Pantalones acampanados, de tiro bajo en látex o jean; top que revela un abdomen tonificado; cabello color miel con mechas en un rubio más claro, y al costado de la cara un micrófono. La imagen de Britney Spears es tan icónica como su música, pero no son dos aspectos que compiten entre sí, sino que dialogan y se potencian uno al otro. Con el CD venía el póster que adornó las paredes de miles de adolescentes, si no millones.
En la industria de la música pop global los artistas son un producto y como tal tienen directores creativos, vestuaristas, maquilladores y estilistas que son arquitectos de su apariencia. Lady Gaga, incluso, le llamó Haus of Gaga al equipo de creativos que confecciona sus atuendos tan absurdos como memorables. Un ejemplo es el vestido hecho de carne cruda que usó en los premios VMA de la cadena de televisión MTV.
En Uruguay la historia es otra. Durante décadas Ruben Rada fue el único solista en hacer una exploración estética con sus trajes de colores, peinados casi punk y su propio alter ego, Richie Silver, con una faceta más rockera. Luego llegó Natalia Oreiro, que en el año 2000 publicó Tu Veneno, inaugurando una etapa de cerquillo en forma de v, pelo negro y trajes engomados.
Pero en un mundo dominado por las imágenes, la apariencia de los artistas -sobre todo las mujeres- pesa cada vez más: potencia la fama, genera oportunidades comerciales y cimienta el estatus de estrella. Luana, Soledad Ramírez, Agustina Morales y Meri Deal son las principales exponentes de esta nueva generación.
Influencia porteña.
Nicolás Galván, diseñador y estilista explica que esta transformación tiene sus orígenes en el auge de la “cumbia cheta”. “Lograron un producto de exportación, algo que es muy difícil porque mundialmente hay una cultura muy fuerte. En México las tiraderas, el hip hop en Estados Unidos. El tema es que, estéticamente, la ‘cumbia cheta’ no te exige mucho. La imagen que buscaban era ser fresco, joven, ‘la chica de al lado’. Pero esa época terminó. Después de la cumbia cheta resurge Argentina como potencia mundial de música con fenómenos como Emilia Mernes, Lali y Bizarrap, con el foco puesto en el solista. Y qué importante es la estética cuando es individuo, porque son ellos y el escenario. Tuvieron que subir la vara un montón estéticamente y ahí es cuando yo creo que se le exigió a las uruguayas”, analiza. Bizarrap tiene sus gafas negras, gorra con visera y campera deportiva. Emilia siempre se hace un punto o se coloca brillos en la mitad de los párpados inferiores, mientras que sus atuendos se mueven en el espectro de la vestimenta urbana. Lali elige una estética para cada nueva “era” de su música -algo que se estila en artistas del hemisferio norte, que incluso borran todos sus posteos en redes sociales antes de sacar un nuevo disco-. Para su tour “Disciplina” tomó elementos del mundo BDSM (siglas que vienen de bondage, disciplina o dominación, sumisión y masoquismo) con corsets de cuero, arnés y tachas. Con las cantantes de la vecina orilla como referencia, las uruguayas dejaron de lado la ropa casual y empezaron a contratar diseñadores y estilistas para elevar su imagen con prendas hechas a medida que no se encuentran en el mercado.
Arquitectos de imagen.
Galván es uno de ellos. Trabaja con Luana y Agustina Morales, además de artistas under como Nomusa. “Luana quiere ser una diva, todo el tiempo. Con Agus estamos tratando de cambiarle la imagen, de pasar a ser una teen pop, como alguien un poco más sensual; todas buscan una cierta sensualidad que las empodera”, cuenta en diálogo con Domingo.
Trabajar con artistas le permite hacer diseños más rupturistas de lo que puede hacer para una novia o una colección casual. “Es lo más divertido, porque si bien la historia de Luana no es mi historia, me encanta meterme en la suya. Es como dirigir una película”, interpreta.
Para ejecutar su visión creativa suele recurrir a construir él mismo las prendas, porque prácticamente no hay marcas uruguayas que tengan piezas con suficiente teatralidad como para ser usadas en el escenario.
El diseñador Tavo García es señalado como una de las excepciones, pero incluso él modifica sus diseños para que acompañen la estética de las cantantes. “Si elijo de las marcas de fast fashion sé que en media hora lo va a tener otra persona, que está buenísimo, pero al mismo tiempo rompe un poco la fantasía del pop star”, explica Galván.
En la industria los tiempos apremian y el diseñador se ha enfrentado al desafío de diseñar y confeccionar prendas en menos de 48 horas, pero cree que es algo que va a continuar profesionalizándose.
Aun confeccionando él los trajes confiesa que lo limita la oferta local: es difícil encontrar botones de colores, brillos y telas inusuales. A veces tiene que viajar a Buenos Aires para encontrar este tipo de materiales. El estilista cree que como las uruguayas son más conservadoras a la hora de vestir y el mercado es más chico, para los importadores no tiene sentido traer insumos que salgan de lo usual.
Ese mismo problema es el que tiene el diseñador Mauro Gardela, que también ha vestido a Luana (y a toda su banda), además de Agustín Casanova y Paola Dalto. Una de sus principales influencias es el carnaval -como oriundo de Artigas ha participado en escolas do samba- y, por eso, suele recurrir a la frontera con Brasil para encontrar textiles coloridos, pedrería y lentejuelas.
