¿Se encuentra el famoso Jack el Destripador en Montevideo? ¿Vino antes al país? ¿Contrajo matrimonio en Sudamérica? Estas preguntas se las hacían los uruguayos, allá por 1892, en vista de algunas noticias que llegaban de Inglaterra. Pero las autoridades locales tenían una convicción aún mucho más poderosa: aseguraban que el famoso asesino serial había trabajado como doctor en Montevideo, granjeándose la simpatía de muchos de sus pacientes por su amable trato y sus evidentes conocimientos de la ciencia médica.
Distintos elementos contribuyeron a ensalzar a este asesino que se movía en las sombras. El principal de ellos fue el tratamiento sensacionalista que le dio la prensa a sus crímenes de 1888, con fotografías y detallados informes sobre sus mutilaciones, y la publicación de algunas de las misivas que recibió la Policía con la firma del supuesto asesino. En poco tiempo, Jack se transformó en una figura tan mediática como fantasmagórica. Pero nunca más se volvió a saber de él después de esa fecha. No hubo más cartas escritas con tinta roja, ni crímenes espeluznantes que llenaran las primeras planas. El depredador abandonó la escena del crimen y su expediente se archivó en 1892.
La prensa uruguaya.
Los asesinatos de este predador tuvieron lugar en la zona de Whitechapel, en 1888, en un período de tres meses en el que cinco mujeres fueron sacrificadas y mutiladas salvajemente. Una de las hipótesis más conocidas en torno al homicida sugiere que se trataba de un doctor, que tomó la vida de cinco prostitutas como un acto reivindicativo, ya que su hijo había muerto de sífilis. Aunque esa historia fue inventada por un periodista, la habilidad del asesino mostrada con el bisturí era notoria, lo que sustentaba la teoría. Luego de estos crímenes ocurridos en el Este londinense, se perdió su rastro, el que podemos retomar desde el próximo párrafo en el Río de la Plata.
Un artículo publicado el domingo 11 de diciembre de 1892 en el diario La Época de Montevideo indicaba lo siguiente: “La legación inglesa ha dado a la jefatura política de la capital la filiación del célebre Jack, el destripador, famoso por los crímenes cometidos en Whitechapel, con motivo de haberse comunicado desde Londres que este sombrío personaje abandonó la Inglaterra, hace algunas semanas, dirigiéndose, según parece, al Río de la Plata”. Y luego marcaba: “Se abrigan vehementes sospechas de que Jack se encuentre en esta capital”.
Amable y buen profesional.
Según el artículo reproducido tres días después por El Conciliador de Maldonado, Scotland Yard creía firmemente en 1892 que Jack el Destripador vivió en Montevideo durante algún tiempo, “hace tres años, aproximadamente”, ejerciendo la profesión de médico y granjeándose muchas simpatías, “tanto por su esmerada educación, como por los conocimientos que demostró en la ciencia médica”. Por su parte, la Policía uruguaya recordaba que en la época de referencia visitó esta capital “un personaje cuya filiación coincide con la de Jack”.
“Ese individuo, que había llegado aquí de procedencia ignorada, desapareció repentinamente, dando lugar a algunos comentarios entre las personas que habían estrechado relación con el desconocido”, señala el artículo. Incluso se afirmaba que el sospechoso había echado raíces en esta parte del mundo y que había vuelto a hacer de las suyas. En la misma nota de la policía inglesa se afirma que “Jack ha contraído enlace tres veces en América, asesinando luego a las tres mujeres, valiéndose del mismo sistema empleado en Whitechapel”.
“Si las sospechas de las autoridades londinenses llegan a confirmarse, y efectivamente Jack ha elegido como refugio a estos países del Plata, es bien posible que antes de mucho deje la huella de su paso, dando la razón a las autoridades inglesas”, concluye la crónica del periódico La Época de Montevideo.
Descartando sospechosos.
La convicción de la Scotland Yard respecto a que Jack se encontraba viajando hacia Montevideo en diciembre de 1892, permite establecer que ya se había descartado de la lista de sospechosos a los indagados que habían fallecido antes de esa fecha.
De esta manera, quedaría libre de culpa un abogado de 40 años que trabajó como profesor de una escuela privada a partir del 1881 y hasta fines de 1888, cuando fue despedido, de nombre Montague John Druitt. Entonces se lo acusó de tener problemas mentales y de estar relacionado a los crímenes de Whitechapel.
Otro de los que figuran en la lista de sospechosos, William Henry Bury, murió en 1889, dos años antes que Scotland Yard solicitara la colaboración de la policía uruguaya para detener a Jack el Destripador en el puerto de Montevideo. Bury estranguló a su esposa que, según sabía, había sido prostituta. La cortó en pedazos y la “acomodó” en una maleta que utilizó luego como mesa para jugar al dominó. Continuó con su vida normal durante una semana, hasta que confesó el crimen a la Policía. Fue colgado en Dundee, Escocia, tras haber descrito al detalle el brutal asesinato.
En 1889 también murió David Cohen, un judío polaco que estuvo encerrado en un hospital psiquiátrico y fue definido como “violentamente antisocial y muy peligroso”. Él también integraba la lista de sospechosos.
Por último, un cuarto exculpado sería nada menos que el príncipe Alberto Víctor, hijo mayor del príncipe de Gales (posteriormente, Eduardo VII) y segundo en la línea de sucesión al trono británico, quien integra la lista de sospechosos y falleció en 1892. Nunca hubo pruebas suficientes para inculpar a este hombre de la nobleza: el 30 de setiembre de 1888, día en el que fueron asesinadas dos de las prostitutas, el príncipe estaba en el castillo de Balmoral, en presencia de la reina Victoria y otros miembros de la familia real, oportunidad en la que fue visto además por varios periodistas.
Los artículos de La Época de Montevideo y El Conciliador de Maldonado son los primeros elementos que vinculan al famoso asesino con Uruguay. Sin embargo, no es la primera vez que se lo relaciona con el Río de la Plata. En Argentina se ha llegado a decir que Jack el Destripador vivió como un próspero empresario y que incluso su cuerpo se encuentra en el cementerio de La Chacarita. En febrero de 1976, en la revista Ellery Queen’s Mystery, el escritor argentino Juan Jacobo Bajarlía desarrolló la tesis de que Jack era, en realidad, un tal Alonzo Maduro, un financista que estuvo en Londres en la época de los crímenes de Whitechapel, tratando de colocar acciones de una compañía del vecino país.