Intimidad inglesa al desnudo

| Criticada por la prensa y devorada por el público, la autobiografía de Cherie Blair elude la gran política pero abunda en indiscreciones. Y es todo un éxito de ventas.

LA NACIÓN | JUANA LIBEDINSKY

Todos aquellos que pensaban que Tony Cuozzo -sí, el peluquero de Menem que viajaba en el avión presidencial- tenía demasiado poder harían bien en leer sobre André Suard. Según el matutino The Scotsman, es nada menos que el "sorprendente héroe" de la recientemente publicada biografía de Cherie Blair.

"El libro realmente toma vida cuando André aparece en escena", resaltaron los críticos literarios escoceses. Por ejemplo, rescatando a Cherie del mal gusto en la elección de su ropa, como cuando ella quería ir vestida de vaquera (sombrero y botas texanas incluidas) a una reunión del G-7, y Suard no la dejó.

Esas son algunas de las palabras menos hostiles que Speaking for myself (hablando por mí misma), la autografía de Cherie Blair, ha recibido en Gran Bretaña.

Otros medios de comunicación llegaron a ridiculizarla como una serie de "historias a lo Sex and the City" escritas por una "víbora vanidosa y superficial", a la que "no le queda vergüenza alguna".

Pero estas críticas no impidieron que la publicación se disparara al instante de salir a la venta al tope de la lista de best sellers. Blair lo aclara de entrada: "Este no es el libro para quienes quieren saber más sobre el ampliamente problemático conflicto de Kosovo", se ataja. No es "un libro de historia" y su memoria "no es infalible". Y añade: "Se trata, simplemente, del intento de una mujer por contar su vida".

No es de sorprender, entonces, que en él haya relativamente pocas páginas dedicadas a la política. Esa tarea quedará para cuando Tony Blair publique sus propias memorias de su paso por el N° 10 de Downing Street, y para el que se afirma que ya ha negociado un adelanto de entre cinco y ocho millones de libras, cifra bastante superior al millón y medio que recibió su mujer.

Por supuesto, en su libro Cherie ataca sistemáticamente a Gordon Brown, el actual primer ministro británico, que se desempeñó como secretario de la cartera de Economía durante la gestión de Blair y "en la cual se le dio un excesivo espacio", según ella sostiene. Pero no están allí los esperados dardos verdaderamente venenosos.

NARCISIMO. El libro es también hostil con la prensa ("¡No los vamos a extrañar!", no pudo resistirse Cherie a gritarles a los periodistas cuando dejaban la residencia oficial al terminar el mandato, frente a lo cual a Tony no le quedó más que encogerse de hombros) y tiene algunos comentarios ligeramente indiscretos sobre la familia real.

Pero es un texto que básicamente gira en círculos concéntricos sobre ella misma -incluso hay relativamente poco sobre Tony- hasta tal punto que describe en detalle su "equipamiento anticonceptivo" y cómo el pequeño Leo fue concebido durante una visita a la reina en una fría y húmeda noche en el castillo de Balmoral. (Con el sutil humor británico varios editorialistas coincidieron en explicar que Isabel II suele poner en las habitaciones poco confortables a los huéspedes que menos le gustan).

Por supuesto, los analistas políticos han encontrado una explicación plausible al llamativo narcisimo del libro. Según ellos, se trata, finalmente, de la oportunidad de Cherie de brillar por sí misma y no ser "la mujer de". Se trata de una historia que recuerda a la de los Clinton: cuando Cherie y Tony eran jóvenes militantes en el Partido Laborista, no estaba claro que él sería la figura descollante y ella la acompañante. Más bien, explican, hubo un pacto al estilo del de los Clinton respecto de que, quien fuese elegido a un puesto público primero, haría el intento de escalar en política mientras la otra mitad se ocuparía de hacer dinero como abogado.

Eran un dúo dinámico, ambos en carrera por un lugar en el Parlamento. Él lo logró, pero ella no fue elegida a pesar de ser, por su origen humilde, quien mejores posibilidades tenía de seducir al ala izquierda del laborismo. Su padre, el actor Tony Booth, que más tarde adquiriría cierta fama aunque nunca dejaría de ser alcohólico, abandonó a la madre de Cherie por otra mujer y se desentendió de sus hijas.

