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Dolores que trajo el celular

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Inclinar la cabeza 60 grados hacia el celular equivale a poner sobre los hombros un peso de 27 kilos.

El año pasado se diagnosticó el primer caso de whatsappitis, una molestia extrema en el pulgar por tanto uso. Ejemplo de los males surgidos con los smartphones.

Hay un chiste que se popularizó rápidamente tiempo atrás por Internet. Un paciente, acostado en el diván, desgrana su angustia: "Doctor, no sé qué me pasa. No levanto la cabeza, me río solo, no estoy atento a la gente, no estoy atento a la calle, me hablan y no respondo. Parezco un idiota. ¿Qué tengo?". La respuesta: "Un iPhone".

El chiste hubiera valido para cualquier smartphone, aunque fuera el de Apple, que salió al mercado en 2007, el que comenzó con esta era de las computadoras en el bolsillo. Lo cierto es que con estos adminículos comenzaron a verse o incrementarse ciertos trastornos, psíquicos o físicos. No hay lugar para extrañarse. Estar conectados por defecto, permanentemente online, en cualquier lugar del mundo, significa potenciar la capacidad de estresarse. Y los chats han logrado que los pulgares, naturalmente dedos oponibles, prácticos para asir y responsables de que el ser humano esté al tope en la escala evolutiva, ahora también se usen para escribir.

Whatsappitis.

En marzo del año pasado una mujer de California fue la primera persona del mundo diagnosticada con "whatsappitis". Se "enfermó" en la Nochebuena de 2013, cuando se pasó seis horas sin parar respondiendo mensajes navideños en WhatsApp, la aplicación de mensajería instantánea usada por 900 millones de usuarios en todo el mundo. Sintió un dolor tan espantoso en sus pulgares que debió ser asistida en emergencia. El caso fue publicado oportunamente en la revista médica The Lancet, responsable de bautizar a la nueva dolencia.

A raíz de eso, la Unidad de Investigaciones de Cultura Cibernética de la Universidad de Warwick, en Gran Bretaña, realizó una investigación sobre las dolencias que ha causado este hábito que incluso puede ser considerado un cambio cultural: ¡los jóvenes están comenzando a demostrar más habilidad con los pulgares que con los índices! Así, lograron detectar varios males bajo la denominación "whatsappitis": tendinitis (por el frecuente movimiento de los tendones sin apoyo), tenosivinitis (por la disminución del líquido que lubrica ese movimiento), síndrome del túnel del carpo (por el movimiento repetitivo) y artrosis del pulgar.

Este último mal tiene su antecedente en "el pulgar de Blackberry", versión siglo XXI de la vieja "artrosis de las costureras". Desaparece un malestar para darle vida a otro.

Cuello roto.

Se ve en cualquier esquina, oficina o restaurante: la gente está inclinada sobre sus pantallitas. Eso no es gratuito. En 2013, la consultora inglesa Simplyheatlh decía que en ese país un altísimo 80% de los adultos había experimentado algún tipo de problema en la espalda.

Al año siguiente, otro estudio apuntaba más hacia las causas y revelaba que la consulta incesante al smarpthone estaba detrás de varios dolores en las cervicales, más concretamente las neuralgias occipitales. La revista Surgical Technology International, indicaba que el inclinar la cabeza 60 grados "equivale al esfuerzo de cargar un peso de 27 kilos sobre los hombros".

Codo de tenista.

Como codo de tenista se conoce a la inflamación o dolor en el músculo ubicado en el lado exterior del codo. Se lo llama así porque es común en todos los atletas que practicaban algún deporte de raqueta. También era visto en individuos cuya profesión requiriera torsiones repetitivas de la muñeca; así, de carniceros a pintores, de mecánicos a cocineros eran pasibles a sufrir estas molestias.

Pero gracias a los smartphones y la tendencia actual a mirar el teléfono celular unas 150 veces al día, según una investigación de la consultora multinacional Oracle Eloqua, esa dolencia se está viendo en gente sin habilidad manual ninguna y que no practica más deporte que correr el ómnibus. De hecho, en España se la rebautizó como "codo de móvil".

