Dura ley del regreso

Michael Schumacher anunció que abandona el automovilismo después de comprobar lo que otros grandes campeones habían vivido antes: nunca resulta fácil volver del retiro.

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Las segundas partes nunca son buenas, afirma un dicho bastante antiguo, aunque algo devaluado luego del estreno de, por ejemplo, El padrino II. Animados por ese modelo, cuando una película resulta un éxito los productores hacen la segunda, la tercera, la cuarta parte y, a veces, una precuela, que es algo que viene incluso antes de la primera parte. En el deporte, las segundas partes no suelen ser exitosas. Los campeones que abandonaron un retiro dorado para volver a las canchas o las pistas vieron en general cómo se desteñían sus blasones.

El caso más reciente es el del alemán Michael Schumacher, siete veces campeón mundial de Fórmula 1. Se retiró en 2006 pero reapareció en 2010, tal vez aburrido de lustrar en casa sus incontables trofeos. Además, corrió casi por hobby algunas pruebas de motociclismo. Su nueva presencia pasó casi inadvertida, pues no logró ni un triunfo y apenas subió una vez al podio. Ahora anuncia su segundo retiro, quizás el definitivo, al final de esta temporada. Y lo peor es que tomó la decisión porque su equipo, Mercedes Benz, lo dejaba sin lugar al contratar a Lewis Hamilton.

¿Qué lleva a los ídolos a salir de sus cuarteles de invierno y enfrentar a adversarios más jóvenes y hambrientos de triunfo? No es el dinero, generalmente, aunque existen casos de ofertas imposibles de rechazar. Muchos se aburren lejos de la rutina de las competencias. Otros extrañan el sabor del triunfo desde el insípido mundo de la vida común. Y hay quienes, sencillamente, no saben hacer otra cosa que jugar, correr o pelear. Entonces vuelven, aunque pocas veces se reencuentran con aquel pasado de glorias.

El boxeo está lleno de casos de retorno, la mayoría fallidos y en general originados en la necesidad de recuperar el dinero despilfarrado antes, pero se pone en riesgo la salud, como le ocurrió a Muhammad Alí (ver aparte).

Una excepción notoria fue George Foreman, a quien daban por terminado cuando Alí lo noqueó en Zaire. Se retiró en 1977 y todo indicaba que no quería saber nada más de los guantes y el ring. Diez años más tarde resolvió volver. Parecía una locura, pero en 1994 reconquistó el campeonato del mundo tras vencer a Michael Moorer. Se mantuvo en actividad hasta 1999. Se dice que pensó en un nuevo retorno en 2004 y que su esposa dijo ¡no!

LOS FUTBOLISTAS. Un retorno que hizo ruido fue el de Pelé en 1977, sobre todo porque había tenido varias despedidas, partidos de homenaje y fiestas cuando dejó la selección brasileña en 1971 y el Santos en 1974. Un año después firmó para el Cosmos de Nueva York, una decisión que parecía tanto una traición a sus hinchas como una extravagancia, porque el fútbol en Estados Unidos era entonces una rareza. Argumentó que quería difundir ese deporte en la tierra del béisbol. En realidad, había hecho malos negocios, que adelgazaron su fortuna, y por eso aceptó una millonaria propuesta del equipo de la Warner. En 1977, con otro partido de despedida, se fue del Cosmos. Y tuvo nuevos regresos, aunque fugaces y para obras benéficas.

En Uruguay hubo pocos casos de segundas partes. Impactó el de Fernando Morena, que volvió para jugar por Peñarol la Copa Libertadores de 1986, dos años después de su alejamiento de las canchas. Hizo solo un gol para un equipo de floja campaña. Mucho antes, en 1944, Álvaro Gestido había retornado al mediocampo aurinegro por algunos partidos, pero lo hizo para dar una mano al equipo, que sufría una seria racha de lesiones.

En tiempos recientes se puso de moda que estrellas del pasado se calzaran de nuevo los botines, aun muy veteranos, en ligas menores o provinciales. Allí se mezclan la nostalgia, las ganas de mantener la pasión y a veces un extraño sentido del espectáculo. En 2012, por ejemplo es el argentino Claudio Caniggia, que jugó para un equipo inglés, el Wembley, con el fin de exhibir sus andanzas en un reality show.

El tenista sueco Björn Borg, en tanto, arrasó con los títulos en la segunda mitad de los años `70. Tal vez la falta de estímulos lo llevó a retirarse todavía joven (26 años) en 1983. En 1991 quiso volver y encontró un deporte que había cambiado mucho. Pretendía jugar con las raquetas de madera de su época, pero ya no las fabricaban. Fue eliminado en primera ronda en doce torneos seguidos, tras lo que prefirió anotarse en partidos de veteranos.

El nadador estadounidense Mark Spitz obtuvo siete medallas de oro en los Juegos Olímpicos de Munich 1972 y después se retiró, a los 22 años. Casi dos décadas después quiso competir en los Juegos de Barcelona `92, ya con 41 años. No superó las pruebas de clasificación.

Michael Jordan, para muchos el mejor basquetbolista de la historia, se retiró tres veces y volvió dos. El primer adiós, en 1993, se originó por problemas personales y sus ganas de jugar al béisbol en un equipo en serio. No le fue bien. Regresó al básquet en 1995 con su magia intacta y se despidió campeón con Chicago Bulls en 1998. Luego se dedicó a ser dirigente de otro equipo de la NBA, los Washington Wizards, aunque su habilidad en los despachos no era la misma que en las canchas. Y en 2001 decidió ponerse la camiseta de este club. Ya estaba veterano y lesionado, y tampoco los Wizards eran tan buenos como sus antiguos Bulls de Chicago. No fracasó ni descolló, hasta su despedida definitiva en 2003.

El retorno más increíble seguramente fue el de Salvador Reyes, goleador de las Chivas de Guadalajara entre 1953 y 1972. En 2008 se puso de nuevo la camiseta albirroja, cuando tenía 71 años. Jugó apenas 50 segundos ante la UNAM para convertirse en el futbolista más veterano en un partido oficial. Se dio un gusto, o se lo regaló a sus nietos, pero él sí pudo disfrutar del regreso.

PELÉ, UN MAESTRO MUY BIEN REMUNERADO

Pelé se retiró en 1974, tras varias despedidas y luego de rechazar muchos pedidos para que continuara. Un año y medio más tarde, sin embargo, volvió a jugar, tentado por la posibilidad de enseñar a los estadounidenses lo que era el fútbol. Y también por cinco millones de dólares.

Su paso por el Cosmos, sin embargo, no representó un verdadero desafío, porque el soccer estaba en pañales.

MUHAMMAD ALÍ Y SU DESGRACIADA VUELTA

El ejemplo típico de un retorno desgraciado es el de Muhammad Alí, considerado por muchos el más grande boxeador de la historia. En realidad, tuvo dos regresos a la actividad. El primero se registró en 1970, cuando la Suprema Corte levantó la sanción aplicada por el gobierno de Estados Unidos ante su negativa a enrolarse para ir a la guerra de Vietnam. Su objeción de conciencia al servicio militar, basada en motivos religiosos, no impidió que le quitaran la licencia y el título mundial. Estaba entonces en su plenitud física, y pese a que no le resultó fácil, reconquistó la corona venciendo a George Foreman en un memorable combate en Zaire en 1974. Luego defendió el título, lo perdió y lo recuperó, tras lo cual se retiró con todos los honores en 1978.

En 1980, ya con 38 años, gordo y millonario, se le ocurrió volver a pelear. Lo hizo para desafiar al nuevo campeón, Larry Holmes, un antiguo sparring suyo. La paliza recibida lo obligó a abandonar en el 11° round. Para colmo, después hizo otra pelea, que tampoco venció. Le salió caro: cuatro años más tarde le diagnosticaron parkinsonismo postraumático. Si bien estudios más recientes hacen pensar que su enfermedad puede tener origen genético, el castigo recibido en sus últimos años pudo haber agravado la situación. Periódicamente, Alí aparece en público, generalmente en actos benéficos, sin esconder las secuelas del párkinson, que afectan gravemente sus movimientos y le impiden hablar con normalidad.

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