Dibujante y escultor, realiza mosaicos con una técnica milenaria y sus obras llegan a Brasil y Argentina

Ramón Algibal descubrió los mosaicos en 2008 en Cabo Polonio. Se formó, eligió una técnica y hoy lo reclaman tanto para obras pequeñas como para grandes murales. Trabaja para Uruguay y el exterior.

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Mosaico de Ramón Algibal.

Ramón Algibal (49 años) creyó que estaba inventando algo. Pero no, la técnica que empezó a aplicar allá por el 2008 tenía unos 2.500 años de antigüedad. “Data del Imperio Romano”, dice a Domingo sobre el opus sectile, una forma de realizar mosaicos que lo hizo sentirse “como en casa”. Desde entonces este dibujante y escultor se dedica a elaborar todo tipo de mosaicos, desde muy pequeños a muy grandes, desde mujeres con paisajes detrás hasta aves nativas del Uruguay.

“En esa época me encontraba trabajando como educador en un refugio para personas en situación de calle, pero siempre fui artista, siempre dibujaba, creaba cosas. Y un día investigando un poco el mosaico descubrí que por ahí podía realizar un montón de ideas que tenía en la cabeza y no sabía para dónde iban”, cuenta sobre el comienzo de todo.

En realidad la cosa empezó mucho más atrás, cuando siendo niño no hacía otra cosa que dibujar. “Nací con un lápiz debajo del brazo”, bromea y al mismo tiempo agradece que su familia lo haya empujado a realizar pequeños cursos de dibujo.

Cuando terminó el liceo, comenzó a circular por distintas UTU buscando algo que calzara con su vocación.

“Así fue cómo llegué a la Escuela de Artes y Artesanías Pedro Figari, donde me recibí de escultor”, apunta.

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Gaucho de Blanes en mosaico hecho por Ramón Algibal.

Al mosaico lo descubrió gracias a la convivencia con un grupo de artistas en Cabo Polonio. Los vio trabajar la técnica y se animó a probar. Cinco años estuvo viviendo en este balneario de Rocha, en el que abrió la Tienda de Mosaicos. “Ese espacio fue un laboratorio creativo y también un punto de encuentro con otros amantes del arte”, destaca en charla con Domingo.

En 2013 ya hacía obras en Argentina y dos años después pudo concretar uno de sus murales más significativos, Lagoa dos Patos, en la ciudad de Pelotas (Brasil).

“Una colega amiga que conocí en Cabo Polonio, mosaiquista también en Brasil, conocía al dueño de una constructora que hacía complejos habitacionales por diferentes partes de ese país. Tiene un proyecto que se llama Arte y Concreto, en el que en cada complejo construye un muro para que un artista haga algo. Ese año me tocó a mí e hice la laguna; fue mi mosaico más grande”, relata.

Este verano repitió la experiencia brasileña, pero en un atelier abierto al público en Ponta da Piteira, en Santa Catarina. Fue un mosaico para la fachada y en este caso realizó la Laguna de Ibiraquera.

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Mosaico de Ramón Algibal.

En 2014, Ramón cambió el nombre de su taller, A la sombra del laurel, por Mosaicos Ramón Algibal, con el que hoy se lo puede encontrar en las redes y disfrutar de su arte.

Tiene la particularidad de que cada posteo que realiza viene acompañado de mucha información, no son solo fotos. “Me gusta hacerlo porque el que lo ve se siente un poco más parte de ese proyecto, lo conoce, lo entiende…”, argumenta.

Su trabajo

Cerámicas, azulejos y lo que busca en ferias

Ramón comenzó utilizado la técnica trencadis, cuyo referente es Gaudí en Barcelona. “En catalán quiere decir ‘trozo’ o ‘troceado’, entonces son pedazos diferentes que se van encastrando, tipo collage”, explica.

Pero se sintió más cómodo con la técnica opus sectile, que trabaja con piezas más grandes que se adecuan a la forma de la imagen a lograr. “Por ejemplo, si yo quiero reproducir los pliegues de una camisa, lo logro con diferentes tiras de los mismos tamaños”, detalla.

Agrega que se recurre a diferentes materiales; el más tradicional son las teselas, que son las pastillitas cuadraditas que se usan para el trencadis. “Yo aprovecho la paleta de colores de todo tipo de cerámicas, desde antiguas hasta las actuales. Ando por la calle y si veo los pedacitos, los junto. Todo es material para mí, todo es materia prima”, cuenta.