“Diseño en base a sus gustos, también a su cuerpo y su estética. A mí me encantan los brillos, pero si a ellos no, no los incluyo. Con Luana por suerte tuvimos un match impresionante y hemos hecho varias cosas diferentes , no solo brillos -que es lo que me caracteriza-. El último look que hicimos fue un upcycling (reciclaje) de jeans. Luana cada vez se tira más al suelo, hace volteretas, entonces sé que la ropa tiene que tener una cierta elasticidad, que tenemos que hacer pruebas y que a veces tenemos que hacerle doble costura”, relata a Domingo Gardela sobre su proceso.
Serrana Polcaro, diseñadora y estilista, también recurre al reciclaje para darle un giro diferente a las prendas que ya tiene su cliente, Soledad Ramírez. “Tomo ropa de ella para reformar, agregarle algo, o desarmar y volverlo armar, potenciarlo y elevarlo para el show”, cuenta.
Como guía Polcaro toma un moodboard (una suerte de collage con referencias) de la artista, la paleta de colores con la que se suele vestir y contempla aspectos como el maquillaje, la manicura, dónde va a ir el micrófono y si se trata de un recital, un toque acústico o una aparición pública.
“La gente la sigue asociando a su banda anterior (Mala Tuya) entonces para mí está bueno acompañar ese cambio con la imagen. Creo que hoy en día la estética es más importante que antes. Obviamente tienen su carrera, pero no dejan de ser un producto para la industria. Hace diez años no me hubiese imaginado que las uruguayas se iban a animar a ponerse la ropa que se ponen hoy”, analiza la diseñadora.
Las redes sociales son señaladas por todos los estilistas como un factor determinante para esta nueva generación de artistas, que deben usarlas para convocar la audiencia para sus shows, para que reproduzcan sus canciones y vean sus videos.
En Instagram lo visual es fundamental y un atuendo llamativo puede lograr captar la atención de sus seguidores. Hoy, son pocos quienes pueden incorporar a su equipo diseñadores y estilistas que los ayuden a construir su imagen -o a “resolverles un problema”, como dice Polcaro- pero la industria va camino a eso.
La tapa del disco Tu veneno tiene a Natalia Oreiro vestida con un traje engomado negro escotado. Su pelo, teñido de negro azabache, la envuelve y un cerquillo en forma de pico la hace ver casi como una villana. Con ese álbum, publicado en el comienzo del milenio, la cantante uruguaya se consolidó como una de las primeras estrellas pop locales. Si bien en géneros como la plena y la cumbia se había habilitado una vestimenta más lúdica, nadie había hecho algo así.
Era el segundo disco de Oreiro -el primero llevaba su nombre- y fue presentado en el teatro Gran Rex de Buenos Aires. El éxito fue tal que su gira trascendió el Río de la Plata y llegó a Europa y Medio Oriente. Por este trabajo fue nominada a un Grammy Latino y a los premios MTV Video Music Awards, convirtiéndose en la primera uruguaya nominada en la historia.
La telenovela Muñeca Brava, que había grabado unos años antes, le ayudó a allanar el camino: fue emitida en 80 países, incluidos Rusia, República Checa, Israel, Polonia y Rumania. El programa tenía como cortina musical a Cambio dolor, un single de su primer trabajo discográfico.
En Turmalina, su tercer álbum, está desnuda, salvo por unas botas rojas y unas alas de ángel. Su pelo ahora es rojo, y está recogido en dos colitas con un halo en el medio. Ese mismo atuendo, pero con un traje verde metalizado es el que protagoniza el videoclip de la canción Que digan lo que quieran.
Al haber llegado a otras regiones del mundo, Oreiro tenía que competir con cantantes de la talla de Janet Jackson, Madonna, Christina Aguilera y Britney Spears, y eso implicaba presentar una imagen de pop star global.
Desde el 2005 en adelante la uruguaya se enfocó en su trabajo como actriz, tanto en televisión como en cine, y a desarrollar su propia marca de moda junto a su hermana, Adriana Oreiro, a la que bautizaron “Las Oreiro”. Si bien tuvo un fuerte estilo personal, esta etapa se caracterizó por vestidos más conservadores, lo que se espera de una estrella de cine.
Sin embargo, en 2017 con el estreno de la película Gilda, Oreiro volvió a la música y su vestuario volvió a ser más lúdico.
En 2020 empezó a trabajar con un equipo de uruguayos, encabezados por la estilista Rosario San Juan, para vestirse para su nuevo rol como conductora del programa de televisión Got Talent Uruguay. El diseñador Tavo García creó varias prendas para ella, entre ellas un vestido verde esmeralda y un traje de látex negro, un guiño a los comienzos de Oreiro como cantante.
Al mismo tiempo, la cantante y actriz continuó colaborando con la estilista argentina Luli Gemelli, pero la pandemia limitaba los viajes. Ahora, como conductora de La Voz Uruguay y ¿Quién es la máscara?, en su edición argentina, tiene equipos en las dos orillas y viste prendas de diseñadores uruguayos, argentinos y de marcas globales, como la cadena sueca H&M. Cada nuevo atuendo es retratado por el fotógrafo uruguayo Bruno Nogueira y publicado en sus redes sociales, con el correspondiente crédito.
Más allá de la cuestión estética, Oreiro usa su vestuario para transmitir ciertos mensajes. En noviembre del año pasado publicó una fotografía donde se la puede ver sin ropa, pero con botas de flecos que incluyen los colores de la bandera de la diversidad, en apoyo a la comunidad LGBTIQ+. “Orgullo, derechos, libertad, amor. Todos los días pride”, escribió. Esta declaración cobra aún más relevancia teniendo en cuenta la popularidad de la cantante en Rusia, donde recientemente se aprobó una ley que prohibe la “propaganda de relaciones sexuales no tradicionales” y la comunidad LGBTIQ+ es perseguida.