Ojo seco.

Concentrar la vista en la pantalla de un celular o de una tablet reduce a un tercio o una cuarta parte la cantidad de parpadeos en ese período de tiempo. Hay gente que, enfrascada en sus aparatos, parpadea tres veces por minuto cuando lo mínimo saludable es doce. A menos parpadeos, menos lágrimas. Esto puede derivar en visión borrosa, ardor, picazón o enrojecimiento de los ojos, sensación arenosa o abrasiva, o excesiva sensibilidad a la luz. La oftalmóloga Hannel Maldonado, presidenta del Colegio Mexicano de Glaucoma, sugiere no pasar más de tres horas por día frente a estas pantallas, y descansar la visión cada diez minutos.

Cibermareo.

Está relacionado a lo anterior. Muchos especialistas ven en esto a un efecto secundario sobre todo de aplicaciones 3D en celulares y tabletas, donde —se insiste— se concentra la vista en una superficie muy pequeña. Los movimientos virtuales obligan a una mayor actividad ocular y las señales percibidas por el sistema de equilibrio, que el cerebro interpreta como reales, pueden ayudar a generar la sensación de mareo.

Parecida analogía ocurre con la cibercondria. Si antes un hipocondríaco se inventaba enfermedades o dolencias a través de síntomas que en gran parte eran fruto de su imaginación, ahora puede diagnosticarse donde sea —en la calle, en el campo, en la playa— gracias a los navegadores de los propios celulares.

Vibranxiety.

Le ha pasado a muchos: sienten una vibración en el bolsillo o el bolso, e inmediatamente van a revisar el celular, solo para constatar que no ha habido ninguna llamada y, en casos más extremos, que ni siquiera está ahí el aparato. A eso se le llama "vibranxiety" y es una "enfermedad" totalmente relacionada a los smartphones, y sus alertas de llamada, mensaje, WhatsApp, Twitter, Facebook y cuentas de correo electrónico. Según los expertos, si esto ocurre a menudo, convendría consultar: quizá se puede estar frente a una adicción a la tecnología.

No estar on.

Siempre el sentirse excluido de la barra resultaba perturbador. Pero ahora, que gracias a los smartphones no hay problemas de distancia ni tiempo para el vínculo con los amigos, se detectó una variante de la ansiedad llamada Síndrome FOMO (del inglés Fear Of Missing Out), que es el miedo a perderse algo que ande en la vuelta: un evento, una foto, una tendencia. Un estudio de MyLife.com de 2013 reveló que 56% de los usuarios de estos teléfonos tienen este tipo de miedos.

Y el "no estar" se agrava con el "no tener". Quizá el mal más conocido de estos tiempos relacionado a la tecnología sea la nomofobia (abreviatura de no mobile phone phobia), que es el miedo que genera salir de casa sin el celular. Ya en 2012, según la consultora canadiense Rogers, 65% de sus usuarios se sentía "desnudo" si no tenía su smarphone arriba.

EL DRAMA DE SIEMPRE ESTAR LOCALIZABLES

El neurólogo alemán Thomas Südhof, premio Nobel de Medicina 2013, asegura que los smartphones alimentan la sensación de estrés y patologías laborales como el burnout (síndrome del quemado). "Ya nunca estamos ilocalizables, siempre estamos en guardia y a través del correo electrónico tenemos contacto minuto a minuto con nuestro trabajo. A largo plazo eso no puede ser bueno".

SÍNTOMAS DE LA ANSIEDAD

Uno de los síntomas típicos del FOMO es la búsqueda constante de red; siempre buscarán lugares donde haya buena señal de WiFi. Otra característica es que siempre tienen un cargador a mano o un cable con puerto USB para conectar a una computadora; a gatas pasarán muchas horas en un lugar donde no haya un enchufe accesible. Además de ser obsesivos con el tiempo de batería que les queda, estos usuarios son muy reacios a conocer lugares nuevos, quizá sin WiFi ni electricidad.

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Inclinar la cabeza 60 grados hacia el celular equivale a poner sobre los hombros un peso de 27 kilos.

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