El "Cuco" sigue en el ropero

| El Hombre de la Bolsa, los monstruos abajo de la cama, ¿qué consecuencias tienen en los niños? ¿Aún siguen vigentes estos mitos o han sido sustituidos por otros?

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El País

GABRIELA VAZ

Se los conoce como "asustadores de niños". No está muy claro cómo surgieron. Quizá sean la creación de padres poco imaginativos, que sin saber a qué recurrir para que sus pequeños retoños se porten bien, echaron mano a personajes que amenazaban con raptarlos, y hasta con matarlos, si era necesario.

Son varios los mitos que entran en esta categoría, pero dos los que sobresalen. Uno es el "Hombre de la Bolsa", tal como se lo conoce en Uruguay y Argentina, pero que también ha sabido atormentar a niños en otras partes del mundo (en España es el "Hombre del Saco" y en México el "Viejo del Costal"). Padres y abuelos lo retratan como un pordiosero que carga con una bolsa de arpillera, donde lleva quién sabe qué misterios, probablemente niños que han desobedecido a los adultos.

El otro célebre personaje es "el Cuco", también de fama internacional (en España es "el Coco"). En este caso la descripción no es tan clara, pero su función sí lo es: roba niños, cuando no se los devora. Aparece por las noches. Algunos adultos alimentaron la idea de que pernocta en el ropero, aunque el Cuco debe pelear ese hábitat con los monstruos (mito tan extendido que dio vida a la película Monsters Inc.).

Así es que los "asustadores" de niños tienen una larga historia, que puede resultar graciosa pero que también debe manejarse con cautela. ¿El uso de estos personajes puede tener consecuencias negativas en los niños? ¿Los padres de hoy continúan recurriendo a esos mitos o los han suplantado por otros? ¿Cuándo el miedo puede volverse peligroso? Expertos uruguayos dan algunas respuestas.

cultura sin excesos. El Cuco, el Hombre de la Bolsa, los monstruos, forman parte de una cultura popular que se ha ido forjando a lo largo de siglos. Por eso, el psicólogo Javier Regazzoni considera que utilizar esas leyendas es una forma de inscribir al niño en el mundo de las creencias propias de su cultura. "Le permitirá hacer uso de los conocimientos en relación a los diferentes personajes que pueblan el mundo real e imaginario, educándolos acerca de a quién temerle y por qué", señala el terapeuta.

Dado que los "asustadores" suelen evocarse ante la inminencia de un peligro o de una conducta indebida del niño, prosigue Regazzoni, el pequeño "podrá asociar el contexto de lo que escucha con las posibles consecuencias de sus acciones. Estos miedos irán pautando sus comportamientos y, a través de la presencia oportuna y educativa del adulto, los irán venciendo".

El problema es que otras veces el uso de estos personajes puede ser más perjudicial que beneficioso. "Sólo van a servir para generar miedo, y sobre esa base los niños crecerán temerosos y se les dificultará confiar en esos adultos referentes", dispara la psicóloga Sandra Jegerlehner.

Para Regazzoni, el riesgo es recurrir a estas leyendas con niños que presentan altos grados de inseguridad o están atravesando momentos complejos, como una separación de sus padres, una mudanza, un nacimiento, o una pérdida. En tales circunstancias, es probable que no se consiga más que afianzar la inseguridad. Se puede "acrecentar el temor, obturando la superación de la situación a resolver, y generando, eventualmente, inseguridades durante la vida adulta", detalla el psicólogo.

En ningún caso citar a los "asutadores" generará un trauma, pero no sería aconsejable evocarlos cuando ya existe una situación traumática.

estrategias. Es cierto que hoy cantar "Duérmete niño, duérmete ya, que viene el Cuco y te comerá (o te llevará, según la versión elegida)" suena bastante anacrónico. Asimismo, amenazar a un chico con el Hombre de la Bolsa parece cosa de antaño. Sobre todo cuando los niños de hoy son bombardeados con información de todo tipo y color. Sin embargo, dado que estos personajes son parte de una popular cultura occidental, es muy factible que cualquier niño en edad escolar conozca estos mitos. "Más allá de la utilización propia de cada familia, estas leyendas tradicionales subsisten casi intactas y seguramente acompañen al imaginario por mucho más tiempo", opina Regazzoni.

La clave de estas leyendas descansa en la referencia a un miedo universal: el miedo a la soledad. "Los personajes que suelen evocarse poseen un carácter común: la posibilidad de alejar a los niños de sus padres. Es el miedo fundamental que se esconde tras esas figuras", dice el terapeuta.

Por eso, el mismo temor puede hoy aparecer bajo otras formas. "No sería exagerado esperar que los enunciados culturales sufran modificaciones, o que surjan nuevas maneras de comprender al hombre y al mundo. Así también -continúa Regazzoni- podrían surgir otras situaciones a las que temer y, de hecho, la instalación del miedo como característica de nuestra cultura se ha establecido fuertemente en las últimas décadas".

Entre tanto, los padres podrían comenzar por cambiar la estrategia para lograr lo que quieren de sus hijos, sobre todo porque las relaciones han perdido verticalidad. "Hoy los hijos no ven a los padres tan distantes y autoritarios como en otras épocas", recuerda la psicóloga Jegerlehner, quien exhorta a abolir los engaños. "Las mentiras son productoras de desconfianza. Esto, en las relaciones humanas, no genera vínculos sanos".

"Si mirás la tele de cerca, te quedás ciego"

Existe otro cúmulo de pequeños engaños que también puede alcanzar la categoría de mito, de trillados que están. Tanto, que aunque están dirigidos a los niños, algunos llegan a la adultez dudando si son veraces o no.

Entre ellos, se cuentan: "Si te ponés bizco y te agarra un aire, te quedás así para siempre"; "si te tragás las semillas, te crece una planta en el estómago"; "si te tragás los chicles, se te hace una bola en el estómago"; "si un sapo te hace pis en la cara, te quedás ciego"; "si mirás la tele de cerca, te quedás ciego". Luego aparecen múltiples variables, siempre con la misma fórmula. Algunas abuelas recurrían a pronósticos más fatalistas: "Si tocás el enchufe, te morís".

Para el psicólogo Javier Regazzoni, aún hoy estas creencias nutren el imaginario de los niños. "Son cimentadas sobre una condición propia de la infancia: todo lo que digan los adultos será tomado como una verdad absoluta". No obstante, el terapeuta cree que hoy existen otras creencias, vinculadas a las novedades tecnológicas, como "la supuesta violencia que provocan. Las tecnologías están colmadas de creencias reales e imaginarias respecto a sus usos y alcances".

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