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Dar el portazo e irse del grupo de Whatsapp

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Saber manejarse en un grupo de Whatsapp es cada vez más importante. ¿Cómo hacer para manejar la propia ira y no provocar que un amigo de el portazo y se vaya?

“Alejandro ha abandonado el grupo”. El mensajecito impactó en el resto de los integrantes del grupo de Whatsapp. Alejandro se había ido sin mucho preámbulo. Dijo algo así como “Bueno, hasta acá llegué. ¡Chau!”. Los demás quedaron rascándose la cabeza. ¿Qué había ocurrido?

Esa fue una de las experiencias. Otra fue cuando, en un grupo diferente, Luis también se fue. En este caso, el portazo llegó luego de una discusión que fue escaladando entre él y otro integrante. La disputa había sido por un tema político.

Actualmente, integrar un grupo de Whatsapp es parte de la cotidineidad digital. Ya sea para organizar e informarse en un colectivo de padres de alumnos escolares, para hablar sobre fútbol o para compartir memes o vínculos a distintos fenómenos en Internet, los grupos de esta plataforma forman parte de los diferentes vínculos sociales que establecemos y mantenemos a través del teléfono.

En el caso de Alejandro, este volvió a formar parte del grupo tras unos días. Reflexionando sobre la razón por la que se había ido, varios de los integrantes llegaron a la conclusión de que se habían dado dos factores que precipitaron el abandono: por un lado, Alejandro parecía sentir cierta saturación ante tanto mensaje y tantas discusiones. Por el otro, pudo haber sentido cierta “sobrada” por parte de otro integrante, lo cual posiblemente lo haya ofendido.

Saber manejarse en un grupo de Whatsapp parece ser cada vez más importante, porque integrarlos también es cada vez más importante. Esos grupos pueden, en algunos casos, hacernos sentir “distinguidos”, gente VIP. “Estoy en un grupo de… (pongan lo que les plazca: artistas famosos, deportistas de elite, académicos de prestigio, periodistas de renombre, etc.)”, puede ser un comentario dicho o escrito como al pasar, con un tono pretendidamente humilde. En realidad, esto es algo que a menudo se comunica para remarcar la importancia o el capital social con el cual se cuenta.

Y ni que hablar de los grupos que formamos con nuestros amigos, con aquellas personas que sentimos más cercanas. Ahí se explicitan opiniones y pareceres que en otros ámbitos tal vez nos guardemos. Justamente en esos casos —los grupos de amigos— es que los abandonos, los portazos, tienen un impacto emocional relevante, tanto para el que se va volando de la calentura como para los que quedan desconcertados y algo dolidos por la salida de ese amigo.

La psicóloga y experta en manejo de ir Ana Rabino dice a Revista Domingo que “es cada vez más importante cómo uno se comporta en Whatsapp”. Ella agrega que ya en la comunicación cara a cara puede haber mucho “ruido” que da lugar a malos entendidos. Y cuando el diálogo pasa a Whatsapp, las distorsiones que pueden surgir, se agravan. “No está la ‘música’ de las palabras, no están los gestos faciales, no está la mirada cara a cara… El riesgo de no entender es mucho mayor”.

Rabino, además, señala otro factor que acentúa la importancia de una buena gestión de los mensajes que uno envía a un grupo de Whatsapp, en particular uno de amigos: la pandemia. Rabino explica que el actual contexto genera miedo en mucha gente: miedo por la salud propia y la de sus afectos o, también, miedo por la incertidumbre económica que ha sobrevenido en el último año.

Todo eso genera estrés y eso hace, dice, que uno se aferre a lo que siente como certezas. “Algunas personas, ante la duda, se agarran de algo y entonces se radicalizan las ideas y posturas”.

