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Álvaro Villar: "La cirugía te enseña a ir siempre para adelante"

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Álvaro Villar, director del Hospital Maciel

EL PERSONAJE

Es neurocirujano y director del Hospital Maciel desde 2012. Aunque dice que nunca estará conforme con su trabajo, admite que aún le quedan objetivos por cumplir allí.

El Hospital Maciel es un mundo. Tiene sus reglas, sus lógicas, sus conflictos, sus tiempos, sus velocidades, sus formas, sus objetivos. Tiene, también, una historia de 230 años. Y la historia dice que el Maciel se ha construido como un hospital al que, sobre todo, le importa hacer que las personas se sientan bien, cómodas, cuidadas.

Es viernes y a las once de la mañana en los pasillos de pisos blancos y negros del Maciel todo sucede a velocidad propia: las túnicas celestes de los médicos, los uniformes de los enfermeros, los cascos amarillos de las personas que están trabajando en reparar algún rincón del edificio, las preguntas de los usuarios y las indicaciones, se mezclan en un barullo que anda rápido, apurado. Y en el medio de todo y de todos, está Álvaro Villar (56), neurocirujano y director del Hospital Maciel desde hace siete años.

Su oficina allí es grande y luminosa. En el medio tiene una mesa en forma de óvalo que está repleta de papeles y carpetas; en el fondo hay una pared verde que funciona como pizarra y está llena de frases motivadoras, de esas frases célebres que dice gente célebre (“Antes quería cambiar el mundo, ahora me conformo con arreglar mi vereda”, José Mujica) y también de frases tan sencillas como ciertas (“Dale más piola que llega hasta el sol”, de la canción Cometa de la farola). Álvaro acaba de atender personalmente a una señora que lo estaba esperando desde hacía más de una hora. La señora había llegado sin haber pautado una cita previamente. Antes estaba hablando con un médico que le consultaba por las recetas de un paciente y aún un poco antes estaba atendiendo llamadas. Lo primero que va a decir Álvaro después de cerrar la puerta de la oficina y silenciar el celular para poder aislarse por un rato, es que es un día tranquilo.

Saber hacia dónde ir

Álvaro Villar no cree en la vocación, en que exista eso de nacer llamados para hacer o ser algo. Por el contrario, dice, la vocación se construye. Y en esa construcción se va a delimitar el camino y, sobre todo, la forma de recorrerlo. “Creo que uno, según las cualidades emocionales que tiene, va a hacer la medicina de una manera u otra. No me refiero a bien o mal, sino a la estrategia mediante la que se logran las cosas. Y creo que la medicina, además, tiene la ventaja de que hay siempre un lugar para todos, absolutamente para todos los tipos de personalidades y emociones”. Él estuvo, desde siempre, atravesado por la medicina.

Nació en el Hospital Italiano e inmediatamente se fue al Hospital de Clínicas, que era también su casa. “Mi padre, Hugo Villar, era especialista en administración de salud y fue el primer director uruguayo del Hospital de Clínicas. Y en la ordenanza del hospital figuraba que el director tenía que vivir allí. En el piso 18 había un apartamento en el que viví hasta los once años. Para mí es muy difícil verlo como algo raro porque era lo normal. Cuando mis padres a veces salían de noche, mis hermanos y yo nos quedábamos en la central de telefonía o en el centro de materiales armando gasas y paquetes para el block quirúrgico. Fue una infancia muy feliz, la pasamos muy bien en el hospital”.

Dice que esos once años quizás lo hayan atravesado pero que no sabe por qué eligió estudiar medicina. “Nunca pensé en ser médico, y cuando empecé medicina lo único que tenía claro era que no iba a ser cirujano. Y fue lo que terminé haciendo. Ahora no concibo no serlo. Es decir, es parte de mi vida y la satisfacción o el placer que me da la cirugía no me lo da ninguna otra cosa. Lo que uno busca es qué cosas en la vida lo hacen sentir bien”.

Lo que sí sabe Álvaro es que terminó por dedicarse a la neurocirugía gracias a aceptar, mientras era estudiante, la invitación del doctor Alejandro Tarigo de ayudarlo en una operación a la que nadie más quiso ir porque iba a ser muy larga. “Yo creo que uno tiene que estar siempre alerta a las oportunidades y dar posibilidad a que las cosas se den”. Y la cirugía se dio, sucedió y se quedó en él.

En 1994 entró al Maciel como neurocirujano y desde entonces nunca se fue. El tiempo, dice, le ha generado un cariño especial hacia el hospital que hizo que en uno de los peores momentos de su historia tomara las riendas para sacarlo adelante.

Fue en 2012, cuando un grupo de enfermeros del Maciel fue acusado de matar a más de diez pacientes. La imagen de un hospital seguro y que se preocupaba por la contención de sus usuarios se vino abajo con una denuncia que terminó por poner a Uruguay (y al Maciel) en la portada de los medios del mundo.

“Yo quiero mucho al hospital. Y creo que nos pasó a todos los que trabajamos acá que cuando vimos al hospital mal, sufrimos todos. Ahí entendimos que si había algo en lo que pudiéramos ayudar había que hacerlo. Así que después de esa crisis me ofrecieron la dirección y acepté. Cómo pensé que iba a poder hacerlo, no lo sé. Creo que todo tiene que ver con la cirugía”.

