Publicidad

Los Ángeles Azules siguen haciendo canciones de amor

Compartir esta noticia
Los Ángeles Azules y su música popular

NOMBRES DEL DOMINGO

Son uno de los grupos de música popular más importantes de México. Su último sencillo, Las maravillas de la vida, junto a Lali Espósito, acumula más de un millón de reproducciones en Youtube.

El primer sonido es el de un acordeón que suena por 15 segundos como anunciando, como invitando a una celebración o a un ritual. Y los aplausos. También suenan los aplausos. El acordeón disminuye la melodía en suspenso, en tensión, como si fuera a parar en un golpe seco. Pero nunca se acaba. Toma fuerza y arranca más fuerte. Suena al ritmo de la cumbia, se mezcla con otros instrumentos en unos tiempos que parecen mezclar la cumbia villera con la cumbia colombiana, Argentina con Colombia -aunque ellos sean mexicanos-.
Es 2018 y Los Ángeles Azules, vestidos ellos en un saco sport plateado con detalles en dorado y en negro, con una camisa blanca que se descubre por debajo y una moña en el cuello que les da aires de grandeza, y ellas en un vestido negro, plateado y verde de manga larga, se están presentando en un show en el Unione e Benevolenza, un edificio elegante construido en 1858 para atender a inmigrantes italianos en Buenos Aires, Argentina.

Cuando el acordeón se transforma en cumbia, Lali Espósito, estrella pop argentina, aparece en un costado del escenario. Tiene un vestido negro con detalles en dorado por arriba de la rodilla, un escote profundo pero delicado con el borde rojo y la espalda casi toda descubierta. El pelo negro tirante en una cola que tiene un aplique y cae ondulada sobre la espalda. Avanza hacia el centro del escenario con la fuerza de alguien que sabe caminarlo. Se para entre Elías Mejía Avante, bajista, médico y líder de la banda, y Jorge Mejía Avante, acordeonista, arquitecto y compositor, y canta: “Amor no quisiera herirte pues tú bien sabes cuánto te quiero. Necesitamos darle tiempo al tiempo porque no quiero que empecemos mal. Pero bien que lo primordial de nuestra unión es el amor. Y por ello hay que hacerlo bien para tener un bonito hogar”.

La banda entera se mueve en un vaivén de dos tiempos hacia los costados, baila en una danza que no es ni exagerada ni sutil. Lali, micrófono en mano, sigue: “Por eso ahora no puede ser, enfrentar la vida es madurez. Y nos falta poco para contemplar las maravillas de la vida. Por eso ahora no puede ser, enfrentar la vida es madurez. Y nos falta poco para contemplar las maravillas de la vida”.

Las maravillas de la vida, una canción que tiene dos estrofas que se repiten dos veces cada una, es el quinto sencillo del álbum De Buenos Aires para el Mundo de Los Ángeles Azules, la banda más importante de la música popular mexicana que mezcla la cumbia colombiana con letras simples y una ejecución de notas musicales a destiempo, formada por seis de los ocho hermanos Mejía Avante y surgida en la década de 1970 en una de las zonas más violentas y pobladas del oeste de Ciudad de México: Iztapalapa.

En ese mismo show, Los Ángeles Azules también compartieron el escenario con Julieta Venegas y Juan Ingaramo, que aparecieron para cantar Acariñame, con Abel Pintos que cantó Y la hice llorar, con Pablo Lescano que los acompañó en La cumbia del infinito y con Américo y Jay de la Cueva que cantaron 20 rosas.

En cada canción y con cada artista, en el medio de las estrofa, antes o después del estribillo, Elías, que es el líder del clan Mejía y de Los Ángeles Azules, con el pelo engominado hacia atrás y una sonrisa a medias, con la ilusión de seguir a pesar de todo, con las ganas intactas y los años y los escenarios y las crisis y la historia en el cuerpo, dice, como si fuera el presagio de un éxito cultivado con el tiempo: “De Iztapalapa al mundo”.

