GABRIELA VAZ
Pasaron 13 años entre el descreimiento total y la confianza absoluta. Entre la resistencia feroz y el sueño cumplido. Becky Sabah lo cuenta con la claridad del que fue testigo y protagonista a la vez. En 1998, cuando entró a la Comunidad Israelita del Uruguay (o "Kehilá") para dirigir la recién abierta Área de Discapacidad, los primeros tiempos fueron cualquier cosa menos fáciles. La idea era abrir un espacio cultural especialmente dirigido a discapacitados. Con el objetivo de hallar interesados, se solicitó entre instituciones judías que enviaran datos de todas las personas con discapacidad -ya sea física, intelectual o psíquica- que conocieran. Becky se ocupó de llamar por teléfono a cada contacto que llegaba. Las primeras respuestas frente a la oportunidad de tener un espacio propio y estimulante pensado para ellos eran siempre igual… de negativas. "¡¿Quién denunció que en esta casa hay un discapacitado?!", recriminaban. "Denunció". Como si la palabra fuera una acusación. Pero a la psicóloga Sabah nadie le tiene que explicar lo que se siente ser discapacitado: ella es cuadripléjica desde niña.
Pasaron 13 años y las cosas cambiaron. El grupo Or ("luz", en hebreo), dedicado a transmitir valores judaicos entre personas con discapacidad, empezó con siete integrantes. Hoy en día, el Área de Discapacidad de la Kehilá tiene en total 40 usuarios, de entre 18 y 70 años, que asisten a alguno de sus tres grupos: a Or se le agregaron el taller de artesanías Avodatí ("Mi trabajo") y el de cocina Taim ("Riquísimo").
Tan sólida y activa se encuentra esta Área actualmente, que ha logrado lo que muchos -o, en honor a la verdad, todos- creían por completo imposible: que el grupo entero viaje a Israel para conocer la cuna geográfica de su cultura. Un sueño que se cumplirá el domingo próximo, cuando parta el vuelo con una delegación de 58 personas, entre usuarios, asistentes y técnicos.
SORTEANDO OBSTÁCULOS. El sueño de llevarlos a todos a Israel existía desde hacía un buen tiempo. Los responsables del grupo fantaseaban con el tema de vez en cuando. En algunos casos, los propios usuarios expresaban que "algún día" pensaban ir. Pero era una quimera. Entre las 40 personas hay discapacidades físicas de todo tipo (desde ceguera a cuadriplejias), desórdenes psiquiátricos (esquizofrenia, fobias) y retardo intelectual. Demasiada gente, demasiadas dificultades. Simplemente inviable.
El año pasado, la visita de Avital Sharansky, esposa del presidente de la Agencia Judía (Sojnut), cambió el panorama. "Justo vino uno de los días que había varios programas y se emocionó hasta las lágrimas de verlos a todos ejerciendo realmente una labor. Quedó tan impresionada que se ofreció a cooperar en algo", cuenta la licenciada en Trabajo Social Géraldine Muñoz, subdirectora del Área de Discapacidad. A su lado, la directora Becky Sabah completa el relato: "Le preguntamos si quería que le pidiésemos algo concreto o que le dijéramos un sueño que teníamos. Cuando le conté de qué se trataba el sueño, quedó dura, pero contestó: `No te digo que no`". Esa fue la primera esperanza real.
Luego pasaron meses de mails, llamados telefónicos, averiguaciones, planes y gestiones. Si bien Israel suele invitar a sus correligionarios de todo el mundo a conocer el país, esta vez las condiciones especiales de los pasajeros y la cantidad que eran requería un desembolso económico muchísimo mayor al habitual. Sharansky "tocó puertas" de judíos de muy buen poder adquisitivo dispersos en todo el globo para reunir el dinero necesario. Lo logró: el sueño era cada vez más posible. Todos los gastos "de allá" quedaron cubiertos: pasaje, estadía y viáticos para 58 personas durante 10 días. Los gastos "de acá", como los seguros de viaje, los pasaportes o los fletes para cargar equipaje, fueron solventados por donaciones externas y aportes de padres de usuarios. "Cabe destacar que la mayoría son de un nivel económico medio hacia abajo", dice Sabah enfatizando el esfuerzo.
Pero las dificultades no fueron sólo económicas. Hubo trabas burocráticas. Hubo indiferencia, desconocimiento, discriminación. Un ejemplo: el permiso para que personas declaradas incapaces puedan viajar debe otorgarlo un juez. Al ser directora del grupo, Becky firmó como responsable por todos. "Cuando me ven entrar al juzgado no saben si salir corriendo o aceptar que soy así", dice inmovilizada en su silla de ruedas. "No te puedo decir la cantidad de abogados que hemos conocido que al verme, me dicen: `¿Usted se va a hacer cargo? ¿Y quién se va a hacer cargo de usted?` Miran solo lo físico, cuando en todo este procedimiento hay mucho pensar, mucho ejecutar". En una discusión telefónica, un empleado de un de las compañías involucradas en el viaje le llegó a advertir: "Momentito, todavía que los estamos dejando viajar". Como si fueran gratis. "Y como nuestro objetivo es viajar, le dije `tienen razón`. No quiero crear un lío. Pero esto se tiene que saber".
INTEGRACIÓN. Pasaron 13 años y cambiaron muchas cosas y no tanto. "Fácil aún no es", dice Becky. Aquella resistencia que encontraba en los primeros contactos telefónicos para formar el Área todavía está arraigada en una sociedad a la que le cuesta lograr una integración real de los discapacitados. (La psicóloga habla siempre de "discapacitados" y dice que el modismo de "capacidades diferentes" es un error conceptual básico: todos tenemos capacidades diferentes. "Es lo mismo que no decir nada", asegura.) La organización del viaje ha sido una muestra más de ello; además de los obstáculos prácticos, lo pudo sentir en la mirada externa. "Hubo quien nos dijo: `¿Para qué se va a gastar tanto dinero en gente que no entiende?`". Eso, enfatiza por su parte la asistente social Muñoz, solo "acusa la ignorancia" del que lo expresa.
Pero también hay que trabajar con la confianza y mentalidad del propio discapacitado, que frente a los portazos de la sociedad libra una lucha extra. El Área de Discapacidad de la Kehilá ha abierto caminos. Los productos elaborados en los talleres de artesanías y cocina se venden y los usuarios reciben un pago mensual. También gestiona pasantías externas y se apunta a lograr inserción laboral. Cada tanto, el Banco de Previsión Social les envía potenciales nuevos usuarios (cabe destacar que no tienen que ser judíos; de hecho, un 10% de los futuros viajeros no lo son). Ellos evalúan a todos. "Acá no le cerramos la puerta a nadie sino, no seríamos coherentes", concluye.
Una cara de los dos lados del mostrador
Becky Sabah, directora del Área de Discapacidad de la Kehilá, se ríe al contar que participará del viaje en dos categorías: como encargada del equipo, pero también como discapacitada. Padece una cuadriplejia que le quedó como secuela de una poliomelitis cuando era niña. Asegura que su padre le inculcó siempre que debía estudiar y obtener algún título. "Me dijo: `Alguna vez yo no voy a estar y vos tenés que valerte y ganarte la vida`". Hoy, Becky es psicóloga y lleva más de tres décadas trabajando en temas de discapacidad.
Todo será documentado
En el viaje del domingo, los 30 discapacitados de entre 18 y 70 años irán acompañados de un equipo técnico de 28 personas más. Entre ellos, estarán el staff permanente del Área de Discapacidad de la Kehilá, un psiquiatra y una médica especializados en discapacidad invitados particularmente para esta experiencia, y asistentes. "Aunque algunos tienen mucha autonomía, otro no tanto y necesitamos que el grupo esté continentado; que cuando miren lo desconocido vean caras conocidas a su alrededor", explica la subdirectora del Área, Géraldine Muñoz. Es la primera vez que Israel invita y financia un viaje a un grupo tan numeroso de discapacitados; hubo una experiencia similar con brasileños, pero sólo eran cinco. Dada la novedad y el potencial de modelo a imitar, todo el viaje será filmado.
Interés gubernamental
El novedoso proyecto logró cristalizarse (o lo hará el domingo próximo) luego de meses de arduo trabajo con varios obstáculos burocráticos en el medio. Por ejemplo, cuenta la directora del Área de Discapacidad de la Kehilá, Becky Sabah, organizando esto descubrió que los seguros de salud de viaje no aceptan usuarios con enfermedades preexistentes. "Si yo me fracturo una pierna y creen que eso puede estar unido a mi discapacidad, no me lo cubren", dice, y relata que incluso enviaron cartas a las casas matrices de varios seguros en el exterior, pero en todos los casos obtuvieron respuestas negativas. "Al final elegimos el que cubre más dinero por enfermedades preexistentes". Junto a las verdes, también las maduras. El proyecto fue declarado de interés por el Mides, el MEC y la IM; "eso fue muy importante".