Por la prof. Cristina Scheck
Desde las más conocidas hasta las más exóticas las frutas se prestan a innumerables preparaciones tanto saladas como dulces.
Papaya. Esta fruta colorida y sabrosa contiene mucha fibra además de otras propiedades. Con su rica pulpa podemos preparar desde un puré, un licuado, una macedonia hasta usarla en platos salados combinada en forma de ensalada con pollo, etc. Es ideal también para usarla como elemento decorativo.
Mango. Es una de las frutas más consumidas y difundidas en el mundo. Originario de la India se identifica con la cocina de ese país. Es tan común para los asiáticos como lo es la manzana para los europeos y la banana para los americanos. El color de su cáscara va del amarillo al rojizo pasando por el verde y el naranja. Su pulpa de amarillo naranja intenso es tierna y jugosa, haciéndose más fibrosa al llegar al carozo. Acompaña muy bien a la carne de conejo, pollo y los pescados, en coulis o sorbetes. Tiene un alto contenido en vitamina A.
Durazno. Deliciosos y muy agradables, por lo general saben tan bien como huelen, esta es quizás la razón por la que se han convertido en la segunda fruta más cultivada después de la manzana. Es una fruta baja en calorías y muy rica en vitamina C, también son ricos en potasio y vitaminas A y B.
Pomelo. Ideales para jugos o ensaladas. Los pomelos rosados son más dulces y menos ácidos que los blancos.
Melón. Es la fruta del verano ya que su gran cantidad de agua orgánica en forma de delicioso jugo, no sólo gratifica el paladar, sino que cumple con la tarea de hidratarnos y reponer el agua que se pierde con la sudoración. Mantiene la piel en buen estado, ayuda a prevenir infecciones y es ideal para dietas de bajas calorías, colesterol y ácido úrico. Se lo incluye tanto solo como combinado con otras frutas, acompañado con quesos blancos, en una entrada fresca presentado en gajos con bolitas de ricotta magra pasadas por ciboulette picada.
Ananá. La pulpa del ananá tiene un valor alimenticio muy importante, es diurética y depurativa, contiene una enzima, la bromelina que ayuda a digerir las proteínas. También es rica en azúcares, en vitaminas del grupo B, C y A, y en minerales como hierro y calcio.
Sandía. Pulpa roja y jugosa conocida como melón rojo o de agua. Ideal para jugos y ensaladas de fruta por la cantidad de líquido que aporta. Podemos preparar deliciosos sorbetes combinados con otras frutas.
Frutilla. La frutilla o fresa es una fruta muy perfumada. Ideal para preparar en gelatinas, licuados, tartas, mousses. El helado de frutilla es la vedette del verano por su aporte de frescura.
arándano, frambuesa. Estas frutas -y las moras-, ideales en dulces y compotas. Se lucen presentadas en salsas, gelatinas, tartas y mezcladas con postres lácteos descremados. Un yogur descremado se convierte en postre con estos aliados.
Higo. Exquisitos combinados con jamón magro. Solos con un chorrito de yogur o queso blanco o gotas de Kirsch resultan un excelente postre. Utilicémoslos como ingrediente exótico en salsas para carnes magras. Higos pasas rellenos con nuez, una delicia como confitura del café (darnos el gusto cada tanto).
Pera. Utilizada para preparaciones saladas o dulces. Se destaca en ensaladas combinada con apio, nuez, zanahoria, diferentes lechugas, endibias, etc. Puede prepararse en almíbar con salsa de chocolate.
La obesidad ya no es un problema estético sino un problema de salud, y como tal debe asumirse. El hambre, o la sensación de hambre, lleva, en muchos casos a un consumo excesivo de comida y a una acumulación de reservas que da origen a la obesidad. Aparte de la tendencia constitucional a la obesidad, son los hábitos de alimentación los que hacen aumentar de peso.
Todos aquellos que se propongan seriamente perder kilos deben seguir una serie de normas:
Conocer previamente su estado y las posibles causas de su obesidad. El médico deberá ser consultado para descartar las enfermedades más comunes que pueden llevar a un aumento de peso: diabetes, alteraciones endocrinológicas de la corteza suprarrenal o de la hipófisis, etc., y tomar las medidas oportunas.