Añade que también compra en ferias, donde encuentra algún azulejo o cerámica antiguos. “Tengo algunos trabajos que tienen cerámicas francesas del siglo pasado, cosas que yo aprovecho para darle mayor valor porque ese tipo de cerámicas en algún momento fue testigo de otras vidas, de otros tiempos. Entonces trato de amalgamar dos tiempos a la vez”, apunta.

Como herramientas utiliza pocas; trabaja con unas tenazas especiales para mosaicos. “En mis comienzos era una tenaza común y corriente, que cualquier obrero puede usar. Después obviamente, al ir desarrollando mi técnica, fui mejorando mi herramienta también”, relata.

En cuanto a los precios de sus obras, aclara que todo depende del tamaño y la complejidad del trabajo. Pone como ejemplo los mosaicos de aves nativas, de 15x15 centímetros, que cuestan alrededor de $ 1.000.

“Una vez me pidieron un picaflor de 1,20x70, de un color específico de azulejos. Entonces tuve que ponerme a negociar con talleristas que hacen azulejos de colores y me pasaron un presupuesto carísimo. Entonces es según el pedido y según los colores”, informa.

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Mosaico de Ramón Algibal.

Presente

En 2017 sintió que había cerrado una etapa y que precisaba acercarse a Punta del Este o a Montevideo. “Necesitaba crecer y en Cabo Polonio solamente tenía la visualización que quería lograr, en temporada”, explica.

Se mudó a Santa Ana, localidad canaria a 74 kilómetros de la capital en la que reside actualmente.

“La elegí porque me gusta lo agreste, me gusta estar cerca de la playa, me gusta despertar con el sonido de la marea, de los pajaritos”, señala.

Allí realiza sus mosaicos, los sube a Instagram y los clientes van apareciendo. “Me van pidiendo piezas para decorar su casa, su jardín, su cocina. Casi siempre vienen con una idea, me la vuelcan y yo voy diseñando. Vamos en un ida y vuelta desarrollando la idea hasta que le damos un punto final y decimos ‘esto es lo que queremos’”, explica sobre su método.

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Mosaico de Ramón Algibal.

El tiempo que lleva cada mosaico depende del tamaño. Por ejemplo, los más pequeños que hace son los de la serie aves nativas del Uruguay, que miden 15x15 centímetros, y le insumen unas siete horas corridas, incluyendo la colocación del respaldo de madera y un marco.

Hay que tener presente que Ramón no se dedica exclusivamente a los mosaicos, sino que vive de su trabajo para casas y empresas que necesitan de mantenimiento chico. Eso quiere decir que restaura muebles o los prepara para oficinas, para expositores o para vidrieras.

“En Uruguay hay que tener una fuente que llene el bolsillo para poder seguir viviendo, mientras que los mosaicos es lo que a mí me llena el corazón y el alma; es mi proyecto de vida”, concluye.

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Mosaico de Ramón Algibal.
Temas

De gauchos de Blanes al embarazo con poroto

“El dibujo y la escultura es parte de todo”, dice Ramón al justificar cómo su formación en la Escuela Figari le sirvió para los mosaicos. “El dibujo, porque antes de hacer un mosaico, lo dibujo, lo preparo, lo desarrollo. Y la escultura porque me gusta dar forma, modelar, despierta un poco también la curiosidad de otras formas hasta para el propio mosaico”, explica.

Los cuadros de Juan Manuel Blanes fueron de sus primeros trabajos. “Mis primeros grandes desafíos”, comenta al hablar de los gauchos característicos del pintor uruguayo que él reproduce de 1,20 metros de alto por 70 centímetros de ancho.

También hace mosaicos pequeños, como la serie de aves nativas del Uruguay (15x15 centímetros). “Ahora estoy haciendo una producción para la zona de Santa Catarina, en Brasil, que me pidieron”, señala.

Cuenta que el pedido más raro que le hicieron fue de una pareja, que quiso una mujer embarazada con un poroto en la panza porque estaban esperando familia y le decían “porotito” al niño por nacer. “Sobrepasó las expectativas”, acota orgulloso.

Actualmente está terminando un mosaico para un sobrino, que le encargó que lo hiciera a él junto a su hermana y su madre cuando eran pequeños. “Lleva un tiempo porque tuve que hacer todo un desarrollo de la imagen porque no existían fotos de esa época y además porque representa un montón de sentimientos de las personas involucradas”, destaca.

En diciembre del año pasado, Ramón estuvo en la Feria Noctura del Parque Rodó, experiencia que disfrutó y quiere repetir. Allí la gente lo pudo ver en acción. “Yo trabajo frente al público porque a mí me parece que el arte no se tiene que guardar, se tiene que transportar”, remarca.

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Ramón Algibal.

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