En un salón de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de la República (Udelar), un perro peludo llamado Jerry reposa sobre la mesa. No se mueve. Podría estar a punto de recibir una extracción de sangre, una intubación o incluso una reanimación. A su lado, gatas, perras y hasta una yegua esperan a los estudiantes. No son reales, sino simuladores, parte del Centro de Simulación inaugurado a fines de 2023, único en el sur del continente.
“Al principio parecen juguetes”, admite Claudia Borlido, docente de la Unidad de Educación Veterinaria. Pero basta con ver a los estudiantes rodear a la yegua Faustina -como cariñosamente la llaman- para entender que lo que allí ocurre está muy lejos del juego: son ensayos de maniobras clínicas y quirúrgicas en un entorno seguro, sin dolor animal ni la presión de una consulta real.
Hasta hace poco, la primera sutura de un estudiante de veterinaria en Uruguay se practicaba sobre un pedacito de polifón… o directamente sobre un animal vivo o en cadáveres donados por sus dueños.
Hoy, gracias a un proyecto que nació en plena pandemia, eso cambió: el Centro de Simulación permite a cientos de alumnos -casi 600 en primer año solo en la sede de Montevideo- aprender desde lo más básico -una inyección, una extracción de sangre- hasta técnicas más complejas como la intubación o la palpación rectal en grandes animales, con maniquíes de tamaño y peso reales que replican órganos, venas y hasta la textura de la piel.
“La primera vez que practiqué en un animal vivo sentí un miedo bárbaro, y todos pasamos por eso. Antes, las técnicas se aprendían en la consulta, con animales enfermos, en medio de un estrés total, o en casa, improvisando con materiales que no tienen la misma consistencia. Hoy podemos entrenar en estos simuladores sin que nadie sufra”, comenta Borlido.
Sin sufrimiento.
Los simuladores no son simples “peluchitos”, como dice la docente: reproducen órganos internos, circulación, texturas y tamaños reales. Actualmente, el centro cuenta con dos gatas, dos perras, dos perros, un gato anatómico y una yegua. En los próximos meses se sumará “un cuarto de vaca” -es decir, la parte trasera del animal para prácticas de parto- y un “cajón de distocia”, que permite simular una mala posición fetal del ternero.
En el caso del gato negro macho, por ejemplo, se le puede colocar sangre falsa para entrenar extracciones. Según Borlido, al palpar sus venas la sensación es la misma que con un animal real. Explica además que muchas veces es necesario practicar con la yugular, porque el resto de las venas son muy finas y se estrechan aún más si el gato está deprimido o deshidratado. En los perros, en cambio, es más común trabajar sobre la vena femoral, ubicada en las patas traseras.
Al igual que a Jerry, se le pueden colocar las herramientas necesarias para practicar una intubación. “Antes, los estudiantes no la practicaban hasta que se enfrentaban a un caso real, y es un caso extremo”, apunta la profesora, en referencia a que el procedimiento debe realizarse rápido, correctamente y bajo anestesia, ya que puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Agrega: “Aquí, el aprendizaje se da en un espacio donde no se siente estrés. Si sale mal, se repite. No hay temor de que el animal esté sufriendo”.
Estos simuladores también permiten practicar reanimación. Al contar con pulmones, posibilitan entrenar técnicas de respiración asistida siguiendo un ritmo constante. Aunque no tienen sensores como los modelos humanos, los estudiantes pueden practicar la coordinación y el relevo entre operadores, tal como ocurre en situaciones de emergencia reales, asegurando que la presión se mantenga constante y efectiva durante todo el procedimiento.
Los maniquíes anatómicos también permiten que los estudiantes practiquen cirugías frecuentes, como la castración. En el caso de las hembras, reproducen el sistema reproductivo en su interior. Durante la cirugía, se realiza una incisión media -la más habitual- de apenas dos centímetros o menos, donde el estudiante debe identificar al tacto y extraer los ovarios. La precisión es clave: la maniobra requiere conocer con exactitud la ubicación de cada órgano para evitar dañar los riñones. “Cuando uno entra en la incisión, se está un poco a ciegas”, señala Borlido.
En los machos, el procedimiento es más sencillo, ya que la intervención es menos invasiva: se extraen los testículos mediante pequeñas incisiones en las bolsas testiculares.
Antes, los estudiantes aprendían estas técnicas asistiendo a cirugías reales, primero como ayudantes y luego ejecutándolas ellos mismos. Hoy, los simuladores permiten ensayar estas maniobras sin riesgos para los animales y, además, posibilitan que varios estudiantes practiquen al mismo tiempo, ganando confianza y familiaridad con la técnica antes de enfrentarse a un caso real.
La yegua Faustina.
La yegua es la “vedette”, dice Borlido, del Centro de Simulación. Reproduce órganos internos y estructuras clave, permitiendo practicar maniobras complejas como la palpación rectal, utilizada para detectar preñez o malformaciones reproductivas. “No se puede hacer repetidamente en un animal real sin riesgos”, explica la docente. Con Faustina, los estudiantes pueden ensayar estas técnicas tantas veces como necesiten sin estrés ni peligro para el animal.
El simulador incorpora además zonas específicas para aplicar inyectables intramusculares, venas yugulares para la extracción de sangre, e incluso la posibilidad de practicar procedimientos como la paracentesis, que consiste en obtener líquido abdominal para su análisis. También cuenta con aparato reproductivo interno, cervix y vagina para entrenar el ingreso. “Esto permite que el estudiante vea la maniobra desde adentro, algo imposible en un animal real, y que la incorpore a la memoria para reproducirla”, señala Borlido.
Faustina también ofrece la opción de trabajar con procedimientos de anestesia, intubación y hasta radiografías, gracias a piezas intercambiables con lesiones óseas. “La sensación es muy similar a la de una yegua real”, concluye.
En un mundo donde la empatía hacia los animales es cada vez más valorada, el Centro de Simulación marca un antes y un después en la formación veterinaria. Lo que antes se aprendía con miedo, improvisación o sufrimiento, hoy se practica con precisión, calma y respeto.
El proyecto no se detiene. En los próximos meses se sumará un “cuarto de vaca”, que permitirá prácticas de parto, y un “cajón de distocia”, para simular malas posiciones fetales en terneros. También se evalúa incorporar modelos de bioterio -ratones, conejos y otros animales de experimentación- en coordinación con el nuevo Bioterio de la facultad, inaugurado este año. La compra de cada equipo se planifica con cautela, priorizando que puedan ser utilizados por la mayor cantidad posible de docentes y estudiantes.