LEONEL GARCÍA
Aún para los atléticos hombros de LeBron James, la mochila pesaba una tonelada. El estigma de perdedor y odiado laceraba su espalda, empequeñeciendo sus 2,03 metros de altura, opacando su incuestionable talento, lastimando con el repetido latiguillo de "no ring for the king" -"sin anillo (de campeón) para el Rey"- entre silbidos y burlas de sus detractores, que se contaban y se cuentan por millones. Con el mismo argumento con el que cimentó su carrera, jugando brillantemente, este hombre de 27 años sepultó todos los fantasmas hace diez días, llevando a su equipo, Miami Heat, a lograr el campeonato de la NBA.
Es su primer título y el fin de su maleficio; ese que amenazaba convertirlo en otro más de los monarcas sin corona en la meca del basquetbol, tan llenos de calidad como vírgenes en conquistas. Hasta en un deporte amateur, ser un astro que nunca ha podido gritar campeón es una mácula. Y peor él, al que muchos creían destinado a superar al propio "Air": Michael Jordan.
Lebron podría haber generado más simpatías, esas destinadas a aquellos que logran sobreponerse a infancias difíciles y llenas de privaciones. Hijo de un padre alcohólico y abandónico, criado contra todo y contra todos por su madre Gloria -que lo tuvo a los 16 años- en los peores barrios de Akron, Ohio, ya era una estrella del basquetbol antes de su primer partido en la NBA. Con un talento natural para los deportes -de adolescente también se destacaba en el fútbol americano- a los 18 años ya había firmado un contrato por 90 millones de dólares con Nike. Demostró sus condiciones superlativas en el equipo de su secundaria, St.Vincent-St.Mary, lo que lo llevó a los Cleveland Cavaliers, de la principal liga del mundo, sin pasar por la universidad. En su primer partido como profesional, el 29 de octubre de 2003, anotó 25 puntos. Inédito. Por supuesto, fue el rookie (debutante) del año.
Años después se convertiría en el basquetbolista más joven en alcanzar los 10.000 y los 15.000 puntos.
Yo, el más odiado. Pero mientras "Air" parecía andar por ahí encantando a todo el mundo, con el manual de lo políticamente correcto inoculado en sus venas, Lebron -alias "El Rey" o "El Elegido"- parecía asesorado por el enemigo. El haber puesto en el mapa de la NBA a los modestos Cavaliers, a quienes incluso llevó a disputar una final, se convirtió en un furioso rencor cuando anunció en 2010 que se iba a Miami Heat. Lo peor no fue el contenido sino la forma: lo hizo en un programa de televisión en vivo, llamado The Decision (La Decisión). "Voy a llevar mi talento a South Beach", dijo entonces. Semejante autobombo fue considerado como toda una afrenta y toda una traición, y no sólo para la afición de Cleveland. Para 2011, una encuesta reveló que era el jugador más odiado de toda la NBA.
Ya nadie se fijaba en sus marcas, en que había sido dos veces elegido como MVP (Jugador Más Valioso, por la sigla en inglés) defendiendo a los Cavaliers (logro que repitió en esta temporada), que había ganado el oro olímpico representando a su país y que era considerado el jugador más completo de todos. En lugar de eso, todos señalaban su individualismo, sus aires "sobradores" en una cómoda victoria y su tendencia a desaparecer en partidos difíciles. En lenguaje criollo y futbolero, se lo acusaba de traidor, pizarrero y maula. Para peor, en su primera temporada en los Heat perdió la final ante los Dallas Mavericks sin demostrar pizca de rebeldía. Y no es exagerado decir que, salvo en Miami, toda la afición festejó que mordiera el polvo. Lo único que aún lo ligaba a Jordan era su atractivo publicitario: Nike, Sprite, McDonalds, Bubblicius, Upper Deck y siguen firmas.
Pero Lebron tuvo su revancha. Este año terminó siendo campeón, MVP de la serie regular y de las finales ante Oklahoma City Thunder; todo redondo. En los cinco partidos decisivos promedió 28,6 puntos, 10,2 rebotes y 7,4 asistencias, completo y fundamental. "Es un sueño hecho realidad. Es el día más feliz de mi vida", afirmó este padre de dos hijos que surgió de la pobreza y saltó a la fama demasiado pronto, tal vez sin tiempo para procesarlo. Más que revancha, para muchos se trató de una redención.
ENORMES ASTROS QUE NO LOGRARON el ANILLO DE CAMPEÓN
Karl Malone
Dos veces MVP de la temporada regular, es el segundo anotador histórico de la NBA (36.928). Pero con Utah Jazz perdió dos veces las finales ante los Bulls de Jordan.
Patrick Ewing
Símbolo de New York Knicks y miembro indiscutible del Dream Team de los JJ.OO. de Barcelona `92, perdió la final de 1994 ante Houston Rockets.
Charles Barkley
Para muchos, el mejor "alero" de la historia de la NBA. De él sí se decía que estaba al nivel de Jordan. Fue finalista una vez con Phoenix Suns, pero cayó ante los Bulls.
John Stockton
Como los anteriores, fue incluido en la lista de los 50 mejores jugadores de la historia de la NBA (1996). Compañero de Malone en los Jazz, nunca salió campeón.
MÁS PRECOZ QUE EL MÁS GRANDE LA HISTORIA
Michael Jordan, seis veces campeón de la NBA y considerado el mejor basquetbolista de la historia, debió esperar hasta los 28 años para obtener su primer título (todos con Chicago Bulls). A la edad de James, tenía menos partidos finales disputados (playoffs), menos puntos logrados y menos distinciones personales obtenidas (un MVP -mejor jugador- de temporada regular contra tres de Lebron).