Esa rara belleza

| Los cánones cambian, pero la importancia de la imagen permanece casi incólume. Sin embargo, para algunos, hoy ser lindo es "una mochila" y no serlo puede tener ventajas. ¿Será?

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MARÍA INÉS LORENZO | GABRIELA VAZ

Entre las 21 mujeres convocadas por Marcelo Tinelli para su ciclo Patinando por un sueño, hay dos que se diferencian en mucho del resto. Son feas. Natura no ha moldeado sus cuerpos esculturalmente. Tampoco el gimnasio ni la silicona han dejado indicios de su presencia. No poseen largas piernas, ni rostros inspiradores. Y hasta en el caso de ambas, toda la carne sobrante fue a parar a la nariz.

Está bien, el dictamen parece vacío y simplista. Incluso, demasiado apurado. De hecho, si no fuera porque posan en una vitrina sobreexpuesta, y al lado de modelos y vedettes que viven de su imagen, Anita Martínez y Gladys Florimonte no lucen tan poco agraciadas.

Sin embargo, tal es el papel que las define en el programa de televisión más visto del Río de la Plata. Y con esa excusa despliegan la otra característica que las hace diferentes, pero esta vez, mejores: son graciosas.

Dicen que eso es común. Muchas veces, aquellos que se asumen feos desarrollan virtudes que apagan todo lo negativo que puede implicar una apariencia peleada con los cánones aceptados. Claro, no debe ser fácil agarrar esa bandera, y menos en televisión, donde, muy a pesar de eslóganes, la imagen está lejos de ser nada.

Pero más allá de la caja boba, ¿qué importancia tiene hoy la apariencia física? ¿En qué medida el éxito o el fracaso, amoroso y laboral, dependen de lo estético? ¿Hasta dónde la simetría del rostro condiciona el destino de una vida?

¿VIENE POR LA NARIZ? Al igual que la belleza, "la fealdad" forma parte de lo abstracto, algo demasiado etéreo como para definir con exactitud. Y aunque esa subjetividad se evidencia en que ambos conceptos han variado según los caprichos de cada época, igual existen ciertas fórmulas. "Los cánones cambian, pero la belleza determina siempre una armonía de rasgos, formas. La cara se divide en tercios y sabemos que debe haber, por ejemplo, cierta medida de separación entre los dos ojos", dice el cirujano estético Alberto Elbaum.

Tanto en la Historia como en las artes abundan ejemplos de rostros deslumbrantes por bellos, y de los otros. Excepto por los personajes de ficción, en ningún caso parece que la apariencia haya influido en su trayectoria. ¿Le habrá sido más difícil a Gerard Depardieu causar una buena impresión en sus primeros castings? ¿Cómo habrá resultado para Dustin Hoffman o Woody Allen? No son ejemplos de belleza clásica, por decir lo menos, y sin embargo, forman parte de un grupo que los estadounidenses -tan afectos a catalogar- han llamado sexy ugly (feos pero sensuales).

Se vuelve más complicado encontrar mujeres en ese rubro. Así como en la pantalla, en la Historia los rostros femeninos recordados son más bien armoniosos, aunque algunos mitos van cayendo. Este año, un museo demostró que Marco Antonio y Cleopatra no eran lindos, como siempre se los caracterizó en películas o literatura. En las caras de una antigua moneda de plata exhibida se revela el perfil de la reina egipcia con un mentón sobresaliente, labios muy delgados y nariz puntiaguda, mientras que su pareja tenía ojos saltones, nariz prominente y cuello muy grueso.

¿Qué necesidad la de alindarlos durante siglos? Si ahora la fealdad hasta está de moda. Valga repasar el éxito de Betty, la fea, que al final de la novela deja de ser tan fea, pero tampoco se convierte en cisne.

El tema radica en cómo llevar los puntos negros. De repente, lo que para uno es un problema, para otro pasa desapercibido. "Nunca le digo a un paciente qué le haría yo. Antes, aparecía una nariz prominente y yo me apresuraba: `No me diga nada. Viene por la nariz`. Y resultaba que el señor venía por la pera. Ahora no adivino, los escucho", cuenta Elbaum.

