EL PAÍS DE MADRID
Apostada sobre una suave pendiente. Rodeada de flores y árboles. Saludando al mar que rompe bajo el acantilado normando. Así aparece la casa que preside la propiedad de Les Rhumbs. Un edificio de la belle époque en el que en mayo se inauguró una ambiciosa exposición: la que celebra el centenario del nacimiento del más famoso de sus habitantes, la que aspira a ofrecer una visión íntima y completa de la esquiva personalidad del más exitoso diseñador de moda francés del pasado siglo: Christian Dior.
No es su casa natal, pero sí el espacio más mitificado de su existencia. Un lugar en el que la riqueza de su padre no desaparecía, en el que su exigente madre era dulce y en el que la vida no estaba salpicada por guerras, enajenaciones y temores. El paraíso perdido de la infancia de un tímido y supersticioso compulsivo que hubo de esperar a los 40 para atreverse a vivir su sueño.
Pero antes de la marca estuvo el hombre. Y su historia alberga aún el aroma de lo misterioso. En parte, porque la compañía no ha querido explotar en exceso el mito del creador en su inagotable y reciente voluntad de rejuvenecer. En parte, porque él mismo diferenció siempre entre esas dos facetas de su vida.
dos en uno. El Christian Dior marca nació con estruendo en los salones de moda de París el 12 de febrero de 1947, y fue saludado por Carmel Snow, la poderosa directora de Harper’s Bazaar, como el artífice de un new look. El hombre nació en el seno de una familia burguesa el 21 de enero de 1905 en Granville; era el segundo hijo de un próspero industrial. "Apesta a Dior", se decía cuando el viento traía los olorosos efluvios de la fábrica química familiar. Y para contentar a su mujer, Madeleine, el padre de Dior compró una exquisita villa junto al mar, adonde se trasladaron con sus dos vástagos.
La novedad, el acierto y la revolución de Dior fue concebir el vestir femenino como algo tan delicado y exquisito como las flores de su infancia. "Dibujé mujeres flor, con hombros dulces, busto generoso, cintura de junco y faldas tan abiertas como un torbellino de pétalos", decía de su obra. Una idea en la que abunda John Galliano, que hoy diseña la colección de la firma: "compartimos el amor por la naturaleza y la belleza. Y sobre todo nuestro deseo de hacer que las mujeres florezcan".
La ruina económica llegó para los Dior en 1932, poco después de la muerte de la madre, y significó el fin de la vida bohemia y diletante que llevó Christian hasta los 27 años. Aspirante a arquitecto, estudiante de ciencias políticas y poseedor de una galería de arte, la principal ocupación del joven fue el fomento de su pasión infantil por el carnaval y el disfraz. Pero cuando el sueño burgués se acabó, su padre se hundió y tuvo que buscarse la vida.
Al final terminó como ilustrador para revistas y diseñadores. Pero en 1934 enfermó de tuberculosis, y gracias a sus amigos pudo permitirse abandonar París y retirarse a Ibiza. Un tiempo en que comprendió su anhelo por crear algo propio.
En 1938 empezó a trabajar como diseñador en la casa de costura de Robert Piguet y después en la de Lucien Lelong. Allí estuvo hasta que empezó a coquetear con la idea de establecerse por su cuenta. Finalmente recibió una suculenta oferta: el más poderoso industrial francés, Marcel Boussac, quería contratarle para su firma. A los 41, de alguna manera, Christian encontró la determinación que antes le había faltado, y se plantó. Sólo abandonaría Lelong para crear su propia casa.
Boussac decidió invertir en la idea de Dior y lo hizo nada menos que con seis millones de francos, una cifra escandalosa para la época. La aventura que emprendió significó la creación de un nuevo concepto y de una etiqueta cargada de valores y simbolismo.
Para Dior, "el perfume es el complemento indispensable de la personalidad de una mujer". La importancia de los aromas en la historia de Dior queda clara al acceder a la sala de Les Rhumbs. En un espacio privilegiado se han colocado las vitrinas que muestran la evolución de los frascos, las formas y la identidad de las primeras fragancias de la casa: Miss Dior, Diorama (1949) y Diorissimo (1956). Para conmemorar el aniversario este año se lanza Miss Dior Cherie, una reelaboración de la fragancia fundacional.
Entre vestidos y perfumes, se destacan dos curiosidades. La agenda de Dior de 1957 abierta por su última anotación: "13 de octubre: salida para Italia". No hay nada más escrito, porque Dior nunca volvió. Murió el 24 de octubre en un balneario de Montecatini. Y la segunda: un álbum de fotos tomadas por su cuñado que muestran el esplendor de Granville. Un álbum que llevó siempre consigo.
El nuevo "look"
w En 1947 Christian Dior presentó un nuevo modelo de mujer en el que se destacaba la chaqueta entallada, con la cintura marcada y una pollera amplia hasta el tobillo. Este fue un cambio dramático con respecto a la austeridad que había caracterizado a la época de guerra, sobre todo como consecuencia del racionamiento de telas que se realizó durante la Segunda Guerra .
Pero también le encantó a las mujeres, quienes luego de los tiempos duros de la guerra estaban ansiosas por algo de frivolidad en su vestimenta y deseaban prendas femeninas que no se vieran como la versión civil de los uniformes militares. Fue la revista Life la que bautizó a la nueva colección como New Look. La versión de noche estaba dada por los glamorosos vestidos strapless con enormes faldas. De día, en tanto, las mujeres solían usar las chaquetas ajustadas y abotonadas sobre la ropa interior.
El New Look dominó la moda por 10 años, pero no fue la única silueta imperante. Hubo quienes durante los 50 se rebelaron contra el estilo inmaculado asociado con Grace Kelly. Entre ellas Leslie Caron y Audrey Hepburn solían usar simples suéteres negros y zapatos chatos, un look que en la época comenzó a ser visto como el más moderno.
Millones en danza
El Grupo Dior emplea a 60.000 personas y factura 13.200 millones de euros al año. De ellos, 2.000 millones provienen de las ventas de algún producto relacionado con Dior y 595 millones de euros son responsabilidad directa de Christian Dior Couture.