TOMER URWICZ
El año 1999 fue bisagra en la vida de Daniel "Tatita" Márquez (38). Pasó a ser vegetariano, dejó de consumir alcohol y drogas, se rapó la cabeza y renunció al "sexo ilícito". A decir verdad, no estaba tan mal hasta ese momento: ya era un percusionista profesional, tocaba en la Tribu Mandril y en la orquesta de Raúl Medina, había fundado Tamborilearte, un comercio del ramo, y dictaba clases a más de cien alumnos. Pero, ¿qué otras cosas hay en la vida para que uno se siga enriqueciendo?, se preguntó. Compró libros de religiones orientales y fue músico en un templo afroumbandista (tradición que adquirió de su familia paterna). Aunque la respuesta llegó tiempo después, comprando inciensos en la feria de Tristán Narvaja, cuando le regalaron un texto en el que estaba resaltado "Hare Krishna".
Desde entonces, este hombre delgado ordenó su rutina en base al trabajo con la música y la meditación. Se levanta cerca de las seis de la mañana. Desayuna más bien granos e ingiere un alimento cada dos horas "como los fisicoculturistas", dice, porque eso le permite "estar con energía". Estudia las baquetas o palos de batería (en la práctica eso significa componer y mejorar su técnica). Se va por una hora a un gimnasio cercano a su casa donde un profesor particular le enseña a mejorar los movimientos y posturas que necesita para su trabajo de percusionista. Sobre el mediodía toca las tumbadoras, clásicas de las congas. Retoma el estudio próximo a las cuatro de la tarde, cuando se enfrenta al repique (su tambor de candombe preferido). Luego es el turno del pandeiro, con el que practica la música brasileña. Y por último, vuelve a las tumbadoras y al repique a modo de improvisación. A las 21.30 horas pone fin al trabajo musical, reza y se distiende para empezar otras vez al día siguiente con las mismas ganas.
"Me tomo tan en serio la profesión como lo debe hacer (Lio) Messi", cuenta.Lo hace de esta forma porque cree que es la única manera de "marcar la diferencia" y así se lo hizo notar cada uno de los más de 60 maestros que ha tenido en la música.
Es que Tatita, como le dicen desde chico, es un músico de academia. Si bien incursionó con diferentes instrumentos desde que tenía ocho años, su aprendizaje formal fue en la Escuela Municipal de Música, cuando ante la falta de cupos para estudiar guitarra se inclinó por la percusión. Se graduó, continuó en la Universitaria y en San Pablo, donde conoció a los principales referentes de los ritmos brasileños.
Mucho antes, ya vibraba con el candombe porque es oriundo de Palermo (Yaguarón e Isla de Flores) aunque formó su primera comparsa de negros y lubolos cuando vivía en Cordón. "Es como los uruguayos que empiezan a tomar mate cuando están fuera del país", utiliza como analogía.
El ritmo afrouruguayo no lo abandonó y, otra vez en el mítico 1999, comenzó una investigación sobre la escritura del toque de los tambores del candombe, experimentación que continúa hasta la actualidad; lleva editado más de diez trabajos.
Si a las diez horas de composición y producción (en su computadora, que tiene como fondo una imagen de Krishna) se le suman las seis de meditación, Tatita dedica dos tercios del día a sus dos pasiones. "Puede parecer egoísta", se ataja, pero "cuando hago música busco lo mejor para los demás". No intenta que la gente lo imite ni sale a predicar, pero su arte "implica ser solidario, mejor persona, escuchar a los demás, no arrojar papeles en la calle y dar siempre lo mejor de uno", explica uno de los 500 krisnaístas que hay en Uruguay.
También tiene esa fe su pareja, con quien convive. Sin embargo, la exigencia de su rutina le ha quitado algunos placeres. "Con mi familia tengo un gran debe", reconoce. Son cinco hermanos pero se ven "muy poco, más bien en los cumpleaños". Y, lo que quizás suena más conmovedor, no tiene amigos. "Sí colegas con los que trabajo o veo en el gimnasio, pero no busco amistades porque no tengo el tiempo para buscarlas", dice.
Él no se lamenta. Está cómodo con su forma de vida. "Es lo que busco y quiero", afirma con convicción, sin abandonar durante la entrevista la postura recta sobre la banqueta de batería en la que se sienta. Sí le "carcome la cabeza" no haber comenzado a estudiar teclado "como corresponde". "No soy solo un percusionista, soy músico y preciso de ese conocimiento".
FUSIÓN. En la casa de Tatita hay más de 60 instrumentos. En su mayoría son tambores, pero también hay un órgano, una guitarra y muchos cables. Eso lo distingue de otros locales de ensayo típicos del candombe. Como también diferencia a su percusión de las clásicas comparsas.
-¿Sos un incomprendido?
-Soy quien más ha hecho cosas que no están relacionadas con la tradición del candombe y por ahí soy muy criticado. Lo más arriesgado es, quizás, la fusión de música electrónica y candombe. Respeto el plano de la tradición y creo que debe estar. Pero también quiero que haya generaciones jóvenes que tomen esa tradición y evolucionen para llegar a planos de la música mundial, que cualquiera pueda comprender. Es decir, hay que conectarse con el candombe como nos conectamos con el mundo a través de las redes sociales.