El médico aclara que es fundamental saber por qué la persona quiere cambiar un rasgo. "Una cosa es si sólo quiere verse mejor, y otra si espera salvar un matrimonio o solucionar un tema de trabajo. En ese caso el problema es interior, no exterior. Una cirugía nunca va a servir para eso".

ACTITUD. La voz del senador Alberto Couriel suena picaresca. "Pero, ¿por qué me llamás a mí? Dale, decime la verdad... ¿por qué pensaron en mí? Decilo, quiero saberlo". A pesar del tono simpático y cómplice, la periodista no pudo evitar ponerse colorada. "Bueno...es que usted... no es muy lindo". La frase, que para muchos podría haber resultado hiriente, despertó una carcajada en el senador Couriel, que esperaba esa respuesta. Por eso es muy fácil creerle cuando dice que, para él, todo es cuestión de tomarlo con humor.

"En política hay marketing, una especie de teatralización donde hay que ser algo actor. Los medios te lo exigen. Frente a eso, yo soy de lo peor. No sólo porque mi cara no es bonita, sino porque jamás me preocupé por la imagen. Siempre me decían que me ponía corbatas o ropa inapropiada para combinar. Mi esposa me ha ayudado con eso. Pero igual nunca influyó en mi vida profesional ni personal. Lo fundamental es tener sentido del humor. De alguna manera, eso te hace más lindo", dice el representante.

Pero parece que esta sentencia es aún demasiado romántica y poco aplicable a todos los ámbitos. Un estudio de The Economist reveló que en Inglaterra la apariencia física es un rubro que incide en el PBI, mientras que en Estados Unidos -donde se invierte más en belleza que en educación- un grupo de investigadores de la Universidad de California concluyó que los "lindos" ganan un 12% más en promedio que los "feos".

Según el estudio, publicado recientemente en la revista Journal of Economic Psychology, la gente atractiva logra con más facilidad la cooperación de los otros, quienes a su vez creen que los guapos pueden ayudarles más. Además, los lindos tienen la ventaja de un prejuicio positivo: el 39% son vistos como serviciales de entrada. Entre los feos, la cifra se reduce a 6%.

"La apariencia humana produce un `efecto halo`; porque alguien es atractivo ya le atribuimos otras cualidades que nada tienen que ver con el aspecto", dijo Catherine Kaputa, una de las investigadoras.

Acá, el especialista en recursos humanos Néker de la Llana, de la empresa Manpower, asume que la imagen influye, aunque hay excepciones. "En este mercado se dan muchos componentes de discriminación, se ve seguido eso, sobre todo para el personal que está en contacto con público. En esos casos se fijan más en la apariencia y en rostros lindos".

Pero no hay reglas absolutas. Todo depende del sector. "Recuerdo el caso de una multinacional que se instaló hace unos años aquí, donde vestir de traje y corbata para la entrevista no era positivo, porque ellos trabajan con vestimenta informal. Las compañías suelen buscar personas que se ven en forma alineada con sus características", dice De la Llana.

Pero al final, antes que los factores estéticos -que "cada vez tienen menos peso, aunque es una tendencia de largo plazo"- lo que pesa es la personalidad, asegura.

Al menos en el trabajo, y también en el amor -hasta una sexóloga coincide (ver recuadro)-, todo es una cuestión de actitud. Bueno, ya lo dijo Fito Páez. De eso depende no tener nada, o tenerlo todo. Y forjar la belleza propia, así sea rara.

¿Cómo ha influido la imagen en su vida?

Omar Gutiérrez | Conductor de televisión

"Yo no llegué a la televisión por la pinta, sin dudas. Lo mío es una belleza rara, como la canción de Banda Eva. Estoy en el grupo de los no pintunes. Pero eso no ha sido una condicionante para sentirme feliz. No puedo quejarme. Creo que si la persona se basa exclusivamente en la belleza física dura poco, por lo menos hasta que dure esa belleza. Lo que logran los facheros es causar una buena impresión de entrada. Pero no siempre es la verdadera".

