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Las fobias que pueden despertar con el confinamiento

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Salir a espacios públicos o caminar entre multitudes es un suplicio para los agorafóbicos.
Gente usando tapabocas, o mascarillas, haciendo filas en la sucursal 19 de Junio del Banco Republica durante la emergencia sanitaria por pandemia de coronavirus Covid19, en Av. 18 de Julio y Minas, Montevideo, ND 20200413, foto Darwin Borrelli - Archivo El Pais
Darwin Borrelli/Archivo El Pais

Comportamiento

Un psicólogo clínico que asiste a pacientes en cuarentena advierte una agudización de estados de angustia y analiza cómo el distanciamiento social puede tener efectos nocivos

Se ha dicho hasta el cansancio que esta pandemia va a provocar cambios profundos en las sociedades que la padecen. Los efectos psicológicos pueden ser, del mismo modo, profundos y aún devastadores. Lo que parece cierto es que nuestras conductas van a experimentar un cambio.

En buena medida los mayores impactos provienen del confinamiento. El encierro voluntario u obligatorio, depende de los casos, podrá acentuar las fobias o incluso despertar algunas en quienes no las registraban en su vida cotidiana. Para quienes ya padecen algún tipo de desorden esta medida preventiva puede llegar a ocasionar estragos. Ello puso en alerta a los terapeutas que, durante el mes que se desató el estado de emergencia sanitaria, practicaron consultas en línea cada vez con mayor frecuencia. En la misma línea va servicio telefónico 0800-1920 que pretende operar como una primera red de contención.

Lo cierto es que el aislamiento total o parcial dejará su huella en todos, en mayor o menor medida, aún en quienes no sobrellevaran trastornos de algún tipo. De hecho algunas comunidades ya empiezan a experimentar reacciones, como es el caso de algunos grupos sociales en ciudades de Estados Unidos donde la pandemia ha causado miles de víctimas. Una mayor xenofobia, rechazo a los extraños a la comunidad y vigilancia moral entre los vecinos son algunas de esas reacciones.

Sobre estos temas Revista Domingo consultó al psicólogo Luis Gonçalvez Boggio, profesor adjunto del programa de psicoterapias del Instituto de Psicología Clínica de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República (Udelar).

Para el especialista no caben dudas, la situación actual es todo un desafío. “Esto es muy difícil para nosotros, como especie, porque somos seres sociales y nuestra sobrevivencia depende, ante todo, del grupo, de la posibilidad y de la necesidad de estar conectados socialmente”, señala.

AMPLIFICADOR. “Sabemos por investigaciones realizadas en catástrofes o en incidentes críticos y postraumáticos, que la cuarentena obligatoria amplifica y potencia los padecimientos psíquicos”, sostiene Gonçalvez Boggio.

En el caso de la pandemia de coronavirus, ello se agrava por el grado de incertidumbre existente en cuanto al comportamiento del virus y la falta de conocimiento del mismo entre los científicos. En buena medida, y precisamente debido a estas incertidumbres, la herramienta usada en todo el mundo para combatirlo es la del distanciamiento social.

“En estas cuarentenas no podemos ni interactuar con otros ni tener certezas, que son dos necesidades básicas. Estamos en un estado neurofisiológico muy extraño que a nuestro psiquismo no le gusta nada”, explica el psicólogo clínico.

Un experimento con universitarios de Columbia resultó por demás esclarecedor.
Un experimento con universitarios de Columbia resultó por demás esclarecedor.

En estas circunstancias, entender e interpretar las señales que el cuerpo nos envía se vuelve trascendente. “Gran parte de esa información que nos está transmitiendo en forma de sensaciones y emociones, tiene que ver con el elevado grado de incertidumbre que nos rodea. Nuestro sistema nervioso está en modo defensivo porque detecta peligro”, señala.

Saber escuchar, entonces, las señales que envía el cuerpo es esencial para mantener conductas adecuadas. El distanciamiento, la norma de mantener siempre un metro y medio con la persona que se tiene enfrente, son en realidad anomalías para las que no estamos preparados.

“Nuestros cuerpos necesitan de la conexión afectiva y del contacto social. Estamos 'programados' neurovegetativamente, en lo más profundo de nuestro ser, para conectar con otros. Nuestro psiquismo necesita del contacto de otro cuerpo”, señala Gonçalvez Boggio.

Entre los riesgos que conlleva el aislamiento el especialista señala la posibilidad de que se despierte una fobia al contacto con el otro, así como la agorafobia, el rechazo a espacios abiertos.

¿NOS VOLVEREMOS AGORAFÓBICOS? Es un riesgo cierto, opina el experto.

“La agorafobia puede darse con crisis de angustia recidivantes o sin historia de trastorno de angustia”, explica.

Precisamente, señala el experto, el efecto inmediato del encierro tiene que ver con el marcado incremento de los estados de angustia.

“Si pensamos a la agorafobia desde un sentido más amplio que las definiciones originales, todo indica que es de las fobias que más se pueden acrecentar, ya que puede abarcar a un conjunto de fobias relacionadas entre sí que pudieran estar solapadas”, señala.

Las claves para quienes cumplen hoy con la medida de cuarentena voluntaria pasan por el miedo al contagio, propio o de otros hacia uno, el temor a salir de casa por esa razón, el temor a los espacios públicos, a las multitudes, a viajar solo o acompañado en cualquier medio de transporte público, entre otros.

“Estos miedos, más o menos latentes, pueden generar conductas evitativas, que si no se abordan pueden derivar en ansiedad creciente y en la instalación de un síntoma o de un trastorno fóbico”, explica Gonçalvez Boggio.

La persona que experimenta agorafobia tiene la percepción, enteramente subjetiva, de que su integridad está en riesgo o que no podrá recibir ayuda a tiempo.

“El hecho de volver a trabajar o a estudiar luego del encierro, con la pandemia desparramándose aun con mayor o menor intensidad por el país, y al ser este un ‘enemigo invisible’, creo que va a derivar en un aumento de casos de ataques de pánico, con posterior desarrollo de agorafobia, como forma de estrategia defensiva”, indica el psicólogo.

EL COSTO PSÍQUICO. “El confinamiento total en un contexto de aislamiento afectivo es muy costoso desde el punto de vista psíquico. Los experimentos realizados con animales, prueban el enorme efecto fisiológico que tiene el encierro en su sistema nervioso autónomo. Se vuelven mucho más defensivos y reactivos”, asegura.

Gonçalvez Boggio indica que durante este período de confinamiento masivo ha recibido numerosas consultas. En varios pacientes observó una suerte de “reacondicionamiento del sistema nervioso autónomo”, que en ocasiones ha estado “asociado a traumas pasados”. La crisis los ha hecho “revivir” con nuevo potencial.

“Hay una historia singular que emerge en estos estados de crisis, derivada de situaciones traumáticas y asociada a un histórico de desamparo. Esa inseguridad que se reactiva, junto al confinamiento, le hace más difícil volver a confiar en otros. Y no podemos olvidar que nuestra sociedad funciona básicamente gracias a la confianza”, explica.

La ciencia ha estudiado los efectos del confinamiento en animales y por esa vía constató algunos cambios a nivel fisiológico. Un síntoma muy característico del encierro experimental es que los animales de prueba actúan más a la defensiva y son más reactivos.

“Nosotros como animales-humanos que somos, tenemos que tomar en cuenta, que el padecimiento o no de las medidas de aislamiento, tiene mucho que ver con las condiciones en las cuales transcurre el encierro. No es lo mismo el encierro en el medio de una separación que en una luna de miel”, señala.

El aislamiento puede conducir a la depresión y ello abonar ideas de suicidio. El experto recuerda que el país cuenta con una alta tasa de suicidios en la que este encierro puede llegar a incidir. Estar vigilantes a estos efectos puede ser vital. El psicólogo prefiere que pensemos más que en distanciamiento social, en un distanciamiento solidario para estar atentos al otro.

Los efectos del temor al contagio

El investigador Mark Schaller, de la Universidad de la Columbia Británica, hizo un experimento con sus estudiantes. El especialista primero preparó a los participantes para que se sintieran amenazados por una infección, pidiéndoles que describieran un momento en que habían estado enfermos anteriormente y luego les dio varias pruebas para medir su tendencia a conformarse, explica la nota de BBC Mundo que publicó el estudio.

En una de ellas, propuso a los estudiantes un cambio en el sistema de calificación en el que debían votar colocando un centavo en un frasco marcado con la leyenda "de acuerdo" o "en desacuerdo". Una mayor sensibilidad a la enfermedad llevó a los participantes a seguir a la mayoría y colocar su centavo en el frasco con la mayor cantidad de monedas. Fueron influenciados por la popularidad en lugar de ir contra la corriente con su propia opinión. El sistema inmunológico conductual funciona con una lógica de 'más vale prevenir que curar'". Cuando se les preguntó sobre el tipo de personas que les gustaban, los participantes preocupados por la enfermedad prefirieron a las personas "convencionales" o "tradicionales", y mostraron menos afinidad con las personas "creativas" o "artísticas

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