Juegos que destruyen parejas

| Un grupo de psicólogos detectó las dinámicas más comunes que destruyen las parejas, como celos infundados, la familia de origen o el deseo de cambiar al otro.

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El País

EL MERCURIO | MAGDALENA ANDRADE

Diez años -de 1996 a 2006- de observación de cien parejas estables que habían llegado a terapia para solucionar sus conflictos fueron la materia prima de un grupo de terapeutas sistémicos que quisieron establecer cuáles eran las dinámicas que terminaban por destruir una relación de pareja.

Los elegidos -con entre uno y 30 años de convivencia, de edades entre los 22 y los 60 años, con una media de dos hijos- les mostraron el camino, revelando lo que los especialistas han bautizado "juegos de incomunicación": las triangulaciones de celos, la obsesión por querer cambiar al otro, querer siempre adivinar lo que piensa, compararlo con la familia de origen, depender excesivamente de él/ella e idealizar la etapa del enamoramiento fueron las dinámicas que más se repitieron. Y en todos ellos provocaban los mismos efectos: la autodestrucción de la pareja, la desvalorización mutua de sus miembros y la sensación de fracaso, envueltos por sentimientos de angustia, enojo y tensión.

"Todos estos son juegos nocivos en la relación de pareja. Parten con un gesto sencillo, que conlleva una acción a la que pueden atribuírseles malas interpretaciones. De ahí en adelante se da toda una coreografía comunicacional que incluso puede exceder el marco de la relación", explica el psicoterapeuta y doctor en psicología argentino Marcelo Rodríguez Ceberio, director de la Escuela Sistémica Argentina y vocero de los investigadores. Para él, la base de todos los conflictos está en la incomunicación.

Primer juego. La tentación de cambiar al otro. "No creí que fueras así" dice la mujer en medio de la terapia de pareja. Su marido le contesta: "¿Dónde estabas cuando me conociste?" El juego idealizar/recalificar forma parte del proceso de una relación de pareja, explica Rodríguez Ceberio. Pero cuando uno de sus miembros se entrampa en la necesidad de producir cambios en el otro, se cae en este juego de incomunicación. "Ocurre cuando uno se ha enamorado de otro que es un fantasma, que no es la pareja real, e intenta que ese otro se acomode. Es una trampa grande, porque impide que ambos se acepten a sí mismos", describe el terapeuta. "Lo importante es entender que la frase `algún día cambiará` nunca llega, y que nunca se ama al otro en su totalidad, sino ciertos valores y creencias que se adecuan a nuestro estilo de vida. La consumación de una pareja madura implica aceptar estas partes que amo e incorporarlas a la vida, y negociar aquellas partes en las que uno no puede pedir intento de cambio".

Segundo juego. Perdurar la oferta y demanda de la conquista. Una relación amorosa, explica Rodríguez Ceberio, se convierte en una relación de pareja sólo cuando ambos permiten establecer cuáles son los aspectos del otro que lo motivan, y cuáles son aquellos tópicos que no. Cuando una pareja no logra realizar ese ejercicio, se queda entrampada en el período en que ambos se sedujeron para estar juntos y donde sólo mostraron lo que el otro quería ver. "Después se cae a un mundo mucho más real, donde puedo ver todos los defectos del otro. Ahí surge la angustia y la separación", argumenta. A lo largo de la investigación, el equipo de terapeutas observó que estas proyecciones ideales no sólo se remiten al primer período de la relación, sino que pueden aparecer en cualquier momento en pequeños detalles. Por ejemplo, cuando uno de los miembros de la pareja espera una respuesta de su cónyuge y recibe otra. "A veces las reacciones a simple vista del que recibió lo que no quería escuchar parecen desmedidas, pero en realidad esconden desilusión. Y si existe desilusión es porque de alguna forma se construyó una ilusión del otro".

Tercer juego. "No somos dos, sino seis". Esto tiene que ver con la pareja y su relación con sus familias de origen. Rodríguez Ceberio lo llama así porque hay dos figuras reales, hombre y mujer, más dos figuras identificatorias: el padre y la madre de cada uno, "cuatro fantasmas que permanentemente intercambian en el aquí y el ahora". Las identificaciones que tengan con estas figuras marcarán su vínculo relacional. "Puede ser que inconscientemente busquen al padre o a la madre en su pareja, o bien que busquen a alguien que sea todo lo contrario. Esto afecta la fluidez de la relación, ya que siempre aparece la familia de origen como paradigma". Lo importante es que las parejas sepan transformar esas diferencias dadas por su sistema de valores y creencias en complementariedades.