Álvaro Villar es neurocirujano en el Maciel
Álvaro Villar es neurocirujano en el Maciel. Foto: F. Flores

—¿La administración de un hospital tiene que ver con la cirugía?
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?—La cirugía con miedo es imposible. Es decir, se puede operar con miedo, pero los resultados nunca son buenos. La cirugía te enseña a ir siempre hacia adelante. Eso tiene una traducción en la administración y en la gestión: uno tiene que hacer cosas, incluso cuando es más complicado. Y yo creo que en eso la cirugía te va educando un poco. Porque si uno quiere realmente sacar por completo un tumor tiene que ir aceptando desafíos y corriendo riesgos. Cuando uno va a empezar la operación, antes de poner el bisturí en la piel tiene que saber qué es lo que quiere lograr. Capaz que tu objetivo es sacar todo el tumor, aunque puede que después no lo puedas conseguir. Pero sabés hacia dónde vas. Llevado a la administración de un hospital, son situaciones que aparecen todo el tiempo. Uno tiene que saber cómo pelearla, tiene que saber antes de poner el bisturí en piel qué es lo que quiere lograr.

Su objetivo cuando asumió la dirección del centro era claro: trabajar en base a los conceptos de confianza y responsabilidad para volver a transformar al Maciel en un hospital extremadamente seguro que retomara lo mejor de su historia, es decir, que los usuarios volvieran a sentirse cómodos, cuidados, respetados y apoyados, y que el personal se sintiera bien trabajando allí. Todo eso forma parte de la “actitud Maciel” que está escrita en un decálogo de conducta que le es entregado a cada persona que entra a trabajar allí, sin importar si es médico, enfermero, camillero, laboratorista o personal de limpieza.

—¿Cómo evalúa los siete años de su gestión al frente del Maciel?

Es una pregunta difícil. Yo creo que se ha logrado armar un buen equipo de trabajo. Y logramos, en conjunto con todo el personal del hospital de todos los servicios, generar determinados objetivos que tienen que ver con el desarrollo de la excelencia en la técnica, que implica que los resultados de nuestro trabajo en el diagnóstico y en el tratamiento de los pacientes sea el mejor posible. Es decir, aspirar a la excelencia implica proponerse que la forma en que uno realice el tratamiento de los pacientes sea la más exigente posible de acuerdo a los conocimientos que en cada momento tenga la ciencia, la tecnología a nivel mundial. Después pusimos un acento en la mejora del trato al paciente, en la parte más humana. Ese para nosotros es el desafío más grande, es la parte más difícil porque implica un cambio en todos de comportamiento, un cambio cultural. Y todavía no lo hemos logrado.

A pesar de los cambios y de las reformas, Álvaro dice que no está conforme. Que nunca se va a sentir conforme. Y otra vez recurre a la cirugía. “Nosotros tenemos operaciones en las que nos va como queríamos y otras que lamentablemente no salen como planeamos. El problema es que la operación que sale bien no compensa espiritualmente la que salió mal. En el hospital, la cantidad de problemas que existen hacen que no te de el tiempo de disfrutar las cosas buenas. Lo que sí es real es que nosotros podemos caminar por el hospital y ver a la gente contenta”.

"Actitud Maciel"

La “Actitud Maciel”, dice Álvaro Villar, no es un invento suyo. “Es algo que ya con grupos de integrantes del hospital lo veníamos conversando de antes de que asumiéramos la dirección. Tiene mucho que ver con rescatar características del hospital que ha tenido siempre con respecto a la relación con el paciente y a la relación entre nosotros. La ‘Actitud Maciel’ es un objetivo, no es algo que hayamos alcanzado”.

Se trata, dice, de respetar una tradición que tiene el hospital de respeto y cuidado de sus pacientes. “Y esa tradición que lleva tantos años en el hospital, nos parece que es parte de esa ‘Actitud Maciel’: el del cuidado del otro, el respeto al otro, ponerse en su lugar, entender por la situación en la que está pasando y siempre tratarlo bien”.

En concreto, la “Actitud Maciel” es un código de comportamiento que le entregan a todos los funcionarios que ingresan al hospital. “Nosotros reformulamos a la situación de Uruguay conceptos de la práctica en hospitales de todas partes del mundo y que ya aplicábamos en algunos grupos individuales dentro del hospital. Lo que se trató fue de consolidarlo como una práctica de todo el hospital y convertirlo en un objetivo general”.

sus cosas
Ciro Ferreira, director del Hospital de Tacuarembó
Maestros

Álvaro Villar dice que aprendió mucho sobre administración de salud mirando a su padre, Hugo Villar, y a su madre, que era licenciada en enfermería y siempre se dedicó a la administración. También, que tiene a Ciro Ferreira (foto), médico y director del Hospital de Tacuarembó, como uno de sus referentes.

Leer
El tiempo libre

“Yo creo mucho en los afectos reales y creo que están muy vinculados con la familia y los amigos”, dice Álvaro, que cuenta que disfruta mucho de viajar y compartir con las personas que quiere.  “Me gusta mucho leer también, disfruto de leer Historia pero en realidad me gusta leer cualquier cosa”, agrega.

Hospital Maciel
El hospital

No sabe cuántos años de gestión al frente del Maciel le faltan, pero sabe que en la vida hay que cambiar cada cierto tiempo. Por ahora, dice, pretende lograr algunos objetivos (de los que aún están lejos): “Lograr que el funcionamiento del hospital esté basado en protocolos definidos, que no dependa de las personas que lo dirijan”.

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