Esta experimentación le valió a Tatita su fama en el exterior (ver nota aparte). "Cuando viajo me reconocen esa búsqueda y ese es el interés que despierto en los demás", dice. De todas formas, no se queja de su trabajo en Uruguay. "Se me valora mucho, he dirigido una 30 comparsas y, si bien ahora no doy clases, he tenido cientos de alumnos".
Él cree que maneja "un nivel diferente al de otros músicos". Como ejemplo, cita no haber sufrido una tendinitis (común en los percusionistas) porque al cuerpo lo debe "cuidar". Es la misma idea que nace con su espiritualidad y que lo llevó a seguir a rajatabla las reglas que se planteó sin caer en tentaciones. "Salvo cuando iba unos seis meses de prueba y tomé un vaso de cerveza, que incluso rechacé porque mi cuerpo ya estaba desacostumbrado".
Todas reglas que sigue porque en la base de su filosofía "no hay un todopoderoso que te juzgue sino que uno mismo se beneficia o perjudica por sus actos. Compruebo cada día que la ley de acción-reacción es inmediata".
Con esa misma consciencia sobre sus actos fue quese postuló y fue elegido para participar del reality de Jennifer López y Marc Anthony, ¡Q`Viva! The Chosen (que en Uruguay transmitió Teledoce). Compitió contra un músico puertorriqueño, quien lo eliminó. "Toda la producción era de Puerto Rico y en todo era sabido que ganaba él: jugaba de local y con el instrumento que es de ellos", se justifica.
Quien sí continuó un tiempo más en el programa fue Nicolás Arnicho, otro de los percusionistas que ha innovado en Uruguay. Pero sobre este artista, Tatita tiene las mejores referencias. "Fue el primero que me invitó a tocar profesionalmente con la Tribu Mandril, cuando apenas tenía 18 años", recuerda. Hoy, gracias a la larga trayectoria que comenzó entonces, Márquez integra la banda de Jaime Roos con quien actuó en el show Tres Millones.
Por fuera de los escenarios, la experiencia lo acerca al mundo empresarial. Tal es así que en un bolso guarda 30 tambores pequeños con los que dicta talleres de team building. Se trata de técnicas que permiten potenciar el trabajo en equipo, la concentración, la cooperación y el liderazgo dentro de organizaciones para lograr los objetivos planteados. "Lo aprendí en Nueva York y aquí lo desarrollé con diferentes instituciones", señala.
Trabajó con el plantel de Primera de Nacional, cuando el equipo estaba en el peor momento y se pensaba en despedir al entonces entrenador Marcelo Gallardo. A modo de ejemplo, hizo que el delantero Tabaré Viudez tocara un tambor durante un tiempo prolongado y visualizar quiénes lo acompañaban para determinar la incidencia en el juego. "Se intentaba generar el mismo compromiso de la cancha pero con la música". El club comenzó a ganar y salió campeón. ¿Para el clásico de hoy habrá hecho lo mismo? No contesta. Secreto profesional.
CON VALIJAS EN MANO
Buena parte de su vida Daniel "Tatita" Márquez está sobre un avión. "Lo que pasa en Uruguay es que tocás un techo y necesitás viajar para que alguien te abra la cabeza", dice, aunque no piensa dejar de vivir en el país. Ya sabe que en marzo estará en Austin (Texas), en uno de los festivales más importantes de la música mundial. Tiene propuestas para tocar en Alemania y Katar. Pero el lugar más exótico en el que se presentó fue en la Isla de Saint Martin(Caribe), donde exhibió su música ante unas 500 personas, en su mayoría millonarios. "Es un lugar diminuto, casi sin tierra... un paraíso", recuerda. También estuvo en el Mundial de Sudáfrica. Allí se notó que en el continente donde nacen los tambores también fusionan música. "Ahí me saqué muchos prejuicios y dije: `Si donde todo nace me valoran, ¿por qué me voy a hacer problema de lo que digan algunos en Uruguay?`", sentencia. A Corea fue por un mes y medio como percusionista en el stand de Uruguay de la expo Yeosu, en la que participaron 106 países. Al finalizar la muestra fue elegido para dirigir el área de percusión en la ceremonia de clausura. Incluso, tocó la canción de amor que pide la unión de las dos Coreas, casi un himno.
SUS COSAS
Su filosofía
Pósters y hasta el fondo de pantalla de su PC con la imagen de Krishna, un ejemplar del texto sagrado Bhagavad-guitá y la Yapa (una especie de rosario con 108 cuentas con la que reza durante seis horas diarias), son parte de los objetos que conserva Tatita en su hogar de Pocitos. Es uno de los aproximadamente 500 devotos krisnaístas.
Su instrumento
El repique es el tambor con el que Tatita se siente "más libre". La posibilidad de experimentar e improvisar que permite este instrumento hace que sea su favorito dentro del candombe. Tal es así que está en el centro de su sala de ensayo, en un lugar con más de 30 tambores de una única membrana y otros tantos más pequeños.
Su show
El último trabajo discográfico de Tatita aleja al candombe de la música electrónica y lo acerca al jazz. En Mukunda, así se llama el proyecto, intervienen músicos como Hugo Fattoruso, Nicolás Ibarburu y Sergio Tulbovitz. El lanzamiento será el 30 de noviembre, a las 21 horas, en la sala Zitarrosa.