GENERACIÓN ESPONTÁNEA
Borges dijo alguna vez que la pasión más auténtica de los argentinos era el esnobismo, término que proviene de la palabra inglesa "snob", que a su vez deriva del latín sine nobilate, que significa sin nobleza. Por definición del Diccionario de la RAE, esnob es la persona que imita con afectación las maneras, opiniones, etc., de aquellos a quienes considera distinguidos. Sin duda que hoy la definición borgeana no es fiel a la realidad y si hay algo que imitan con fruición nuestros hermanos son los tics y afectaciones de su variada farándula, en especial la televisiva. Pero definir la pasión auténtica de un pueblo o de una nación siempre implica el riesgo de simplificar o caer en una boutade como la de Borges, cuya ironía a la hora de reflexionar sobre sus compatriotas era legendario.
Definir la pasión más auténtica de los uruguayos ha sido y es una tentación para intelectuales, filósofos, historiadores, sociólogos, politólogos y en general pensadores que, a lo largo de las épocas, buscan una cifra de lo que somos a partir de lo que nos apasiona. De eso se trata el documental Manyas, que acabo de ver y, pese a mi filiación aurinegra, voy a traerlo a este espacio sin que aflore la emoción que reconozco me provocó. Más allá de su contenido específico, del fervor futbolero que muestra, de los colores que monopolizan las imágenes y de los variados testimonios que recoge, el filme de Andrés Benvenuto se ocupa de retratar la que a mi modo de ver es una auténtica pasión uruguaya: la pasión por la pertenencia.
No es casual que Manyas haya sido estrenado en este año de Bicentenario y evocaciones -y aún escenificaciones reales y filmadas- de la llamada "Redota", experiencia fundacional y colectiva. El documental muestra, sin reproducir un solo gol o jugada sobre la cancha, una pasión desbordante, irracional, por momentos conmovedora, bizarra y siempre bordeando la desmesura que, originada en una adhesión deportivo-partidaria, compromete otras lecturas que sin duda trascienden lo deportivo. Esa pasión, diseccionada de manera exhaustiva y mostrada en todos sus grados de expresión -desde la tribuna glorificada por la voz de Pavarotti cantando Nessun dorma, al fervor por complejos tatuajes que se fijan sobre pieles en especial cuando se ha vivido una derrota- testimonia una necesidad de pertenencia que se convierte para muchos en la única razón para vivir. Y en ese sentido resulta notable la inserción de testimonios de expertos, estudiosos y personas que aparentemente están por encima de ese fervor tan "sacado" y que no logran dar siquiera una provisoria definición de lo que estamos viendo. La academia o la reflexión intelectual quedan desbordadas por el flujo de las imágenes, de los hechos, de las respuestas tremendas que la masa anónima -o no tanto- de hinchas entrega en cada intervención a cámara. Pero por debajo de ese discurso que bordea lo místico y que descoloca por su adhesión incondicional y absoluta a algo que se vislumbra casi como una deidad que merece altares domésticos, el documental me remitió al desamparo que sufriría toda esa gente de no mediar ese poderoso sentimiento que la mancomuna y que configura una poderosa expresión de identidad.
El sentimiento más profundo que plantea Manyas es el de la necesidad de pertenecer, de incorporar al individuo a una experiencia colectiva, a códigos de reconocimiento que determinan una solidaridad instantánea y obligatoria. Pero esa pertenencia no se valida, como en otros ámbitos, por factores de interés racional como por ejemplo la ideología o una determinada conquista política o material. Ni siquiera el triunfo deportivo está exigido, porque cuánto peor sea la suerte deportiva, más será la adhesión. Lo importante es la pertenencia, ese paraguas que a todos cobija y que desde el punto de vista visual se sintetiza en esa extraordinaria escena de la bandera gigantesca que tapa como una gran frazada una tribuna y tres cuartos repleta de hinchas.
Creo que una de las lecturas inmediatas sobre este notable documental de Benvenuto, además de la referida a la necesidad de pertenecer de los uruguayos, es la transferencia al ámbito simbólico de la tribuna de necesidades existenciales más profundas. El escritor inglés Nick Hornby publicó hace un tiempo la novela Fiebre en las gradas, relato autobiográfico de su tumultuosa relación con el fútbol y con su equipo, el Arsenal londinense. Con un entusiasmo contagioso y mucha ironía, Hornby nos cuenta lo que ocurre cuando uno deja que el fútbol llene unos cuantos huecos que deberían haber estado ocupados por otras cuestiones. Ese aspecto también emerge luego de ver Manyas y es quizá la reflexión que, concluido el documental, aparece como más inquietante.