado en 2011 y que lleva vendidos más de cuatro millones de ejemplares, no se trata de un mero procedimiento para ordenar la casa: La magia del orden, herramientas para ordenar tu casa y tu vida promete —además de hacer que el hogar se vea mucho más prolijo— también transformar la existencia de quienes lo apliquen.

El método de Kondo tiene un componente —como sabe quien haya visto algo de la serie, disponible en Netflix— que va más allá de lo práctico, y que abreva de una fuente mística. Kondo, por ejemplo, agradece a la casa -en una pose de recogimiento e introspección- por permitir que sus habitantes moren ahí. De manera similar, toca cada una de las prendas de ropa antes de decidir su destino final. Si la prensa en cuestión genera una “chispa de felicidad”, se queda. Si no, se va del ropero y del hogar. Porque uno de los actos que se repiten sin cesar en las intervenciones de Kondo es deshacerse de todo lo que no genere esa chispa de felicidad.

Tanto sus libros como la nueva serie han hecho de Kondo una exitosa gurú de la autoayuda. Hace unos días, se publicó un artículo en un suplemento de la revista New York que postulaba que los neoyorquinos llenaban los locales de la cadena The Container Store (que vende distintos objetos para organizar y ordenar otros objetos) porque habían visto la serie que Kondo protagoniza.

¿De dónde viene semejante éxito? Para el antropólogo e investigador estadounidense John Allen de la Universidad de California —y autor del libro Home: How Habitat Made Us Human (“El hogar: cómo el hábitat nos hizo humanos”, 2015)—, parte de la repercusión de Kondo se explica con la teoría de la evolución. Allen publicó un artículo en Aeon en cual analiza los libros de Kondo y entre otras cosas, sostiene que “Los hogares están tan íntimamente conectados a cómo la gente se ve a sí misma, que volver a organizar una casa es cambiar cómo uno vive. Los orígenes de esos sentimientos, profundamente arraigados, probablemente se hallen en el principio de nuestra historia (...) El viaje evolutivo hacia el hogar nos llevó de la costumbre de los simios de nunca dormir dos noches seguidas en el mismo lugar, hasta hacer de nuestro casa el centro de nuestras vidas”.

El arquitecto uruguayo Carlos Pantaleón, en tanto, presentó en 2015 un artículo académico en el cual analizaba la relación de una obra pictórica de Rembrandt (Filósofo en meditación) y ciertos atributos domésticos. Ahí, Pantaleón escribe entre otras cosas que hay “un par de conceptos estrechamente vinculados: ...el interior del ser y el espacio interior arquitectónico —la casa— en el que el ser habita. Al tomar como verdadera la sentencia de Heidegger Ser hombre significa habitar, se parte del supuesto de que uno y otro se conforman mutuamente mediante una interacción inevitable y permanente”. Y más adelante: “Las cosas inútiles, que debemos tirar y no tiramos, como las cosas preciosas que dejamos en depósito para nuestro bienestar —nuestro consumo o nuestra memoria— revelan todas decisiones interiores con relación a la sensación que tenemos de nuestra seguridad material y espiritual”.

Así, parece evidente que la forma en que ordenamos el hogar puede tener profundas implicancias para la autoestima, el estado de ánimo y la manera en la que nos relacionamos con otros.

Para Juan Elizalde, doctor en psicoterapia y docente universitario, el impulso a ordenar tiene componentes que influyen sobre la subjetividad, al mismo tiempo que esta lo hace sobre ese impulso. Él recuerda que uno de sus pacientes solía llegar al consultorio y antes de empezar la sesión propiamente dicha, sacaba todo lo que llevaba en el bolso, lo ponía en el piso y luego metía todo de nuevo de una forma más ordenada. “Estaba tratando”, dice Elizalde, “de ordenarse interiormente”. También le viene a la memoria un colega suyo, que iba a las casas de sus pacientes, para ver cómo vivían. “Obviamente, todo habla de uno: cada arreglo, cada adorno, el desorden o no que uno tenga en su hogar. Recuerdo una frase de Borges que decía que 'ordenar la biblioteca es una forma sencilla de hacer una crítica literaria'. Hay algo que tiene que ver con lo exterior, pero uno está priorizando intereses, y prioridades. Ciertos libros pueden ser importantes durante una etapa de la vida, y quedar relegados en otros períodos vitales. Sin embargo, no alcanza con ordenar afuera si eso no se reincorpora. Y hay que ser consciente de eso”.

Por su lado, el también psicólogo y escritor Jorge Bafico, enmarca el éxito de Kondo en uno de los signos que él identifica como de estos tiempos: la necesidad de referentes. “Así como están los gurúes emocionales que nos dan tips para ser felices, ahora surgen estos gurúes que imponen un férreo sistema de clasificación, orden y desprendimiento de algunos objetos en la propia casa. Es alguien que sabe decirnos cómo hacerlo. En este caso aparece el desprendimiento como sanación. No dejan de ser extremos los consejos que puede llegar a dar Kondo. Por ejemplo, elegir solo tres parientes con quien relacionarse para que nos insuma menos tiempo cronológico y libidinal. Optimizar el tiempo aparece como la variable que nos debería regir. No deja de ser una de las caras más oscuras y terribles del capitalismo”.

Otro consejo de Kondo que ha generado polémica es que dice que solo hay que tener 30 libros en una casa: los 30 más importantes. ¿Todos esos libros que ocupan lugar y que aún no han sido leídos? Fuera con ellos. Eso de guardarse uno para más adelante, o conservar otro para releerlo no entra en la cosmovisión de Kondo, cuyo método encapsula al mismo tiempo dos direcciones contradictorias. Una que apunta a la austeridad, a no acumular porque sí. Y otra que implica seguir aportando para la cada vez más grande montaña de desechos que los seres humanos construyen en el planeta.

Bafico afirma que “el desprendimiento de las cosas es diferente en cada uno de nosotros, a veces pueden llegar a grados patológicos como el Síndrome de Diógenes. En otros casos, el caos mínimo puede ser perturbador. No hay recetas generales. Lo que plantea Kondo no deja de ser algo que todos estamos de acuerdo, el tener orden en nuestra casa y en lo posible en nuestras vidas. Pero el ser humano, día a día, nos da muestras de que con solo buenas intenciones no siempre se puede”.

Teniendo en cuenta las salvedades que tanto Elizalde como Bafico realizan —y teniendo criterio propio y fundamentado en conocimiento— los libros o la serie de Kondo pueden servir para que los más desprolijos y desorganizados consigan, al menos momentáneamente, que el orden y la organización sean aliados y no adversarios.

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