En familia

En la década de 1970 empezaron a surgir en México un conjunto de bandas que marcaron a la música popular del país y sentaron las bases del movimiento grupero: ritmos, conjuntos, sonidos y canciones que formaban parte de la música popular mexicana y que sonaban en todas partes.

Mientras bandas como Los socios del ritmo, Los solitarios o La sonora santanera se metían en las calles y en las casas y en las fiestas mexicanas, en Iztapalapa, la zona más poblada de la Ciudad de México, había una casa con pisos, paredes y techos de madera sin pulir en la que la tierra de las calles entraba por cada huequito que pudiera.

Esa era la casa de Porfirio Mejía, chofer de un camión, y Martha Avante, ama de casa que se dedicaba a lavar la ropa de la gente de la zona. Tenían ocho hijos a los que había que alimentar y a los que había que asegurarles un destino diferente al de la mayoría de las personas de una zona en la que el desempleo y la pobreza eran la norma.

En la casa Mejía Avante la radio sonaba todo el día. Vivían en una región de México en la que el baile era casi tan importante como la educación y a Martha se le ocurrió que quizás alguno de sus hijos podría dedicarse a la música. Después pensó que capaz si formaban un grupo podrían tocar en fiestas y cumpleaños de 15 y capaz alguna vez les darían de comer. La música no era una vocación. La música era una forma de supervivencia.

Vendieron la camioneta de la familia por la que les dieron 6.000 pesos mexicanos (cerca de US$ 270 actuales) y con eso compraron un par de instrumentos: un órgano, un acordeón, una guitarra un redoblante y un güiro.

Como ninguno de sus hijos sabía de música los hacía ensayar mirando los movimientos y los golpes de otros músicos, de otros grupos, escuchando con atención, intentando entender cómo se hacía. Repetían discos enteros de Rigo Tovar o de Mike Laure, músicos y estrellas mexicanas del momento, pero nunca tocaron como ellos. Los Ángeles Azules, que todavía no eran tales, siempre dijeron que su estilo no era como el de nadie más, que ellos aprendían de los demás pero habían creado algo total, absoluta, completamente nuevo.

Elías, José, Jorge, Alfredo, Cristina y Guadalupe empezaron a tocar cumbia instrumental en fiestas del barrio y en las calles empolvadas de Iztapalapa bajo el nombre de Playa Azul. Poco tiempo después se sumó el baterista Raúl Díaz y empezaron a llamarse Los Ángeles Azules.

En 1981 grabaron su primer disco con un sello discográfico independiente y local. Hasta 1989 sacaron un álbum por año: Ritmo... alegría... sabor!, Los Ángeles Azules, Vol. 2, Los Ángeles Azules, Vol. 3, Cumbia de la tostadita Vol. 4, Cumbia de las chispitas Vol. 5, Los Ángeles Azules, Vol. 6, Y valió la pena esperar.

En los años 80 Los Ángeles fueron furor: habían creado algo nuevo mezclando cumbia colombiana con algunos arreglos que hacía Jorge, que había estudiado trompeta y música en el Conservatorio de México y con letras románticas.

En los años que siguieron pasaron de un representante a otro, estuvieron a punto de desaparecer, algunos hermanos abandonaron para dedicarse a sus estudios universitarios - Jorge es arquitecto, Alfredo y José son abogados, Elías es médico y Cristina y Guadalupe son dentistas- volvieron, tocaron en un escenario dominado por el rock donde hicieron bailar a miles de personas, grabaron más discos -Entrega de amor, de 1993, vendió 3 millones de copias, Cómo te voy a olvidar, de 2013, se convirtió en Disco de Oro- hicieron colaboraciones con artistas de todo Latinoamérica y de España, se presentaron en estadios norteamericanos que llenaron, agotaron un Luna Park en Argentina y vivieron su vida siempre viajando de un lado a otro del planeta para llevar música.

La misma música que alguna vez les salvó la vida y les cambió el destino y que ahora, casi 40 años después, siguen profesando con la elegancia de siempre.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

musicaMéxicoLali Espósito

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad