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El desierto blanco de Bolivia: salar de Uyuni

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Bolivia. Foto: Daniel Noya

VIAJES

El mochilero uruguayo Daniel Noya sigue descubriendo paisajes de otro mundo en el corazón de Bolivia; en esta segunda entrega recorre los paisajes de sal, aguas termales y minas.

Bolivia. Foto: Daniel Noya
Bolivia. Foto: Daniel Noya

Atrás quedóLa Paz y la selva boliviana. Daniel Noya, un viajero intrépido uruguayo, nos había regalado la semana pasada su primer descubrimiento de Bolivia. Ahora continúa la travesía por uno de los lugares más intrigantes del planeta: el salar de Uyuni; y sigue maravillándose con otros tesoros que no había esperado encontrar en este país tan cercano.

Paisaje de sal

Llegamos de noche a Uyuni y buscamos un hospedaje. A penas nos levantamos, salimos a ver cómo ir al salar. Recorremos el pueblo, conocemos su plaza, estación de tren y mercados. Armamos un buen equipo de viaje y partimos. Vamos con una pareja de argentinos, un mexicano y un francés que habla muy bien español. Nos impacta como los franceses y alemanes están viajando por nuestras tierras y, rápidamente, en dos o tres meses, ya hablan el idioma.

Nuestro guía local se llama Elmer y es la antítesis de nuestro gran guía y amigo de la selva, Nacho. Elmer no es muy simpático y es de pocas palabras.

Bolivia. Foto: Daniel Noya
Lagunas en la zona de Uyuni. Foto: Daniel Noya

El Salar de Uyuni es el atractivo turístico más grande y visitado de Bolivia. Se localiza en el suroeste del país y su altura promedio es de algo más de 3.600 metros. De este inmenso mundo salado se extraen diferentes minerales entre los que destaca la sal pero también el litio y el potasio.

El primer punto a visitar es el Cementerio de Trenes. El sitio delata el pasado comercial de la zona. Las locomotoras oxidadas están congeladas y permanecen eternas en el desierto. Caminamos entre los vagones, los trepamos e imaginamos estos gigantes atravesando el enorme vacío y llevándose diversas riquezas de la región. Estos colosos de hierro son monumentos de una época pasada; hoy son esqueletos que decoran el desierto.

Pasamos por un pequeño pueblito que vive de la sal y ahora también del turismo; es el pueblo salitrero de Colchani, donde podemos ver el procesado y envasado del producto.

Es un pueblo donde viven unas 145 familias; muchas de ellas vuelcan sus colores en artesanías y telas que contrastan con el blanco del lugar.

Llegamos al océano blanco y es enceguecedor. Comemos en el famoso restaurante de sal y hacemos ruta por este lugar sin caminos. La referencia de Elmer es la isla de Incahuasi. Nos adentramos en el salar y descubrimos una formación rocosa coralina en la que predominan en su superficie los cactus.

Luego hacemos las clásicas fotos jugando con la distancia y la perspectiva, creando a partir de un dinosaurio de juguete, la ilusión de que estamos siendo perseguidos por dicha criatura.

Uyuni.  Foto: Daniel Noya
Uyuni. Foto: Daniel Noya

Seguimos surcando estos territorios y nos metemos en la Reserva Eduardo Avaroa (REA) que contiene a las famosas lagunas de colores; la más conocida y fotografiada es la laguna Colorada, llamada así por su gran contenido de pigmentos y sedimentos de sus algas y minerales. Aquí nos encontramos a los hermosos flamencos. También visitamos el conocido Árbol de Piedra que es una hermosa formación natural rocosa. Este capricho del tiempo y del viento es una parada obligada, no solo por la belleza del lugar, sino por las vistas increíbles de las montañas.