Además de generar miedo, la pandemia también hizo que se dieran mucho menos contactos personales que en la vieja normalidad. Ergo, una plataforma como Whatsapp adquiere mayor relevancia como vía de comunicación. “Muchos canalizan sus emociones ahí. Y hay personas que, antes de entristecerse, se enojan. Como suele pasarle a muchos niños, que ante una adversidad emocional hacen una pataleta. Y, también, hay personas que son adictas a la indignación, a enojarse y meterse de lleno en una discusión”. En otras palabras: el horno no está para bollos.

¿Qué pasa cuando la discusión va subiendo cada vez más de temperatura? La bronca. Esa bronca, prosigue Rabino, genera una energía y esta tiene tres destinos posibles. “Uno se la puede agarrar con quien discutió, encararlo y aclarar las cosas. Otro destino es enojarse con un tercero, que es algo que creo que está ocurriendo ahora porque hay mucha bronca acumulada. Y, finalmente, uno puede reprimir esa bronca y hacer que esa energía se dirija hacia el interior de uno mismo. En ese caso, es probable que nos enfermemos, que nos deprimamos”.

Respirar hasta diez y más

Ana Rabino, psicóloga y experta en el manejo de la ira, explica que hay que saber que esta es una reacción natural cuando alguien “invade” nuestras fronteras. Para poder manejar la propia ira y que esta no nos desborde, recomienda cuestionarse a uno mismo. “¿Tuve algo que ver con esto? ¿Pude haber hecho algo diferente?”. Si la respuesta es sí, lo siguiente es tratar de enmendar el error en una comunicación directa con el otro. “Y siempre, siempre, tratar de asegurarnos que lo que comunicamos sea lo que realmente quisimos decir”. Dicho de otra forma: cuanto menos ambigüedades, mejor.

El filósofo y docente universitario Javier Mazza estuvo el mes pasado en la serie televisiva Relatos (TV Ciudad), donde habló sobre los grupos de pertenencia. En los espacios en los cuales unos dialogan con otros, surgen sentimientos de identificación y reconocimiento entre quienes conversan. Y en esos diálogos, acota, pasan dos cosas. Una es que quienes los integran empiezan a detectar y reconocer ciertos roles: el líder, el que se lamenta, el que insiste mucho con un tema en particular y el que se enoja, por ejemplo. Otra cosa que ocurre es que lo “performático” cobra mayor relevancia. Importa más cómo se dicen las cosas que lo que realmente se dice. En particular, agrega Mazza, ahora que Whatsapp cuenta con varias herramientas comunicacionales. Ya no se trata de únicamente textos, sino que hay audios, memes, gifs y stickers.

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Foto: Commons.

Ese arsenal de herramientas para la comunicación puede enriquecerla, pero también puede hacer que alguien se confunda. Rabino pone un ejemplo de su experiencia personal para remarcar que incluso una única palabra, ya ni hablemos de stickers o gifs, puede dar lugar a conflictos. “Una persona que conozco me contó que en su familia, la palabra ‘nena’ era un término afectuoso. Por eso, cuando esa persona desarrolló una buena relación con una compañera de trabajo, le empezó a decir eso: ‘nena’. Al poco tiempo, la otra persona explotó y le dijo que no volviera a llamarla así, que para ella era una falta de respeto grave. Y ni fue por Whatsapp. Fue cara a cara”.

Mazza remarca la importancia de ser conscientes del espacio en el cual nos comunicamos. “Ponele que estamos en un asado entre amigos. De repente, Carlitos se calienta, rompe un vaso, lanza unos insultos al aire, pega un portazo y se va. Por ahí, quienes quedamos en el asado luego de ese brulote, no volvemos a invitar a Carlitos. Pero si Carlitos hace lo mismo en el grupo de Whatsapp, por ahí no lo sentimos como tan grave. Si vos como integrante del grupo del que se fue Carlitos te lo cruzás en el supermercado, ¿lo dejás de saludar? O si, por ejemplo, no publicó un saludo en tu muro de Facebook cuando cumpliste años, ¿dejás de hablarle?”, pregunta.

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