Replantear su sistema de vida. Por lo general las situaciones de obesidad son consecuencia de efecto de "bola de nieve" en la que influyen los hábitos de alimentación y trabajo, la vida sedentaria y las tensiones acumuladas.
Comer de todo, aunque en menor cantidad. En el momento de plantearse un régimen debe tenerse siempre presente que el organismo no sólo funciona con los llamados principios inmediatos (proteínas, grasas e hidratos de carbono), sino que también necesita mínimas cantidades de sustancias -vitaminas y oligoelementos- cuyo aporte debe ser lo más natural posible. Se aconseja, por lo tanto, evitar los regímenes que eliminen grupos de alimentos. Lo ideal es comer de todo y ampliamente, reduciendo las cantidades. Para ello el mejor índice es el peso semanal que indicará, de una manera precisa, si las cantidades consumidas son adecuadas, inadecuadas o excesivas. A ese respecto, el organismo tiene límites de tolerancia y adaptación a la pérdida de peso que no es conveniente sobrepasar. Lo ideal es una pérdida de alrededor de 1 kilo por semana.
Beber bastante agua. Aparte de dilatar las paredes gástricas, hidrata los tejidos y ayuda a la desintoxicación forzando la función renal.
Aumentar la actividad física. La pérdida de peso será más adecuada si se complementa con un ejercicio suave diario, como el caminar que aumenta el gasto calórico y desarrolla la musculatura.
Dedicar un tiempo diario a la relajación física y mental. Si, a pesar de todo, persiste la necesidad compulsiva de comer, es conveniente reforzar el régimen de alimentación con técnicas de relajación que permitan superar la angustia subyacente, e incluso acudir a un profesional que indague el origen del problema.
pescado en salsa fría. Condimentar 1 kilo bifes de pescado con sal, pimienta y jugo de limón. Cocinarlos al horno, plancha, grill o microondas. Salsa. Mezclar 1/2 taza de queso blanco descremado, 1/2 taza de yogur descremado, 1 cucharada de mostaza, 1 cucharada cebolla rallada, 1 diente ajo picado, 1 cucharada perejil picado. Servir. Podemos utilizarla para pollo asado sin piel.
HELADO DE QUESO CON FRUTAS
INGREDIENTES. 2 cajas de queso Philadelphia, 1 vasito de yogur natural, 3 yemas, 6 cucharadas colmadas de azúcar, 2 cucharaditas de vainilla, 3 cucharadas de azúcar.
ELABORACIÓN. Batir con batidora el queso con el yogur las 3 yemas, 6 cucharadas de azúcar y la vainilla. Incorporarle las 3 claras batidas a nieve firme con 3 cucharadas de azúcar. Unir suavemente, colocar en cubeta y llevar al congelador. Servir luego con frutas frescas como lo muestra la imagen y sobre el helado ralladura de limón en hebras.
frutillas en salsa helada
INGREDIENTES. 1/2 kilo de frutillas, 1/2 kilo de helado de vainilla, 1 copita de licor de almendras, 100 gramos de virutas de chocolate (cortadas con cuchilla o pelador), 1/2 cucharadita de canela en polvo, 2 claras, 1 cucharada de azúcar impalpable.
ELABORACIÓN. Dejar que el helado se ablande. Lavar las frutillas, sacar cabitos y cortar a la mitad. Agregar al helado el licor y la canela y mezclar. Batir las claras a nieve y agregarlas a la mezcla de helado. Formar los platos colocando de fondo la crema helada, encima las frutillas, luego las virutas de chocolate y espolvorear con el azúcar impalpable, logrando un efecto nevado. Servir enseguida.
Salsa de frutillas
INGREDIENTES. 1/4 kilo de frutillas cortadas, 1/3 taza de azúcar impalpable, 1/3 taza de agua, 1 cucharada de jugo de limón.
ELABORACION. Colocar en una olla todos los ingredientes. Llevar al fuego y dejar cocinar durante unos minutos. Luego enfriar. Esta salsa es ideal para servir con el cheese cake o la Isla Flotante entre otras preparaciones. Variación: Lavar bien las frutillas, quitarles el cabito y licuarlas junto con el azúcar impalpable y gotas de jugo de limón. Esta salsa resulta muy rápida y es ideal para servir con helados, bavarois, terrines, etc.