Parque Nacional Eduardo Avaroa Foto: Daniel Noya
Parque Nacional Eduardo Avaroa Foto: Daniel Noya

Otro paisaje que parece sacado de una película de ciencia ficción es el de los géiseres. Antes de llegar ya se pueden divisar de lejos las fumarolas. Estos géiseres tienen el lindo nombre de Sol de Mañana y, mientras se camina, hay que esquivar los diversos cráteres que contienen lava hirviendo en su interior.

El viaje sigue. Arribamos a un nuevo refugio en donde nos reciben hospitalarias sonrisas y cálidos té de coca. Cuesta respirar y dormir. Llega la noche y como forma de cierre, nos vamos a las aguas termales de Polques. Son aguas volcánicas que brotan desde las entrañas de la tierra. Estamos cerca de los 5.000 metros de altura y también cerca de la frontera con Chile. Es hermosa la sensación del frío del desierto y el calor de las aguas termales al mismo tiempo. Bolivia toda es un viaje lleno de contrastes.

Vale un potosí.

Nuestro próximo destino es la ciudad de Potosí. La frase popular dice “vale un Potosí” y para eso tenemos que entender que esta fue mejor que el más grande de los tesoros jamás encontrados en la historia de Bolivia.

La procedencia de la frase hace referencia al Cerro Rico, la montaña ubicada en el sur del territorio, con unos 4.000 metros de altura y totalmente agujereado por miles de túneles de las inagotables minas de Potosí. Su explotación sigue muy viva en pleno siglo XXI.

Antes de ir a la mina, pasamos por el Mercado Minero. Allí encontramos alcohol, refrescos, tabaco, hojas de coca y los más diversos materiales de trabajo, entre ellos dinamita. Es tradición llevar unos presentes a la mina.

Bolivia. Foto: Daniel Noya
Mercado en Potosi . Foto: Daniel Noya

Entramos a ella con una mezcla de ansiedad y de indignación al ver como la explotación y la miseria siguen intactas. Nos metemos y pasamos a pedir permiso a El Tío. Antes de la llegada de los españoles, ya se hablaba de la tradición de adorar a un ser de las profundidades. Los mineros lo llaman Tío y antes de entrar a la mina hay que visitarlo y darle ofrendas. Aparece representado como un demonio y las ofrendas se colocan a su lado. Los mineros le ponen un tabaco encendido en la boca y es mala señal que se apague; si eso sucede, no eres bienvenido.

Prendemos un tabaco, se lo ponemos en la boca y continuamos nuestro camino. Al regreso sabremos si fuimos bienvenidos o no.

La oscuridad domina la escena; los cascos con sus luces nos muestran por donde seguir. Nos metemos por túneles pequeños y llegamos a un altar para descansar. En el camino escuchamos ruidos de explosiones. Nos cruzamos con serpentinas, guirnaldas y flores tiradas por el suelo que dejan los mineros para buscar la protección de la Pachamama. En las minas no existe el tiempo; es una noche eterna. Pegamos la vuelta y pasamos por el Tío nuevamente. Se fumó el tabaco. Salimos de “la garganta del diablo”.

Próxima parada

Dejamos Potosí y nos dirijamos rumbo a Sucre o la Ciudad Blanca. Es conocida así por el color de las fachadas de sus edificios. La ciudad es un gran jardín. Vamos en el bus y abandonamos las secas montañas; mientras bajamos, comenzamos a notar verdes valles y un aire fresco que nos permite respirar fácilmente. Sucre posee muy vivo su pasado colonial y lo podemos ver en sus edificios, plazas y calles. Desde 1991 es Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO. El punto central de la ciudad es la gran plaza 25 de Mayo. El lugar que siempre nos gusta visitar, tanto sea pueblo como ciudad, son los caóticos y bellos mercados centrales.

Pero hay mucho más. Habrá una tercera parte de estatravesía por Bolivia.

La próxima semana le tocará el turno al mítico y pequeño pueblo de La Higuera, donde fue asesinado Ernesto “Che” Guevara y otros rincones de un país que descubrimos que es sinónimo de aventura, de movimiento y de muchas cosas para hacer.

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