Cuarto juego. "Acercarse y alejarse". Esta interacción se da en aquellas parejas en las que hombres y mujeres funcionan bajo una excesiva dependencia. "Sucede cuando uno se convierte en un frasco de suero, y el otro depende por completo de él. El que ofrece el apoyo comienza a asfixiarse y a tomar distancia, y cuando lo hace, el más desvalido se siente rechazado y comienza a atosigarlo, lo que genera una mayor distancia", grafica Rodríguez Ceberio. La dependencia es un juego que llena de disfuncionalidades la relación, porque el compañero se vuelve indispensable para la vida: se depende de él o ella para salir, para elegir, para decidir, para valorizarse, para tomar iniciativas, para conocer el propio estado de ánimo. Eso genera en el otro las ganas de huir. Ambos comportamientos, dice Rodríguez Ceberio, son expresiones que indican una falta de compromiso que necesita una relación de pareja.

Quinto juego. La dialéctica "del amo y el esclavo". Los juegos de poder son inherentes a todas las relaciones humanas. Pero el problema en la pareja se produce cuando se confunde competir con compartir, "y se ciernen en disputas que terminan en escaladas de agresión, con el riesgo de terminar colgados de una araña igual que en la película La guerra de los Roses". La díada compartir/competir fue una de las más observadas en las parejas analizadas. Y siempre hay una figura que se establece como vencedora, y otra como vencida, la que va generando rabia que, tarde o temprano, descargará en una forma de venganza. El vencedor se siente dominante. En su discurso dice frases como: "Es que siempre tengo que decirte todo", "Como siempre". Tampoco hay espacio para las críticas. Si uno le acota algo que le disgustó al otro, en vez de encontrar una respuesta reflexiva, encuentra el puntapié inicial de una pelea donde ninguno de los dos se escuchan, sino que se atacan.

Sexto juego. El juego de los supuestos. Los supuestos aparecen por la creencia de que al otro se lo conoce en profundidad. "Se da por sentado lo que quiere expresar mediante un gesto, palabra o actitud. Eso genera malas interpretaciones, y esas comunicaciones distorsionadas terminan en un conflicto que crece como bola de nieve". Un gesto, una frase, una acción, puede ser el motor para llevar a cabo una interpretación. Pero esa interpretación no siempre es correcta. Lo más importante es que los miembros de la pareja logren comunicar especificando lo que trataron de transmitir. "Una simple pregunta acerca del supuesto (¿estás enojado/a?), o una pregunta abierta (¿qué te pasa?), puede aclarar cualquier error de interpretación y evitar futuros entuertos".

Triangulación de celos es el séptimo

Escena: la de una esposa celosa e insegura, que fantasea que su marido centra su mirada en su secretaria. No le pierde pisada y comienza a controlar obsesivamente los horarios. Quince minutos de retraso pueden ser el detonante de una catástrofe amorosa. "La situación se repite, y él se siente tan oprimido que comienza a buscar momentos de oxigenación. Se demora en el trabajo. Se toma una cerveza con amigos. Todo ese tiempo fuera de su casa es caldo de proliferación de fantasías por parte de su mujer que está segura de que su marido la engaña. Ella se ha transformado en una bruja hostil que lo desvaloriza y lo hace sentir como tonto", ejemplifica Marcelo Rodríguez Ceberio.

Ese juego es, quizás, el más peligroso: el de las triangulaciones de celos. Entre las parejas estudiadas resultó ser el principal motivo de consulta, a pesar de que la causa por la que llegaban fuera otra. Y el objeto de celos puede ser un sujeto real o fantaseado, "porque no siempre existe, o bien puede ser un grupo de amigos, la televisión, el deporte", dice el experto.

El celoso se siente inseguro, tiene miedo de ser abandonado. En cambio, una persona con una autoestima saludable no piensa que su compañero/a pueda enamorarse de otro. El problema de la triangulación de celos, advierte el psicoterapeuta, es que las desvalorizaciones pueden terminar en un círculo vicioso. "Una mañana, el señor acusado llegará a su trabajo, y una compañera le dirá: hola, ¡que elegante estás hoy! A él se le iluminarán los ojos. ¡Alguien ha reparado en él sin descalificarlo! Ese hecho puede ser el comienzo de una infidelidad real que se originó de una fantasía".

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