Por Mariel Varela
Cuando a Alejandro Aguilera se le despertó el interés y curiosidad por los juegos de mesa -década y pico atrás- aún no era un gusto masivo, así que no le quedó otra alternativa que transformarse en un evangelizador con miras a llevar gente hacia su molino. “Una de las cosas que tuve que hacer al principio, cuando éramos muy pocos, fue pasar por el proceso de aprenderlos para poder enseñárselos a los demás y que no se me aburrieran”, revela a Revista Domingo. Y así, un poco obligado por las circunstancias -ya que según explica, “los juegos son una experiencia compartida y sin otro no funcionan igual”-, investigó y aprendió tanto sobre el asunto para “enganchar” a otros, que ascendió a la categoría de experto. Y en 2018, a partir de la creación de Ludocracia -club de juegos con sede en Pocitos Libros-, encontró el espacio perfecto para predicar su pasión.
El club hizo un parate por la temporada de verano y retoma su actividad el próximo viernes 3 de marzo (ver recuadro).
Match de intereses
El origen de Ludocracia -cuyo nombre refiere a juego de todos- responde al germen de generar espacios de encuentro, una acción que Pocitos Libros intenta propiciar desde su inauguración, 17 años atrás. Se hicieron, por ejemplo, talleres literarios, cursos con músicos y poetas. Un taller de escritura que dictó el hermano de Alejandro en la librería ubicada en Avenida Brasil fue la clave para que Alejandro y Leonardo Silveira, dueño de Pocitos Libros, hicieran match.
“El hermano traía juegos que eran de Ale, vi que convocaba, que generaba que la gente se juntara, y es lo que me gusta en la librería, que vengan, conversen, se reúnan, y ahí surgió la idea de llamar a Ale y plantearle hacer encuentros”, cuenta Leonardo.
La propuesta sedujo a Alejandro pero había que buscarle la vuelta para enganchar al público. Hacer talleres le sonaba extraño, así que se le ocurrió armar un club de juegos que sirviera de puerta de entrada para motivar a los interesados en el hobby a meterse y bucear en este universo.
“La barrera más grande (en los juegos) es que la gente no se anima al principio. Para empezar, porque parece algo friki o para expertos. El tema más grande es que la mayoría no quiere sentarse a leer un reglamento o aprender un juego, lo terminan jugando así nomás, eso genera que no sea divertido y queda por esa”, da cuenta Alejandro. Hoy se encarga de agilizar los grupos, es decir, explica cada juego en 10 minutos, previo a dar comienzo a las partidas. Y lo hace con un talento y claridad que logra atrapar y enganchar a cualquiera. Esta capacidad es digna de alguien que tiene una colección con más de 250 juegos.
En Ludocracia hay más de 100 juegos disponibles, son bien variados y se renuevan todos los meses. Hay desde party (sencillos en reglas) hasta otros estratégicos con manuales más cargados que requieren mayor concentración.
Dato: el Catán, tan de moda por estos días, no está incluido en esta ludoteca. “Lleva demasiado tiempo para lo que tenemos en el club, entonces busqué otras alternativas más acordes a la dinámica. Son dos horas y tiene que entrar la explicación y el juego en sí”, indica Alejandro.
Valor analógico
En tiempos donde el cara a cara se redujo tanto (por el aislamiento que trajo la pandemia y también porque prolifera la tecnología como forma de comunicación), un espacio como Ludocracia es muy valorado. El juego es catalizador social por naturaleza y da lugar a diálogos fluidos entre desconocidos muy rápido.
“Es reconectar con lo social y es el ABC de las actividades que promueve la librería: la charla, el encuentro, estar presente. Si bien tenemos venta online, preferimos que vengas, que toques, sientas, huelas y converses. Es una magia que queremos conservar y el club se presta para eso”, describe Leonardo.
Pueden llamarse dichosos y decir misión cumplida, ya que se generó tal sinergia y buena vibra entre la gente de Ludocracia que los integrantes de ambos grupos (martes y viernes) se unieron en un mismo grupo de WhatsApp llamado ‘Ludohome’ donde programan encuentros salidas y reuniones. Incluso han armado escapadas y paseos.
“Nos fuimos 18 personas a Maldonado un fin de semana y jugamos 24/7. Diego, un chico del grupo de los martes, puso su casa, y alquilamos otra para dormir 10 en cada lado, pero estuvimos todo el día en la casa del compañero jugando”, cuenta Cinthya Calbete, de 24 años. Ella, como tantos otros, llegó a partir de un aviso que le mostró Instagram y le interesó sumarse por la interacción, más allá de su gusto por los juegos.
“El motivo principal de venir es lo social. La pandemia nos encerró muchísimo y está bueno tener esta actividad para poder salir, conocer gente, divertirse y reírse”, apunta.
Fue, además, la responsable de conectar los dos grupos. “Entré al grupo de los viernes porque era donde había cupo, pero enseguida, por tema de horarios, me cambié al de los martes y terminé haciendo una fusión. Les dije ‘vamos a juntarnos y conocernos’. Así que fui la que los integré y ahora nos vemos por fuera de Ludocracia”, dice.
Fabián Zamit, en tanto, tiene 38 años y su vida está atravesada por los juegos de caja: tiene un emprendimiento de diseño de juegos y está encargado de la ludoteca del Centro Cultural España, donde enseña. Su aterrizaje en Ludocracia fue en abril de 2022 porque necesitaba un espacio personal donde poder disfrutar del hobby y ponerse en la vereda de enfrente, la del alumno.
“(La actividad) es con un horario, vas, jugás y está buenísimo porque estoy del otro lado: tengo a alguien que me enseña. Dentro de las cosas que hice en 2022, creo que entrar al club fue la mejor decisión que tomé”, confiesa.
Y coincide con la perspectiva de Cinthya: “La parte social es lo que más me gusta: es encontrar gente que está en la misma sintonía que vos y eso genera que siempre haya buena onda. Espero muy ansioso que llegue el martes porque es el momento que te tomás para vos, es algo que hacés por vos, es un mimo”, cierra Fabián.
Grupos, horarios, cuota y público
Ludocracia se fundó en 2018 y ha ido creciendo de la mano con el auge de los juegos de mesa.
El 2022 fue el primer año donde se abrieron dos grupos y la dinámica se mantendrá en esta nueva temporada que comienza el 3 de marzo.
Un grupo funciona el martes y otro el viernes, ambos son de 18:00 a 20:00 horas en Pocitos Libros (Avenida Brasil 2561), y con cupos máximos para 12 personas.
La cuota vale $ 2.000 por mes e incluye las reuniones y el acceso a los más de 100 juegos de la ludoteca para llevarse al hogar. Lo bueno de la opción del préstamo, según Alejandro, es que pueden aprender a jugarlo en el club, si se enganchan lo llevan para probarlo en casa, y si les entusiasma realmente lo compran. La membresía se renueva mes a mes, por ende, se puede dar de baja en cualquier momento cumplido ese lapso.
La edad de los grupos varía: ha habido gente de 15 a 60 años, aunque los fundadores del club prefieren que se apunten mayores de 20. Si bien se tiende a pensar que los juegos son para niños, en este caso implican dinámicas complejas, con mayor exigencia y ciertos procesos de deducción que no están pensados para menores de edad. “Los niños juegan, no necesitan este espacio, el adulto es el que está desconectado del juego hoy y está bueno traerlo”, opina Alejandro.
Por más información, en Instagram son @ludocraciauy.