Cherie creció debiendo compartir la cama con su abuela en Liverpool mientras su madre vendía comida y ropa para mantenerlas en un ambiente muchas veces sórdido. El dinero siempre faltó, pero la "señorita sabelotodo" -como ella se llama a sí misma- fue una alumna destacada y consiguió ser aceptada en la prestigiosa London School of Economics y empezar a militar en el laborismo. A partir de entonces, confiesa, nunca dejó pasar ocasión para expresar su opinión sobre el tema que fuera, y cuanto más grande el auditorio, tanto mejor.

PERFIL BAJO. Cuando Tony Blair se convirtió en líder del partido, su esposa se encontró con que era un accesorio, una "no persona" a la que no se le permitía hablar en público. Luego su marido fue elegido, y Cherie resultó la primera mujer de primer ministro con una carrera propia de tiempo completo, y combinada con niños en edad escolar. Decir que entonces los funcionarios de Downing Street estaban aterrados de que se convirtiese en una Hillary Clinton es poco, y no sólo por una cuestión de respeto al tradicional papel que se espera de la mujer de un mandatario: después del sonado fracaso de Hillary en Estados Unidos al frente de la agenda presidencial en temas de salud, esos funcionarios le señalaron a Cherie que no debía soñar con tener ningún tipo de papel político. "Ni debería haberlo tenido -concede ella-. Bajo nuestro sistema, si uno quiere involucrarse en las políticas públicas, tiene que ser personalmente elegido".

Ese perfil más bajo de lo que le hubiera gustado, le fue forzado. Pero algunos sostienen que finalmente resultó una bendición para la carrera de su marido. Según ella misma confiesa, nunca fue una figura popular con el público británico, que no le perdonaba su agresividad, su estridente manera de vestir, sus asistentes personales new age, su falta de carisma y su abierta desesperación por el dinero, que la llevó a cobrar sumas exorbitantes por dar conferencias.

Cuando Tony Blair era premier, ella ganaba tres veces más que él; el libro, donde ella se explaya sobre su infancia de privaciones, sirve para entender por qué nunca se sintió segura financieramente, a pesar de lo que dijeran los números de su cuenta bancaria.

RELIGIÓN. Después de la reciente conversión de Tony al catolicismo, mucho se habló sobre la influencia de Cherie (autodefinida como "una buena chica católica", y que colgó un gran poster del Papa en su nueva residencia) en esa materia. Pero lo que se desprende del libro es una visión bastante pragmática de la religión, en particular en lo que se refiere al sexo (allí uno se entera, por ejemplo, de que su primera vez con Blair no sólo fue en la primera cita, sino a bordo del típico ómnibus londinense rojo de dos pisos; y que cuando lo conoció, ella barajaba tres novios a la vez, "aunque uno no cuenta verdaderamente porque estaba en Liverpool", según aclara). Finalmente, Tony le propuso matrimonio mientras ella estaba agachada, limpiando un inodoro.

Se viene la película

El libro se completa con abundantes fotos familiares, principalmente del pequeño Leo en brazos de Bill Clinton; divirtiéndose con Jacques Chirac o montando a caballito sobre Tony, que está en cuatro patas sobre la alfombra de la residencia oficial. Y por sus páginas pasa la princesa Diana, se comenta sobre Mónica Lewinsky y se aborda un amplio abanico de personajes públicos que marcaron las últimas décadas. A pesar de ser tildado de novela a lo Barbara Cartland (una especie de Corín Tellado), con descripciones de los amplios pectorales de Tony incluidos -"aún lo deseo terriblemente", confiesa en un párrafo-, el libro es absolutamente irresistible y, como muestran las ventas, imposible de dejar a medio leer. Prueba irrefutable, aseguran los medios británicos, de que los Blair siempre entendieron que la política moderna no es más que una extensión del show bussiness y, como pocos, lo supieron utilizar en beneficio propio.

Otro libro centrado en Blair también se ha convertido en éxito de ventas: The ghost (El fantasma), de Robert Harris, traza un perfil de los peores años del mandato de Blair, luego de embarcarse en la guerra en Irak. Harris era un antiguo amigo y colaborador del ex premier que fue removido al oponerse a la invasión. El éxito de "El fantasma" ha derivado en la realización de una película que contará con el ex James Bond, Pierce Brosnan, en el rol protagónico como Tony Blair. En rigor, el personaje tendrá el nombre de Adam Lang, pero las referencias al ex premier son clarísimas.

Dirigida por Roman Polanski, la cinta comienza a grabarse en septiembre en Alemania. La trama de no ficción gira sobre los avatares de un autor contratado para escribir la autobiografía del primer ministro y traza un retrato de Blair con su personalidad cargada de encanto y cinismo, a juicio de Harris.

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