Cicatrices que todos tenemos

DR. PABLO PERA PIROTTO

Una de las funciones más importantes que tiene la piel es protegernos de las agresiones externas. Es por eso que la gran mayoría de las personas tiene en alguna parte de su cuerpo una marca que recuerda el padecimiento de algún traumatismo, accidente, enfermedad o intervención quirúrgica. Estas cicatrices son producto de la reparación de los tejidos cutáneos mediante un proceso en el que es fundamental el rol de un tipo de células llamadas fibroblastos, responsables de la producción de colágeno.

Cuando la injuria involucra solo a las capas superficiales de la piel, la reparación puede llegar a realizarse de manera tan efectiva que no deje ningún tipo de cicatriz visible. Esto es lo que ocurre, por ejemplo, cuando se produce una erosión o raspón leve en alguna zona de nuestro cuerpo. Cuando se sobrepasa en profundidad el límite de aproximadamente la mitad de la dermis, la curación deja inevitablemente una marca.

Normalmente, la evolución de una cicatriz pasa por distintas etapas: primero es rojiza y algo elevada, y con el paso del tiempo va aplanándose y volviéndose más clara, hasta adoptar el típico color blanco nacarado. Pero no siempre se dan estos estadios. Así como hay personas que tienen una predisposición genética a tener una muy buena cicatrización (popularmente referida como "buena encarnadura"), hay otros que desarrollan las llamadas cicatrices hipertróficas o queloideas. Las primeras son cordones elevados, indurados, de color rojizo o amarronado, mientras que los queloides se producen cuando el tejido fibroso supera ampliamente los límites de la herida, tanto a lo ancho como a lo alto, pudiendo también doler o picar.

Por otra parte, hay zonas corporales más predispuestas a la "mala cicatrización", como por ejemplo, la cara anterior del tórax, el sector alto de la espalda y las piernas. En todos los casos, se debe a la tensión que existe en esas zonas, potenciada por los movimientos que realizamos.

También hay que tener en cuenta que un proceso cicatrizal puede desembocar en una hiperpigmentación cuando es expuesto a la radiación del sol. Es por eso que toda herida en proceso de curación debe protegerse con medidas físicas (por ejemplo, mediante la ropa) así como con protectores solares de factor 30 o más.

En relación a la corrección o mejoramiento de las cicatrices, existen distintas terapéuticas que pueden ayudar a mejorar su aspecto, aunque debe mencionarse que muy difícilmente logren borrarlas en forma completa.

Por ejemplo, para las cicatrices elevadas pueden resultar muy útil la aplicación de cremas con corticoides potentes o incluso la inyección de cortisona directamente en el tejido fibroso. Esto, además de ir disminuyendo la altura y la coloración, también mejora la picazón y el dolor.

Existen, así mismo, cremas dermatológicas específicas con distintas formulaciones que ayudan a frenar la proliferación de los fibroblastos y reordenar las fibras de colágeno. En todos los casos el masaje o la compresión son aliados de importancia para alcanzar buenos resultados. También se pueden realizar un pulido mediante peelings médicos tanto químicos como físicos de distinta intensidad dependiendo del caso.

Cuando se trata de cicatrices deprimidas, una buena opción es realizar un relleno para ponerlas a nivel del resto de la superficie cutánea vecina y así mejorar su aspecto.

En cualquiera de los casos, la extirpación quirúrgica en manos experimentadas permite cambiar una mala cicatriz por otra mejor posicionada, más fina y, en definitiva, menos notoria.

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