Sara Perrone | Conductora de televisión

"(La apariencia) se sobrevalora. Obvio que la buena presencia y el estar prolijo es fundamental, pero no al extremo. Tengo un trabajo en el que la imagen es importante, pero no lo es todo. Sino todas las Miss Universo serían las reinas de la comunicación. Creo que no me cuido más de lo que me cuidaría si trabajara de secretaria en otro lugar. No sé si una persona linda tiene más posibilidades o éxito que una fea. Todo depende de cómo sea y también a lo que se postule".

Alberto Couriel | Senador

"Hay situaciones y situaciones. En el caso de Tabaré Vázquez, la imagen juega más que en otros. La apariencia del ministro Mujica no es la más adecuada, pero no importa tanto en ese caso. Si ser lindo fuera un factor determinante a la hora de tener éxito profesionalmente, Batlle no podría haber sido presidente, y también yo me tendría que haber retirado de la política. Creo que es más importante el humor y la capacidad de debate. La imagen importa más en mujeres. Se les exige más. Siempre fue así".

¿El amor es ciego? Depende, dicen

Vaya uno a saber por qué, Darwin no contempló a los feos. Si lo hubiera hecho, habría notado que su teoría de la evolución tenía un agujero (está bien, otro más). La paradoja es la siguiente: a la hora de conseguir pareja, la gente se guía por el atractivo del otro. Los más lindos tenderían a encontrar pareja más fácilmente y transmitir los genes que les confieren su belleza a sus hijos. Matemáticamente, los lindos tienen más chance. En teoría, deberían ganar la selección sexual y, al cabo de cientos de años existiría una población con más o menos el mismo nivel de atractivo. El dilema es que eso no sucede. ¿Por qué? Mientras algunos científicos continúan buscando la explicación en la genética, otros creen que, simplemente, la belleza clásica no es el único atractivo posible. Ni mucho menos.

"Es tanto o más importante el sex appeal. O mejor, la actitud. Esa es la palabra", opina la sexóloga Carolina Villalba, quien asegura que nunca recibió en su consultorio a un paciente traumatizado por su apariencia. "Sí vienen por problemas de autoestima, pero no tiene que ver con la imagen".

Suena bien, pero a algunos les puede hacer ruido. ¿En la era de la imagen, la pinta es lo de menos? El psicólogo Álvaro Alcuri disiente. "En la pubertad desarrollamos las características físicas de nuestro género y somos admirados por el sexo opuesto; eso ayuda a construir nuestra identidad adulta. Si me miran, significa que soy una persona en pleno uso de su madurez sexual. Al pasar la prueba, eso dejaría tener importancia. Pero ahora la adolescencia se ha estirado. Ser joven tiene más relevancia, al igual que seducir. Hoy, la belleza es un bien consumible".

Tal es la influencia de los medios de comunicación que los parámetros no tienen paz: ahora importa más ser flaco que ser lindo. Eso es al menos lo que le piden a Mary Cioli quienes llegan a su agencia matrimonial. "Más que características físicas, los hombres buscan compañía y las mujeres sustento económico. Algunas piden rubios de ojos celestes, pero son las menos. Todos hacen hincapié en los valores. Eso sí, hay discriminación hacia los gordos. Los dos sexos piden lo mismo, que el otro no tenga panza ni sea gordo", relata la celestina.

Cuestión de gustos, sobre lo que hay mucho escrito. Seguramente, a Botero poco le importa.

PROS Y CONTRAS. Ser lindo puede volverse una mochila y no serlo tendría sus ventajas. Por lo pronto, así lo ven los especialistas. "¡Hay que cargar con el peso de que todo el mundo espere más de vos sólo porque te ves bien! Otras veces, las personas no se acercan a alguien bonito porque creen que está más allá de sus posibilidades. O el lindo elabora tal narcisismo que no se puede vincular con nadie", alega la sexóloga Villalba.

En tanto, Alcuri explica que muchas veces aquellos que se encuentran poco agraciados desarrollan otras habilidades, como la simpatía o el buen humor. "Es tan viejo como el ser humano; vale para los débiles, los petisos, los miopes. Compensamos con otra estrategia. Es una cuestión de supervivencia, algo que establecemos tempranamente", finaliza.

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